Transformando comunidades hacia el desarrollo local: metodología para el diseño arquitectónico, urbano y del paisaje

Transformando comunidades hacia el desarrollo local: metodología para el diseño arquitectónico, urbano y del paisaje

Rigoberto Lárraga Lara
Víctor Felipe Benítez Gómez
Benito de Jesús Delgadillo Amaro

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La educación ambiental como método de aproximación al diseño participativo

El método de investigación acción llamado “educación ambiental” pretende tener por enfoque educativo una práctica social crítica (Caride y Meira, 2000) orientada a la acción colectiva y a la trasformación de estructuras y paradigmas del diseño de espacios que respondan a las necesidades de una comunidad de estudio.

El desafío principal -en su uso - es convertirnos en facilitadores del fortalecimiento de los componentes de sustentabilidad de los proyectos arquitectónicos y urbanos propuestos, entendiendo el dinamismo del conocimiento empírico (continuidad y cambio) y utilizando la trasmisión de éste en el seno de las comunidades, incorporando como elementos innovadores en el entendimiento de sustentabilidad de los espacios arquitectónicos y urbanos como: autonomía, autosuficiencia, auto dependencia. Uno de los desafíos es utilizar el diseño participativo como instrumento en la innovación de soluciones en el autodesarrollo de la vivienda tradicional sustentable.

Se espera que este método desarrolle capacidades de gestión en el manejo sustentable de sus recursos naturales insumos de sus construcciones, anticipando volúmenes de materiales orgánicos para la construcción de la viviendas necesarias para las futuras generaciones, también se espera que desarrolle capacidad es organizativas en un comité pro vivienda tradicional que pueda planificar y ordenar el crecimiento del asentamiento y sus servicios, normen e incentiven el desarrollo de la vivienda tradicional. Promoviendo responsabilidades locales de tipo sociales, económicas, culturales, institucionales y ambientales al desarrollo de la actividad.

El campo de acción deberá generarse en lo individual con un cambio de conducta, actitud y acciones dirigidas a transformar las estructuras colectivas. Se debe iniciar en el centro de las creencias de las personas rescatando y re-valorando los atributos del sistema de construcción tradicional facilitando a su vez un espacio de reproducción e innovación colectiva, donde nuevas formas y técnicas le den vigencia al sistema tradicional.

Definición de los métodos y técnicas

En el proyecto de educación ambiental se propone de acuerdo con Nieto y Buendía (2008) un modelo educativo integrador que guarde distancia de los modelos escolares convencionales, que además privilegie enfoques innovadores de aprendizaje: activos y significativos; situados, contextualizados, problematizadores, experienciales; basados en teorías cognitivas constructivistas; que resalten la importancia del trabajo en equipo (colaboración) y el trabajo interdisciplinario.

Que además, enfatice la necesidad de adaptar técnicas y materiales a los contextos específicos en que se apliquen y promuevan la importancia de la planeación y participación comunitaria en la toma de decisiones.

Por último se espera que la gente de convierta en sujetos activos de su propio aprendizaje. Que sepan transmitir en el seno de las comunidades de manera eficiente el conocimiento ancestral de cómo construir viviendas tradicionales, y desarrollen un mecanismo de innovación que permita la vigencia de su uso a las necesidades contemporáneas sin poner en riesgo los componentes de sustentabilidad mencionados. Incrementando la capacidad colectiva de los participantes, sus capacidades organizativas y su grado de emancipación.

La Educación Ambiental como método de aproximación al diseño participativo requiere desarrollar materiales y recursos específicos por las características singulares de los participantes, como videos, manuales y guías para el trabajo en equipo. Existen materiales diversos y técnicas que pueden adecuarse en la elaboración del material específico al presente proyecto (Geilfus:1998).

El arquitecto y su responsabilidad social

El Arquitecto adquiere por su título un compromiso con la sociedad y la comunidad, que debe guiar su actividad profesional en orden a contribuir al cumplimiento estricto de sus obligaciones, a la cabal entrega de sus conocimientos y al proceder honrado en las obras donde es requerido.

Según Schweitzer (2008), las expectativas de los arquitectos de la década de los 90´s se relacionaban directamente con la posibilidad de instalar su propio Estudio de Arquitectura, las redes sociales y familiares funcionan para los nuevos arquitectos y la saturación laboral no existía aún, lo cual posibilito y favoreció los emprendimientos particulares cuya característica principal es la mezcla entre el diseño y la construcción, situación que les permite ser los gestores de sus propios encargos.

