LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

LAS NOCIONES DE SER HUMANO Y CIUDADANO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA

Diego Alfredo Pérez Rivas (CV)
Universidad Complutense de Madrid
diego.perez.rivas@ucm.es

 

IV- CONCLUSIONES

Después del recorrido que hemos transitado en el presente trabajo podemos afirmar que los conceptos de ser humano, ciudadano y conocimiento político se encuentran estrechamente relacionados con una serie de preferencias políticas específicas en el mundo clásico. Tales preferencias están sostenidas y justificadas por una serie de posiciones metafísicas respecto a la composición ontológica de la entidad humana en específico y de la realidad en general. Las nociones de conocimiento político que aparecen expresadas en Grecia Clásica nos dan muestra de la influencia de las concepciones metafísicas en la construcción de las ciencias positivas, pues dichas concepciones vienen expresadas en los paradigmas y principios por mor de los cuales se erigen. El objeto de estudio de la ciencia política en el mundo clásico, que es el ser humano en tanto que animal político y social, contiene en su definición elementos que son de suma importancia para entender conceptos tales como ser humano, ciudadano y conocimiento político.

Detrás de los principios y de los conceptos que se forjan en derredor de una ciencia positiva como la política, según lo que hemos visto, aparecen expresadas nociones muy precisas de la naturaleza y la condición humana, pues su objeto de estudio es fundamentalmente tal entidad en su dimensión social y civil. Por un lado, los filósofos que piensan que dicha naturaleza es objetiva y que depende fundamentalmente de la dimensión moral e intelectual apelan a la erección de un saber político epistémico para consolidar y realizar las facultades subsistentes a la especie. Mientras tanto, los pensadores que consideran que las convenciones sociales son las determinantes apelan a la erección de un saber político doxástico. Para los primeros, el conocimiento político no puede separarse jamás de la disciplina ética o moral so riesgo de perder su orientación original. Para los segundos, dicho conocimiento debe distanciarse enteramente de tales disciplinas, pues las considerarán como relativas a lo que cada espacio y época pueden considerar como justo o injusto, como nocivo o provechoso, como bueno o malo. Para los pensadores que consideran al conocimiento político como un saber doxástico, la realidad social e individual que es el ser humano se encuentra más afectada por nociones artificiales provenientes de los contextos socio-culturales que por su propia naturaleza. 

            Como es natural pensarlo, la concepción metafísica de Platón respecto a la composición dual de la realidad y de la entidad humana afecta la forma en la que concibió el conocimiento político. El pensó que existía una gran posibilidad de que el saber epistémico se pudiera realizar en distintas dimensiones, entre las cuales se encuentra el conocimiento político. Creyó firmemente que dado que el conocimiento político tenía que ser un saber cierto que contemplará la visión de la justicia y el bien en sí, entonces los mejor preparados deberían asumir el papel de gobernar a las sociedades humanas para conducirlas al mayor grado de virtud posible. La justificación de su ciudad ideal, gobernada por un rey filósofo o por un marco jurídico que mirará a la procuración de la virtud, se encuentra enraizada en ciertas posiciones metafísicas de vital importancia entre las cuales se encuentra el concepto de ser humano y ciudadano. Platón consideró en todo momento que el ser humano era una entidad compuesta de cuerpo y de alma, y creyó que los apetitos del alma se relacionaban de forma directa con las formas de gobierno implantadas en la ciudad. Sostenía firmemente que lo más importante en la vida moral y social era el gobierno de la individualidad y de la comunidad, pues dichos regímenes tendrían que estar orientados a la consolidación de las partes mejores sobre las partes menos determinantes. Su nivel de racionalización lo llevó a sostener que el gobierno más divino tendría que ser por necesidad una monarquía con tintes absolutistas en la que la mayoría de los seres humanos no tendrían participación directa del poder.

