Contribuciones a las Ciencias Sociales
Enero 2010

 

LA RADICALIZACIÓN DEL PENSAMIENTO CUBANO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LAS LUCHAS INDEPENDENTISTAS EN CUBA
 


 

Leduan Ramírez Pérez
duanysh@uclv.edu.cu


 

Resumen

Dentro de estudios históricos cubanos se encuentran los relacionados con el proceso de preparación de las luchas por la independencia de la Isla. Este proceso partió de una profunda radicalización en el pensamiento de los terratenientes cubanos, que pasando por diversas tendencias conocieron que la única vía para alcanzar sus intereses de clases era a través de la separación de Cuba de su metrópoli, o sea, España. Numerosos historiadores avalan la trascendencia que sobre el proceso emancipador tuvieron los hechos reflejados en la primera mitad del siglo XIX, sobre todo los relacionados con la esclavitud y sus consecuencias para la Isla. Las diversas tendencias políticas y la profundización de ellas en el pensamiento político-ideológico de los patriotas cubanos desencadenaron la lucha de liberación en Cuba, en un momento en el que ya muchas de las colonias americanas habían obtenido la independencia. Esta es una de las consecuencias que se aprecian en el trabajo. Por otro lado en su momento histórico-económico-social, Cuba ya no podía continuar su atraso semifeudalista, sino que era imprescindible acceder a la expansión del desarrollo capitalista que representaba un progreso en la industria y en la economía cubana.

Palabras Claves

Reformismo, Abolicionismo, Anexionismo, Independentismo, Aristocracia, Radicalización, Idiosincrasia, Conciencia Nacional, Nacionalidad.
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Ramírez Pérez, L.: La radicalización del pensamiento cubano. Antecedentes históricos de las luchas independentistas en Cuba, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, enero 2010, www.eumed.net/rev/cccss/07/lrp.htm 


Antecedentes

El inicio de la Guerra Grande (1868-1878) marcó un punto crucial en las disposiciones de la clase terrateniente criolla, puesto que como nación, propiamente dicha, no surgimos hasta la Asamblea de Guáimaro en 1869. Sin embargo la pregunta más interesante que los historiadores cubanos se han hecho sobre la etapa en la que se produjo el estallido es el por qué siendo Cuba la colonia más importante de España fue a su vez una de las últimas en declarar la guerra por su liberación nacional. En este sentido muchas han sido las variantes, pero no podemos perder de vista las clases que se lanzaron a la guerra y la importancia de los terratenientes cubanos en el proceso emancipatorio, sobre todo los de la zona oriental del país, puesto que fue esta la región que marcó la mayor efervescencia en el desarrollo y avance de la contienda bélica.

Ahora bien, ¿por qué se inicia una contienda bélica en una Isla que está marcada por las diferencias de criterios sobre la autonomía de la misma, o mejor aún, que se encuentra dividida ante el tema de la esclavitud? No podemos obviar el hecho de que al iniciarse la década de 1870 sean las masas populares las que tomen el mando al frente de las tropas cubanas, marcadas por una fuerte escisión y diferencia entre el mando militar y el legislativo.

El estallido de la Revolución Haitiana hacia finales del siglo XVIII alteró el orden de gobierno en las naciones que eran colonias de las diferentes metrópolis europeas, dígase Portugal, España o Francia, pero en el caso de América la cuestión más importante era la que se relacionaba con la penetración de las influencias francesas e inglesas en cuanto a desarrollo económico y social. No en balde fueron estas dos potencias las que más influyeron en el pensamiento emancipador de los líderes americanos que iniciaron el camino de la lucha armada como única solución al problema de la colonia.

Entrado el siglo XIX España es centro de numerosos acontecimientos que tienen una trascendencia sobre las colonias americanas. En un primer momento la entrada de las tropas francesas al mando de Napoleón, y después de la expulsión de este y la instauración de la primera Republica española, ya como Estado Nacional conformado plenamente, hacen que la metrópoli se vea encaminada hacia los caminos de la emancipación monárquica que frenaba el desarrollo económico de la península con las tradicionales formas de producción que no lograban impulsar al país hacia el capitalismo, carrera esta que era llevada a cabo por las otras dos potencias mencionadas anteriormente. Sin lugar a dudas, la aprobación de la Constitución de 1812 y su puesta en vigor hasta la entrada de Fernando VII como regente hicieron pensar a los terratenientes cubanos que era un paso importante para la obtención de la autonomía de la Isla.

El Gobierno de la Isla de Cuba como apéndice del colonialista español ejercía como funciones principales el de proteger los intereses de la clase oligárquica gubernamental, semifeudal y burgués-comercial de España, para las cuales la Isla representaba una magnífica fuente de ingresos. De esta se deriva el hecho de que era una prioridad mantener el régimen esclavista y reprimir cualquier intento de sublevación, pero la mas importante de todas era mantener a Cuba como una base estratégica, política, militar y económica que le permitiera a España ventilar las contradicciones que en ese territorio se producían así como aquellas que se generaban entre las potencias internacionales del momento. Esto generó que la colonia cubana sirviera para abastecerse de materias primas y recursos cuando ya no podía extraerlos de otro lugar, sirviendo la Isla como una base de recuperación de las demás colonias españolas.

Este difícil panorama político de España propició que la ola de la emancipación se levantara en toda América, sobre todo en el Sur, donde las fuerzas independentistas alcanzaron toda la extensión del continente y permitieron que los principales líderes se manifestaran contra el colonialismo español en toda su magnitud. Esto quedaría reflejado en el Congreso de Panamá en 1826 en la voz de Simón Bolívar, el Libertador de América.

Sin embargo, la situación de la Isla adquiere matices diferentes en su proceso de integración a la campaña bélica que se llevaba a cabo contra la metrópoli española. No es en balde que el pensamiento de los terratenientes cubanos no estuviera del todo acorde con tales planteamientos de emancipación anticolonialista. Pero, a pesar de esto la radicalización de los intereses y cuestiones más relevantes de las clases pudientes de la Isla, únicas capaces de llevar adelante la posible autonomía, todavía no había concientizado el papel que les tocaría desempañar en estas cuestiones. Es por eso que hasta la década de 1850 no encontramos acciones concretas de pleno ascenso hacia un despegue total de la condición de colonia que sobre Cuba se cernía. Preciso es señalar que en estos primeros pasos la emancipación no estaría del todo bien definida puesto que en la etapa se suceden numerosas corrientes ideológicas que van a mover el pensamiento de las diferentes clases de la Isla.

