APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

Alejandro Landaeta Salvatierra (CV)
PDVSA Servicios Petroleros, S. A.

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V.4. Apropiación mercantil de RPI

La conversión de las divisas petroleras a bolívares en procesos de inestabilidad funcional encara al Estado el riesgo de distorsión adquisitiva, de una forma equivalente a cómo para el capital una acción devaluacionista puede significar descapitalización o pérdida de dominio adquisitivo. Frente a una acción devaluacionista el capital tiene la opción de elevar los precios mientras la afectación de la demanda no impacte negativamente ni la tasa ni la masa de ganancia. Mientras más concentrado sea un capital particular, gozará de holgura reactiva para mantener su poder en desmedro de los asalariados y de otros capitales. Pero el Estado venezolano no consigue proteger sus posiciones con la misma efectividad, en parte porque el Estado y el capital han sido socios tácticos en pro del interés privado.

Al analizar la esfera de la circulación dimos cuenta de una de las más importantes formas de apropiación de renta, la ganancia cambiaria. Esta práctica es particularmente insidiosa gracias a las debilidades de los controles de divisas. En la coyuntura presente de conjura económica y política, es tal vez el mecanismo de mayor impacto, pero ha sido reiterativo su accionar desde hace mucho tiempo. Como método de sustracción, se limita al ámbito circulatorio. La ganancia cambiaria, cuando se hace tenaz, responde a la propia configuración de la economía, a sus límites estructurales.

Otra forma usual de captación subrepticia de renta es el de la banca comercial a través de los instrumentos de la política monetaria del Estado. Estos instrumentos, aunque son de uso universal en las finanzas públicas, se transforman en vehículos de dicha captación, constituyendo un mecanismo secundario de apropiación, usualmente asociado a la ganancia cambiaria cuando hay controles formales. La banca tiene la exclusividad del crédito público y del control de la liquidez mediante colocaciones remuneradas en operaciones de mercado abierto, logrando del Estado los intereses y rendimientos que han contribuido significativamente con sus ingresos desde que la inflación se hizo crónica en Venezuela. 1 El crédito público, además de la percepción normal de plusvalía, puede conllevar transferencia de renta para el sistema financiero desde todo el sistema de valorización, de una forma análoga a como ya vimos que hace el capital comercial. El capital financiero en su expresión depurada no es productivo, lo mismo que el comercial, y puede resultar especialmente nocivo para el metabolismo económico en su totalidad.2

La hipótesis aquí trazada es que las prácticas de apropiación de renta mediante la realización de ganancias conspicuas, logradas en el proceso circulatorio, no dejan de ser recurrentes y normalmente perniciosas, aunque no descansan en la funcionalidad ordinaria del sistema de valorización. Existen mecanismos de apropiación privada de renta (y en general, de plusvalía social) de carácter ilícito. Las formas veladas que constituyen las prácticas ilícitas son aditivas y responden a la exacerbación del lucro capitalista, que no da lugar a ningún vacío cuando se trata de oportunidades de rentabilidad, sin distingo de su legalidad. El concierto para el enriquecimiento ilícito que practican con frecuencia funcionarios del Estado con agentes privados es una costumbre arraigada y cancerígena, bastante normal en las contrataciones públicas y otros actos administrativos. Estos mecanismos, aun en su calidad de epifenómeno, son consustanciales al desenvolvimiento consuetudinario del ejercicio económico y mercantil en Venezuela, porque de hecho corresponden a prácticas comunes a todo el sistema capitalista global.

La transferencia mercantil de renta3 ocurre en la forma de un rebasamiento del límite adquisitivo medido contra la potencialidad de su realización externa, es decir, cuando la masa de valor importado que se adquiere en el mercado interno es menor a la misma masa que se puede adquirir en el exterior mediante la importación directa de quien percibe las divisas. La transgresión de este límite puede suceder sólo como efecto de una ruptura de tolerancia frente a la presión que ejerce el capital por maximizar la tasa de ganancia bajo circunstancias en las cuales el Estado, que normalmente no se hace de una conciencia cuantitativa del potencial adquisitivo externo, es incapaz de evitar la socavación patrimonial frente a las deformaciones circulatorias con efectos re-distributivos. El mecanismo de venta de divisas al sector privado, combinada con la ejecución presupuestaria en bolívares, provoca vulnerabilidad o menoscabo de la fortaleza fiscal de la renta, apuntalada por la persistencia de la cultura de estabilidad nominal espuria de la moneda gracias a la sobreoferta fiscal de divisas.4

