BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

UNA MIRADA PLURIDIMENSIONAL AL PROCESO DE COMUNICACIÓN

Luis Pérez González




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La estilística funcional. Los estilos funcionales

El surgimiento de la estilística funcional tiene lugar en la década de los años 50 de nuestro siglo, como lógico resultado de diversos factores sociales e intralingüísticos. Entre los primeros fue decisivo el alto nivel de desarrollo que alcanzaron las lenguas de Europa Occidental desde los inicios del siglo XX, el propio auge de los medios de comunicación, los avances científico - técnicos en general, así como los procesos históricos internos en cada nación que motivan un gradual cambio en las normas estilísticas.

Entre los segundos, un momento trascendente debe ubicarse a finales del siglo XIX cuando Ferdinand de Saussure establece la distinción entre lengua y habla, o sea, la oposición entre la lengua como sistema de las posibles realizaciones de los medios de comunicación y el habla como ejecución concreta y específica de esas posibilidades en un determinado acto comunicativo.

Precisamente, la estilística funcional estudia las particularidades y regularidades del funcionamiento del idioma en las diferentes variedades del habla, las que se corresponden con determinadas esferas de la comunicación y de la actividad del hombre. En esta concepción, el elemento esencial es la intención, la finalidad concreta, la función de la comunicación. Y este elemento se encuentra determinado por el complejo de condiciones en que se efectúa la comunicación, entre las que podemos identificar claramente: el contenido del enunciado, la situación, la actitud del hablante hacia la realidad y hacia sus interlocutores.

Como se observa, existe una notable diferencia con respecto a la estilística tradicional: su objetivo es descubrir las regularidades en los disímiles estilos, no se propone elaborar normas del buen hablar. Si la tradicional estudiaba los fenómenos lingüísticos fuera de sus funciones, las funciones constituyen el eje del análisis funcional. En definitiva, el objeto de la estilística funcional es el estudio de los estilos funcionales.

La palabra “estilo” posee una larga tradición en la lingüística: en Grecia y Roma antiguas se veía como la manera de convencer, en la India antigua como medio de ornamentar el habla. En el medioevo, al formarse las lenguas literarias nacionales, se identifica con determinado género de literatura. En el siglo XIX, aparece entre los discípulos de Saussure y los llamados neolingüistas el criterio como singularidad del habla de cualquier persona. En el XX adquiere gran fuerza el enfoque del alemán Bühler que distingue tres funciones en el lenguaje: comunicación, expresión y apelación, posición a la que se atiene el checo Havránek cuando habla de tres estilos (conversacional, especial y poético).

En la actualidad no hay quien dude el hecho de que la estratificación estilística del habla se explica por el carácter y el propósito no homogéneos de lo que se comunica. Y ese es el basamento del concepto de estilo funcional como sistema relativamente cerrado, porque para cada uno son propios determinados medios idiomáticos, y otros, que poseen cualidades estilísticas distintas, le son extraños. Cada estilo se caracteriza por la existencia de su propia base material, no obstante, se forman de los medios de la lengua nacional y evolucionan en sus límites.

Consideramos muy completa la definición expresada por la estilóloga soviética M.N. Kózhina:

“Por el concepto del estilo funcional se entiende una variedad determinada del habla que corresponde a cierta esfera de la actividad humana y posee matices estilísticos originales debidos a las particularidades del funcionamiento en esta esfera de medios idiomáticos y a la organización específica del habla; esta estructura tiene sus normas de elección y combinación de unidades idiomáticas que están en concordancia con los fines de la comunicación en la esfera correspondiente.” (3)

Los estilos funcionales son conjuntos sistemáticamente ordenados, ya que las diferencias entre distintas formaciones del habla se expresan no sólo en el léxico, sino también en la morfosintaxis, en el ritmo, en la entonación, etcétera. Es interesante apreciar cómo también el significado funcional de una misma unidad lingüística cambia parcialmente en diferentes estilos. Se le agregan cualidades adicionales en dependencia del estilo funcional en que se activa. A modo de ejemplo podemos señalar el futuro del indicativo: en un texto jurídico es un mandato, en el estilo coloquial tiene un sentido modal de ironía, en el periodismo adquiere noción de presente con matiz de estabilidad. Véase:

El acusado responderá por su delito.