Esto es consecuencia de las actitudes políticas y las corrientes ideológicas dominantes en la clase aristocrática criolla, o mejor, en la sacarocracia insular que se derivaban de la cuestión más importante en la etapa: el mantenimiento de la producción esclavista.

Analicemos algunas consideraciones significativas para trasladarnos hacia estos primeros años del siglo XIX que nos permiten encontrar los primeros pasos del proceso de radicalización en el pensamiento de los criollos cubanos que llevaron al estallido de la Guerra de los Diez Años.

¿Abolir o no abolir? Ahí está el problema.

La esclavitud como centro del debate de la aristocracia cubana durante los dos primeros tercios del XIX.

El principal problema de Cuba en aquellos primeros años del XIX radicaba en la presencia de la esclavitud como soporte fundamental del gobierno cubano, además que era el motivo más peliagudo de la oligarquía azucarera fundamentalmente, pero también de la cafetalera y la tabacalera, además de mencionar a los comerciantes. Las actitudes de esta clase se derivan precisamente de esta cuestión esencial para el mantenimiento de la esclavitud en la Isla.

A pesar de que los terratenientes y la clase adinerada de la Isla no estaba ajena a los sucesos ocurridos en las diferentes potencias internacionales, y los cambios acaecidos en ellas, dígase Estados Unidos, Francia o Inglaterra, si se desentendían de cualquier criterio que llevara consigo el tema de la abolición de la esclavitud. La fuerza de trabajo más lucrativa en estos años estaba precisamente en los brazos esclavos que movían la producción de la Isla. Toda la atmósfera universal-burguesa de libertad, igualdad y fraternidad encontraba en la clase de los hacendados cubanos una actitud de impavidez, que hacía inconmovibles los principios de subyugación esclavista.

Este tema fue tan controversial, que la clase oligárquica criolla ante los pronunciamientos de la Constitución de 1812, sintió temor ante el tema de la supresión de la esclavitud, pero respiró aliviada cuando Fernando VII retornó al poder con su absolutismo reaccionario y la abrogó completamente.

¿Por qué partimos de este punto en el hecho del proceso de radicalización cubana? Este es el eje central de las contradicciones cubanas en el seno de las ideas independentistas o no, de hecho no es un misterio que Céspedes en la declaración de independencia contra España, anunciara que la esclavitud sería gradual y con indemnización, claro, aquí se manejaban otros criterios importantes, pero sigue siendo la esclavitud el tema más recurrido en la mente de los terratenientes cubanos.

Aquí vamos a concentrarnos en los principales actores de las tendencias criollas durante la primera mitad del siglo XIX en la Isla. Estamos hablando de las principales acciones que estas personas, pertenecientes a la aristocracia azucarera muchas de ellas, van a llevar a cabo para obtener las ventajas económicas que se pretendían bajo las condiciones imperantes en el panorama colonia-metrópoli.

El por qué España y los terratenientes cubanos mantenían la esclavitud a pesar de las condiciones de introducción del capitalismo en el mundo se responden a través del criterio planteado por Oscar Pino-Santos a continuación:

… la metrópoli sabía que, en tanto subsistiera un régimen esclavista en Cuba, las clases acaudaladas de la Isla dependerían enteramente del estado español, que era el que les garantizaba el régimen de explotación esclavista. Eliminada la esclavitud, esto se sabía también en la metrópoli, las clases dominantes cubanas encontrarían más tarde o más temprano la forma de constituir su propio e independiente aparato estatal…

… el grillete del negro era, igualmente, un grillete del blanco…

(Pinos-Santos, Oscar: Historia de Cuba. Aspectos fundamentales, 2da Edición, Editora de Consejo Nacional de Universidades, La Habana, 1964, p 132.)

Comienzan los lamentos de la clase aristocrática cubana…

Durante la primera década del siglo XIX se produce en la Isla la tendencia del Reformismo (1790-1820) en su primera etapa. En esta, sus principales líderes, algunos como Arango y Parreño, sostienen que la abolición de la esclavitud era dañina y perjudicial al desarrollo de la sociedad cubana, por tanto, la esclavitud al ser la base de la riqueza colonial quedaba excluida de todo tratamiento abolicionista. Pero esta postura va a ir cambiando en la medida que se agudizan las contradicciones colonia-metrópoli en cuanto al tema de la autonomía, y las consecuencias de los intercambios comerciales desiguales, proceso que se va a intensificar durante el régimen de facultades omnímodas que se impone sobre la Isla a partir de la segunda década del siglo.

Debemos señalar la conciencia de un personaje tan distinguido para la sociedad criolla como la de Francisco de Arango y Parreño. Fue el más talentoso e importante de los voceros que tuvo la clase terrateniente cubana durante los años que transcurren desde 1790 hasta 1820. Trascendental en el estudio de la época puesto que significa la posición de la sacarocracia cubana, y más aún de la burguesía criolla y peninsular. Era inconcebible que se tratase al esclavo como un ser humano que pensase y que pudiera ser libre, así para este hacendado el tema de la esclavitud no representaba un punto de contradicción en cuanto a la política seguida por el gobierno español. Sin embargo, su aporte a la teoría de la economía cubana es de meritoria importancia puesto que todavía continúa siendo relevante el estudio de sus libros para la comprensión de la época en la que le tocó vivir.

Ya entrado el siglo XIX nuevas concepciones son manejadas en lo referente al problema del Reformismo, y con esta tendencia encontramos otras que se suman al caudal de variantes ideológicas que se mueven dentro de esta sociedad criolla cubana. El principal problema de las clases sociales cubanas era que las fracciones en conflicto pertenecían a dos naciones bastante formadas y distintas: Cuba y España, por citar las contradicciones externas, pero mirando adentro de nuestra sociedad los intereses se complicaban de manera irreconciliable. Pero unido a todo esto, esos sectores de la sociedad estaban unidas fuertemente por un lazo mucho mayor que el de la idiosincrasia. Por una parte la sociedad isleña necesitaba del imprescindible respaldo del aparato represivo español para mantener la esclavitud, y a la aristocracia peninsular deseaba continuar dominando a sus anchas una rica colonia que le sufragaba numerosos gastos.

