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VENEZUELA, CAPITALISMO DE ESTADO, REFORMA Y REVOLUCIÓN

Edgardo González Medina

 

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El primer sacrificio ideológico de la democracia

Algunos fanáticos no gastan mucho en decir que las divisiones del partido Acción Democrática han resultado fenómenos distintos en cada momento. Sin embargo, no es menos cierto que todas fortalecieron la organización matriz al ser reintegradas a una estrategia de poder del grupo dominante. Su fundador afirmó varias veces que las continuas purgas fortalecieron el partido alcanzándose una mayor identidad ante las desgracias: Adeco es adeco hasta que se muera... 83

Una de las organizaciones surgidas en las divisiones, el partido Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), se atribuyó la especie de hazaña de haber logrado que el viejo partido cambiaria su apariencia de partido comunistoide, aislando en el gobierno de Betancourt (1959-64) a quienes estaban dispuestos a negociar con los adversarios ideológicos. Cualquier analista versado no estaría seguro, sin embargo, de calificar este paso como una incongruencia estratégica, porque no se entendía el abandono de las posiciones de gobierno cuando ello implicaba desbalancear el poder hacia la derecha política, suscitando de paso que la organización abandonada – convertida ahora en adversario externo – sedimentara su poder negociando con la burguesía. El MIR fue un gran movimiento de la Venezuela contemporánea, y su trayectoria no deja de ser un enigma interesante. Cuando se divide AD, los dirigentes del MIR cambian de una lucha de posiciones en el poder a una lucha por conformar un movimiento para la conquista revolucionaria del poder. Su triunfalismo inicial - consecuencia de no haber asumido a tiempo que estarían huérfanos y que el desprendimiento no significaría la segura posibilidad de construir un inmediato poder popular, lo que los llevaría a una estrategia de lucha larga - les reveló al final, como lo confesaran tiempo luego en muchos de sus análisis, que se engañaron con la ilusión, propia mas bien de adversarios mas reformistas, de poder desplazar el llamado espacio histórico del viejo partido, vale decir de la socialdemocracia reformista. La mayoría de quienes siguieron al MIR creyeron con fe franciscana en un ascenso inmediato a un poder que acababan de dejar; y como fue verdad universal, esa esperanza fue utilizada por el gobierno de Betancourt, manipulando la contradicción de diversas maneras, derrotándoles sin un solo signo de caridad.

El partido MIR se encontraba ideologizado. Sus dirigentes no se planteaban como tesis fundamental el derrocamiento del viejo partido AD. Se postulaban una lucha anticapitalista, un enfrentamiento con el imperialismo norteamericano, mediante una acción política radical, sintetizando años de oferta política de la antigua AD. En general se plantearon encarnar la vieja herencia revolucionaria, presentándose como aquellos llamados a hacer posible la AD que unos venezolanos esperaban y otros temían en 1958.

Al derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, AD es un partido enfurecido por años de martirologio. La dirección nacional clandestina, que había enfrentado posiciones con los líderes en el exilio, desde la oscuridad habían concebido levantar las barricadas revolucionarias. Eran dirigentes impuestos de los secretos de una estrategia de poder cuyo eje debía ser el viejo partido reformista de la socialdemocracia. Los líderes que regresan del exilio hablan de unidad, democracia, entendimiento con los adversarios, pero también de reforma agraria, de impuestos petroleros, de planificación estatal. El cuadro de dirigentes parecía en trance de conflicto revolucionario. Sin embargo, los dirigentes advierten que ciertos hechos, que habían permitido la caída de Pérez Jiménez, atentan ahora contra la insurgencia revolucionaria. La recesión norteamericana de 1957 había quebrantado parcialmente las articulaciones del imperio, pero para el año 1958 la recesión había sido conjurada a costa de los países dependientes, y en el caso de Venezuela, imponiéndose limitaciones a la exportación de petróleo hacia los EE.UU. ( las llamadas “restricciones petroleras” aprobadas en el Congreso norteamericano).