La transferencia mercantil de renta es un resultado de la disparidad triangular o de arbitraje entre el precio de una mercancía cualquiera en el mercado interno y el precio de importación de esa mercancía, descontando costos CIF y de nacionalización, que se traduce en una diferencia entre el tipo de cambio nominal y el real implícito en el precio. En un escenario ideal de estabilidad monetaria y respaldo real del bolívar, los ingresos fiscales habrían de tener la misma efectividad adquisitiva sobre mercancías importadas ya sea en bolívares o en divisas, pero las deformaciones circulatorias que provoca la fluctuación de los ingresos petroleros relaja necesariamente dicha estabilidad. La deformación se hace patente en la apreciación del tipo de cambio fiscal, que se puede hacer crónica bien sea como política velada o por la dinámica distributiva.

La efectividad de los ingresos pasa entonces por un primer estatus, plasmado en divisas, extra arca, pasando a un segundo estatus plasmado en bolívares, in arca. Para que pueda haber transferencia mercantil de renta, lo contrario a un impuesto cambiario, se deben cumplir las siguientes premisas: a) los precios de las mercancías importadas expresados en moneda local deben ser mayores a los precios FOB de las mismas mercancías multiplicados por el tipo de cambio fiscal, descontados costos por fletes, seguros y de nacionalización, sin considerar recargos arancelarios; b) en condiciones homogéneas de las estructuras de costos de un capital comercial cualquiera que realiza la mercancía indistintamente dentro o fuera del ámbito de circulación de la moneda local, la tasa de ganancia interna debe ser mayor; c) el tipo de cambio fiscal debe ser menor que el tipo de cambio real, definido como el cociente entre el agregado del valor de las mercancías importadas en los términos de la premisa “a)”, expresado en moneda local, sobre el mismo agregado expresado en divisa.

Como la importación de mercancías conlleva distintas magnitudes de producto de valor según que se destinen al consumo final, al consumo intermedio o a la formación de capital fijo, la productividad interna también imprime diferencias en los valores del producto final respecto de sus pares en el extranjero, como sucederá de todos modos con dos mercancías idénticas producidas en dos procesos distintos cualesquiera. La presión del mercado tiende a nivelar las productividades, y eso en algún grado debe suceder entre las mercancías producidas en el centro y las producidas en la periferia del sistema global, dejando a un lado la incidencia de las políticas proteccionistas. Pero si se conviene como patrón observable que las productividades en la periferia acusan rezago respecto de los grandes centros industrializados, cabría esperar que el procesamiento de mercancías importadas esté asociado a valores intrínsecamente no competitivos, es decir, a procesos más costosos por una mayor elongación del tiempo social necesario del proceso de producción inmediato (aditivo). El mayor volumen comparado de la fuerza de trabajo activa se compensa con salarios más bajos debido a una mayor disponibilidad de trabajadores, pues con bastante seguridad la proporción del plantel productivo en relación a la población económicamente activa es menor en la periferia.5

En los casos de las mercancías destinadas al consumo final (importadas por el capital comercial), el valor agregado asociado es suficientemente grácil como para no presentar diferencias importantes con la contraparte extranjera. Se espera que las diferencias afecten sólo el valor del capital variable, (realidad que sirve al capital exportador de la periferia para ofrecer precios competitivos cediendo plusvalía sin medrar la tasa de ganancia). El capital comercial importador de aquí habría de “succionar” menos plusvalía que su equivalente extranjero, lo que es realmente indiferente excepto como una ventaja “competitiva” frente a la opción hipotética práctica por parte del consumidor de comprar la mercancía en el exterior o importarla directamente. Las tasas de ganancia del capital comercial importador pueden tender a ser efectivamente más altas que las del exterior, y esto habría de extenderse a todos los capitales.

