LA EQUIDAD DE GÉNERO EN EL DESORDEN DE LA VIOLENCIA

LA EQUIDAD DE GÉNERO EN EL DESORDEN DE LA VIOLENCIA

Coordinadoras(es): Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara (CV), Laura Isabel Cayeros López (CV), Fabiola González Román (CV), Arturo Murillo Beltrán (CV), María del Refugio Navarro Hernández (CV), Elena Susana Pont Suárez (CV), Dalinda Sandoval Acosta (CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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SER MASCULINO ES NO SER FEMENINO….?

Martha A. González Bueno1
Antonio Saldaña Salazar 2
María Enriqueta Martínez Guevara3
Universidad Autónoma de Nayarit

El objetivo principal de esta ponencia es realizar un acercamiento a los diferentes roles y a su visión de acuerdo a los estereotipos de género, esencialmente a los de masculinidad, analizados desde un punto de vista holístico, involucrando a la sociedad en la que se desarrolla de acuerdo a la cultura adquirida en relación a la diferenciación de lo masculino y femenino. Asimismo, contribuir a la visibilización de los mismos para una posible intervención educativa que permita la difuminación de estos roles que se consideran propios de cada sexo.

La identidad masculina se ha construido históricamente en oposición a la identidad femenina, es decir, ser masculino es no ser femenino, es el opuesto, y los comportamientos femeninos son mal vistos en los varones, por lo que han de renunciar por completo a su lado femenino, de manera que se ven obligados a renunciar a una parte importantísima para su desarrollo. Además este ideal de masculinidad, hace que los varones traten de demostrar constantemente su virilidad a través de actos que lo alejen de lo femenino, y en muchos casos estas demostraciones están ligadas a la agresividad y la violencia.

A pesar de que las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, son reales y no modificables, los procesos de socialización son los que más peso tienen en las conductas típicas femeninas o masculinas.

En este momento la identidad masculina está sufriendo un proceso de evolución, motivado en gran parte por los cambios que han protagonizado las mujeres y a la conciencia de que un modelo tan rígido no permite que las personas nos desarrollemos como seres completos y plenos, y esto solo se podría conseguir, si los varones dejaran de reprimir su parte femenina y las mujeres explorásemos nuestro lado masculino.

Si la cultura no tratase de manera diferenciada a hombres y mujeres, en principio no habría un concepto de masculinidad ni otro para la feminidad. Connell (1995)
No resulta fácil acotar el concepto de masculinidad, Connell (1995) por lo tanto la masculinidad solo existe en contraste con la feminidad. Por lo tanto se propone un enunciado conciso afirmando que toda masculinidad surge en un sistema de relaciones de género, consistiendo en la posición y en las prácticas por las cuales los hombres se comprometen con esa posición de género, así como los efectos derivados de esas prácticas en sus cuerpos, en sus personalidades y en la cultura .Para Rodríguez del Pino (2011) serían las identidades de género las que están en la base de las formas naturales de vivencia de los sexos, los comportamientos y características no serían en función de un resultado evolutivo, sería la forma en que la sociedad occidental y algunas otras, constituyen una de las representaciones de la masculinidad.

Una cultura que no trata a las mujeres y hombres como portadores de tipos de carácter polarizados.

Los diez rasgos diferenciados entre unos y otros desde la perspectiva de los autores: (nótese que se escribe autores, debido a que existe un masculino en esta ponencia)

femenino

Masculino

diferencias

Carácter débil

Carácter fuerte

Falta de carácter

Sensibles

Insensibles
(los hombres no lloran)

Demostrar los sentimientos es signo de debilidad.

Madre

Padre

La responsabilidad de los hijos recae en ella

Rosa

Azul

Los colores nos diferencian

Estatura media baja.

Estatura media alta

Entre más bajitas mayores oportunidades.

Peso medio-bajo

Peso medio-alto

La gordura es de las mujeres

Las mujeres deben ser: discretas, hogareñas y cariñosas

Los hombres deben ser: feos, fuertes, y formales

 

pacientes

Impacientes

 

sumisas

Dominantes

Quien manda...?