Los antiesclavistas sueñan… y son despertados

El Abolicionismo es quizás la más efímera de las tendencias de la época. Después de los suceso de Haití en Cuba se extiende un factor sumamente importante para la sociedad esclavista de la época: el temor al negro. Aunque tiene sus inicios en la última década del siglo XVIII y se extiende hasta principios del siguiente, esta no encuentra el respaldo necesario en la sociedad aristocrática de la Isla, lo que influyó notablemente en el fracaso de sus aspiraciones. Sin embargo ya vamos encontrando algunas de las muestras de deseos de abolición de la esclavitud, que se van a mantener durante la primera mitad del siglo pasando por los pronunciamientos del central Demajagua, y que se mantienen hasta mediados los años 80 del propio siglo.

Algunos autores como Raúl Cepero Bonilla sostienen que desde la misma entrada de esclavos a Cuba ya se evidencian manifestaciones de contrariedad al régimen esclavista, síntoma de esta reacción son los llamados cimarrones o palenques, sin embargo, como tendencia organizacional esta se extiende de 1790 a 1820, destacándose algunos sucesos relevantes que ponen sobre la palestra pública esta situación. Hacia los finales del XVIII y principios del XIX las luchas entre la clase esclavista y esclava tomaron una nueva dimensión y se tronaron mas organizadas al proponerse como objetivo esencial la abolición total de la esclavitud.

El primero de estos casos fue el descubierto en la provincia de Oriente en 1795, cuando fue descubierta toda una conspiración dirigida por el negro libre Nicolás Morales. De esta conspiración no existen muchos datos, pero se sostiene que: …los implicados planteaban la libertad de los esclavos, la lucha por la igualdad racial, eliminación de los impuestos sobre las clases más humildes y la repartición de tierras entre los campesinos… (Pinos-Santos, Oscar: Historia de Cuba. Aspectos fundamentales, 2da Edición, Editora de Consejo Nacional de Universidades, La Habana, 1964, p 108.) Este intento ya recoge algunos de los criterios que después serán puntos importantes durante las guerras por la independencia.

En 1812 se descubre la conspiración del artesano y negro libre José Antonio Aponte. Ahogada en sangre por la violenta represión española, esta no pudo impedir que surgieran numerosas sublevaciones derivadas de esa en las regiones de Oriente, Camagüey y La Habana, Aponte y cinco compañeros fueron ahorcados y sus cabezas se colgaron públicamente en la capital como escarmiento.

A partir de 1837 se recrudecieron las actividades conspirativas y las rebeliones destinadas a obtener la abolición de la esclavitud. En 1838, unos esclavos se sublevaron en Trinidad matando a un grupo de mayorales y blancos, para después escapar hacia el monte. En 1840 se desataron movimientos insurreccionales en la región de Cienfuegos, Trinidad y otros lugares del interior. En 1841 se produjo la famosa sublevación de esclavos que construían el Palacio Aldama.

Sería necesario recordar aquí los casos de los ingenios La Alcancía y Triunvirato, 1843, en Matanzas. En el primero una sublevación de 254 esclavos se extendió a numerosas localidades del lugar, haciendo necesaria la intervención del ejército español para sofocar la sublevación. Con el caso del segundo los esclavos lograron unir las fuerzas de otros ingenios y así mantuvieron en jaque a las fuerzas españolas hasta que estas lograron sofocar sanguinariamente la rebelión.

El Abolicionismo como tendencia queda relegada a un segundo plano en el panorama político de la época, sin embargo las contradicciones entre esclavos y esclavistas encuentran un punto cumbre en la década de 1840 cuando se producen los sucesos relacionados con la Conspiración de La Escalera (1844).

El proceso de La Escalera marcó una pagina gris en la historia de la Isla puesto que además de manifestarse como uno de los momentos cumbres del proceso de lucha entre clases de la sociedad cubana, produjo miles de víctimas entre todos los acusados, además que demostró a la sociedad los prejuicios del gobierno insular ante los deseos de la clase negra cubana. Así fue descrito el proceso:

…A un cuarto de milla de la Calzada de San Esteban […] existe una […] finca […] La estancia de Soto […] se encontraba una fabrica en estado ruinoso que parece haber sido un almacén […] de café; ese fue el lugar escogido para ergástula de tormento de las infelices víctimas. […] Conducidos los presos que por sí mismos no se declaraban culpables o voluntariamente no se prestaban a denunciar a otros, eran atados a la «fatal escalera», donde expiraban bajo el látigo o se arrancaban declaraciones que servían de prueba contra los infieles acusados. Los que sobrevivían al tormento, eran transportados en una carreta […] hacia […] un hospital provisional de los presos enfermos de la conspiración de la gente de color; y de donde diariamente salían para el cementerio dos o tres cadáveres y se les daba sepultura inscribiéndolos en los registros como fallecidos de diarrea… (Pinos-Santos, Oscar: Historia de Cuba. Aspectos fundamentales, 2da Edición, Editora de Consejo Nacional de Universidades, La Habana, 1964, p 110.)

El punto culminante de las sublevaciones de esclavos no concluye en este año. El problema de la esclavitud se mantiene vigente hasta muy entrado el siglo, es por esto que la clase esclavizada constituye un pilar fundamental en la sublevación del 10 de octubre de 1868, y mas tarde sería, la masa libre negra, la que tomaría el mando de las acciones principales de la guerra. La asunción del poder, durante estas acciones, de esa clase repercutirá grandemente en el valor y a significación de la contienda bélica, que cambiara de esta manera su carácter aristocrático para convertirse en una lucha de emancipación nacional con profundo carácter popular y antiesclavista.

El problema de la esclavitud sin lugar a dudas es el principal motivo de contradicción entre las clases aristocráticas cubanas y la colonia, y también entre las diferentes posiciones dentro de esa clase.