La posibilidad funcional de tasas comparativamente más altas significa una mayor succión de plusvalía. Si además los precios tienden a ser más altos por ser menor la productividad, plantea la cuestión de una presión regular hacia la sobrevaluación de la moneda. El único regulador eficaz, aparte de una renta creciente, sería la afluencia de capitales extranjeros no petroleros. Luego, los “empresarios” pueden ofrecer precios homologados si es posible compensar una menor productividad con salarios más bajos, superando incluso sus tasas de ganancia a las del exterior. Adicionalmente, en el caso del capital productivo, la baja productividad que acarrea la normalmente alta capacidad ociosa es una base coadyuvante de la presión inflacionaria que tiende a rezagar la renta monetizada respecto de los precios. Así, la baja productividad se convierte en un factor que propicia la apropiación mercantil de renta en tanto fuente complementaria. El retraso en el reemplazo tecnológico de plantas que emplean un elevado componente importado no permitirá la oferta de precios de competencia, amén de pertenecer a estructuras empresariales monopólicas. Estas estructuras son una de las causas que hace innecesaria la constante actualización, pues el fabricante, que ya disfruta de bajos costos salariales relativos, es capaz de garantizar altas tasas de ganancia sin la amenaza de la competencia exterior o del aterrizaje de inversión extranjera hostil.

Otros factores favorecen los diferenciales de precios, como la monopolización “empresarial” de las divisas, la dificultad objetiva de la mayoría de los consumidores de hacer importaciones directas, o las deseconomías de la escala arancelaria para nacionalizar importaciones minoristas. No obstante, hoy en día las herramientas informáticas de compra-venta permiten comparar precios de cualquier parte del mundo en tiempo real y efectuar transacciones internacionales, lo que ofrece a los consumidores datos que anteriormente eran difíciles de obtener, dotando de mayor transparencia y competitividad a los “mercados de pulgas” en Internet (especialmente durables). Pero en general los consumos se realizan en el país conforme a la cesta de productos tasada en bolívares, con plena incidencia de las alteraciones estructurales y nominales de los precios respecto de los valores. Los salarios que paga el Estado en bolívares quedan a merced de las determinaciones de las tasas de ganancia y de las deformaciones circulatorias, de manera que cuando el presupuesto público drena hacia todos los canales receptores, su realización efectiva ocurre nominalmente mediante el universo interno de transacciones mercantiles, incluyendo operaciones de recompra de divisas.

Si la tasa interna de explotación satisface tasas de ganancia iguales o superiores a las del exterior, el límite adquisitivo de la renta no tiene porqué ser transgredido. De allí la necesidad de examinar la vulnerabilidad fiscal a partir de la reactividad de la fluctuación de los ingresos petroleros. Si no hay garantías automáticas que  eviten la apropiación de renta por parte de los capitales petroleros, tampoco hay garantías para evitar la apropiación privada de renta en el seno del metabolismo mercantil. El Estado puede establecer escudos para contrarrestar las deformaciones que socavan su dominio adquisitivo, los cuales tienden a alimentar esas mismas deformaciones cuando el capital logra imponer su hegemonía metabólica-mercantil. Es una de las contradicciones del capitalismo rentístico contemporáneo. La capacidad de complementar plusvalía con absorción directa de renta obedecerá a la situación del mercado petrolero, a la magnitud de la renta diferencial, al estado del capital productivo en actividad y a la eficacia de la demanda solvente. De aquí se desprende un aspecto interesante: la posibilidad teórica de atenuación eventual del grado de explotación interna al adicionarse renta a la masa de ganancia. Aspecto que ameritará luego un comentario sobre ciertas observaciones empíricas plasmadas en el ya citado trabajo de Baptista y Mommer sobre el comportamiento atípico del salario real respecto de la productividad del trabajo.

Se hace entonces conveniente esbozar formalmente la condición necesaria para que ocurra transferencia mercantil de renta en tanto mecanismo de apropiación no directamente perceptible y ni mesurable. De esta manera es posible dimensionar las interrelaciones que nos harán entender la confluencia de varios factores, entre ellos el peso del capital fijo, el grado de explotación del trabajo, los precios externos e internos de las mercancías que se producen y/o realizan en el país, la magnitud del producto de valor, y la tasa de ganancia. Es necesario introducir así el contraste entre dos estructuras de producción de una mercancía homogénea dada, situadas respectivamente en el ámbito externo e interno, tasadas según sus correspondientes monedas. Estas estructuras pueden ser proporcionales o pueden diferir en cualquiera de sus componentes según las premisas a establecer. Si son proporcionales, significa que las productividades son idénticas así como las remuneraciones salariales, siendo idénticas también sus composiciones orgánicas. Aquí entra el presupuesto de identidad de sus precios de producción, lo que sólo tiene alcance metodológico. Toda diferencia de precios obedecerá a la incidencia de un factor exógeno o no inherente a la estructura particular de valorización.

