BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

CURSO DE TEORÍA POLÍTICA
 

Eduardo Jorge Arnoletto

 

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El marxismo latinoamericano.

Este es un tema por cierto muy difícil de sintetizar, y cualquier intento de hacerlo seguramente motivará justificadas polémicas y críticas por sus citas, omisiones e interpretaciones, pero creemos que muchos estarán de acuerdo en que se trata de una vasta constelación de perspectivas diferenciadas en términos doctrinarios y programáticos; y en que muchos movimientos que se autodenominan marxistas no lo son en sentido estricto.

Es notorio el escaso interés de los fundadores del marxismo por el confin americano del mundo europeo. Muy pocas referencias a América Latina pueden encontrarse en las obras de Marx y Engels. El marxismo latinoamericano fué así en su mayor parte una réplica empobrecida de esa ideología del desarrollo y la modernización canonizada como marxista por la II Internacional, dominada por la socialdemocracia alemana.

En general, el pensamiento político latinoamericano del siglo XIX y de las dos primeras décadas del siglo XX veía a América Latina como un mundo "atrasado" que solo podría modernizarse identificándose con Europa. Ese paradigma interpretativo fué también válido para el marxismo.

El marxismo latinoamericano se manifestó más como una toma de posición frente al anarquismo y a la democracia liberal burguesa que como una forma de saber sobre lo social y de actuar en sus procesos. Pueden distinguirse en él tres orientaciones fundamentales: - Una búsqueda de autonomía ideológica, política y organizativa del movimiento obrero; - Una preparación para la revolución, por medio de la lucha reivindicativa de la clase obrera; - Una convicción sobre el carácter necesario (e inmanente al desarrollo de la sociedad capitalista) de la revolución (6).

En gran parte, la dirigencia socialista latinoamericana originaria carecía de una cultura marxista sólida y se orientó más bien hacia un reformismo democratizador, buscando la vía de la concientización del pueblo y de la conquista de mayorías parlamentarias. Recién a partir de los años '20 de este siglo, las organizaciones del movimiento comunista difundieron la literatura marxista-leninista en forma sistemática.

Mencionaremos ahora la cronología de algunos hechos importantes: 1870: Se publica en México el MANIFIESTO COMUNISTA; 1890: Se publica en Buenos Aires el periódico marxista EL OBRERO; 1894: Comienza la publicación en Buenos Aires de LA VANGUARDIA; 1896: Se funda el Partido Socialista en la República Argentina; 1898: Se publica en Madrid el primer tomo de EL CAPITAL, traduci- do al español por Juan B. Justo; 1909: Enrique del Valle Iberlucea comienza a publicar en Buenos Aires la REVISTA SOCIALISTA INTERNACIONAL.

Durante la etapa fundacional, o sea hasta la organización de los partidos comunistas latinoamericanos, el marxismo teórico fué patrimonio casi exclusivo del grupo que rodeaba a Juan B. Justo, principalmente en Argentina pero también en Uruguay, Chile, Bolivia y Brasil. Juan B. Justo era una figura de gran nivel intelectual, que mantuvo una relación crítica y conflictiva con la doctrina de Marx, ya que su propósito político era crear un movimiento socialista para realizar en Argentina una sociedad democrática, conduciéndo para ello a las clases trabajadoras hacia una activa participación en la vida política. De algún modo, esta actitud lo vincula con la tradición liberal sarmientina, si bien repensando la historia desde el punto de vista de la lucha de clases.

Por otra parte, el socialismo argentino nunca logró producir un fenómeno de adhesión política de nivel masivo, salvo en forma puntual, como fué la elección del "primer diputado socialista de América": Alfredo Palacios, electo por la circunscripción del barrio de La Boca en 1904.

Del marxismo, Juan B. Justo tomó sobre todo la concepción de la lucha de clases, entendida como lucha social en la que la clase obrera aprenda a organizarse y a gobernar la sociedad.