“La mujer muchas veces asume modelos o patrones masculinos que la sociedad le ha hecho ver como los adecuados para conseguir el éxito. Una mujer firme, franca y directa se le considera agresiva o con demasiadas aspiraciones, lo cual no se aplica a los hombres que muestran el mismo comportamiento.
Por todo ello vemos que las mujeres, cuando ejercen cargos de responsabilidad, tienen no sólo que distanciarse de las otras mujeres, sino que tienen que aislar su yo emocional de los hombres” (Coronel Llamas, 1996).

También vemos que cuando una mujer tiene un cierto cargo de poder, las críticas que sufren no suelen ser argumentadas, sino que son utilizadas para descalificarlas dirigiéndose más al yo emocional que al racional (“está histérica”, “es que tiene la regla”, etc.). Son críticas dirigidas más a lo personal, que a su labor de gestión. Esto se puede ver también cuando en una organización dos mujeres, con cargos de poder, compiten por el liderazgo. Se tiende a interpretar como una cuestión de celos. Mientras que en el caso de los hombres se considera una lucha por el poder, una diferencia más entre lo masculino y lo femenino.

Según Nicolson (1977), para la mujer que logra el acceso a cargos de responsabilidad probablemente aumentarán los problemas y tensiones en su vida, y no sólo debido a la presión que supondrán las opiniones de su entorno más próximo (pareja, familia...), sino también por la influencia de las redes de apoyo con las que puede contar tanto a nivel práctico como a nivel psicológico (otras mujeres, amistades, etc.). La concepción tradicional mayoritaria en estos dos ámbitos tenderá a orientarla hacia la reducción de sus ocupaciones al ámbito privado. Además y de forma muy importante están las influencias ideológicas, que provocan unas consecuencias psicológicas en la mujer de carácter negativo, en función de lo que la sociedad espera de ellas como madres de familia, esposas...., lo cual tiende a generar angustia, ansiedad por tener sentimientos de abandono hacia la educación de sus hijos/as; ya que el papel adjudicado a la mujer ha sido el de madre que no puede ser suplantado por otra figura de apego.

Connell (1995) al igual que Mosse (2000) ponen en cuestionamiento una única identidad masculina por lo que hablar de masculinidad no sería del todo correcto. Ha habido a lo largo de la historia diferentes masculinidades que son específicas de cada formación socio-histórico-cultural.

Los dos autores plantean que las masculinidades que se conocen en las sociedades occidentales modernas se fraguaron al comienzo del Liberalismo europeo y vienen asociadas con una construcción del estereotipo moderno de hombría. Mosse (cit. en Rodríguez del Pino 2011:12) concreta que el actual estereotipo de masculinidad moderna imperante está estrechamente ligado a la sociedad burguesa, surgida posteriormente a la Revolución Francesa.

Esta masculinidad moderna sería construida desde un discurso laico y pretendidamente científico. Amelia Valcárcel (2005) hace referencia a este discurso, que por un lado encubría una misoginia romántica y naturalista heredada de Hegel y Schopenhauer y por otro, desde los postulados de Rousseau, se afirmaba la superioridad, la racionalidad, la jerarquía y el valor de los hombres.
La pionera en la idea de una multiplicidad de la masculinidad es la antropóloga norteamericana Margaret Mead, sus trabajos etnográficos realizados durante la década de los años 30-40 en Nueva Guinea, sobre diferentes poblaciones de los mares del sur, puso en evidencia tanto la variabilidad de los roles y estereotipos masculinos/femeninos como las relaciones que establecen hombres y mujeres. Para Mead los hechos biológicos de las diferencias sociales no explican los caracteres sociales del hombre y la mujer sino “que son producciones culturales, la sociedad no institucionaliza una sola pauta caracterológica, sino que se asignan rasgos distintos para diferentes clases, sectas y edades.

