LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

Diego Alfredo Pérez Rivas (CV)
Universidad Complutense de Madrid
diego.perez.rivas@ucm.es

 

3.1 Filosofía del conocimiento y política

Como  lo hemos visto con anterioridad, la diferencia entre animales racionales y animales irracionales no consiste en la capacidad de la sensación que viene dada por la participación del alma vegetativa y sensitiva. La diferencia consiste fundamentalmente en la participación del ser humano de lo noético y dianoético, así como de la experiencia y la memoria. Con ello, Aristóteles expone que la posesión de la técnica y del raciocinio son los elementos que permiten el accionamiento del principio del conocimiento humano y, con ello, de la inteligencia deseosa. Dicho conocimiento, así como las facultades que lo permiten, separa ontológicamente a los  seres humanos del resto de los seres, sean estos seres vivos o no. Para el de Estagira, los animales irracionales siguen únicamente sus impulsos naturales que vienen expresados a manera de costumbre. Mientras que los seres humanos se mueven por otros principios de distinta índole que se relacionan directamente con su naturaleza inteligente y volitiva.

Para Aristóteles “El arte nace cuando de muchas observaciones experimentales surge una noción universal sobre los casos semejantes”.1 Esas nociones universales son el principio del conocimiento epistémico y técnico, siendo solamente accesibles para los seres humanos. De tal modo, del hecho de que el ser humano tenga un acercamiento con lo real a través del susodicho conocimiento se desprende la posibilidad de transformarlo. La técnica, dentro de ese proceso de conocimiento y transformación, es el mecanismo que permite una relación ontológica distinta a la que pueden tener los entes irracionales e inanimados con la realidad. El ser humano es, de tal manera, un ente que en el contacto con la naturaleza establece una relación creativa y transformadora, tanto de su propio ser como del entorno que le rodea. El ser humano está facultado con una cierta capacidad mimética, pero también con una facultad poíetica que es fundamental para entender su constitución.

Ahora bien, para Aristóteles el conocimiento más excelso es aquel que nace con la finalidad de descubrir los primeros principios. Desde su punto de vista, la técnica queda al margen de dicho conocimiento, pues su objetivo esencial no es transformar el mundo, sino descubrir las causas de lo existente. La ciencia especulativa se encarga de conocer el bien y el fin en tanto que aquellos son algunas de las cuatro causas. El bien y el fin será a lo que tenderá todo ente naturalmente, siendo su causa final y por ello la más importante en términos teleológicos.

Si la técnica es el utensilio por medio del cual las ciencias productivas transforman la realidad, entonces la reflexión será el medio por mor del cual las ciencias especulativas consiguen comprender las leyes que subyacen en la susodicha realidad. Por lo mismo, considera que aunque las ciencias especulativas son las menos necesarias para la sobrevivencia deben ser consideradas como las mejores, pues aquellas más que ningunas se plantean conocer el ser y la verdad en cuanto tales. Si las ciencias menores miran en lo cambiable, las ciencias mayores tendrán que analizar forzosamente lo que es inmutable y permanente.

Las ciencias especulativas tienen como fin la verdad, mientras que las prácticas que hacen uso de la técnica tienen como fin la obra acaba (ἔργον). El conocimiento científico tendrá en consideración, por lo mismo, lo que siempre sucede o bien lo que habitualmente sucede, ya sea en orden a la verdad o en orden a la obra acabada, dependiendo del tipo de ciencia de la que se trate. En caso de que sea asequible creer en una voluntad divina o natural, diremos que el desvelamiento de esa voluntad será el principio de las ciencias especulativas, mientras que el desvelamiento de la voluntad humana será el móvil de las ciencias prácticas. La ejecución de la deliberación o, mejor aún, su instrumentalización es el eje de las ciencias prácticas.

Otra característica más de las ciencias productivas será que el principio del movimiento está en el que produce y no en lo que es producido. A tal principio del movimiento Aristóteles le va a denominar como arte y potencia. Es necesario tener en consideración que los elementos cardinales de las ciencias productivas son la facultad o potencia (δύναμις), el acto (ἐνέργεια) y la obra acaba (ἔργον). La primera responde a lo que se puede hacer; la segunda, a lo que se hace; y la tercera, tiene en consideración lo final.