El objetivo de Juan B. Justo era encontrar una fórmula política para: - Vencer la resistencia del "stablishment" económico-social a permitir una expansión popular de la participación política; - Controlar la tendencia subversiva de las masas; - Impulsarlas hacia una organización civil democrática.

La introducción del leninismo en el marxismo latinoamericano modificó radicalmente esta situación. Se inició una era de absolutización del Partido y de subordinación a la estrategia marcada por la III Internacional y la dirección del comunismo soviético. Si bien Lenin, como teórico político, reconocía la autonomía de los movimientos de liberación nacional y su función anrtiimperialista, esa posibilidad teórica quedó anulada por la sujección del movimiento comunista latinoamericano a la estrategia general de la URSS. Esta situación se agravó con el advenimiento de Stalin al poder en Rusia.

El planteo de una posibilidad de reformulación crítica del marxismo latinoamericano, en forma semejante a lo hecho por Gramsci en Italia o por Mao Tse Tung en China, correspondió en América Latina a José Carlos Mariátegui (1894-1930), peruano, líder de un movimiento intelectual y social articulado en torno a la revista AMAUTA. El planteo de Mariátegui parte de considerar que una realidad diferente requiere un tratamiento diferente: en su caso, una refundación del marxismo clásico para poder afrontar una situación de atraso e invertebración nacional, tal como la que se evidenció dramáticamente en el Perú con motivo de la "Guerra del Salitre" con Chile.

Mariátegui fué miembro del APRA (al que enseguida nos referiremos) pero renunció a esa afiliación en 1928 para fundar el Partido Comunista Peruano. Su obra principal, que sintetiza en forma muy completa su pensamiento, es SIETE ENSAYOS DE INTERPRETACION DE LA REALIDAD PERUANA (1928), que es una original aplicación del análisis marxista a las peculiares características sociales y culturales de su país. Defendió la tesis de resolver el problema indígena mediante el reparto de tierras a los indios, y sostuvo la idea de que el papel decisivo del proceso de transformación social corresponde al proletariado urbano. Esta obra tuvo mucha influencia en el pensamiento de los intelectuales de izquierda iberoamericanos.

Otra obra suya fué LA ESCENA CONTEMPORANEA (1925) y en forma póstuma fueron publicadas DEFENSA DEL MARXISMO (1934), EL ALMA MATINAL (1950) y LA NOVELA Y LA VIDA (1955).

No es posible hablar de Mariátegui sin hacer referencia a otra gran corriente del pensamiento radicalizado que fué su contemporánea y hasta cierto punto su contrincante: el APRA, y a su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre.

Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979) fué un político peruano que estudió en Oxford y en la Universidad de San Marcos, de Lima, y que se dedicó a la política desde muy jóven. Si bien no fué un revolucionario sino un reformista, sus ideas eran tán "subversivas" para los intereses de las oligarquías dominantes en su país, que su vida fué una larga serie de exilios, prisiones, asilos en Embajadas, elecciones ganadas en las urnas y perdidas por golpes militares, etc. Sus obras principales son: EL ANTI-IMPERIALISMO Y EL APRA (1928) IDEARIO Y ACCION APRISTA (1930) CONSTRUYENDO EL APRISMO (1933) TREINTA AÑOS DE APRISMO (1956) MENSAJE A LA EUROPA NORDICA (1957).

Su ideología política está centrada en una afirmación indoamericana radical: en la idea de que América Latina configura un "espacio-tiempo" original, que debe buscar un camino de crecimiento también original. Dadas las peculiares condiciones sociales americanas, propugna la necesidad de una alianza del proletariado, los campesinos y las clases medias (alianza en la que éstas últimas tienen el rol motriz) para plantear la lucha contra el imperialismo extranjero, y preconiza un reformismo gradual, basado en organizaciones económico-sociales cooperativistas y estatales.