Sin embargo, una definición formal de la condición requiere reducir la categoría precio a la categoría valor, a objeto de establecer en los términos apropiados la masa de equivalencia adquisitiva de la renta percibida en dinero, definiéndose tal masa de valor como

RPI = W.

Esto es: la renta petrolera internacional (RPI) representa un poder de demanda expresado por una masa de valor W, siendo W una fracción de una masa más amplia de valor de un universo dado de mercancías que se ofrecen en los términos del patrón fiduciario de la renta. 6 La realización de la renta es especular a la realización de las mercancías pertenecientes al dominio de W, con lo cual la definición rigurosa de la masa de valor, en un ciclo de realización t – 0, se establece según la identidad

RPIt-0 ≡ W t-0.

La RPI expresada como masa de valor es, por lo tanto, fáctica y estocástica. 7

La renta se monetiza localmente mediante el acto de cambio, proporcionando divisas a los importadores mercantiles, que transforman dichas divisas en los valores W para su incorporación como capital circulante en un ciclo dado t – 0 de reproducción. La expresión de esta transformación es

p RPI = p SC.

La renta monetizada (multiplicada por el tipo de cambio) es igual a la suma de valor de todos los capitales particulares que representan la importación rentística, multiplicados por el tipo de cambio. El poder adquisitivo de la renta monetizada será igual a una masa de valor tal que

p RPI = u (p Ci + CiF + Vi),

donde el subíndice “i” representa los componentes de un agregado de capitales particulares, expresados en divisa, cuyo valor Wi es realizado mediante la demanda rentística, y el subíndice “F” representa el capital fijo autónomo, expresado en moneda local. Luego,

p SC = u (p Ci + CiF + Vi),     (V-9)

expresión que representa el equilibrio de la identidad adquisitiva externa e interna o paridad del poder de compra, es decir, la identidad de las masas de valor que puede adquirir la renta en el mercado interno ya convertida en moneda local, o en el mercado mundial sin convertir. La condición necesaria para que ocurra transferencia mercantil de renta se puede definir entonces según la ratio

p’/p > 1,

siendo p’ el tipo de cambio que define una masa de valor Wi’ dividida por la masa W. Para alcanzar la definición a partir de (V-9) tenemos

p’ SC = u (p Ci + CiF + Vi).

Desarrollando, se obtiene

Esta es la condición formal de la apropiación mercantil de renta. Veremos que es bastante sencilla de comprender, facilitando la noción mediante un ejercicio numérico. Entonces, cuando la condición es mayor a la unidad, se produce transferencia de renta; cuando es menor, el Estado ahorra una fracción de renta (el valor interno de realización es menor que el externo); cuando es unitaria, la renta tiene el mismo poder adquisitivo interno y externo (se traduce en la relación de cambio que expresa paridad de poder adquisitivo). La condición > 1 significa que la moneda está sobrevaluada.

Un escenario que se puede considerar próximo a la regla de los capitales monopolistas internos es el del cuadro 1, aplicable para un capital comercial o productivo. En la estructura comparada tenemos el capital circulante (CC), capital fijo autónomo (CF), capital variable (V) y ganancia (G), para masas de valor expresadas en la columna W. En la última columna se muestra la tasa de ganancia. En la primera fila se destaca una masa de capital foráneo cuya producción se puede importar con una magnitud rentística R. Al cambiar esta magnitud rentística por un tipo de cambio = 4,3, da un importe en moneda local de 1036,3. Esta es la medida adquisitiva interna. En la segunda fila se destaca una masa de capital interno A, que reúne todos los capitales que satisfacen la demanda rentística interna. Los capitales internos B no satisfacen demanda rentística interna. El capital circulante del capital B es el mismo del capital foráneo multiplicado por el tipo de cambio. A su vez, la suma de los capitales circulantes de A y B es igual a R multiplicado por el tipo de cambio, es decir, los capitales A y B adquieren las divisas rentísticas del Estado.

