Contribuciones a las Ciencias Sociales
Diciembre 2009

 

CULTURA MATERIAL Y RENOVACIÓN METODOLÓGICA DE LA HISTORIA


Ignacio Casado Galván (CV)
dphicg@yahoo.es

 

Resumen: En la investigación histórica hay que superar la “objetividad” positivista y concebir el trabajo histórico como un proceso cognoscitivo. Toda investigación implica hipótesis y conceptos formulados previamente por el investigador. A lo largo del siglo XX las ciencias históricas han desarrollado métodos de aproximación disciplinar cada vez más sistemáticos. Esto ha conducido a la ampliación de las fuentes históricas: los documentos escritos durante mucho tiempo privilegiados en la investigación histórica, van a ser ahora relativizados y tendrán que compartir el protagonismo con otros testimonios “simbólicos” de la realidad en virtud de las capacidades analíticas e interpretativas de los historiadores.

Se ha planteado incluso la primacía de la fuente material considerada más objetiva que las fuentes materiales, que son generalmente de segunda mano, y por tanto más subjetivas. El concepto de cultura material, que tiene como punto de partida el método de trabajo de la arqueología se inclina a mirar con el mismo interés aquellos objetos considerados habitualmente producto del ingenio del hombre (como las obras maestras en el campo de las artes) y las obras anónimas, de la realidad cotidiana, de la vida común y de la común experiencia estética de millones de personas. Pero estos espacios y elementos cotidianos no son solo objetos materiales fruto de una actividad humana, sino también de un conjunto de ideas, de una ideología que ha constituido la base de su creación.

Palabras clave: historia, cultura material, objetividad, subjetividad, fuentes escritas, arqueología.
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Casado Galván, I.: Cultura material y renovación metodológica de la historia, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, diciembre 2009, www.eumed.net/rev/cccss/06/icg14.htm



Como afirma Aldo Castellano en la investigación histórica hay que partir de la constatación del relativismo histórico, es decir hay que superar la “objetividad” positivista y concebir el trabajo histórico como un proceso cognoscitivo, con una elevada carga subjetiva, que sigue un nexo lógico desde la preparación de los datos hasta la explicación de los mismos . El hecho bruto solo es utilizable para la investigación con un tratamiento preventivo por parte del estudioso, que lo vuelve posible al análisis. Por tanto, como manifiesta Wittgenstein , la reconstrucción del hecho o del objeto histórico es una acción intencional del sujeto investigador, el resultado del proceso cognoscitivo depende de las preguntas que se han planteado inicialmente. Toda investigación (y esto es aún más evidente en las ciencias humanas) implican hipótesis y conceptos formulados previamente por el investigador.

Este componente subjetivo del que el investigador (en este caso el historiador) puede ser consciente o no, es lo que en términos psicoanalíticos se denomina transferencia , es decir, toda una serie de motivos, sentimientos y fantasías del individuo que desempeñan un papel fundamental en la relación de éste con la realidad, funciona como un filtro con el cual se defiende de ésta, ya sea en el plano consciente o inconsciente. Para Aldo Castellano esta transferencia es inevitable en el análisis del documento histórico, pero analizable para los fines de la investigación histórica. Esto significa que el objeto o el documento histórico no es propiamente un hablante, sino un interlocutor de lo histórico. La objetividad reside solo en el reconocimiento de la subjetividad. En cuanto “mediador del autor y la realidad, el libro de historia se avecina a la obra de arte, pero debido a las reglas del género, a la necesidad de la verificación crítica, se aproxima a la ciencia” .

A lo largo del siglo XX las ciencias históricas han desarrollado métodos de aproximación disciplinar cada vez más sistemáticos, frente al aislamiento de prioridades del historiador tradicional (paternidad de los inventos, fechas y nombres) la historiografía contemporánea considera que “el conocimiento de los hechos no es tan importante como el poder explicarlos en sus interrelaciones” .

“El estudio del comportamiento humano necesita así de una investigación sistemática en el espacio y en el tiempo con el fin de aislar los modelos generales de referencia y las relaciones de causa y efecto que unen entre sí a los diferentes fenómenos.”