La pregunta esencial, dentro de esta lógica, es saber si el conocimiento político puede ser considerado especulativo o más bien productivo, pues en aquel aparecen también tales elementos. En cierto horizonte de interpretación, puede ser considerado especulativo, pues el conocimiento político es para Aristóteles un tipo de saber que requiere mostrar cuál es el bien en los individuos y en las ciudades, así como el fin al que tienden según su naturaleza.

Empero, puede ser considerado también como productivo porque su objetivo es la obra y además porque el principio del movimiento no está necesariamente en lo producido. De tal modo, el conocimiento político participa en cierto sentido de un saber y de otro, por lo que el de Estagira lo denomina con el nombre de “ciencia directiva”. La ciencia directiva que es la política se encontrará en medio del saber especulativo y del productivo, haciendo uso de los dos conocimientos de forma alternativa.

Si el conocimiento epistémico más consistente es el que se produce por las ciencias especulativas, y si dichas ciencias tienen como objeto el ser y la verdad, entonces el conocimiento más excelso es el de la verdad en cuanto tal. Los objetos a los que se refiere ese saber tienen que ser por necesidad aquellos en los que la permanencia y estabilidad se impone. Aristóteles pensará que dichos objetos son las cuatro causas, pero también, en cierta medida, aquellos que tienen por origen lo natural, pues responden a la necesidad y no a otras causas como los que tienen por origen el arte y el azar. De tal modo, las ciencias productivas son por mor del arte y también tienen por objeto aquello que es producto de la deliberación y la elección. Todo objeto de las ciencias productivas tiene que ser, por ende, posible, contrariamente al de las ciencias especulativas que operan, al menos idealmente, con el factor de la necesidad.

El conocimiento político opera desde aquellas dos trincheras, pues por una parte debe tener en consideración lo que es producto de la naturaleza humana, pero por otra debe tener en consideración las posibilidades de manifestación de la susodicha naturaleza. Los objetos de estudio de la política, que son el ser humano y las sociedades, son objetos que por su propia naturaleza se mueven en aquellas dos dinámicas. Los entes de estudio de la ciencia política serían entes naturales con características inmutables, pero que poseen capacidad transformadora. Cuando el conocimiento político se refiere a la naturaleza humana será de carácter especulativo, mientras que cuando se refiere a la deliberación y a la actividad directiva será esencialmente productivo. Por lo mismo, todo conocimiento político precomprende y plantea en sí una noción muy precisa del ser humano y de la naturaleza que le corresponde. Dicho conocimiento, o mejor dicho aún, noción, determina de alguna manera la labor del investigador político, pues aquel presupone una serie de fines y de bienes a los cuales le remite la naturaleza humana. Lo que a veces se ha dado por llamar “normalidad” o recta regla vendrá circunscrito por esas nociones o conocimientos.

            Ahora bien, en el libro VI de la Ética a Nicómaco, Aristóteles establece que lo que es objeto de conocimiento como ἐπιστἡμη tiene que ser necesario (ἀνάγκη), eterno (ἀΐδιος), ingénito (ἀγέντος) e imperecedero (ἄφθαρτος). De tal modo, el conocimiento epistémico es considerado como un juicio acerca de lo universal y necesario. Mientras que el arte es simplemente considerado como una disposición racional para la producción acompañada de razón verdadera. Dicha disposición que es el arte versa siempre acerca de lo posible, es decir, de lo que puede ser de otra manera. Por la misma razón, en tanto que el conocimiento político versa acerca de la naturaleza humana es epistémico, pero en tanto que versa acerca de la acción y la producción en la ciudad es prudencial y técnico.
En conclusión, si gracias a lo noético de la parte racional del alma el ser humano contempla la clase de entes cuyos principios no pueden ser de otra manera, gracias al carácter y a la parte calculadora (λογιστικός) contempla la clase de entes cuyos principios son cambiantes. Para Aristóteles la parte racional del alma se divide en dos: una epistémica que descifra a los entes cuyo principio es necesario; y otra logística que se relaciona con la voluntad inteligente y que delibera sobre lo posible. Por lo mismo, las ciencias especulativas trabajan con lo epistémico y buscan la verdad. Mientras que la prudencia toma en consideración lo bueno y lo malo.