¡Qué se pensará ella¡

Él pagará la deuda.

Nos parece importante subrayar que los estilos funcionales tienen un carácter dinámico: con la evolución de la sociedad evoluciona la estructura del habla, es decir, surgen nuevas condiciones y modalidades de comunicación, por lo que se modifican unos estilos, surgen otros, y las tipologías se mueven incesantemente.

No hay una clasificación de los estilos funcionales universalmente aceptada. Josef Dubsky reconoce la formación funcional estilística simplemente comunicativa o estilo funcional conversacional o coloquial, las formaciones de trabajo o profesionales, y las de valor estético. Sin embargo, pensamos que por su nivel de precisión y especificidad el enfoque de T.H. Shishkova puede resultarnos muy útil para el ejercicio de la docencia. La autora plantea que la lengua es resultado de la actividad principal del hombre, su trabajo, y establece cuatro estilos en correspondencia con cuatro formas de la conciencia social (política, derecho, ciencia y arte) que se formaron y destacaron con el desarrollo de la humanidad. A estas cuatro esferas sociales les corresponden los estilos funcionales: publicista, oficial, científico y artístico. Un quinto estilo primario es el coloquial, que se emplea en la vida cotidiana.

La función comunicativa aparece en los cinco, pero en su forma original sólo está en el coloquial. En los demás, se encuentra matizada, porque ocurre una adición a la función idiomática primordial. En el científico la función comunicativa actúa en su forma informativa, porque tiene como objetivo informar sobre los logros de las ciencias. El oficial se distingue por su función directiva, porque se propone regular, dirigir la conducta de los que integran una sociedad, a través de códigos, leyes. El estilo publicista toma en su función un carácter informativo de propaganda, pues lo que se intenta es persuadir, convencer. En el artístico la función estética es la que lo identifica, por lo que opera, como ningún otro, con la subjetividad, con ese mundo individual, interno, que condiciona la recreación de la realidad.

La garantía de la funcionalidad de este enfoque se revela en la ramificación que tiene lugar en cada uno de estos estilos funcionales, es decir, se propone por la autora una diversa nomenclatura de subestilos que permite cierta aproximación - siempre insuficiente - a la rica y compleja, creciente e interminable, variedad de situaciones comunicativas.

Este escrupuloso acercamiento a la realidad en términos de necesidades comunicativas contempla un conjunto de condiciones extralingüísticas en que se realiza el hecho de comunicación, tales como actitud del emisor al contenido, relaciones entre el emisor y el receptor, grado de preparación del emisor, categoría social del emisor y el receptor, forma de comunicación (descripción, exposición, narración, diálogo, reflexión). Ello no implica, en modo alguno, un propósito de escindir o independizar para concebir nuevos estilos, sino ofrecer toda la singularidad y carácter diferenciado de los actos comunicativos. Piénsese, por ejemplo, que el estilo científico no puede ser homogéneo en varias circunstancias en conformidad con el receptor de la información: necesariamente será otra la manera de exponerse en distintos enunciados destinados para un grupo de especialistas, de aficionados, o para cualquier oyente o lector. Y ello no quiere decir que haya razones para concebir tres estilos independientes, pues se plasma en los tres la misma esfera de actividad, equivalente a una única forma de la conciencia humana, y por realizar los tres una sola variedad de la función comunicativa, la informativa.