Su fin último es llegar desvelar toda una serie de experiencias humanas atendiendo a los niveles de comportamiento colectivo en las situaciones comunes de existencia. Esto ha conducido a la ampliación de las fuentes históricas: los documentos escritos durante mucho tiempo privilegiados en la investigación histórica, van a ser ahora relativizados y tendrán que compartir el protagonismo con otros testimonios “simbólicos” de la realidad en virtud de las capacidades analíticas e interpretativas de los historiadores . El desarrollo de la arqueología industrial está directamente relacionado con esta renovación de las disciplinas humanas e históricas, por eso no es de extrañar que uno de los primeros problemas metodológicos que se le plantean sea el del tipo de fuentes que debe utilizar.

Concepto de cultura material.

El planteamiento de la primacía de la fuente material concebida como testimonio por sí mismo suficientemente objetivo y exhaustivo de la realidad está bastante arraigado en la arqueología industrial y responde a dos procesos distintos: por un lado la preocupación por los restos físicos, es lo que ha primado en los comienzos de la disciplina por las exigencias prácticas de su censo; lo que llevó al uso de las técnicas de los arqueólogos y que éstas acabaran por determinar la investigación, llegándose a caracterizar más por la metodología que por la finalidad del estudio. Pero además se basa también en argumentaciones teóricas como por ejemplo algunos consideran más objetivas las fuentes materiales que las escritas, que son generalmente de segunda mano, y por tanto más subjetivas como afirma el arqueólogo Andrea Carandini o los franceses Ph. Bruneau y P. I. Balut que consideran que el uso de fuentes escritas desvirtúa el trabajo de la arqueología industrial al acercarla a la investigación histórica más tradicional.

Esa visión responde, en realidad, a un proceso más profundo, a un intento de “desjerarquización”, de romper la visión tradicional jerarquizada de la realidad, que se corresponde a la primacía de las fuentes escritas en la historiografía tradicional, que en el caso italiano siguiendo a Antonello Negri estaba dominado por “la ideología de la obra maestra”, es decir la separación de determinados aspectos de la realidad de su contexto, por ser considerados únicos, irrepetibles, superiores en definitiva . A esa concepción Andrea Carandini le opone el concepto de cultura material, que “tiene como punto de partida el método de trabajo de la arqueología –que no hace distinción entre sus descubrimientos basándose en criterios de valoración de tipo estético- para sostener la necesidad de una generalización del estudio del contexto respecto al estudio del caso. O sea de los monumentos individuales que se consideran de particular importancia estética.” . De esa manera se inclina a mirar con el mismo interés aquellos objetos considerados habitualmente producto del ingenio del hombre (como las obras maestras en el campo de las artes) y las obras anónimas, “construcciones y espacios de la realidad cotidiana, de la vida común y de la común experiencia estética de millones de personas” .

Pero estos espacios y elementos cotidianos no son solo objetos materiales fruto de una actividad humana, sino también de un conjunto de ideas, de una ideología que ha constituido la base de su creación. Por eso Aldo Castellano considera que poner en un plano superior la cultura material respecto a la cultura espiritual es un error, es repetir, pero a la inversa, el “imperialismo” de las fuentes escritas que caracterizaba al positivismo historicista. Se trata de un materialismo simplista que deriva de una lectura reduccionista de las teorías marxistas , puesto que de estas de deriva que ambos planos: material y espiritual están íntimamente relacionados, interactuando y condicionándose mutuamente , hasta el punto que es muy difícil separarlos.

Se trata, en definitiva, de superar la visión jerarquizada de la realidad que exagera determinados aspectos de esta con el uso de determinadas fuentes; pero no para exagerar otros aspectos de la misma, con el uso de otras fuentes, sino para conseguir una visión más articulada de la historia . Concebir la realidad como un círculo o varios círculos intersecantes donde se desarrollan los acontecimientos, cualquier brecha que abramos en ella nos dará siempre una visión parcial.