La aristocracia cubana genera más protestas…

En un momento anterior habíamos tocado el tema del Reformismo. Esta es la tendencia que más evoluciona en su forma de plantear las relaciones entre la colonia y la metrópoli. El enfrentamiento entre estos dos polos también va a suscitar la participación de los hacendados en la toma de conciencia sobre la necesidad de obtener mejoras de España frente a los resultados de la producción y de la necesidad de encontrar mejoras a los problemas planteados por el atraso comercial que significaba el monopolio comercial y la imposición de aranceles comerciales en detrimento de la burguesía cubana.

En el año 1817 se firma el tratado hispano-inglés que suprime la trata de esclavos. La fuente inagotable de riquezas para la metrópoli española y para la sacarocracia cubana se ve golpeada duramente por las condiciones impuestas a España por parte de los ingleses en ese tratado. La clase económica de Cuba se encuentra entonces ante una incertidumbre comercial: ¿de dónde obtener lo brazos que muevan los ingenios? Ante tal disyuntiva una serie de hacendados se encuentran que la sociedad necesita una transformación.

Con José Antonio Saco a la cabeza comienza una nueva etapa en las peticiones económicas a España, que se extiende entre 1830 a 1837.

Cepero Bonilla expresa en Obras Históricas que la clase aristocrática cubana estuvo cabizbaja hasta que las condiciones de la metrópoli le hicieron insostenible el cúmulo de medidas opresivas que movían sus incipientes libertades comerciales. Esto llevó al estallido de la Guerra Grande después del fracaso de la Junta de Información en 1867 y con ella el fracaso de la III fase de esta tendencia.

El Reformismo en su evolución pedía diferentes concepciones a España. En el segundo periodo (1830-1837) en el que cobra fuerza como tendencia económico-política, las solicitudes a la colonia cambian tímidamente. Ahora ya comienza a aparecer el tema de la supresión de la trata esclava, ya condenada por Inglaterra e impuesta a España, pero que en la práctica nunca se llevó a cabo. Por primera vez, la aristocracia cubana comienza a ver como el tema del negro pudiera convertirse en un freno a la economía de la Isla. Y aquí, se introduce un tema sumamente interesante para el descifrado de la radicalización del pensamiento cubano: la contradicción entre los gobernantes españoles y los cubanos, sobre todo en la esfera política.

En el Manifiesto del 10 de Octubre Céspedes planteaba:

… La plaga infinita de empleados hambrientos que de España nos inunda, nos devora el producto de nuestros bienes y de nuestro trabajo; al amparo de la despótica autoridad que el gobierno español pone en sus manos y priva a nuestros mejores compatriotas de los empleos públicos, que requiere un buen gobierno el arte de conocer cómo se dirigen los destinos de una nación…

(Pichardo, Hortensia: Documentos para la Historia de Cuba, T I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, pp. 358-359.)

La situación de estas solicitudes reformistas estaba dada por la actitud del Capitán General de la Isla en la década de 1830 el general Miguel Tacón. Este militar peninsular se dedicó, al amparo de las «Facultades Omnímodas» dadas por la Corona española, a impedir que la clase criolla en posesión de casi toda la riqueza agraria e industrial del país, continuase influyendo en la Isla y en el gobierno con posiciones propias en la administración española.

La línea gobernativa de España sobre Cuba colocaba a las clases ricas de la Isla en la situación de que constituyendo una clase poderosa, no tuviera ni voz ni voto en la dirección del gobierno que le garantizaba el régimen de explotación esclavista.

Al margen de esta situación la voz cubana terrateniente se levantó en la figura de José Antonio Saco. La labor de este hombre es sumamente importante en la concepción ideológica de la clase cubana que impulsará la guerra en el año 68. Saco observa con profundidad las complejidades de la situación cubana y comienza a plantearse numerosas interrogantes con respecto a la economía de la Isla, sobre todo a lo relacionado con la esclavitud.

El pensamiento de Saco se perfila en diferentes líneas. En primer lugar planteaba la necesidad de suprimir la trata como espacio para implantar la explotación de mano de obra libre, es decir, blanca, asalariada, con la cual se fuera sustituyendo la esclava. Claro, aquí se plantea le hecho de que pedía paulatinamente una abolición gradual y con indemnización. Saco también ve en la esclavitud la posibilidad de una sublevación, temores que quedaron expresos en la conspiración de La Escalera.

En segundo lugar, estaba el tema de la situación de la Isla. Saco pedía un gobierno provincial o autonómico, de modo que la clase rica cubana pudiera participar en la dirección del gobierno, sobre todo en lo que respecta a la administración de las riquezas cubanas.

Estos eran lo puntos esenciales en el programa que Saco planteaba presentar a las Cortes en 1837, sin embargo existían otros puntos que son importantes en el desarrollo del pensamiento cubano. Entre esos puntos encontramos el cese del despotismo, la libertad de imprenta, el fomento de la colonización blanca y la supresión de los excesivos impuestos.

Saco juega un papel trascendental en la conciencia de la clase rica cubana, pero mayor aún en la nueva generación de cubanos. Citemos por ejemplo que los patriotas que se lanzaron a la guerra en el 68 habían nacido en las décadas anteriores, por ejemplo Céspedes y Agramonte, que habían nacido a finales de la década del 10 la posición que Arango y Parreño había asumido en la primera etapa del Reformismo cambió sustancialmente en esta etapa bajo la dirección de Saco. Las ideas de este hombre fueron tan problemáticas para la metrópoli que fue deportado.

Las ideas de Saco encuentran una posición clara en cuanto al avance del capitalismo en las potencias europeas y en Estados Unidos. No hablamos de un pensador con profundas marcas hacia el avance de este sistema, pero sí con la suficiente claridad como para observar los problemas que enfrentaría la clase terrateniente cubana de persistir en la esclavitud como medio de producción.

