LIDERAZGO POLÍTICO Y DESTREZAS DE GESTIÓN PÚBLICA

LIDERAZGO POLÍTICO Y DESTREZAS DE GESTIÓN PÚBLICA

Eduardo Jorge Arnoletto (CV)

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Comunicación empática y de impacto

(Bibliografía básica:   Morella Daboin et al.: Habilidades comunicativas del líder político: una reflexión local, International Journal of Good Consciencie, 5(1)8-22 ISSN 1870 557X y Carlos Ayala Ramirez: Diez conceptos básicos en torno a los medios de comunicación, en www.scholar.google.com)
Habilidades comunicativas del liderazgo

La comunicación política tiene gran valor en el desarrollo del liderazgo político. Todo líder debe poseer habilidades para comunicarse efectivamente e incentivar a sus seguidores.

En nuestro tiempo es especialmente importante la presencia y actuación del líder en los medios de comunicación, que generan percepciones en la opinión publica que se convierten en “imagen del líder”. De hecho, en muchos casos la comunicación descubre, construye y consolida la identidad de un líder o puede debilitarla y eclipsarla hasta su extinción.

La comunicación se la convertido en un instrumento de poder, que trasmite ideología e influye en los demás, creando opinión publica. La comunicación política es, pues, la capacidad de llegar con mensajes correctos, al segmento de población apropiado y en el momento oportuno. Es también la capacidad de “acusar recibo” de los mensajes que la población envía, y de actuar en respuesta a los mismos.

Una buena comunicación proveniente del líder informa a los seguidores y a la población en general, impulsa con eficacia la realización de sus planes y promueve la transparencia de la gestión, propiciando la gobernabilidad y la cohesión social.

Se menciona en los estudios sobre liderazgo la existencia de tres tipos de habilidades: técnicas, cognitivas e interpersonales. Estas ultimas se refieren justamente a la capacidad de “ponerse en el lugar del otro” (empatía), de interpretar los deseos y necesidades de los demás (comprensión) y de trasmitir proyectos motivadores de futuro. En síntesis, las habilidades básicas de un buen líder consisten en saber escuchar, establecer metas, ofrecer realimentación, evaluar la ejecución, disciplinar y delegar, persuadir, conducir y resolver conflictos, todo ello mediante el uso de adecuados canales de comunicación. También en dichos estudios suelen mencionarse seis competencias relacionales necesarias: empatía, interacción, creación de consensos, influencia, fomento de la cooperación y creación de relaciones y asociaciones.

Debe tenerse especialmente en cuenta que en las sociedades democráticas, los líderes no reciben un mandato incondicionado sino una delegación de poder condicionada a una fiel interpretación de los intereses, necesidades y aspiraciones de los mandantes, lo que refuerza el carácter interactivo de la comunicación.

La posesión de esas habilidades busca asegurar la eficacia y la eficiencia del proceso de la comunicación, logrando lo que se denomina impacto comunicacional. En una obra anterior (Arnoletto, Eduardo: Glosario de conceptos políticos, Ed. Triunfar, Córdoba, 2000, y también en eumed.net/libros) se expresan al respecto los siguientes comentarios: “Siempre la comunicación política fue indispensable para el funcionamiento del sistema político, pero en tiempos recientes, el desarrollo vertiginoso de los medios de comunicación social y la evolución tecnológica que lo ha acompañado ha producido una modificación cualitativa de su influencia, a la que se denomina impacto comunicacional. Cada vez tiende a ser mas cierta la expresión: “Política igual a comunicación”. Lo que no se comunica es como si no existiera, y la política parece cada vez mas una actividad destinada a asegurar un tratamiento preferencia a ciertos mensajes sobre otros”. Pero también aquí añadimos un comentario preventivo de ciertos excesos: “Al mismo tiempo, la sobresaturación de información y de mensajes ha provocado el alzamiento de ciertas barreras defensivas, como puede verse en el “hartazgo propagandístico” que a veces provocan las campañas electorales”.

 Comunicación interna y externa.

La comunicación interna consiste en compartir con las personas de la propia organización el máximo de información posible sobre la vida interna de la organización y sobre la relación de la misma con el medio ambiente social. Implica reducir al mínimo la entidad de los llamados “secretos de empresa u organizacionales”.

Las formas de comunicación interna más frecuentes son: La publicación institucional periódica, los comunicados circulares, las comunicaciones descendentes y ascendentes específicas, las reuniones cúpula – base, las reuniones cúpula – mandos medios, y las vías ascendentes directas a la cúpula.

La comunicación externa es la transmisión y recepción de datos, pautas, imágenes, referidas a la organización y su contexto. Para la organización que tiene su atención centrada en sus clientes y en el público en general, es fundamental mantener un doble flujo de comunicación:

  • Recibir información sobre las variaciones en la dinámica del contexto socio – político y económico en que desarrolla su labor, para poder definir su estrategia y sus políticas.
  • Proyectar sobre el ámbito social una imagen de empresa fundada en información veraz sobre su dinámica interna y su acción objetiva sobre el medio social.

