Como ya señalamos en el capítulo sobre perspectiva  histórica,  podemos situar los orígenes  de las nuevas teorías del desarrollo en la declaración del simposio celebrado  en la ciudad mejicana de Cocoyoc en el año 1974. Entendemos por NTD toda una  serie de reflexiones alrededor del desarrollo que asumen una línea crítica en  relación a la economía tradicional y que tienen una postura de corte ecologista  (entendiendo ecología en sentido amplio) más radical. Todas ellas proponen en  contra de las teorías del desarrollo como crecimiento un desarrollo de corte  ecológico-humanista. Entran en este grupo las llamadas, de forma genérica,  economía ecológica, el desarrollo a escala  humana, el ecodesarrollo. Quizás la característica común de estas teorías es la  de disociar de forma clara y contundente el concepto de desarrollo del de  crecimiento, cosa esta que daba lugar a muchas contradicciones como hemos  podido ver más arriba. En esta línea el término desarrollo se entiende como  desarrollo de los seres humanos. La racionalidad económica del desarrollo como  crecimiento es criticada y se formula la idea de que el desarrollo tiene que  ser entendido como un proceso dirigido a la satisfacción de las necesidades  humanas con criterios  de autonomía  económica, de endogeneidad y equilibrio ecológico. 
  El fin del desarrollo es el de satisfacer las necesidades  básicas de los seres humanos y esto es algo que no hay que confundir con los  medios que sirven para alcanzar el fin. El desarrollo convencional confunde los  medios con los fines e identifica desarrollo con la acumulación económica; se  consideran prioritarias las necesidades materiales mientras que las no  materiales no son consideradas básicas y se considera que la única manera de  alcanzar las satisfacción de las necesidades se da proporcionando más satisfacciones  materiales a los que ya tienen para que estas puedan revertir en los que están  privados de ellas. El primer objetivo del desarrollo es por lo tanto orientar  la gestión de los recursos escasos  a la  consecución de la satisfacción de las necesidades humanas. La producción de  objetos, los sistemas, las estructuras son medios para satisfacer las  necesidades de los sujetos con el único límite impuesto por el ecosistema  natural. Un ejemplo de esto es el desarrollo a escala humana:
“El Desarrollo a Escala Humana no excluye metas convencionales como crecimiento económico para que todas las personas puedan tener un acceso digno a bienes y servicios. Sin embargo, la diferencia respecto de los estilos dominantes radica en concentrar las metas del desarrollo en el proceso mismo del desarrollo. En otras palabras, que las necesidades humanas fundamentales pueden comenzar a realizarse desde el comienzo y durante todo el proceso de desarrollo; o sea, que la realización de las necesidades no sea la meta, sino el motor del desarrollo mismo. Ello se logra en la medida en que la estrategia de desarrollo sea capaz de estimular permanentemente la generación de satisfactores sinérgicos”.1
En esta visión existe un marco mental propio de la  sociedad occidental que domina en todo el mundo, donde los conceptos de espacio,  tiempo, conocimiento, relación entre seres humanos y entre estos y la  naturaleza, tienen todas ellas una única fuente que es la racionalidad  occidental que se manifiesta con un corte de superioridad sobre todo lo que  está al margen de ella. La fragmentación del conocimiento y la segmentación de  la vida han entrado a formar parte del sentido común de las cosas de manera que  no causa sorpresa la identificación del crecimiento económico con riqueza  social y progreso. En este panorama se sitúan los especialistas encargados de  orientar las necesidades de los sujetos sin tener en cuenta la complejidad de  los ámbitos de los problemas. 
  Esta situación de fragmentación hace difícil  escaparse de las ideas globales dominantes de la racionalidad económica hasta  tal punto que para una crítica hay que acudir a los ámbitos de la conciencia  y  de la ética. 
  La propuesta alternativa es la construcción de  estructuras que respeten en su justa medida la finalidad del desarrollo que  como ya se ha dicho es la de satisfacer las necesidades humanas (en relación  con las necesidades humanas es interesante la aportación que hace Max-Neef –  1994 - sobre la diferenciación entre los conceptos de “necesidades” y  “satisfactores” que quiere establecer un cambio a nivel espistemológico  sobre la concepción tradicional del  desarrollo). Esto debe hacerse a través del protagonismo real de las personas  para generar una interdependencia de corte horizontal  sustentada en la participación. Los conceptos  de autodependencia (Max-Neef) o autonomía (Galtung) se dirigen hacia una  participación efectiva de la sociedad en los procesos de decisión en todos los  ámbitos en una red de “nuevos ordenes económicos locales” que funcionen en  sentido horizontal. En esta óptica el estado tiene que asumir el papel de  estimulador de estos procesos moleculares a nivel social.
