CUESTIONES

Francisco Javier Contreras H.

SOMOS LO QUE SOMOS,
POR NUESTRA FORMACIÓN CATÓLICA.

Somos lo que somos, por nuestra formación católica. Tanto nuestras virtudes como nuestros defectos, todo lo que nos caracteriza como mexicanos, se lo debemos a nuestra cultura católica. Los mexicanos nacimos como nación en 1521, y desde entonces, hasta que aparecieron las primeras escuelas para el grueso de la población, los medios de comunicación y los viajes regulares, es decir casi quinientos años, nuestra única fuente de información y de formación, fue la que recibimos a través del púlpito. De tal manera que no teníamos nada que nos dijera como era o debía de ser nuestra forma de conducirnos, fuera de la que ofrecía buenamente el sacerdote que guiaba a cada comunidad.

Si somos democráticos o no, si tiramos basura en la calle o somos limpios, si somos emprendedores o conformistas, si simulamos o somos auténticos; seamos como usted crea que somos, ello se lo debemos a nuestra cultura católica. Somos como nos enseñaron a ser. No somos, como no nos enseñaron a ser. Si muchos vamos a misa los domingos, es porque así nos enseñaron; si igual nos hubieran enseñado desde el púlpito a no tirar basura, seríamos un pueblo limpio.

Si se hubiera conocido la democracia en España hace quinientos años, nos hubieran enseñado a ser democráticos; pero como sólo conocíamos gobiernos impositivos desde España, también los centrales de México fueron impositivos y así lo fueron los de los estados, los municipales y; cada uno de nosotros, al gobernar nuestra la casa, fuimos también impositivos con nuestra familia.

Y mencionamos, cultura católica, porque algunos somos de religión católica y por ello de cultura católica, pero puede haber alguien que sin que sienta ningún compromiso con los principios de vida católicos, y por ello no sea un católico practicante, si se guíe por aspectos de la cultura católica en su vida diaria; como bautizarse, casarse por la iglesia, organizar su año de trabajo tomando en cuenta fechas como la navidad o semana santa, poner a sus hijos nombre de santo, etc.

Cada pueblo, es lo que es, por su cultura. Llamamos cultura de un pueblo, al conjunto de valores que lo guían, que le señalan lo que es correcto y lo que no lo es: a las reglas que están escritas y a las que no lo están, pero que hay que cacharlas en el aire, si se quiere tener un buen lugar entre los demás.

Estas reglas, escritas o no, se forman por declaraciones de las personas influyentes de cada comunidad; por las declaraciones orales y por el ejemplo que ponen a los demás de cómo conducirse, cuando ellos a su vez se comportan de determinada forma ante una situación dada; y a su vez, las personas influyentes en cada comunidad, lo son así por que ellos encarnan mejor que otros el anhelo intimo de cada grupo humano.

Así, si hay una comunidad donde sea necesario ser cazador, el que mejor cumpla esa función, el que sepa dirigir a los demás a cobrar las mejores piezas, ese será el modelo a seguir y el líder natural de esa comunidad; y por ser el que mejor hace lo que esa comunidad desea lograr, será la persona más influyente de ella; y por tanto, el que marque modelos de comportamiento para los demás. Aquí habrá un proceso de mutuo reforzamiento o retroalimentación: el líder le da a la comunidad lo que ella necesita y la comunidad se cuelga de sus ejemplos y de sus enseñanzas y los consolida como un modelo a seguir; luego al rato, después de muchos años, esa comunidad es un ejemplo, multiplicado por muchos, de lo que en su momento fue su líder.

Decíamos, que cada grupo humano, es lo que es por su cultura; y que la cultura de esas sociedades se forma por el conjunto de reglas escritas y no escritas que rigen a cada comunidad; y cuando nos referimos a esto, estamos diciendo que casi todos queremos hacer las cosas bien, y ser aceptados por nuestro grupo humano, tener un lugar en él, ser alguien entre nuestros iguales; y por ello nos fijamos bien, en cómo son las reglas de convivencia humana que nos señalan a las personas “buenas” y a las personas “malas”; y esto se traduce como personas aceptables o no aceptables en un grupo social determinado.

Porque queremos ser aceptados en nuestro grupo social, estamos atentos a las reglas que marcan los líderes de la sociedad de la que formamos parte; pero ellos hacen las reglas con lo que dicen y con lo que no dicen, pero que hacen; así uno de ellos dirá, se debe actuar así, o vestir de tal forma y la mayoría de nosotros que queremos ser aceptados en la sociedad, lo imitaremos rápidamente; pero también imitaremos los gestos y ademanes que él haga, aún sin percatarse de ello; así, pudiera ser que alguien influyentes usara algún tipo de ropa diferente, pero como es el líder, no se le critica, sino que parece un detalle de buen gusto, y entonces se le empieza a imitar y nace una moda y si pega mucho se convierte en algo típico de esa sociedad y en parte de su forma de ser.

Pero a veces, puede ser que alguien pretenda enseñar una cosa y enseñe otra; así, yo puedo creer que soy muy honesto y desear que los demás lo sean, pero si los que me rodean siente que yo no soy muy auténtico, yo estaré dando a todos un doble mensaje: el que digo con mi boca y el que expreso con mis actos; y si soy un personaje influyente en la sociedad y digo no hagan esto y yo lo hago, en realidad estoy enseñando que es permitido un doble juego y una doble moral.