            En tanto que el conocimiento político pertenece por una parte a lo epistémico y por otra a lo prudencial y técnico, y en tanto que lo epistémico tiene que ver con la condición ontológica del ente humano y la ciudad (así como de su naturaleza), habría que ver de qué manera dicho conocimiento participa de lo contingente.

Para Aristóteles, en tal sentido, hay al menos dos tipos de conocimiento prudencial. Uno es el que se refiere a la acción legislativa y se relaciona con la voluntad y los deseos. Otro, el que se refiere a las cuestiones políticas pero sólo en tanto que se mira a la dirección de las distintas producciones que se necesitan para que la ciudad sea autosuficiente. De tal modo, en tanto que el conocimiento político es prudencial, su objetivo será mirar en lo referente a la acción, la elección, el deseo, y los fines. En tal sentido, el conocimiento político será sustancialmente deliberativo, ya que, como trabaja con lo posible, su objetivo es conseguir la rectitud conforme a lo elegido. Esa rectitud es un cierto apego a las entidades noéticas como la justicia y el bien. Pero también, una parte fundamental de la prudencia consiste en su dimensión operativa, es decir, en tanto que razón instrumental sin reducirse a aquella.

            Dentro de los niveles del conocimiento por los cuales es accesible la verdad, Aristóteles establece cinco que son: arte (τέχνη), ciencia (ἐπιστἡμη), prudencia (φρόνεσις), sabiduría (σοφία) e intelecto (νοῠς). Por otra parte, a la conjetura y a la opinión no las denomina como un acercamiento en cuanto tal porque es posible incurrir en error. Si lo definitivo de la ciencia es la necesidad y de lo técnico lo posible, es  necesario aclarar lo definitivo de los otros tipos de acercamiento a la verdad.

El objetivo de la prudencia es deliberar acertadamente sobre las cosas buenas y provechosas para el que delibera.2 Por lo tanto, también la prudencia es sobre lo posible, pero busca un apego a lo necesario que viene dado por el concepto previo de “provecho”, “utilidad”, “fin” o “bien”. La prudencia se ocupa de tal manera de la parte instrumental de las acciones, pero es completamente fiel a su fin si está ordenada hacia lo bueno y lo justo.

 A la sabiduría, la denomina Aristóteles por una parte como la virtud o la excelencia en un arte.3 Por otra, la denomina como intelecto y ciencia que es el más riguroso saber entre todos. De tal modo, el conocimiento político no es considerado como un saber perteneciente a la sabiduría, pues no es el ser humano lo más excelente que hay en el universo. De hecho, Aristóteles admite que aunque “el hombre es excelentísimo, hay cosas mucho mejores”.4

 El conocimiento político estará, por ende, en el ámbito de la prudencia, porque la prudencia trata acerca de las cosas humanas, de la deliberación y de la elección, así como de la relación transformadora que el ser humano establece con la realidad para su propio provecho. El conocimiento político debe tener en lo universal un modelo para seguir la recta razón en las elecciones, pero también debe considerar las circunstancias particulares que definen la acción y la producción. 5 En suma, la ciencia política será considerada por el de Estagira como ciencia directiva y ciencia arquitectónica, que por una parte debe mirar en lo fijo y en lo natural, pero por otra debe deliberar acerca de lo posible, siendo de tal modo, una disciplina que está tendida entre lo especulativo y lo productivo. Si está bien decirlo en tales términos, el conocimiento político será ciencia epistémica si analiza la naturaleza humana desde un punto de vista inamovible, pero es mucho menos rígido ese saber en el momento en el que se refiere a soluciones particulares para resolver problemas contingentes.

1 Aristóteles, Metafísica, 981 a.

2 Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1140 a.

3 Ibid, 1141 a.

4 Ibid, 1141 b.

5 Ibid, 1112 a y ss.