AMERICA LATINA ENTRE SOMBRAS Y LUCES

 

 

Aquí y ahora

Para la mayoría de nosotros -ciudadanos de América Latina que no formamos parte de ningún gobierno ni de ningún partido político, la única oportunidad de influir en las estructuras del poder radica en el sufragio electoral abierto cada cuatro o cinco años.

 Así, es nuestra ineludible responsabilidad la de aprovechar esa única oportunidad y elegir buenos gobernantes.

Desde luego, discernir si un candidato ‘bueno’ o ‘malo’, dependerá exclusivamente de nuestro propio criterio individual, cualquiera que este sea y como quiera que se haya moldeado. Pero si creemos que el principal -sino el único- objetivo de todo ‘buen’ gobierno es el de alcanzar el bienestar de la mayoría de la población, entonces antes de elegirlo debemos descubrir su verdadera intención de perseguir el crecimiento, la estabilidad y la equidad que –según Adam Smith y en lenguaje del Siglo XXI- son los tres pilares básicos del desarrollo económico. 

 

En Latinoamérica, el primer pilar del desarrollo se asienta en el crecimiento económico que –ya lo vimos en el capítulo nueve- solo puede reflejarse fielmente en el número de fuentes de empleo que el sistema económico sea capaz de crear. Por lo tanto, es nuestra obligación y nuestro derecho exigir que en toda política se preserven las fuentes de empleo y, además, exigir que mes a mes se publicite el número de compatriotas que tienen trabajo. Las tasas del desempleo que hoy se publican falsean la realidad porque –aunque parezca paradójico- logran un menor índice cuando mayor sea el número de emigrantes. 

 

La segunda condición del desarrollo, la estabilidad financiera, requiere crear el peso latino. Y para crear el peso latino –así habíamos concluido- el camino más corto cruza a través de la adopción temporal del dólar: la dolarización

La dolarización, desde luego, tiene ventajas y desventajas, varias de las cuales ya fueron resumidas en el capítulo once; donde también concluimos que las desventajas se desvanecerán cuando el dólar sea sustituido por el peso latino. Pero para los primeros países que adopten la dolarización, es obvio, subsiste el peligro adicional de que los demás países prefieran seguir devaluando para captar el mercado de sus vecinos.

Sin embargo, si logramos que en un año cercano, un grupo de seis o siete países latinoamericanos adopten el dólar,[1] entre esos países ya podrán crear el peso latino; el cual no solo que iniciará la unidad de América Latina, sino que neutralizará los ataques de aquellos que prefieren seguir devaluando.

Así, nuestra próxima tarea –aquí y ahora- es la de elegir gobiernos que, antes de ser electos, se comprometan a transitar por el atajo que conduce a la creación del peso latino.

 

La tercera condición del desarrollo, la equidad económica, no puede ser visualizada con tanta precisión como las otras dos. No obstante, ya lo vimos, Adam Smith claramente puntualiza que cualquier actuación del gobierno destinada a ‘perjudicar los intereses de cierta clase particular de ciudadanos, con el único fin y con el solo objeto de fomentar otra’; es una agresión contra la equidad y el desarrollo económico.

 

Y quizás deberíamos añadir -sobre la base de la experiencia  latinoamericana- que toda acción destinada a favorecer cierta clase particular de ciudadanos casi siempre ha engendrado esa putrefacta corrupción que ha permanecido sin castigo y oculta detrás de los ‘objetivos nacionales’ que han sido enaltecidos por la cínica complicidad entre el favorecedor y el favorecido.

 

Por ejemplo, los ‘objetivos nacionales’ que justificaron la nacionalización mexicana, la capitalización chilena, la chucuta venezolana, la sucretización ecuatoriana y la desdolarización argentina, así como los otros mecanismos que, recordábamos en el capítulo tercero, a lo largo de las últimas décadas han sido manipulados para perjudicar a muchos y favorecer a pocos.

 

Desde luego, también existe la posibilidad de que alguna vez algún gobierno pueda utilizar su poder en la dirección inversa. Es decir, para perjudicar a pocos y favorecer a muchos.[2]

 

Pero incluso sí esto último fuera el caso, debemos insistir que para Adam Smith la noción de equidad no es importante por su connotación moral, por su carácter benéfico o por su relación con la justicia y la ética,[3] sino por el impulso que la equidad irradia sobre el desarrollo económico.

 

[1] Actualmente, además de Panamá, Ecuador y El Salvador, los países con mayor opción para dolarizarse parecerían ser Argentina, Colombia, Honduras, Paraguay y Uruguay.

[2] Se supone que esa debe ser la intención de todo gobierno progresista. Pero como la historia lo demuestra –y no solo la historia de la Unión Soviética- cuando un gobierno decide utilizar su poder para depositar riqueza en un determinado grupo, ese ‘grupo’ termina siendo él mismo.

[3] La importancia que esos valores tienen desde la perspectiva de la solidaridad humana, es resaltada en su otra gran obra: ‘Teoría de los sentimientos morales’.

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