La alícuota de capital fijo es más costosa al cambio en el capital interno, como premisa de menor productividad (v. gr. mayor capacidad no utilizada). Sin embargo, el capital variable interno es menor al cambio por sufragar el capitalista salarios más baratos al cambio. Una productividad baja implica, para un capital que goza de demanda solvente, mayor succión de plusvalía social (es decir, gozaría de una renta diferencial). Sin embargo, al aplicar la premisa de un capital monopolista, éste logra una tasa de ganancia nivelada realizando las mercancías a un precio más alto. Si el Estado decide no vender las divisas sino importar directamente, el precio de realización es de 241,0 expresado en divisas, que al cambio de 4,3 representa una masa medida en moneda local de 1.036,3. Como el capital monopolista realiza en 1.055,4, si la renta se monetiza, sólo podrá adquirir 1036,3, quedando en manos del capital monopolista la cantidad extra de 19,1 (1055,4 – 1036,3). La apropiación rentística por la disparidad de poder adquisitivo es pues de 19,1 unidades en divisa, que representa 1,8 % de la renta (19,1 / 4,3 = 4,4 → 4,4 / 241 = 1,8 %). Para corregir este desbalance, el tipo de cambio debe ser 1055,4 / 241 = 4,38. Este tipo representa la paridad de poder adquisitivo. Así, mientras permanezca el tipo oficial en 4,3, estará sobrevaluado en 1,8 % (4,30 / 4,35 - 1 = - 1,8 %).

Se pueden concebir otros escenarios, mostrados en el cuadro 2. En el primer caso tenemos que la productividad interna es hipotéticamente idéntica a la foránea, con salarios nivelados, sólo que el capital interno logra un mayor precio de realización por su condición monopolista o por cartelización. La tasa de ganancia interna es de 53 %, mayor a la de los capitales foráneos. Siendo las estructuras productivas interna y externa idénticas, el capital interno A logra apropiación de renta al imponer un mayor precio. El caso 2 muestra igualmente una productividad idéntica pero con menores salarios, siendo el capital variable menor al cambio (igual a 35). Al aumentar la tasa interna de explotación, el capital logra mayor plusvalía con una mayor tasa de ganancia, conservando el precio de realización al cambio (igual a 1036,3), sin apropiarse de renta. Para el agente rentista, es indiferente efectuar la importación directa que cambiar y comprar al importador. El tercer y último caso es de equilibrio con productividades idénticas, iguales salarios, y precios homologados con los precios externos. La apropiación de renta es nula. En los casos 2 y 3 los tipos de cambio nominal y real son iguales, y la realización de la renta en divisa o en moneda local importa la misma masa de valor.

Pueden concebirse aun dos escenarios adicionales para el capital A: cuando es menor el precio interno; y cuando el capital variable es mayor al externo. La primera eventualidad conlleva suponer una mayor productividad interna o salarios suficientemente bajos para lograr precios competitivos. El capital A ofrece al agente rentista una mayor masa de valor por un precio menor al externo, conservando la tasa de ganancia al mismo nivel de la externa. En el mercado venezolano esta posibilidad se antoja descartable o muy limitada a casos particulares y/o temporales, que no impliquen un aumento del salario real por una ampliación competitiva de la oferta. La segunda eventualidad es posible en episodios de brote rentístico, pero es conveniente efectuar una aclaratoria conceptual relacionada con una opinión esgrimida por Baptista y Mommer en relación a las presuntas ventajas rentísticas de los asalariados, que veremos en el siguiente epígrafe.

Es posible metodológicamente dimensionar la pérdida adquisitiva interna de renta analizando la dinámica entre los niveles de precios externo e interno y su vinculación con el tipo de cambio fiscal. Asumiendo un índice invariable para los precios externos, basta con aplicar esta sencilla fórmula dado un tiempo t – 0 que comprende la percepción financiera de la renta (pago internacional), su monetización (cambio a moneda local) y el gasto interno presupuestario, para un determinado tipo de cambio:

Pérdida de renta fiscal (en t-0) =,     (V-11)

donde I0 es el índice inicial de precios de la cesta interna e If el índice final en t – 0. El tipo de cambio que corrige el desbalance se calcula por ajuste,

Mantener fijo el tipo de cambio bajo presión inflacionaria ocasiona pérdida de renta fiscal en una proporción determinada por la variación del índice general de precios. Es la razón de porqué las deformaciones monetarias exigen al Estado la necesidad de devaluar. El cuadro abajo muestra un ejercicio numérico que ilustra un escenario de pérdida real de renta fiscal por apropiación mercantil o circulatoria por parte del ámbito privado.