…Los pueblos, al paso que adelantan en civilización, van adquiriendo nuevas necesidades, y los que antes vivieran contentos con sólo los goces físicos, ya hoy tienen exigencias intelectuales, políticas y morales que satisfacer. La sabiduría de un buen gobierno consiste en observar atentamente estos progresos sociales, para poner en armonía con ellos las instituciones; pues resistir ciegamente, permaneciendo en la inmovilidad, es provocar una revolución…

…Pero hoy la peor tacha que para ocupar estos puestos, se puede poner a un cubano, es la de haber nacido en Cuba; y si alguno por casualidad los alcanza, es a fuerza de paciencia, de empeños y de dineros…

(«Contra la Anexión» en Pichardo, Hortensia: Documentos para la Historia de Cuba, T I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, pp. 345-346.)

Los susurros del águila en Cuba…

A pesar de todos los pedidos reformistas, la situación en la Isla no mejoró. Llegado el punto que las clases cubanas enfilaron sus posiciones hacia otros objetivos que les permitieran concebir una situación favorable a sus instintos de clase poderosa y acaudalada. Es por eso que en estos años comienza a sentirse con fuerza en los terratenientes de la Isla el sueño de la separación española, pero no para alcanzar la independencia de Cuba sino para adherirse a las posiciones de avanzada que en materia económica nuevos vecinos venían desarrollando. No en balde, los pronunciamientos de la clase cubana durante las décadas de 1840 y 1850 van a estar divididas en diferentes posiciones ideológicas, una de ellas traería una nueva contradicción para la Isla: el Anexionismo.

Como tendencia política de la época, el anexionismo trae aparejado, en primer lugar, un sentimiento de separación colonial. Ya los intereses de las clases ricas cubanas se enfocan en otro objetivo que le permita desarrollar la economía y que no le pusiera los frenos al desarrollo de la Isla. Esto a simple vista traería muy buenos beneficios a los terratenientes, en parte porque se eliminarían los rastros feudales de nuestra economía y se entraría en la etapa de desarrollo pleno del capitalismo en su primera fase industrial. No podemos perder de vista el hecho del amplio y progresivo desarrollo que la nación norteña había alcanzado en menos de una centuria.

A diferencia de las ideas abolicionistas ya tratadas anteriormente y del llamado cese de la trata negrera, los Estados Unidos todavía tenían fuertes porciones de esclavos al Sur. Este fue el conflicto esencial que después se desarrollara la «Guerra de Secesión» entre el Norte industrializado y el Sur esclavista, pero eso no interesa ahora. Los terratenientes cubanos encontraban en esta nación una salida a sus problemas con España, pero eran incapaces de ver el peligro que tal cambio de amo significaba. Por esta razón es que en el panorama político de la época juega un papel esencial José Antonio Saco.

Aunque ya habíamos observado su protagonismo al frente de los pedidos reformistas, la mayor labor la desarrolla contra los anexionistas. Saco es el primero de los cubanos que logra captar las esencias de la nacionalidad cubana, muy diferente de las concepciones peninsulares. Este planteaba ya en la época:

….Confieso que no es fácil definir claramente (nacionalidad) esta palabra, porque consiste la nacionalidad en un sentimiento, los sentimientos se sienten pero no se explican bien. Así, en vez de valerme de definiciones imperfectas y oscuras me serviré de ejemplos y diré: que todo pueblo que habita un mismo suelo, y tiene un mismo origen, una misma lengua y unos mismos usos y costumbres, ese pueblo tiene nacionalidad…

…Negar la nacionalidad cubana es negar la luz del sol de los trópicos en punto de mediodía…

(Saco en Pinos-Santos, Oscar: Historia de Cuba. Aspectos fundamentales, 2da Edición, Editora de Consejo Nacional de Universidades, La Habana, 1964, p 177.)

Ahora bien, el anexionismo representaba la variante más peligrosa de la posición de la clase rica criolla, contraria a la independencia, partidaria de contar con un estado fuerte que la respaldara en su régimen de explotación, en este caso el régimen esclavista.

A partir de este momento la sociedad esclavista cubana se ve dividida en dos posiciones contradictorias reformistas y anexionistas. El papel desempeñado por los Estados Unidos también era decisivo en la toma de conciencia de estos cubanos que veían en ese país la salvación de la ruina económica. Pero en la medida que el movimiento anexionista cobraba auge dentro de la Isla, el papel de los sectores dominantes norteamericanos se desatendían de estas posiciones, o por lo menos no las aceptaban como tal.

En el proceso histórico de las relaciones entre los dos países, los intereses de los Estados Unidos siempre fueron incorporar a la Isla a su territorio, pero desconociendo la participación de los cubanos en el proceso de anexión. Por un tiempo fueron los intentos de compra, lo que no fueron aceptados por España, hasta la amenaza de agresión directa con el mismo objetivo. Debemos mencionar que la Guerra de Secesión desvió el curso de los acontecimientos con respecto a Cuba, pero que hayan pasado a un segundo plano no equivale a decir olvido.

Durante mucho tiempo se ha criticado la figura de Narciso López como el gran anexionista de Cuba. Sin embargo, un estudio detallado del pensamiento de este hombre llevan a justificar en alguna medida su concepción ideológica, a pesar de las consecuencias que esto pudiera derivar.

El movimiento anexionista comienza a sentirse en la sociedad cubana en los primeros años de la década del 1840, cuando los hacendados cubanos vieron los intereses de los ingleses con respecto al tema de la abolición de la esclavitud. Durante esa década numerosos acontecimientos incrementaron las tendencias anexionistas en los cubanos, sobre todo los sucesos en el Sur norteamericano con los presidentes sureños y además con las diferencias que existían entre España e Inglaterra de la que se pensaba que terminaría en guerra y esta llevaría a la victoria de la segunda nación, trayendo como consecuencia la eliminación radical de la esclavitud en la Isla.

El Anexionismo cobró fuerza de diferentes maneras, pero sobre todo en la forma de las conspiraciones armadas, llevadas a cabo fundamentalmente por Narciso López. La primera de esta fue la que se produjo en Trinidad, que fracasó llevando al destierro a Narciso López con dirección a los Estados Unidos. En ella conspiraron el propio Narciso, el Club de La Habana y el llamado Consejo de Gobierno Cubano en Nueva York.