Esto último no es menor, ya que es evidente la pérdida de interés social del rol del arquitecto, lo cual resulta trágico en un país donde es evidente la falta y carencia de infraestructura y la necesidad de injerencia en procesos urbano-regionales y comunitarios.

Sin embargo, la discusión aquí se detiene un poco ya que obviamente el tema no pasa solamente por la voluntad de los profesionales, sino por la sistemática tendencia de las escuelas de arquitectura de realizar adecuaciones curriculares de acuerdo al mercado y no a ideas de desarrollo de la arquitectura dentro de un proyecto-país. De esta forma, se está en presencia de una doble ruptura muy complementaria: por un lado el estudiante-arquitecto que debe enfrentar el mercado laboral con herramientas que no siempre le resultan útiles y por otra parte, el desarrollo de la disciplina va de acuerdo a lo que dicta el mercado y no a una discusión ética interna.

Sin embargo, aquí surge uno de los primeros debates en torno a la formación disciplinaria, ya que para algunos autores, la formación del arquitecto ha cedido espacio y entregado campos de acción a otras disciplinas que finalmente han mermado la influencia y la injerencia de la arquitectura en diversos temas donde debería levantar una opinión, dando paso a un proceso de desmembramiento profesional.

Ante esta sensación de crisis de la disciplina, una de las posibles salidas se relaciona con el retomar caminos de especialización, recuperar territorio investigativo y trabajar en conjunto a otras disciplinas, explorar nuevos campos de desarrollo y generar espacios para talentos y apuestas formativas, lo cual podría pensarse como una última oportunidad para las Escuelas de Arquitectura de poder precisar diferencias y complementariedades entre ellas.

Es por ello, que se considera un perfil “docente-investigativo” y las variables: a) Necesidad de especialización temática y b) Vinculación trans-disciplinaria. Al parecer, existe una necesidad generada por el propio quehacer arquitectónico que obligaría a los nuevos profesionales a estar más proactivos en cuanto a investigar sobre usos de nuevas tecnologías, nuevos materiales y por otra parte, involucrarse como profesionales en el desarrollo de proyectos trans-disciplinarios que piensen y analicen el “espacio habitable” dentro de las comunidades humanas. Ser arquitecto conlleva una responsabilidad social, que ha sido mitigada por múltiples razones, sin embargo, resulta todo un desafío hoy en día, poder replantear estos temas dentro de las características que debe tener la formación profesional del arquitecto. Según Pérez (2009), el desafío arquitectónico pasa por inventar una nueva manera de acercarse a la construcción del espacio, ya no desde la planificación abstracta y descontextualizada, sino desde el encuentro con un grupo social en su medio ambiente.

Concluimos que el Arquitecto y el diseñador urbano y del paisaje deberá ser un profesional de sólida preparación científica, artística y técnica, con un profundo sentido de la equidad y de la moral. Pondrá su servicio a la sociedad y al hombre e impulsará su progreso y bienestar buscando con su acción, colaborar al logro de esas metas, Al respecto Gargantini (2005) nos recuerda: valores como la fraternidad, la solidaridad y la responsabilidad social deberían orientar la labor académica (profesional), más allá de la competencia, la eficiencia y el éxito personal que han primado en los últimos años que vean su profesión como una posibilidad de servicio a los demás, y que sean capaces de aportar como ciudadanos a la construcción de la sociedad y de responder creativamente a los desafíos de un proyecto de país.

Se hace necesario entonces que los diseñadores, con plena conciencia de los límites de la disciplina, pero a su vez, con el espíritu observador e inquieto que caracteriza la formación, se aventuren en otros campos, complementando los conocimientos y ganando terreno para que el saber efectivamente se transforme en beneficio social.

Por último, es necesario transformar e innovar el papel del arquitecto en la sociedad, de una profesión para las elites, a una profesión para las masas, un profesional, defensor de la democracia, autonomías, gobernanza, la diversidad cultural y el desarrollo comunitario, un facilitador de las dinámicas sostenibles, del empoderamiento y del manejo sostenible de los recursos. Un arquitecto auto empleado, proactivo y sobre todo más humano.