Y luego, si porque soy prestigioso ante los demás, cuando alguien critica mi doble juego, lo señalo y lo fustigo ante la sociedad, lo que estoy enseñando es que hay una doble moral; unas reglas para los que son influyentes o poderosos y unas reglas para los que no lo son: los importantes y los que no lo son, no son iguales y están mandados por normas diferentes. Entonces lo que voy a enseñar es: no aspires a ser justo (opción cristiana); mejor aspira a ser influyente, y así no estás sujeto a la ley (opción mexicana). Conclusión: obedecer la ley, es para los no influyentes.

Alguien decía: el pobre se emborracha y el rico anda alegre; el pobre es chismoso y el rico muy comunicativo, etc. O si alguna persona no influyente critica el actuar de un grande, le diríamos; cállate, tu no eres nadie para juzgar a don fulano; donde estaríamos diciendo que las normas morales que rigen a aquel personaje son tan complejamente grandes que no podemos clasificarlo como buenas o malas; sin embargo, está haciendo cosas que si las hago yo son evidentemente malas. Entonces hay una doble moral y hay dos grupos sociales bien diferenciados

Así, decíamos al principio de esta plática, que somos lo que somos como sociedad mexicana, por nuestra formación católica; y ello se debe a nuestra cultura católica. Lo que hacemos o dejamos de hacer, está marcado por el conjunto de valores de nuestra cultura católica. ¿Y cuáles son sus rasgos principales?

Ante todo, nuestra cultura católica es la de una forma de ser mayoritariamente homogénea, sin experiencia en el trato con formas de ser diferentes; donde resulta que como durante casi 500 años todo se hace de una misma forma, y tendemos a reforzarnos mutuamente con aquello de que estamos en la religión correcta, para seguir siendo como somos y evitar el cambio. Eso nos sucede a nosotros y ello les pasa a todos los pueblos que por falta de contacto con otras formas de ser y de pensar, tienen una forma de ser predominantemente mayoritaria.

Tan seguros estamos de vivir en la religión correcta, que nos sentimos muy autorizados a faltar al amor cristiano para con las otras religiones, a las que nos creemos con derecho a criticar, a llamarles despectivamente “sectas”, y ello para aclarar que no están al mismo nivel que nosotros y por lo tanto no considerarlos nuestros iguales, o sea nuestros hermanos… aunque a ojo cerrado sabemos que si Cristo anduviera caminando junto con nosotros por la calle, Él si los saludaría y los trataría como hijos suyos sin distinción alguna. Y esta forma de no amar a nuestros hermanos en Cristo, ¿nos la inventamos nosotros, o nos la enseñaron desde el púlpito?

¿Cómo podemos centrar toda nuestra vida en la religión del amor de Dios, y al mismo tiempo actuar con tanto desamor con personas que también siguen a Jesús, pero de una manera que yo no entiendo? ¿Eso no será intolerancia hacia formas de ser y de pensar que no alcanzamos a comprender? ¿Y Cristo quiere que seamos intolerantes con nuestros hermanos?

El punto es que aquí hay un doble juego, una doble moral; de la que muchas veces ni siquiera estamos conscientes de que exista. Y esa doble moral que nace de la religión, también es aplicada en muchas cosas de la vida diaria. Por ejemplo: me molesta que otro se estacione en mi cochera, pero sí yo me estaciono en la de otro, me fastidia que se incomode, pues “sólo fue por cinco minutitos”; si alguien se estaciona mal, reclamo qué dónde anda el agente de tránsito, que nunca está cuando se le necesita, y si a mí me multan, me indigno por la prepotencia del oficial, pues “nomás fue un minutito” y trato de hacer valer mi amistad con fulano de tal, que tiene algo que ver en la autoridad, para que me condonen la multa, tan “injustamente aplicada”, por ese “empleaducho que hasta tiene mala ortografía”. (Como si su forma de escribir justificara mis burradas)

Muchos de nosotros, somos muy buenos para juzgar a los demás, pero nos incomoda si oímos que alguien dice algo que no nos gusta sobre un sacerdote de la religión católica, y le decimos a ese que habló, que no somos nadie para juzgar a los padres. Entonces hay cosas que si las hago yo están mal, pero si las hace un sacerdote están bien. Esto es doble moral. Desde esta lógica, hay cuando menos dos tipos de gentes: a los que sí podemos juzgar y a los que no; luego no somos una república, porque el primer requisito de una sociedad así, es de que todos seamos iguales ante la ley.

El punto es que si admito que alguien de mi grupo sea tan superior a mí, que no lo puedo juzgar porque tal vez él tiene conocimiento que yo ignoro, entonces también acabaré justificando las acciones del gobernante, porque también sabe cosas que desconozco; y luego ya se enredó la cosa, porque muchos de los que juzgo mal, saben cosas que yo no sé… y dígame usted, ¿cómo se puede sostener y justificar una forma de ser de doble moral?

Somos lo que somos, porque así nos han formado; pero ya va siendo tiempo de que seamos responsables de nuestros actos, y aprendamos a revisarnos a nosotros mismos, y seamos congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos; entre lo que queremos que hagan los demás y lo que estoy dispuesto a hacer yo.

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