            Aristóteles, siguiendo en cierto sentido el camino construido por Platón, pensó que el conocimiento político tenía una parte consistente que pertenecía a lo epistémico. Creyó igualmente en la analogía entre formas de gobierno y los apetitos del ser humano, matizando tal analogía con su propia visión metafísica respecto a la composición de la realidad y la entidad humana. Sin embargo, debido a la naturaleza de las realidades políticas que son el ser humano y la ciudad, explica que los aspectos técnico y prudencial son también importantes para la realización de dicho conocimiento. En Aristóteles existe un concepto natural y un concepto social del ser humano, que si bien es cierto que no se contradicen pero tampoco son iguales, se complementan. Contrariamente a Platón, Aristóteles sostuvo la necesidad de crear un régimen en el que el aspecto de la opinión recta jugaba un papel preponderante. Por el mismo motivo, Aristóteles mantuvo una posición moderada en lo que compete al conocimiento político, pues consideró que los gobernantes debían poseer el aspecto epistémico, técnico y prudencial, mientras que a los gobernados les bastaba con tener una opinión correcta de los asuntos públicos orientada por la educación pública. El de Estagira se decantó por el gobierno republicano de las clases medias por el mismo motivo, ya que consideró a tal régimen como el mejor protegido contra las sediciones y las pugnas internas. Si Platón pensó que la ciencia política tenía que ser algo epistémico que debía contemplar el mayor grado de racionalización, Aristóteles dotó a su teoría de elementos realistas para afirmar que el saber político no debía orientarse apodícticamente a conceptos trascendentales como el bien y la justicia en sí. Contrariamente, sostuvo que los principios del conocimiento político tenían que ser buscados en la naturaleza misma del ser humano. Para Aristóteles era fundamental que la ciudadanía tuviera participación en el poder, pues en dicha participación observó el mejor garante para proteger a los gobiernos rectos de los desviados. Creía en la naturaleza humana, pero también pensó que dicha naturaleza tenía que ser orientada para realizar el bien de la ciudad entidad que superaba al propio individuo concreto.

            El pensamiento sofista en general se caracteriza por su oposición para admitir que en la naturaleza del ser humano y del ciudadano existe un aspecto moral relevante. Contrariamente, pensaban que eso que se llama conocimiento político no forma parte ni puede ser deducido del equipamiento natural de la entidad humana. Por lo mismo, pensaban fehacientemente que el conocimiento político pertenecía fundamentalmente a lo doxástico. De tal manera, especulaban que conceptos tales como lo justo, lo provechoso y lo bondadoso eran el producto de convenciones sociales y no de esencias o ideas trascendentes. Los sofistas mantuvieron como cierta la tesis de Protágoras respecto a la naturaleza y a la condición humana expresada en el Mito de Prometeo. Para ellos, el ser humano no podía ser por naturaleza un animal político o parlante, dotado de razón. La razón siempre les pareció un concepto dinámico que dependía de cada contexto socio-cultural, de manera tal que los conceptos trascendentales defendidos por Platón los hacían consistir en construcciones relativas. Creían que los conceptos trascendentales del de anchas espaldas podían ser explicados única y exclusivamente como nociones históricas que son privativas a cada espacio y época. De tal manera, su posición respecto a la mejor forma de gobierno idónea fue de raigambre democrática al considerar que no existían elementos importantes para diferenciar a unos seres humanos de otros. Pensaron que la condición ciudadana era relativa y que tenía más que ver con imposiciones culturales que con argumentos que apelen a la condición  o naturaleza humana.

            En suma, consideramos que la hipótesis central del presente trabajo queda demostrada con los argumentos presentados. Así pues, tanto para los que piensan que ética y moral deben estar distanciadas o hermanadas con el conocimiento político, en el pensamiento griego, se aplica la tesis según la cual: la forma de observar el conocimiento político está estrechamente vinculada con una visión metafísica y axiológica muy precisa acerca del ser humano y/o ciudadano. Nos parece claro, en tal sentido, que las posiciones respecto al conocimiento político se encuentran escritas en lenguaje metafísico. Si se carece de esa visión integral que permite observar en qué medida los conceptos de ser humano, ciudadano y conocimiento político se encuentran vinculados se carece a la par de un horizonte de interpretación amplio para explicar el origen y las cusas de los giros paradigmáticos. De tal manera, las distintas fundamentaciones filosóficas del conocimiento político en el mundo clásico necesitaron tener siempre una base teórica sólida acerca de la composición de la entidad humana y de la realidad en general. Dicha teoría se encuentra escrita en lenguaje metafísico y no tiene únicamente que ver con ética o con los status ontológico del ser humano y el ciudadano. Tiene que ver además con teoría del conocimiento, pues precisamente lo que intenta desvelar es qué tipo de relación puede tener el ser humano con la realidad y consigo mismo a través de la cognoscibilidad.  En general, lo que llegamos a conocer con certeza es por mor de cierta unidad e identidad de carácter universal que hace a los paradigmas conciliarse con sus propios móviles y principios. En tanto que las distintas posturas del conocimiento político en el mundo clásico asumen una serie de principios y axiomas como necesarios para su desenvolvimiento, esa misma ciencia no puede por sí mismas cuestionarse acerca de la veracidad de sus principios y axiomas. Por el contrario, tendrán que hacer uso en mayor o menor medida de la metafísica para replantearse la naturaleza de su objeto de estudio ya que aquel se asume siempre como preestablecido. La filosofía, en ese sentido, se mantiene siempre en vigencia y actualidad, pues continúa planteándose preguntas que las ciencias positivas dan siempre por resueltas, en este caso la naturaleza del ser humano y de la sociedad en la que existe en tanto que ciudadano.