La labor de estas instituciones era pro-anexionista radical. Para ello llegaron a la proposición de la conspiración armada a través de mercenarios. Entre 1846-1848 el Club de La Habana llegó a reunir la suma de $ 3 000 000 a un general norteamericano para que dirigiera a grupos de soldados participantes en los despojos de las tierras mexicanas. Este intento falló, obstante cobraría fuerza en las expediciones de Narciso López utilizando también norteamericanos. Dos de ellas fracasaron por la intervención del gobierno norteamericano. Las otras dos fueron por Cárdenas la primera y la segunda por Pinar del Río, esta última le costó la muerte a Narciso López en 1851. Pero no por esto el movimiento anexionista cesó en sus intentos.

En 1854 se desarrolló la conspiración dirigida por el comerciante habanero Ramón Pintó, que en unión a los anexionistas de Nueva York agrupados en la Junta Cubana, que con la ayuda de un general norteamericano intentaría la anexión a través de la vía armada. La ayuda del general fue abortada por la acción estadounidense y de ahí se puso fin a la conspiración del habanero con la orden de ejecución ordenada por el mismo Capitán General Marqués de Pezuela, muy amigo del propio Pintó.

El Anexionismo demostró que la clase aristocrática cubana ya comenzaba a distanciarse de las condiciones extremas de la península sobre ella. A pesar de las direcciones que este movimiento representaba las consecuencias para esta clase dependían del fortalecimiento de su posición dentro del gobierno que permitiese un desarrollo más eficaz de la economía cubana. Sin embargo donde todos pecaban fue en la concepción de la ayuda desinteresada del gobierno norteamericano a esos intereses de clases.

Para este gobierno era interesante y deseada la anexión de la Isla, pero en condiciones poco equitativas con los hacendados criollos. Esto sería un freno a los intereses de los Estados Unidos, puesto que no era de su interés el hecho de que los cubanos después reclamaran su parte en el gobierno que se formaría. Por esta razón es que hacen fracasar muchas de las expediciones que se habían preparado a tal propósito.

La labor ideológica de Saco jugó un papel esencial en el proceso de la toma de conciencia de la burguesía cubana. Él estaba convencido de que las clases criollas demorarían muchos años en disponer de los recursos necesarios para mantener su propio estado. Fue un hombre de su época y de su clase. Sabía que la anexión no podía llevarse a cabo sin la consiguiente eliminación de la esclavitud y con ello la ruina de la clase cubana rica. Sin embargo, más allá de esos intereses económicos, defendía los intereses de la nacionalidad cubana en su proceso de maduración y consolidación. Afirmaba:

…la anexión, en último resultado, no sería anexión, sino absorción de Cuba por los Estados Unidos…

…yo desearía que Cuba no sólo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no anglo-americana. (…) la nacionalidad es la inmortalidad de los pueblos, y el origen más puro del patriotismo.

(«Contra la Anexión» en Pichardo, Hortensia: Documentos para la Historia de Cuba, T I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, p. 334.)

La labor de los anexionistas cubanos recibió fuerte golpes de parte del gobierno norteamericano. Los Estados Unidos eran partidarios de anexarse a Cuba pero sin que en la ejecución de tal proyecto participaran los cubanos. Para ellos la operación de anexión era una forma más de proyecto colonial, donde se pasaba de colonia española a colonia norteamericana. La intervención de los cubanos en esos designios, con el lógico reclamo posterior de derechos políticos y económicos por parte de aquellos, introducía en los proyectos norteamericanos cuestiones que no estaban dispuestos a aceptar.

Ante estas posiciones del gobierno estadounidense muchos anexionistas abandonaron la idea inicial y quedaban a la deriva, con el deseo de conseguir las mejoras económicas y políticas que tanto habían perseguido. Estos hombres pasarían a integrar la nueva corriente del reformismo insular, que se extendería hasta los comienzos de la Guerra Grande.

Citaremos un ejemplo de toma de conciencia en las clases ricas cubanas evidenciada a través de acciones aisladas, pero que marcan comienzo en lo que después sería tomar el liderazgo de una guerra.

En noviembre de 1853 las autoridades españolas de Bayamo habían iniciado un expediente contra varios señores acusados de acuchillar un retrato de Isabel II. El hecho no despertaría grandes alarmas en la Historia de Cuba si no fuera porque el abogado Carlos Manuel de Céspedes fue acusado de participar en la ofensa. Ya en este año comienza a evidenciarse la toma de conciencia más radical dentro de los terratenientes cubanos.

Un Padre que enseña diferente…

Hasta ahora solo habíamos conocido las posiciones de los terratenientes cubanos, siempre generadas estas por un afán de poder concentrar las riquezas y el desarrollo económico bajo los criterios proteccionistas que permitieran la permanencia de la esclavitud como fuerza impulsora de esta economía. Podemos decir que es precisamente el factor económico el que mueve las concepciones de clases que se manejan entre estos terratenientes pertenecientes a los distintos sectores de la producción agrícola e industrial de Cuba. Sin embargo la más radical de las posiciones llegaría a desarrollarse bajo los criterios, no de un terrateniente sino de un sacerdote católico: El padre Félix Varela. Con este cubano se ejemplifica la llamada corriente del Independentismo.

En los comienzos de la década de 1820, el independentismo había cobrado fuerza en algunos terratenientes radicales de la sociedad cubana, sin embargo esto no era producto del azar, ni de la casualidad. En estos años fue descubierta la conspiración de Los Soles y Rayos de Bolívar dirigida por el hacendado habanero José Francisco Lemus, de ideas liberales, producto de las estancias de este en Estados Unidos, e influenciado por las campañas de Bolívar en América del Sur. Ya en la Carta de Jamaica en 1815, se había manejado por parte del Libertador la necesidad de la independencia cubana, pero nada se había hecho en lo concreto para tal propósito. La abolición de la esclavitud estaba dentro de los pedidos más importantes, además de la consabida emancipación. En ella se vio envuelto el poeta José María Heredia con el consabido destierro del mismo. Debemos mencionar además la ultra secreta conspiración del Águila Negra, de la que apenas se tiene información por su seguridad, pero que perseguía los ideales separatistas.

