RESEÑAS BIOGRÁFICAS DE FIGURAS SIGNIFICATIVAS EN LA HISTORIA DE CUBA (TERCERA PARTE)

Raúl Quintana Suárez
Bernardo Herrera Martín

Lucero Moya, Oscar Antonio


 Joven revolucionario destacado en  la lucha clandestina contra la dictadura batistiana.  Nace el 30 de abril de 1928, en Palmarito de Cauto, Oriente, un asentamiento rural enclavado en territorio que actualmente comprende el Municipio de Mella, en la provincia de Santiago de Cuba. Sus padres, Manuel y Amparo se habían asentado en el batey del antiguo central azucarero Miranda donde habían formado una  numerosa  familia de 11 hijos. Sin embargo, a los tres años de edad, él y sus hermanos quedarían huérfanos de padre, por lo cual tuvo una niñez preñada de penurias económicas. Se hacían sentir los embates del «tiempo muerto», la politiquería y las injusticias sociales. Realiza sus primeros estudios en la Escuela Pública del batey de Miranda. Posteriormente la familia se traslada a El Cristo, donde luego de terminar la enseñanza primaria, matricula en el  Colegio Bautista El Sinaí para  gracias a una beca concedida por el pastor Agustín González, su director. Allí conocería a Frank País García. En Santiago estudia en el instituto de segunda enseñanza, también junto a Frank, y alterna junto a él en la dirección del movimiento juvenil de la Iglesia Bautista. En 1955 se gradúa de Bachiller en Letras. Matricula en la Facultad de Derecho en la universidad de Oriente y trabaja al mismo tiempo, como obrero pesador en el central Miranda,  pero son empeños que no puede continuar. El golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y los  asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953 lo motivan a incorporarse a las filas de la Juventud Ortodoxa. Funda la organización Acción Libertadora y más tarde, junto a Frank País García, Pepito Tey y otros revolucionarios, integra la membresía de Acción Revolucionaria Oriental. En julio de 1955 Fidel Castro parte al exilio a organizar la lucha armada  no sin antes fundar en La Habana el Movimiento 26 de Julio. Para los revolucionarios dentro del país queda el cumplimiento de importantes tareas para retomar la lucha emancipadora.  Oscar Lucero es uno de los que se incorpora a las acciones del Movimiento en el llano. Tras el intento infructuoso de la fundación del II Frente en la zona noroeste oriental, es designado por la dirección del Movimiento para reorganizar la lucha clandestina en Holguín, como coordinador en el territorio. La feroz represión desatada por la dictadura en todo el país tras el alzamiento del 30 de noviembre de 1956, y luego con el fracaso de la expedición militar del Corinthya, por el norte oriental, en mayo de 1957, habían dejado desarticulada virtualmente la dirección del  Movimiento 26 de Julio en el territorio. Luego de varios meses de paciente labor junto a decenas de valiosos compañeros se logra materializar una de las misiones clave en la zona: el ajusticiamiento revolucionario del coronel Fermín Cowley Gallegos, ejecutor principal de los asesinatos de 23 militantes revolucionarios en las llamadas  Pascuas Sangrientas. Logrado  este objetivo y ante la necesidad de continuar fortaleciendo la lucha en todo el país, Oscar Lucero es destinado entonces a la capital del país, donde se incorpora como colaborador de Marcelo Salado, quien asume el frente de acción del 26 de julio  tras la caída en combate de los revolucionarios Sergio González López (El Curita) y Arístides Viera González. Encabeza el comando que secuestra al as del volante argentino  Juan Manuel Fangio, el 23 de febrero de 1958 y participa en la organización de la huelga revolucionaria del 9 de abril de 1958. La lucha clandestina continuaría incrementándose, al mismo tiempo que la represión de la tiranía se tornaba cada vez más violenta. Eran hechos demasiados contundentes que el dictador Fulgencio Batista pretendía ocultar bajo una farsa de estabilidad y supuesta neutralización de las fuerzas rebeldes. El 28 de abril de 1958, la policía irrumpe en el apartamento del edificio sito en la calle 13, cerca de Paseo, donde residía Oscar Lucero. El conocido toque de contraseña en la puerta del apartamento no lo advierte del peligro. La delación por un traidor al M-26-7, ahora uniformado y con los grados de teniente, habían llevado hasta allí a la soldadesca. Sería la última vez que se le viera con vida. Según narra Renán Ricardo en su libro El Héroe del Silencio, en una grabación magnetofónica encontrada posteriormente sobre los «interrogatorios» realizados a Oscar por la SIM, y que varios de sus compañeros pudieron escuchar, se pudo llegar a la conclusión de que no dijo una sola palabra que comprometiera al movimiento o la vida de algún compañero, pese a que él era precisamente uno de los revolucionarios que mejor conocía las actividades, sitios y nombre de los militantes. A  pocas horas del triunfo de la Revolución Cubana, el 1 de enero de 1959 al localizarse la celda marcada con el número 6, donde le asesinaron con saña, en el antiguo edificio del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), en la Ciudad de La Habana, se halló escrito en la pared: "18 de mayo de 1958 aún vivo Oscar."  Es asesinado, después de ser cruelmente torturado,  el 19 de mayo de 1958.

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