En el ciclo 1 el comportamiento inflacionario provoca una disminución de 23 % de la capacidad de compra interna de cada unidad de divisa. Los empresarios pueden comprar la divisa a 4,30 bolívares, con lo cual la renta, que tiene un poder adquisitivo de 1.000 en el exterior, traduce ese poder a 4.300 nominalmente. Mas la inflación de 30 % modifica la capacidad adquisitiva nominal de 4.300 a 3.308. La pérdida de 23 % del potencial rentístico significa una reducción en divisa de 231. El Estado puede contrarrestar esta merma real depreciando la moneda de 4,30 a 5,59, recogiendo el efecto inflacionario, de manera que la capacidad nominal sube a 5.590. Si la espiral inflacionaria no se detiene, el ciclo 2 reproduce el problema del ciclo 1.

1 En las últimas dos décadas el índice de intermediación financiera (porcentaje de préstamos a los agentes productivos y de consumo) ha estado en distintas oportunidades y casos por debajo de 50 %. Dice al respecto Emmanuel Borgucci “…76%  de  los  intermediarios  financieros venezolanos tenían [en 2003] un índice de intermediación por debajo de 50%. De lo que se deduce, claramente, que la mayoría de sus operaciones eran de adquisición de títulos valores.” (Borgucci, “La concentración y la intermediación bancaria en Venezuela entre 1993 y 2004.” Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 2006, vol. 13, nº 1 (ene.- abr.), pp. 35- 62.) En sus conclusiones, refiere este autor: “la banca venezolana es principalmente en los último años del período de estudio [1993-2004] compradora de títulos valores: …el Estado venezolano cuenta con una fuente diversificada de donde levantar fondos para financiar el presupuesto, y los bancos, a su vez, cuentan con un demandante que de buena o mala gana está dispuesto a proporcionarles una  ganancia de capital e intereses interesantes especialmente a aquellos bancos con un índice de intermediación por debajo de 50 % (que en el último trimestre de 2004 es más de  la mitad del sistema de intermediarios bancarios).”

2 El capital financiero ejerce un efecto ambivalente en el metabolismo capitalista: mientras en condiciones de crecimiento económico e impulsos de productividad sirve para apalancar el crédito indispensable para lubricar la absorción de plusvalía adicional, en los escenarios de estancamiento y recesión se vuelve tóxico, retira capital-dinero de la esfera productiva para colocarlo en las espirales especulativas que acrecientan las masas de capital sin respaldo orgánico.

3 “Transferencia de provento rentístico” (Baptista).

4 La sobreoferta de divisas deviene como una presión inevitable causada por la dependencia rentística de las importaciones. Literalmente es una sobreoferta sobre la capacidad productiva de la economía.

5 Al respecto valen algunas referencias. Un indicador elaborado en un estudio de Berlemann y Wesselhöft sobre stocks agregados de capital es el de intensidad de capital por trabajador (aplicado en 2010), sobre el cual comentan: (…):”High capital intensities indicate that the amount of physical capital available per worker in the production process is also high. (…) Especially China, but also India and to some lower extent also Brazil and Russia do not perform very well in terms of capital intensity.” (Michael, Berlemann; Jan-Erik Wesselhöft. “Estimating Aggregate Capital Stocks Using the Perpetual Inventory Method – New Empirical Evidence for 103 Countries –“; Department of Economics of Helmut Schmidt Universität, Hamburg, No. 125, October 2012).  Esto es, los BRICS, que están distribuidos entre la semi-periferia y la periferia del sistema global, no acompañan a los restantes industrializados en intensidad del capital y en activos de capital por trabajador. China y la India son los países con las mayores poblaciones del mundo. En cuanto a los salarios, la brecha centro-periferia sigue siendo característica a pesar de cierta tendencia global a la “nivelación”. Sobre este particular reza un informe de la OIT: “A comparison of wages in the manufacturing sector across a range of countries by the US Bureau of Labor Statistics found that average wages are still considerably lower in emerging and developing economies than they are in developed economies, but also that the gap is slowly narrowing. (…) The persistent difference in wages between developed economies and emerging and developing economies across the world is evident.” (Organización Internacional del Trabajo, Global Wage Report 2014 / 15, International Labour Office – Geneva: ILO, 2015).

6 Para explicar mejor esto, diremos que la renta efectiva es aquella ya transformada en una magnitud de valor mediante la realización mercantil, no su representación fiduciaria.

7 Lo que esto quiere decir es que la renta se materializa sólo por mediación del valor de las mercancías realizadas. La renta medida en cualquier patrón fiduciario no es más que una disposición en potencia. El carácter factual hace que pueda haber n-combinaciones para n-masas de valor debido a las desviaciones valor-precio de producción de las mercancías. La disposición en potencia es también, por lo tanto, estocástica.