Sin embargo, frente a esa visión de independencia que pudiera conseguirse del exterior, el padre Félix Varela mantuvo la idea del independentismo desde las trincheras creadas en el periódico El Habanero, que desde los Estados Unidos se encargaba de introducir clandestinamente en la Isla. La brillantez del pensamiento de Varela lo hizo desechar rápidamente la opción del Absolutismo como vía para alcanzar los objetivos de emancipación, y mucho más para comprender que el único camino que le quedaba los cubanos para alcanzar sus pedidos era la emancipación armada. Esto sin apoyo exterior ni ayudas de terceros. Varela decía:

…una revolución formada por el auxilio de extranjeros aunque sean hermanos, no tiene todo el carácter de espontaneidad que es necesario para inspirar confianza, pues aunque nadie ignora que en la Isla de Cuba hay el mismo amor a la independencia que en el resto de la América, siempre será un motivo, o por lo menos un pretexto, para dudar de su permanencia, la misma necesidad que se afectará que ha habido de una fuerza extranjera. (Varela en Rodríguez, Rolando: La forja de la nación. Despunte y epopeya, T I, Edit Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 68. (ISBN 959-06-0789-6)

Para el presbítero, la opción de la independencia cubana solo era posible sin la ayuda externa de ningún gobierno con intereses contrarios a los sentimientos de independencia absoluta. En él comienza a fraguarse el sentimiento de nacionalidad que después se representaría en Guáimaro. Como ninguno otro, supo concebir y avizorar el hecho que Cuba ya constituía una apéndice de España muy diferente a los intereses de la metrópoli, por tal sentido es que logra adelantarse a las concepciones de nación y nacionalidad que después esgrimiría Saco en su Contra la Anexión y que después tomaría en cuenta toda la pléyade de patriotas que se lanzan a la lucha en 1868.

Aunque fueran intereses de clases los que movían a los patriotas cubanos de ese momento, bien en claro está que las contradicciones colonia-metrópoli ya habían tocado fondo, y muy profundo. Varela dijo:

… En todas las mutaciones políticas se observa que los hombres mudan de conducta porque mudan de intereses… (Varela en Rodríguez, Rolando: La forja de la nación. Despunte y epopeya, T I, Edit Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 36. (ISBN 959-06-0789-6)

… Yo soy el primero que estoy contra la unión de la Isla a ningún gobierno, y desearía verla tan Isla en política como lo es en naturaleza… (Varela en Rodríguez, Rolando: La forja de la nación. Despunte y epopeya, T I, Edit Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 69. (ISBN 959-06-0789-6)

A pesar de las ideas de Varela, España pudo contar de su lado contra los intentos independentistas a la burguesía peninsular, la clase de los hacendados y terratenientes, los emigrados realistas de las colonias insurrectas de América y un heterogéneo ejército salido de aquellos que vivían en los pueblos sin más oficio que la entrega al juego y las diversiones. Además, por, parte de los hacendados criollos, las ideas de Varela encontraron fuerte oposición en esta clase, realidad que Arango y Parreño se encargó de expresar en su artículo: Reflexiones de un habanero sobre la independencia de esta Isla. En él, Parreño expresa que la independencia llegaría, cuando las condiciones así lo permitiesen por puro azar, o por que estas ya estuviesen desarrolladas lo suficiente como para cambiar de esta gobernativo.

La posición del Padre Varela resume la posición más radical del pensamiento insular en estos años. Nadie antes que él se adelantó tanto a lo que significaría la emancipación total de la Isla, y esto desde el exterior a través de su periódico. Sin embargo encontró que la clase terrateniente cubana todavía no contaba con la madurez suficiente que le permitiera comprender estas ideas en toda su profundidad y por eso fue tan efímera su repercusión dentro de Cuba.

A pesar de estos contratiempos, la labor independentista no quedó en el olvido de los cubanos identificados con los intereses de la Patria, En el año 1868 muchos de ellos encabezarían el movimiento libertador que tanto había soñado el padre en la década del 1820. No en balde, la imagen de este clérigo antiescolástico es la del profesar que primero nos enseñó a pensar.

A pesar de ser la corriente más radical de pensamiento, todavía no cobran auge hasta bien entrado la década de 1860, siempre después que los intentos de reformas resultaron vedados por la metrópoli española.

¿Entre la espada y la pared?…Tomamos la espada.

Entre 1857 y 1867 se produce la tercera fase del anquilosado Reformismo, Los terratenientes cubanos todavía consideraban que la solución a sus problemas estaba en la solicitud formal a España de las principales contradicciones en los que se encontraban inmersos. Ya entrado en esta década la clase aristocrática cubana no podía negar el hecho de los enormes avances de la economía estadounidense y menos, podían seguir viviendo en el atraso que suponía la vida como colonia de otro país. Esto significaba que el tan ansiado desarrollo capitalista no llegaba y que pasada la primera mitad del siglo todavía seguían dependiendo del régimen esclavista, sin haber logrado ninguna de las peticiones anteriores.

Dentro de las peticiones más importantes encontramos la supresión de la trata negrera, algo que ya era una condición de Inglaterra desde el 1817, pero que en la práctica nunca se cumplió. También pedían libertad de comercio, la rebaja a los impuestos y la llamada asimilación o autonomía de la Isla. Esto era una cuestión que se había llevado a las Cortes en 1837. El principal líder de esta etapa era el hacendado cubano Francisco Frías, El Conde de Pozos Dulces.

Muchos de los anteriores anexionistas se pasaron rápidamente a esta tendencia como ultimo recurso ante las imposibilidades de pensar en el sostenimiento de la esclavitud cuando ya después de la Guerra de Secesión se había eliminado la esclavitud en Estados Unidos. Con la nueva etapa del reformismo se plantearon y unieron nuevas posiciones del anexionismo que llevaron a sus líderes a tomar diferentes posiciones con respecto a la posición de Cuba en relación con España. El principal punto radicaba entre la asimilación o la autonomía, pero que en el contexto real significaban muchas diferentes posiciones en cuanto al pensamiento de clases. En tal sentido Ramiro Guerra expresó:

…asimilación o autonomía venían a ser no sólo dos fórmulas políticas contrarias en el terreno de los principios y en el de las teorías de gobierno y de la organización colonial, sino dos conceptos contradictorios. El primero se sumaba toda la fuerza del sentimiento español; el segundo, toda la energía potencial del sentimiento cubano, jamás dispuesto a renunciar a la nacionalidad, lo cual quería decir, en último término, la independencia…

(Ramiro Guerra en Pinos-Santos, Oscar: Historia de Cuba. Aspectos fundamentales, 2da Edición, Editora de Consejo Nacional de Universidades, La Habana, 1964, p 135.)