Los interlocutores privilegiados de esa comunicación externa son los clientes, los proveedores, otras organizaciones, la opinión pública y el gobierno.

La comunicación masiva.
Hay tres formas básicas de comunicación: intrapersonal, interpersonal y masiva. La tercera se realiza mediante el uso de dispositivos transmisores, para audiencias numerosas, y es la forma mas frecuente en la comunicación política. Presenta dos modelos básicos: unidireccional y bidireccional.
La comunicación unidireccional consiste en trasmitir informaciones, ideas, emociones, habilidades, mediante signos y palabras a unos receptores que desempeñan un rol pasivo. Hay también una variante, denominada comunicación persuasiva, que sin romper el esquema verticalista, permite cierta retroalimentación desde el receptor.
La comunicación bidireccional es dialógica, a partir de una pre- alimentación situacional, lo que requiere un nivel considerable de empatía, de “capacidad de pensar en el otro”, en sus intereses, preocupaciones, necesidades y expectativas.
La eficacia de una comunicación depende en buena medida de la capacidad empática del emisor. Este hecho adquiere una importancia mucho mayor en el caso de las comunicaciones interculturales, que con frecuencia requieren un formidable esfuerzo para superar barreras idiomáticas, de costumbres, criterios y valores diferentes.
El proceso histórico de la aparición de estos canales de comunicación masiva ha recorrido hasta ahora cinco etapas:

  • La invención de la escritura
  • La invención de la imprenta
  • La transmisión del sonido
  • La transmisión de la imagen
  • La tecnología de la computadora

Los medios de comunicación masiva
En general se denominan medios de comunicación masiva a los periódicos, revistas, radios, televisión, películas, grabaciones y libros. La expresión alude también a las instituciones, organizaciones y empresas que gestionan tales medios.
Para la comunicación política masiva los principales medios de comunicación son hoy  Internet, la televisión, la radio y la prensa diaria. Estos medios realizan seis funciones básicas:

  • Informar: proporcionar información, formar opinión, crear agenda.
  • Asignar status de credibilidad a hechos y personas.
  • Construir la agenda de temas políticos significativos.
  • Representar a los ciudadanos hablando en su nombre.
  • Socializar a las nuevas generaciones.
  • Fomentar la diversión comercializada.

Para analizar este tema hay que tener en cuenta tres rasgos esenciales:

  • Los medios de comunicación son poder.
  • Los medios mantienen vínculos con otros sectores del poder político y económico.
  • Están configurados según la razón de mercado, con una fuerte tendencia a configurar estructuras monopólicas o al menos, oligopólicas.

El rol que los medios de comunicación ejercen en la sociedad actual acentúa  su protagonismo e incidencia social, que es fuente de un considerable poder, asociado a los intereses económico-financieros dominantes en lo interno de cada país, y que en el área  internacional operan como instrumentos de “dominación blanda” al servicio de las potencias de turno.
Los medios en general son intolerantes ante el planteo de críticas a su actuación, que interpretan como “ataques a la libertad de prensa”. Su sustento es, pues, la búsqueda del control monopólico  de la comunicación y el vinculo con sectores económicos y políticos dominantes, en pos de una hegemonía ideológico –cultural apenas cuestionada por los llamados “medios alternativos”, en la formación de una “conciencia colectiva” que no es todopoderosa pero que tiene mucho poder, en el mantenimiento de un orden social asimétrico, con frecuencia injusto y sobre todo no solidario.
Tanto en el terreno económico como en el político, ocupa un lugar especial en nuestras “sociedades de consumo”, la publicidad, que en base a la evocación de necesidades humanas básicas (como la asociación, el éxito, la distinción, la seguridad, la autonomía, etc.) se expresa mediante recursos de marketing que son con frecuencia más o menos manipulatorios.
Superar esas situaciones, o al menos contrarrestarlas, es vital para el avance del proceso de democratización, que requiere:

  • Elecciones libres e imparciales.
  • Separación de los poderes estatales.
  • Sociedad civil abierta y pluralista, con derecho de reunión y asociación.
  • Medios de comunicación plurales, con derecho de libre expresión, constitucionalmente regulado y con límites  éticos.  

En un proceso progresivo de democratización, es fundamental la democratización de las comunicaciones, con medios más plurales e independientes, que ejerzan un rol critico sobre carencias sociales fundamentales y fiscalicen el desempeño de los poderes públicos, reforzando la vigencia real de los derechos humanos.
Es esencial la existencia de medios de comunicación alternativos, que estén fuera de los monopolios comunicacionales, que prioricen los espacios culturales y permitan la participación de los ciudadanos; y que introduzcan temas nuevos en la agenda publica, con espíritu critico, reflexión, competencia técnica y sentido ético.