APRA es la sigla de ALIANZA POPULAR REVOLUCIONARIA AMERICANA, fundada en México en 1924 por Haya de la Torre y otros dirigentes de la Federación de Estudiantes Peruanos, desterrados por el gobierno de Leguía. La iniciativa tuvo repercusiones y despertó simpatías en otras partes de América y del mundo. Defendía principios doctrinarios tales como la lucha contra el imperialismo, la unidad político-económica de Iberoamérica, la nacionalización de las propiedades extranjeras, la internacionalización del Canal de Panamá y la solidaridad con las clases y los pueblos oprimidos del mundo.

El Aprismo remonta su orígen a la Reforma Universitaria, ese movimiento originado en Córdoba en 1918, proceso de transformación educativa que se planteó como una nueva convocatoria de acción política, animada por proyectos de cambios políticos y sociales. Se puede considerar al Aprismo, por otra parte, como una corriente política surgida de la radicalización de las capas medias de las sociedades iberoamericanas, fenómeno que caracterizó su vida política en los años '20. Fué la expresión más avanzada de las formaciones políticas progresistas de la izquierda burguesa, en la búsqueda de un espacio político propio.

El Aprismo contiene una inteligente elaboración teórica, que ofrecía a los grupos radicalizados una alternativa diferente al capitalismo y al socialismo, orientada a instalar en América Latina una democracia social avanzada pero de estilo indoamericano, distante del paradigma eurocéntrico. A tal fin propone una alianza de clases con liderazgo por parte de las clases medias y el logro de la independencia económica como primera prioridad.

En años recientes, el Aprismo menguó su virulencia transformadora, pero en los años treinta pretendía ser una auténtica recreación histórica del marxismo en condiciones diferentes de las europeas, rechazando al capitalismo privado porque no conducía a un desarrollo independiente, y al marxismo europeizante por ser incapaz de admitir otras formas de evolución de las sociedades que no fueran las esquemáticamente establecidas por la Comintern.

Mariátegui y Haya de la Torre coinciden en que la realidad americana es diferente de la europea, pero difieren en el enfoque estratégico: Haya de la Torre no cree en la capacidad revolucionaria del pueblo y postula la necesidad de un proceso gradual de cambio promovido por la clase media y desde el Estado. Mariátegui, en cambio, piensa en un proceso laboriosamente construído desde la base social.

Desde la década de los treinta hasta la Revolución Cubana, en América Latina se produjo un notable crecimiento de la influencia intelectual del marxismo, por su aceptación y penetración en las Universidades y en los ambientes literarios y artísticos. En paralelo, se produjo un acentuado decaimiento de su influencia política práctica en los procesos históricos en curso, planteándose para los partidos marxistas una verdadera fractura entre cultura y política.

A partir de la revolución cubana y de su vinculación con el marxismo, se inició una nueva era, caracterizada por una extrema variedad de posiciones, desde el impacto del humanismo marxista en intelectuales católicos comprometidos en la promoción social (la llamada "teología de la liberación", a la que luego nos referiremos más ampliamente) hasta la manifestaciones concretas de insurgencia revolucionaria, que a su vez abarca manifestaciones de sutura política tán distintas entre sí como el sandinismo nicaragüense, los tupamaros uruguayos, el ERP argentino, Sendero Luminoso peruano, etc.

En el plano de la actividad política institucionalizada, tras los recientes procesos de transición a la democracia y en paralelo con la crisis de los "socialismos reales", es perceptible la presencia de una "nueva izquierda latinoamericana", que emerge en un segundo plano tras la predominancia actual del pragmatismo neoliberal. Se trata esta vez de una izquierda democrática, cuyo perfil y propuestas aún aparecen algo imprecisas, pero que va configurando una alternativa con perspectivas de definirse más si se acumulan, como parece, resultados frustrantes de las experiencias políticas actualmente en curso.

