LOS LENGUAJES DE LA ECONOMÍA

Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.

CAPÍTULO 4.- LAS CIENCIAS SOCIALES: INTERESES Y MODOS DE EXPLICACIÓN.

La racionalidad creencial

La creencia racional de una idea u opinión es un concepto que se distingue del saber veritativo de dicha idea u opinión. Saber veritativo se refiere a la determinación segura e indudable del valor veritativo de una idea. Para tener esta determinación acerca de cualquier idea , precisamos:

1. que creamos que ,

2. que sea verdad que 

3. que nuestra creencia de que  esté adecuadamente justificada

Las dos primeras condiciones del saber son las mismas que definen el acertar. Es decir, cuando sabemos, siempre acertamos. Pero no a la inversa. Podemos acertar sin saber, podemos acertar por casualidad, por suerte o por azar. Es precisamente la tercera condición del saber la que excluye el acertar por casualidad, pues exige que para saber que  nuestra creencia de que  ha de estar adecuadamente justificada o, en otros palabras, nosotros hemos de estar justificados en creer que . Sin embargo, el creer que  y el que nuestra creencia de que  esté justificada no bastan tampoco para que podamos decir que sabemos que ; para ello es además necesario que sea verdad que  (con independencia del contenido que otorguemos al sustantivo verdad). “Y, puesto que la determinación segura e indudable del valor veritativo de una idea es con frecuencia imposible de llevar a la práctica, resulta que el concepto de saber es un concepto poco operativo y manejable. Un concepto relacionado con él, pero más operativo y manejable, puede ser precisamente el concepto de creencia racional.” (Mosterín, 1987, pp 18-9).

Del concepto de creencia racional exigimos todo lo que hemos exigido del concepto de saber, excepto la verdad de la idea creída o sabida. Diremos, entonces, que “creemos racionalmente que  si (1) creemos que  y (2) estamos justificados en creer que . Lo que no exigimos es que  sea verdadera. Por tanto, nos será posible determinar si nuestra creencia de que  es racional o no, aun sin saber si  es verdadera o no, pues nos bastará con examinar nuestra creencia y la justificación que para ella poseemos.” (Mosterín, 1987, p 19).

Ciertamente, la creencia racional es más operativa, pero menos segura. Ocupa, pues, una posición intermedia entre el mero creer u opinar, por un lado, y el saber, por otro. Respecto a éste, tiene la ventaja de su operatividad y la desventaja de su falibilidad; respecto a aquél, tiene la ventaja de su mayor probabilidad de acierto, pues permite rechazar muchas de las opiniones que se nos pudieran ocurrir sin suficiente justificación y al introducir un fin o meta respecto al cual organizar la dinámica de nuestras creencias: la meta de maximizar nuestro acierto. “Por ello podemos concebir el método en que consiste la racionalidad creencial como una estrategia de maximización de nuestros aciertos y minimización de nuestros errores a largo plazo.” (Mosterín, 1987). Por muy racionales que seamos en nuestras creencias, siempre podremos equivocarnos y, de facto, siempre nos equivocaremos en algunas ocasiones. Pero la probabilidad de equivocarnos será menor si organizamos nuestras creencias conforme a una estrategia que tienda conscientemente a minimizar los errores que si no lo hacemos así.

Pero, ¿cuándo, cómo y por qué está justificada una creencia racional? Mosterin dirá que estamos justificados en creer que  si ocurre que  es deducible de otras ideas , , etc., que estamos justificados en creer. A este tipo de justificación podemos llamarla justificación derivada. Pero la justificación derivada no puede ser el único tipo de justificación, la cadena debe de comenzar en algún punto, a saber, en ideas para las que poseamos suficiente justificación no-derivada. ¿En qué casos diremos que poseemos suficiente justificación no-derivada de que ?

Las condiciones para una respuesta podrían ser:

1. En el caso de que  sea una idea analítica, esto es, una idea cuya verdad sólo dependa de la estructura gramatical y semántica del lenguaje en que está formulada.

2. Estaría justificado creer que  si podemos comprobar directa y personalmente que . Pero esto sólo ocurre si  es una idea singular que se refiere a algún hecho concreto directamente observable por nuestros sentidos en el momento presente. Mas aún así esto es problemático.

3. Estaría justificado creer que , si la creencia de que  está vigente en la ciencia de nuestro tiempo. Esto es, si  constituye una opinión generalmente compartida por la comunidad científica pertinente .

4. Estaría justificado creer que  si hay testimonios fiables de que . Esto es problemático pues el concepto de «testimonio fiable» no es nada preciso.

Parece convincente creer que no es racional creer al mismo tiempo dos ideas contradictorias, sino que en ese caso lo racional sería dejar de creer la una o la otra, o incluso las dos. Pero parecería demasiado postular la consistencia de nuestro sistema de creencias como condición de racionalidad. Con frecuencia no está en nuestra mano determinar la consistencia o contradictoriedad de un conjunto potencialmente infinito de ideas como es el que constituyen las creencias racionales en nuestra definición. “Lo que podemos y debemos [de] exigir es nuestra disposición a purgar nuestro sistema creencial de contradicciones tan pronto como tengamos conciencia o noticia de ellas.” (Mosterín, 1987, p 22).

A la hora de renunciar a una de dos creencias contradictorias no derivadas, normalmente consideramos racional mantener la creencia obtenida por uno de los primeros criterios antes señalados y renunciar a la obtenida por el criterio posterior. Así, tendremos máxima reluctancia a renunciar a la creencia de los enunciados analíticos y renunciaremos con la mayor facilidad a la creencia basada en testimonios fiables. No obstante, este ejercicio, en realidad, no es tan simple; pues, por ejemplo,  puede estar basada en una comprobación directa pero oponerse a teorías científicamente establecidas o a múltiples testimonios fiables. No obstante, lo importante en este punto es la exigencia de rechazar de nuestro sistema de creencias toda contradicción de la que tengamos noticia.

En definitiva, hemos propuesto, con Mosterín, el siguiente concepto de racionalidad creencial: Un humán determinado x cree racionalmente que  (donde  es una idea cualquiera) si y sólo si (1) x cree que  y (2) x está justificado en creer que , es decir,  es analítico, o x puede comprobar directamente que , o  es una opinión científica vigente en el tiempo de x, o hay testimonios fiables de que , o  es deducible a partir de otras ideas 1 ... n y x está justificado en creer que 1 ... n (esta cláusula convierte a esta definición en recursiva) y, además, (3) x no es consciente de que  esté en contradicción con ninguna otra de sus creencias. Si un individuo cree de hecho en todas y sólo las ideas en que le resulta racional creer, o al menos está siempre dispuesto a modificar su sistema de creencias en tal sentido, diremos de él que es racional en sus creencias. Si cree más ideas que las que racionalmente puede creer, diremos que es un dogmático; si cree menos, un escéptico.

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