En el Manifiesto del Partido Reformista (1865) se pedían algunas de las solicitudes anteriores, bajo un análisis de la situación cubana del momento. Este documento es el primer punto que después va a desencadenarse en el fracaso de la llamada Junta de Información, que organizada por estos mismos reformistas con el objetivo de hacer visibles las peticiones frente a la corono española, no encontró oídos atentos a sus peticiones.

El punto culminante lo puso la nueva reforma de aranceles de 1867 cuando España, sin prestar atención a los reclamos de sus hacendados cubanos, reestructuró la política económica con la Isla. Se endurecieron los aranceles comerciales se volvieron a las cargas de exportación, el derecho diferencial de las banderas en los barcos, el aumento correspondiente de los productos de primera necesidad extranjeros, sin que los productos cubanos recibieran ningún trato beneficio por parte de España. Llegado el momento no existía otro camino que la separación de España y esto solo era posible por dos vías: la emancipación radical o la anexión a Estados Unidos. Ambas variantes tenían defensores y detractores, sin embrago la que prevaleció fue la primera en beneficio de la futura nación cubana.

Morales Lemus ante los caminos que tomaban las condiciones tiránicas de España exclamó:

… nuestra misión es observar las señales de los tiempos y aprovecharlas en pro de la patria. Antes de declararse por la anexión o por la independencia o por cualquier otro modo de ser es preciso ser, es preciso conquistar o adquirir la libertad… (Morales Lemus en Rodríguez, Rolando: La forja de la nación. Despunte y epopeya, T I, Edit Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 195. (ISBN 959-06-0789-6)

La arbitrariedad del régimen colonial solo supo responder a las delicadas intenciones de los hacendados con un error enorme en su política: decreto la adopción de las Facultades Omnímodas nuevamente en noviembre de ese mismo año.

Concluyendo

El fracaso de la Junta de Información había significado para los cubanos el cierre de la última puerta posible. El deseo de los cubanos de alcanzar sus peticiones continuaría pero de manera armada. Aquellos terratenientes que de una u otra manera nunca se sintieron identificados con los condicionamientos y la política de España habían trabajado en conjunto para fomentar una conciencia anticolonialista y esto llevaría necesariamente a la independencia. Este sería el último rezago de las clases cubanas antes de decidirse a tomar sus propios derechos a través de la sangre y el fuego. Solo así era posible sostener un país en las condiciones imperantes del capitalismo industrial internacional.

Por eso durante el XIX se perfilaron en Cuba diferentes corrientes políticas que basadas en los intereses de las clases ricas cubanas y metropolitanas, tenían como centro el problema de la esclavitud, y que este llevó a la radicalización del pensamiento hacia la decisión de la emancipación de Cuba, ya fuera por la anexión o por la independencia total. En este punto el anexionismo constituía la tendencia más reaccionaria de todas, mientras que el independentismo era la única con caracteres positivos reuniendo a los cubanos que se planteaban la separación de Cuba de cualquier potencia extranjera, estableciendo una republica como único mecanismo capaz de resolver los problemas económicos, políticos y sociales de la Isla.

Todas estas cuestiones de radicalización las encontramos en el Manifiesto del 10 de Octubre, pronunciado por Carlos Manuel de Céspedes, dando inicio a nuestro movimiento emancipador. La lucha no era una casualidad. Durante mas de medio siglo los cubanos se decantaron por diferentes posiciones que nunca le ofrecieron las satisfacciones a las necesidades que tenían en aquellos momentos, además que los fuertes intereses de clases que dominaban el desarrollo del país en muchas ocasiones no pudieron representar o reconocer los verdaderos hilos que conducían a la sociedad, y en otros, le faltó la visión política capaz de desentrañar las soluciones viables para salir de una vez y por todas, de todas las disposiciones metropolitanas.

El avance hacia el capitalismo comercial e industrial solo era posible si se dejaba a un lado los lazos del régimen esclavista, cosa que el propio desarrollo del tiempo trajo aparejado, aunque un poco tarde en relación con la Isla. Ya en el propio año de 1867 los diferentes grandes maestros de las logias masónicas orientales se fueron nucleando alrededor de un mismo sentimiento: la emancipación de Cuba. Después en 1868 de dan los primeros intentos ya visibles del movimiento emancipador cubano.

Las condiciones estaban creadas, y todas ellas llevaban a un solo camino. Las fuertes contradicciones colonia-metrópoli recogidas en el documento de Céspedes, solo eran la expresión de un sentimiento radical, madurado en el calor de numerosos años de peticiones sin respuesta y de la forja paulatina de una identidad e idiosincrasia nacional, muy diferente de la española y de la norteamericana.

Bibliografía

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RODRÍGUEZ, ROLANDO: La forja de la nación. Despunte y epopeya, T I, Edit Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 68. (ISBN 959-06-0789-6)

CEPERO BONILLA, RAÚL: Obras Históricas, Edit Consejo de Publicaciones de Cuba, La Habana, 1963. (Sin ISBN)

EDUARDO TORRES CUEVAS Y OSCAR LOYOLA VEGA: Historia de Cuba 1492-1898. Formación y liberación de la nación. Editorial Pueblo y Educación, La Habana, Cuba.

COLECTIVO DE AUTORES: Historia de Cuba. Apuntes, Editorial Félix Varela, La Habana, Cuba, 2003.

MIRANDA, OLIVIA: Ecos de la Revolución Francesa en Cuba, Ed. Política, La Habana, 1989.

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www.revistacaliban.cu/ El antillanismo en el pensamiento independentista de José Martí citado el 18/12/2009

www.fgr.cu/ orígenes del pensamiento democrático cubano citado el 18/12/2009

 


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