Por otro lado, el antropólogo David Gilmore también describió un multiplicidad de los modelos de masculinidades existentes, investigó las masculinidades desde el sur del mediterráneo hasta el este de África, aportando también una visión interesante sobre la masculinidad: “La masculinidad es frágil, siempre en duda, bajo sospecha y se encuentra prácticamente en cualquier sociedad” (Gilmore cit. Lomas 2003:67). Callirgos (cit. en Lomas 2003) también comparte la idea de que no existe una masculinidad única, simultáneamente en varias estructuras de relación y que pueden estar siguiendo diferentes trayectorias históricas. Por consiguiente, afirma que la masculinidad (como la feminidad), siempre está asociada a contradicciones internas y a rupturas históricas.

Conclusiones
Pensemos que, a nivel social, persiste una crítica bastante extendida, o al menos una presión solapada, hacia las mujeres que anteponen el éxito profesional al papel preponderante que se le ha asignado histórica y socialmente: la maternidad. Así la sociedad plantea y define que masculinidad es equivalente a independencia y autonomía. Feminidad significa colaboración, actitud maternal y dependencia.
Un ejemplo de esto es el hecho de que es menos probable que las mujeres en puestos de dirección tengan hijos que los hombres en esas mismas posiciones. Porque mientras que para la empresa un hombre con matrimonio y familia se considera como algo positivo que asegura la estabilidad, una mujer que tiene o puede tener hijos/as son una posible carga –permisos por embarazo, horas de dedicación al trabajo, prioridad en las decisiones, etc, lo cual acaba siendo asumido por las propias mujeres y vivido como hándicap en su carrera profesional.

Los hombres ven en el trabajo la función primordial de su vida, la mujer, en cambio, considera su función tan sólo como un elemento más de lo que es. Por ello las mujeres estructuran su día tratando de compartir las cosas al máximo, en un proceso cotidiano deliberado. Si son estas las características que tienden a definir el ejercicio de las mujeres cuando tienen poder, tendríamos entonces que preguntarnos qué pasaría si los cargos de influencia y poder en el mundo estuvieran en manos de las mujeres. Algunas mujeres afirman que la revolución pendiente es la revolución de las mujeres. Y que si los valores asociados tradicionalmente a las mujeres tuvieran mayor reconocimiento social dejarían de existir guerras, industria armamentística y la cultura machista que domina y conforma el ejercicio del poder habitualmente.

También se hace necesario evaluar qué pasaría si los hombres desarrollaran todas las libertades que se nos han conferido a las mujeres por ser el sexo débil,  que tuvieran plena libertad de actuar, es decir demostrar sus sentimientos, ir de compras, acudir al salón de belleza no solo a cortarse el pelo, sino a pintárselo, realizarse su pedicura, manicure, un buen masaje al menos cada mes como parte de una rutina establecida para eliminar el cansancio, cuidar el número de calorías que ingieren a diario, asistir al gimnasio periódicamente para evitar el acumulamiento de grasa, salir con toda libertad con sus amistades a disfrutar de una buena charla, eliminar el consumo excesivo de bebidas embriagantes, bailar y cantar con más frecuencia, cambiar su guarda ropa de acuerdo a las tendencias, eliminando la rigidez en el vestir, cruzar la pierna si se sienten más cómodos, demostrar su afecto sin reservas, en fin darse la oportunidad de ser felices con quien decidan dejando a un lado el miedo a la soledad.

Por lo tanto se hace necesario romper los paradigmas en que se nos ha encajonado por el simple hecho de ser MASCULINO O FEMENINO.

Bibliografía
Connell, Robert W. (1995). La organización social de la masculinidad. Recuperado en http://www.engaginmen.net

CORONEL, JM. (1996). La investigación sobre el liderazgo y procesos de cambio en los centros educativos.

CORONEL, J.M., MORENO, E. y PADILLA, Mª.T. (1999). La gestión y el liderazgo como procesos organizativos: contribuciones y retos planteados desde una óptica de género. Revista de Educación

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SEIDLER, VÍCTOR J. (2006). Masculinidades, culturas globales y vidas íntimas.

VALCÁRCEL, AMELIA (2005). Políticas de las Mujeres. Barcelona: Cátedra.

1 Docente-Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo electrónico: bueno_tita@hotmail.com

2 Docente-Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit

3 Docente-Investigadora de la Universidad Autónoma de Nayarit