Podemos mencionar como ejemplos de este fenómeno al Partido de los Trabajadores de Ignacio "Lula" da Silva, en Brasil; al Partido Revolucionario Democrático de Cuauhtémoc Cárdenas, en México; al M19 de Enrique Navarro Wolff, en Colombia; al Frente Nacional para el Cambio y la Democracia de Jean-Bertrand Aristide, en Haití; al Partido Sandinista, en Nicaragua; al Partido Socialista chileno y al Frente Amplio uruguayo, entre otros.

Ahora vamos a referirnos a aquellos casos en que movimientos vinculados de algún modo al marxismo han alcanzado el poder político estatal, de modo más o menos durable. Se trata, por cierto, del castrismo cubano, del sandinismo nicaragüense y de la experiencia del gobierno chileno de Salvador Allende, a los que veremos, no en su ancedotario sino en lo que tienen de relevante para el desarrollo de la teoría y la estrategia políticas.

Fidel Castro nació en Cuba, en 1927, hijo de un rico propietario de orígen gallego. Estudió Derecho y recibió su grado de Doctor en 1950. En 1947 participó de un fracasado intento de invasión a la República Dominicana para deponer al Generalísimo Trujillo. En 1953 dirigió el asalto al cuartel Moncada, igualmente fracasado. Condenado a quince años de prisión fué indultado en 1955 y se exiló en México. En 1956, al frente de ochenta hombres, en el yate "Granma" desembarcó en Cuba para iniciar la lucha contra Batista. Los comienzos de la expedición fueron desastrosos, pero lograron sobrevivir y afirmarse. La ofensiva final tuvo lugar en los últimos meses de 1958 y el 1 de enero de 1959 Castro entró en La Habana, actuando desde entonces como Jefe del Gobierno, conduciendo el proceso político del régimen socialista cubano.

En una primera aproximación, el castrismo puede ser definido en términos de una acción revolucionaria empírica y consecuente, que se encontró con el marxismo durante su trayectoria. Un primer análisis permite encontrar en él: - una estrategia de lucha revolucionaria; - un camino original para la "construcción del socialismo"; - un régimen político con un fuerte componente de poder carismá- tico.

Antes del surgimiento del castrismo, el marxismo contaba con dos modelos de revoluciones triunfantes: el modelo bolchevique de la insurrección urbana y el modelo maoísta chino de la guerra popular. Frente a ellos, la originalidad del castrismo está en privilegiar la dimensión militar de la insurrección y en prescindir en un comienzo de la guía del Partido. La revolución no es vista como fruto de un largo proceso de preparación y formación que desemboca en la lucha armada. Las masas están dispuestas a la revolución por su miseria y su opresión. Las condiciones revolucionarias -dice Ernesto "Che" Guevara- "están dadas por el hambre del pueblo, por la reacción frente a esa hambre, por el terror desencadenado para retardar la reacción popular y por la ola de odio creada por la represión".

En esas condiciones no es necesario un partido revolucionario. La "hoguera guerrillera" puede encender otras hogueras mientras la propaganda armada y las reformas sociales en las zonas "liberadas" elevan la conciencia de las masas.

El modelo cubano de revolución -dice Helio Jaguaribe (7)- "se orienta hacia situaciones y condiciones en las cuales un grupo de militantes muy pequeño al comienzo tiene que hacer frente a un ejército relativamente grande y fuerte"...." El pequeño grupo inicial de militantes podrá, por una parte, enfrentar con éxito, mediante acciones de guerrilla, a la autoridad del gobierno y su ejército, a la vez que elude con destreza los intentos de capturarlo. Por otra parte, ese grupo logrará con rapidez el apoyo de los campesinos para distintos fines y necesidades, desde la ayuda voluntaria de las comunidades rurales para alimentar y albergar a los guerrilleros, hasta su disposición a guiar a éstos por territorios desconocidos y su abstención en lo referente a proporcionar ayuda voluntaria al gobierno y su ejército. También se espera cierto reclutamiento de nuevos militantes entre los campesinos, aunque en forma limitada. Se supone que las fuentes más importantes del nuevo reclutamiento para las guerrillas son la clandestinidad urbana de los intelectuales extremistas y los ex-militantes del partido y de los sindicatos. La estrategia fundamental del modelo cubano consiste en acumular mediante la guerra de desgaste, el activismo urbano y la propaganda política, condiciones para la desmoralización interna del gobierno y su ejército, para la creación de conflictos internos entre ellos con la población en general, y por último, para neutralizar y reprimir casi por completo la capacidad combatiente del gobierno, despojando su causa de todo tipo de respaldo social, hasta que el ejército se encuentre tan dividido y carente de entereza moral y de decisión para la lucha, que el sistema gubernamental se derrumbe casi por sí mismo. En ese momento crucial, la acción combinada de una guerrilla ampliada con las actividades urbanas clandestinas, se apodera de los centros claves y la revolución triunfa".