Venezuela era un país que podía pagar su parte en la recuperación de los EE.UU., y lo pagó, debido a la producción característica del producto energético más importante del planeta. Así lo advierte Domingo Alberto Rangel en un discurso en el Congreso Nacional a principios de 1959:

“...La gran masa de divisas provenientes del petróleo nos diferencia por completo de todos los países semicoloniales y dependientes del mundo y hace de Venezuela un caso único: el caso de un país que en medio de las terribles crisis económicas que se han desencadenado en la postguerra, no ha tenido que apelar al control de cambios ni al contingentamiento de su comercio exterior...(...)... el petróleo al aumentar terriblemente nuestras exportaciones nos ha dado una masa tremenda de divisas de las cuales podemos sufragar todas las importaciones desde automóviles hasta encajes de Viena o Nápoles...(...)...en Francia precisamente, cuando se refieren a Venezuela, algunos periodistas dicen con ironía que tiene que resultarnos amarga: "Venezuela Saudita". ¡ Si al fin y al cabo es lo mismo!: Es un país que produce petróleo y malbarata en bagatelas todos sus ingresos. Exactamente como lo hace Arabia Saudita. De suerte que bien cabe llamar a Venezuela la Venezuela Saudita...” 84

El año 1959 se inició con el triunfo de la revolución cubana. Los venezolanos celebran en las calles un hecho que asumen suyo, tanto como habían festejado la presidencia de Rómulo Betancourt. El Comité Ejecutivo Nacional de AD (CEN) en 1959 representa más fielmente a la dirigencia tradicional que el anterior de 1958 donde el profesor Simón Sáez Mérida, de 29 años de edad, fungía de Secretario General, el cargo más importante de ese partido85. En la última Convención Nacional86 había sido desplazado y el grupo jóven y radical había perdido el control del comando nacional. Betancourt se había movilizado en esa Convención Nacional, sentándose al lado de muchos delegados, recordándoles momentos pasados, apelando al sentimiento, golpeando y convenciendo hasta imponer la táctica de un “CEN equitativo”, que pasa a estructurarse así:

Raúl Leoni, primer Vicepresidente en ejercicio de la presidencia, sustituyendo a Betancourt, quien ya había sido electo Presidente de la República.

Gonzalo Barrios, segundo Vicepresidente.

Luis Beltrán Prieto, Secretario general

José González Navarro, Secretario Sindical.

Ramón Quijada, Secretario Agrario.

Mercedes Fermín, Secretaria de Educación.

Jorge Dáger, Secretario de Propaganda.

Luis Manuel Peñalver, Secretario de Estudios y Capacitación.

Simón Alberto Consalvi, Secretario de Prensa.

Alberto López Gallegos, Secretario de Asuntos Parlamentarios y Municipales.

José Angel Ciliberto, Secretario de Relaciones.

César Rondón Lovera, Secretario de Asuntos Internacionales.

Angel Fariñas Salgado, Secretario de Finanzas.

Raúl Ramos Giménez y Domingo Alberto Rangel, Secretarios Políticos.

Antonio Léidenz, representación del Comité de Caracas.

Rómulo Henríquez hijo, Secretario Juvenil.

Buró Juvenil: Rómulo Henríquez, Lino Martínez, Rafael José Muñoz, Freddy Melo, Américo Martín, Eduardo González, Héctor Pérez Marcano, Raúl Lugo, Argénis Gómez, Jesús Petit, y Moisés Moleiro (Secretario Juvenil de Caracas).

El Comité Ejecutivo Seccional (CES) de Caracas a mediados de 1959 respondía así mismo a un equilibrio con predominio del grupo radical: Octavio Lepage, Secretario general; Guillermo Salazar Meneses, Secretario de Organización; Augusto Malavé Villalba, Secretario Sindical; Moisés Moleiro, Secretario Juvenil; Carmelo Laborit, Secretario de Doctrina; Salom Meza

Espinoza, Secretario Político, y otros.


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