Otra cuestión que juzgamos de sumo interés está vinculada con las dos formas en que se realiza la lengua: oral y escrita. Se sabe que estas poseen dos particularidades básicas: su carácter preparado o espontáneo, y el canal directo o indirecto. La Shishkova aborda la correlación entre este hecho y el problema de los estilos funcionales. Para el estilo coloquial la forma de realización oral es primaria y la escrita, secundaria, mientras que el estilo oficial prefiere la forma escrita, siéndole muy ajena la oral. Lo mismo se puede decir del estilo científico, aunque este, en comparación con el estilo oficial, se realiza más frecuentemente en forma oral (conferencias, informes, etc). En el publicista predomina una u otra forma según el subestilo de que se trate, y en el artístico, aunque la narración oral y la declamación se alzan hoy con una fisonomía muy especial, está claro que la forma escrita es la que mejor conviene al afán de acabado y elegancia en el decir.

Nos parece oportuno citar la siguiente idea de la autora:

“Todo lo expuesto demuestra que la cuestión de clasificación de los estilos funcionales es sumamente difícil por ser ilimitadas las esferas de aplicación de la lengua que se desarrollan, entrando en relaciones recíprocas muy complejas. Se debe tener en cuenta que tanto en la vida real como en nuestra habla no existen límites bien marcados, sino fenómenos transitorios, mezclados. Tomándolo en cuenta, al efectuar la clasificación de los estilos se debe ante todo apoyarse en los fenómenos estables que sirven de base al esquema de clasificación”. (4)

En tal sentido, es que se fijan los rasgos distintivos de cada estilo, o sea, el grupo de cualidades que debe poseer un estilo funcional para cumplir su tarea de comunicación. La caracterización de estos rasgos distintivos constituye la base de la elección y empleo de los medios idiomáticos en los niveles morfológico, léxico y sintáctico. Así, por ejemplo, para que se realice el rasgo “exactitud” en el estilo científico se usan términos, los vocablos aparecen en sus significados principales, se excluyen las acepciones traslaticias y metafóricas, el modo indicativo de los verbos no se emplea en sentido modal y el orden de palabras es, en su mayoría, directo.

A continuación presentamos, en apretada síntesis, los rasgos más distintivos de cada estilo funcional:

Estilo coloquial.

 Carácter improvisado, no oficial, espontáneo de la comunicación.

 Contacto directo y comunicación simultánea.

 Prevalencia de la forma oral del habla.

 Carácter irreversible del habla.

 Influencia del factor extralingüístico (carácter situacional).

 Predominio de valoraciones subjetivas.

 Expresividad, emocionalidad.

Estilo científico.

 Impersonalidad, objetividad, exactitud.

 Lógico, concreto y abstracto a la vez.

Estilo oficial.

 Exactitud y precisión.

 Impersonalidad.

 Ausencia de emoción y expresividad.

 Carácter arcaico, tradicional, estandarizado y concreto.

Estilo publicista.

 Expresividad, emocionalidad.

 Estandarización.

 Carácter colectivo.

Estilo artístico.

 Expresividad del lenguaje.

 Predominio del factor subjetivo y emocional.

 Carácter histórico (variabilidad).

 Gran riqueza de medios.

En lo particular este último estilo funcional se destaca porque es casi imposible establecer regularidades, ya que se basa en la connotación. La posibilidad de “violar” constituye su cimiento.

Existen muchos puntos de vista acerca del lugar que ocupa este estilo: hay investigadores que lo valoran como un fenómeno idiomático demasiado complejo para poderlo colocar entre los demás. Los que consideran inconveniente concebirlo como un estilo funcional, afirman que los restantes están limitados por sus recursos lingüísticos, y sólo el artístico puede y debe, inclusive, emplear los elementos de diferentes estilos, pero opinamos como la Shishkova que ello no representa una mezcla, todos esos préstamos funcionales están subordinados a una función nueva, propia: la función estética.