En el caso cubano, y en las particulares condiciones de la Cuba de Batista, este modelo de revolución tuvo éxito. Los intentos posteriores de trasladarlo a otros ámbitos ha fracasado. Aparte de lo que ya dijimos sobre la enseñanza que cada revolución triunfante deja tanto para futuros revolucionarios como para futuros represores, hay elementos objetivos que explican esos fracasos: condiciones que se dieron en el caso cubano y que muy difícilmente se repitan.

En su obra ya citada, Helio Jaguaribe las resume en dos puntos acumulativos:

1) Con respecto a la posibilidad de que la guerrilla infligiese daños irreparables al gobierno y su ejército, la vulnerabilidad gubernamental en el caso cubano se debió a tres motivos: el territorio pequeño y de caracter insular del país; el elevado oportunismo privatista de Batista y su círculo próximo; la ingenuidad sociopolítica de su cículo de apoyo más amplio.

2) Con respecto a la falta de intromisión internacional, en especial de intervenciones militares norteamericanas directas o disfrazadas vía O.E.A., el caso cubano fue algo único, debido a la apariencia neogaribaldina de la rebelión de Fidel Castro; primer caso en su tipo.

Convengamos en que ese conjunto de condiciones es muy difícil que se repita en otro lugar y época.

La originalidad del camino cubano para la "construcción del socialismo" estriba en que apunta al desarrollo de la agricultura tropical y de los procesos industriales inmediatamente vinculados a ella (ingenios, destilerías,tabacaleras, etc.) más que al de la industria propiamente dicha.

En el aspecto sociopolítico ésto significa que el sostenimiento del regimen socialista queda confiado a las masas campesinas antes que a la clase obrera. En el aspecto internacional ésto significa quedar bajo la influencia política determinante de la U.R.S.S.. A Cuba le son hoy reconocidas notables realizaciones sociales, en especial en materia de educación y salud, pero en materia de generación de riqueza social ha tenido una bajísima eficacia y ha operado más bien como una sofisticada técnica de racionamiento. El colapso de la U.R.S.S. agrava la precariedad de las condiciones cubanas, que se tratan de compensar vía expansión de la industria turística, que muy probablemente acarreará una corrupción de costumbres sociales, que se buscaba evitar en el país.

El fuerte componente de poder carismático en el regimen político cubano se evidencia en la personalidad y larga actuación política protagónica de Fidel Castro. Hay que reconocer que se ha trabajado mucho en la organización política de la sociedad, pero ella todavía está pendiente de la persona de su líder, aunque no pueden señalarse elementos de un verdadero culto de la personalidad, sino más bien la gravitación social de un discurso didáctico y pedagógico, construído sobre una argumentación racional con la intención de persuadir.


(6) José Aricó: "Marxismo Latinoamericano" en DICCIONARIO DE POLITICA, de Bobbio y Matteucci, t.2 pg. 975 y ss.

(7) Helio Jaguaribe: AMERICA LATINA - REFORMA O REVOLUCION, Bs.As., Paidós, 1972.

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