Existe además otro peligro, al privilegiar las fuentes materiales, que es el de no distinguir entre la cultura producida y la cultura impuesta, (tomado directamente del sociologismo vulgar de los mass media contemporáneos, esto es confundir la cultura impuesta con aquella producida/reproducida y considerar la primera absoluta y fiel testimonio de la segunda.

Esta distinción es particularmente importante en el estudio de la considerada cultura popular o cultura de las clases subalternas, es decir de aquellos estratos de la sociedad que se expresan sobre todo a través de la oralidad.

La realidad, como es obvio, se presenta fenomenológicamente en toda su complejidad y multiformidad. Es indispensable en cierto sentido para el investigador hacerle violencia e imponerle a modo de hipótesis un orden propio para intentar comprender sus mecanismos.

Se trata de descomponer la realidad para después recomponerla. El problema suele ser que las reconstrucciones hipertrofian una parte respecto a las otras y no existen partes privilegiadas sobre cuya legitimación concentrar la atención y limitar la lectura crítica.

En este sentido hay que entender las relaciones entre cultura material y cultura espiritual, no son más que modelos conceptuales, no existen en la realidad que es mucho más compleja y donde ambos aparecen entrelazados. Por ello no se puede privilegiar la cultura material como un nuevo centro, como causa determinante. La investigación histórica debe individualizar las causas, hacer hipótesis y verificarlas con el suficiente margen de seguridad, teniendo presente que los acontecimientos son el producto de una gran variedad de fuerzas y también que tales factores no tienen una validez universal sino relativa a aquella determinada situación histórica para la cual se muestra posible .

El descubrimiento del plano material es una de las conquistas más importantes de la historiografía contemporánea. El documento arqueológico ha permitido abrir una nueva dialéctica entre lo escrito y lo material. Ambas fuentes no son necesariamente contradictorias, las más de las veces son complementarias e indispensables para una visión global de los fenómenos históricos.

Cuando son contradictorias es una premisa errónea considerar el documento material como superior, por ser más real y objetivo. Al fin y al cabo el interés del historiador no es tanto un acercamiento estático al hecho bruto como a las relaciones entre las interpretaciones dadas por los contemporáneos a un determinado hecho y el hecho en sí mismo.

“...en otras palabras, el proceso de producción del objeto (entendido como fenómeno) más que el objeto en sí y por sí, entendiendo por proceso de producción, el proceso global (material, espiritual, social) a través del cual el objeto es producido (y reproducido, con la fruición), e investido de significado por la sociedad del tiempo” .

Es más significativo indagar en esa discrepancia, para tener una visión más completa de la realidad. Esto no quiere decir que todo pueda reducirse al elemento cultural, lo que nos llevaría al relativismo absoluto; en toda sociedad hay siempre un área de irreductibilidad, un elemento objetivo que, por lo tanto, podemos conocer. Pero éste no se puede aislar estáticamente del resto de la realidad, porque eso supone sacarlo de la historia, de la subjetividad.

Por tanto la investigación histórica debe mantener una difícil dialéctica, debe presuponer aspectos de la realidad como el presente, la objetividad, lo absoluto, para no caer en la trampa del subjetivismo universal pero teniendo en cuenta que son conceptos que adquieren su realidad sólo a través del pasado, de lo subjetivo y de lo relativo, es decir, a través de la historia.

Bibliografía.

- CARANDINI, Andrea (1975) Archeologia e cultura materiale. Lavori senza gloria nell’antichità clásica, De Donato, Bari 1975.

- CASTELLANO, Aldo (1982) “Per un ´antropologia storica della civilta industriale”, en CASTELLANO, Aldo (a cura di), La machina arruginita. Materiali per un´arqueologia dell´industria, Feltrinelli, Milano 1982

- HARRIS, Marvin (1982) El materialismo cultural, Alianza Universidad, Madrid.

- NEGRI, A. Y Negri, M., (1978) L ‘archeologia industriale, Florencia: G. D’Anna

- NEGRI, Antonello (1991) “Arqueologia industrial i cultura material”, Actas del primer congrés de arqueologia industrial del País Valencià, Diputació de Valencia, 1991, Pág.59.

 


Editor:
Juan Carlos M. Coll (CV)
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