En relación con esta escabrosa polémica dice la Shishkova:

“Los recursos de los escritores en gran medida son los mismos que los de otras estructuras funcionales, pero en la obra literaria el lenguaje se transfigura, cada palabra se convierte en palabra - imagen y la función estética domina y prevalece, es la primordial. A nuestro parecer, sería un error lingüístico excluir el estilo literario - artístico del sistema funcional, porque tiene rasgos tanto universales como específicos...” (5)

Por su parte, Josef Dubsky, después de múltiples consideraciones que aportan ideas importantes sobre este estilo tan rico, afirma categóricamente:

“En la solución de los problemas del estilo artístico tropezamos siempre con una gran dificultad, a saber, que no es posible limitarse únicamente a procedimientos puramente lingüísticos y que hay que hacer incursiones también en el área de la teoría del arte en general”. (6)

Si releemos el simplificado inventario de rasgos distintivos que aparece anteriormente salta a la vista que estos no forman un conjunto infinito y numeroso, no son raros los casos de actuar un mismo rasgo en dos o más estilos. Pero su realización idiomática no coincide, lo que se explica en primer lugar por la diferencia de funciones, de las cuales dependen directamente esos rasgos. Observemos:

La expresividad está presente en el coloquial, publicista y artístico de manera dominante, lo que no quiere decir que en los tres se refleje de igual manera. En el caso del estilo coloquial tiene un carácter personal y está privado de lo poético. En el publicista se expresa como representante de un grupo social determinado y toma un sello de solemnidad. Mientras que en el estilo artístico la expresividad posee un carácter bastante complejo y puede mostrarse de forma abierta o disimulada.

Hay que distinguir, pues, la lengua como la suma de los medios de expresión de que disponemos para formular un enunciado, y el estilo, que resulta de la selección de los medios de expresión y de la composición de ese enunciado. Esos medios usados pueden tomar ciertas connotaciones que representan un suplemento de información: ciertas expresiones, por el hecho de aparecer en determinados ambientes, adquieren una fuerza evocatriz especial y no sólo nos hacen reflexionar sobre su ambiente habitual, sino también provocan sentimientos y reacciones de ese ambiente. O sea, estas expresiones se llenan de cierto valor connotativo, por ejemplo, cuando nos informan de la situación social del hablante, lo que se comunica por la pronunciación, la entonación, la riqueza del léxico empleado, así como determinadas estructuras morfológicas, sintácticas, etcétera. También, cuando nos aportan una información emocional (la actitud del hablante en torno al enunciado, su acuerdo o desacuerdo, su entusiasmo o indiferencia). Ese valor connotativo se traduce como información suplementaria sobre la actitud afectiva y como la evaluación de lo que es objeto del enunciado. Así, pongamos el caso, la selección de un sinónimo se convierte en un fenómeno estilístico, además de ser fenómeno lingüístico.

Por tal razón, muchos autores, aunque emplean terminologías diversas, consideran que el efecto estilístico constituye una desviación individual o colectiva de la norma común, en la que se involucran todos los niveles de la lengua. Como ejemplo, podemos citar en el nivel sintáctico la denominada inversión verbo – sujeto en vez de sujeto – verbo, a veces, incluso, como inicios de períodos extensos. Efecto estilístico puede tener también (nivel morfológico y lexical) el uso de diminutivos y aumentativos. Los primeros caracterizan no solamente al lenguaje dirigido a los niños, sino también el lenguaje popular y el empleo limitado regionalmente. Para fines estilísticos pueden ser utilizados múltiples elementos fónicos y fonológicos: la velocidad de la pronunciación (el tiempo), el ritmo, el timbre de la voz, el propio acento de intensidad intelectual y afectivo, la cadencia del enunciado, las pausas y otros.

La estilística funcional tiene una importancia práctica enorme. Permite adentrarse más profundamente en el campo del funcionamiento del sistema lingüístico, porque dominar un idioma no es sólo saber pronunciar y escribir bien las palabras, sino desentrañar las leyes estilísticas que dirigen el empleo de diferentes voces y giros según lo exija una situación comunicativa concreta. A nosotros nos parece particularmente importante como base teórico - práctica para el trabajo didáctico en materia de construcción textual.


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