  En la conferencia de Cocoyoc se aceptó el término de  ecodesarrollo en su dimensión alternativa a la racionalidad económica  dominante, pero éste fue descartado precisamente por la economía convencional  liderada por los EEUU. Entre el concepto de desarrollo convencional, y el de  ecodesarrollo, en la imposibilidad de ignorar la crisis ambiental, se afianzó  el de desarrollo sostenible. La crisis ambiental puede ser entendida en el sentido que el medio ambiente  es una variable del sistema económico o por el contrario la economía puede ser  considerada como parte del medio ambiente. En ambos casos los fundamentos de  sostenibilidad se plantean desde los dos principios de la termodinámica: el  principio de conservación de la energía y el de entropía. Así los sistemas  físicos son soporte de de la actividad humana y de la organización social y  está dependerá de la posibilidad de que éstos puedan abastecerse de recursos  para su supervivencia y de posibilidad de deshacerse de los residuos. El  sistema económico actual es un sistema de alta entropía que no permite  posibilidades, por lo tanto una economía que apunte a la sostenibilidad tiene  que convertirse en una economia de los sistemas abiertos para una decreciente utilización  de los recursos no renovables y un creciente uso de los recursos renovables. 
  Existe  una frontera de sostenibilidad que impone unas restricciones a la actividad  económica que son la base de las discusiones entre la racionalidad económica  tradicional y las nuevas teorías del desarrollo. La incertidumbre sobre el  funcionamiento de los sistemas ecológicos a la que apuntaba también Pearce, da  lugar a un complejo análisis de externalidades; si desde la visión del  desarrollo tradicional este análisis es inevitable para ir hacia la  sostenibilidad, desde el punto de vista de las NTD este análisis es  radicalmente imposible. Para estas es necesario establecer criterios de  medición cualitativos y no cuantitativos. Los principios son que el nivel de  explotación no exceda el de regeneración natural de los ecosistemas, que el  nivel de emisión de residuos no exceda la capacidad de asimilación natural, que  desarrollo y crecimiento económico se desvinculen, y que la economía se vincule  a la política como única vía de reducir los desequilibrios interterritoriales.
  Las críticas formuladas por las NTD tienen como  dificultad la operatividad de sus principios. Aunque la urgencia de introducir  cambios es necesaria, en la situación actual no se puede ignorar los medios disponibles  y esfuerzos hechos que existen en seno a la racionalidad económica dominante.  En aras a una efectividad concreta para una formulación del desarrollo con  criterios de sostenibilidad es necesario abrir un periodo de transición que  implica una cierta complementariedad con el enfoque de la economía ambiental.  Los cambios no serán posibles desde estrategias excluyentes porque la  interrelación entre los problemas de sostenibilidad local y los de  sostenibilidad a escala planetaria nos piden estrategias para un desarrollo  sostenible en las que tienen que converger las dos dimensiones. Rescatar las  potencialidades locales en la visión de la   economía convencional de corte planetario  y la tolerancia de las NTD con las efectivas  posibilidades de la racionalidad económica dominante, abre el paso a un periodo  de transición hacia la formulación de un desarrollo sostenible que en el  momento actual reviste una gran complejidad. La propuesta de Julio Alguacil  Gómez (1988) 2 es la de introducir el  concepto de corresponsabilidad como punto de encuentro entre la economía  ambiental y la ecológica. Este concepto tiene como contenido el principio de  democracia que garantiza la práctica política a niveles locales a través de una  descentralización administrativa y unos proceso de participación ciudadana; la  información entre los distintos niveles sobre las consecuencias locales de la  insostenibilidad global y actuaciones locales dirigidas al beneficio de la  biosfera; Adopción de tecnologías adecuadas que respeten las exigencias  sociales y ambientales; una economía de escala, basada en un modelo  descentralizado para valorar los recursos locales y  autocentrado para establecer objetivos y  tomar decisiones adaptadas a las necesidades locales; cooperación integral  dictada por la interdependencia de los  problemas ambientales que supera la dinámica de la competencia en la línea de  equidad, redistribución y mantenimiento de los recursos naturales.
En definitiva podemos afirmar que al hablar de desarrollo tenemos que elegir entre dos posturas que a menudo están enfrentadas entre ellas: la preservacionista (NTD) y la conservacionista (economía ambiental). La primera tiende a enfrentar desarrollo con medio ambiente, mientras que la segunda afirma la posibilidad de transformación del hábitat a favor de proyectos de desarrollo sin por ello perjudicar de forma irreversible el medio ambiente. Tanto la una como la otra tienen argumentos dignos de ser tenidos en cuenta y no podemos tildar de superficialismos a ninguna de las dos. Los fundamentos de los preservacionistas y de los conservacionistas contemplan aspectos éticos que en algunos casos se radicalizan en determinados aspectos creando divergencias, mientras que las diferencias más profundas las encontramos en las concepciones económicas. Para los unos desarrollo es sinónimo de destrucción, para los otros es una necesidad dirigida a elevar el nivel de vida de las personas.
Podemos concluir esta breve panorámica sobre los conceptos económicos de desarrollo sostenible teniendo en cuenta que éste incorpora obligatoriamente el aspecto ecológico, el cual se perfila como un problema que está imponiendo unas modificaciones de las relaciones entre economía, medio ambiente y los seres vivos. Es un problema que, por su globalidad, se revela como muy complejo, que rebasa el horizonte de los intereses inmediatos y se inserta en el ámbito de los valores humanos o éticos.
1 M. A. Max-Neef. Desarrollo Escala Humana. Concepto, aplicaciones y algunas reflexiones. Barcelona 1994. En htpp://dev.fecovi.org.uy
2 J. A.Alguacil Gómez. Calidad de vida y praxis urbana. Madrid 1988. En http://habitat.aq.upm.es
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