PLAN ESTRATÉGICO DE DESARROLLO SOSTENIBLE EN RED PARA RORAIMA (BRASIL)

Silvio Testa

4.3 Tendencias del debate ético


A) Carácter axiológico de la ética ambiental
            Ateniéndonos a las dos líneas de solidaridad citadas anteriormente (diacrónica y sincrónica) podemos fácilmente constatar que el discurso sobre la pobreza y las posibilidades de un legado con una carga ambiental insostenible para las generaciones futuras tienen que ser abordadas desde una perspectiva ética.
            En relación con la solidaridad diacrónica remitimos a lo dicho en el primer capítulo en relación a los informes de las NU que hemos considerado. Ahora nos parece interesante observar como desde la perspectiva de la economía ambiental, aceptada la relevancia ética del asunto,  el esfuerzo de abordar el problema tiene un carácter absolutamente práctico centrado en el “descuento”.
            El concepto de descuento afirma que una unidad de beneficio o coste tiene más importancia en el presente que en el futuro. Podemos por lo tanto considerar el descuento como algo que tiene que ver con las generaciones futuras. Cuanto mayor sea la tasa de descuento menor será la importancia con que consideramos el futuro y por ende disminuirá la posibilidad de conservación de los recursos naturales y mayor será la discriminación hacia las generaciones futuras. El factor incertidumbre al que se ha hecho referencia varias veces, podría disparar la tasa de descuento llegando a la situación de que las generaciones futuras tengan que asumir una parte desproporcionada de los costes del proyecto de la generación presente. Una tasa de descuento aplicada por el  mercado en la actualidad asumirá las preferencias del mercado actual y probablemente las generaciones futuras serán gravemente perjudicadas por las decisiones tomadas en el presente.
            Existe sin embargo la posibilidad de que las preferencias existentes tengan en cuenta los intereses de las generaciones futuras a través de unas “funciones de utilidad solapadas” 1. Esto quiere decir que el bienestar de la generación presente incluye como factor determinante el bienestar de las generaciones futuras. Considerando que las tasas actuales están determinadas por el comportamiento de individuos actuando en su propio interés, éstas tienen que ser tenidas en cuenta por el ámbito de lo público. Es en el ámbito público donde se tiene que incluir el factor de bienestar de las generaciones futuras. El estado es el que tiene que velar por el bienestar colectivo y el que garantiza a los  individuos que la transferencia a las generaciones futuras es igual para todos. Solo en esta circunstancia el individuo estará dispuesto a  ceder algo para el bien de las personas del futuro.
            Concluimos esta breve consideración sobre la ética ambiental con una cita de Pearce según el cual, después de considerar diferentes enfoques éticos “Existen garantías ambientales adecuadas, por tanto, sin la necesidad de adoptar ninguno de los argumentos ni la ética de la <<ecología profunda>> radical. (…) Nuestro principio de sustentabilidad es lo suficientemente general como para recoger las preocupaciones de ética ambiental de la filosofía consecuencialista, así como para lograr el objetivo de equidad intergeneracional.” Consideramos que esta postura refleja el esfuerzo de acercamiento entre ética y economía y que tiene como fin investir de carácter monetario algunos aspectos éticos planteados por las consideraciones ecológicas. Sin embargo vamos ahora a considerar otras posturas más cercanas al ámbito ético propiamente dicho.

B) Una lectura crítica de la realidad occidental
            El modelo ético de gran envergadura de la tradición filosófica occidental, responde a una trayectoria histórico-cultural occidental que tenemos que analizar aunque sea de forma somera desde el punto de vista de las éticas críticas. Nos serviremos para ello de algunos autores que consideramos ilustrativos para este análisis.2
            La memoria colectiva de nuestra cultura se ha forjado a lo largo de los siglos, fundamentada sobre la conciencia de carácter apologético de haber sido alimentada por los grandes personajes y las grandes hazañas del pasado. Las iniciativas colonizadoras que han caracterizado nuestra cultura se han basado en esta memoria colectiva. Sustituyéndose la transmisión oral por la escrita, se ha ido consolidando una historia basada sobre la autoridad científica de los escritores en detrimento de la libre interpretación de los hechos, a menudo transfigurados por la hermenéutica del mito, característica de las tradiciones orales. La historia, como memoria plasmada por los escribas, siempre ha sido cortesana y ha dejado de lado la mayoría de los esclavos y marginados. Se ha formado por tanto un "imperialismo de la memoria" que sujeta los hechos a un sistema coherente en favor de una memoria oficial sobre la cual se funda la identidad de la civilización.
            El hecho que en momentos determinados a esta historia se haya puesto unos límites de actuación como pueden haber sido los derechos humanos, da pie a pensar que por debajo de la memoria oficial existe una memoria sumergida que brota desde la historia real y va rompiendo inconscientemente la memoria oficial y es expresión de un hombre nuevo para quien el encuentro con el otro se dará no bajo el impulso del rechazo para conservar la propia identidad cultural basada en la memoria oficial, sino bajo el impulso originario de unidad de la especie. Sabemos por el pasado que cualquier grupo humano, frente a situaciones nuevas se siente impulsado a buscar en el patrimonio sepultado de la historia común, los términos idóneos para una respuesta vital, y esto tanto a nivel biológico como cultural.
            La conciencia de esta ambivalencia se dará al descubrirse cada vez más la falacia del paradigma occidental que le ha llevado a una crisis de identidad: el confundir lo universal con lo único. De esta forma, negando constantemente al otro como cultura, como memoria autónoma, se ha querido consolidar como incuestionable el proceso occidental. Ahora el paradigma occidental se encuentra en una contradicción insoluble: por un lado el postulado ético de que un modelo de vida nos parece legítimo solo cuando puede ser compartido por todos los habitantes de la tierra; por otro lado la conciencia de que nuestro modelo de vida no puede ser valido para todos por la limitación de los recursos.
            Sobre esta base tenemos que reconocer que el paradigma occidental no es más que un subparadigma de los que está compuesta la especie humana.
            Nuestro tiempo nos pone frente a un camino nunca intentado: el de la igualdad en la diversidad y de la diversidad en la igualdad. El principio psicológico del rechazo del otro para dar seguridad a sí mismo, es un impulso arcaico al que hay que quitar su carga de agresividad. La estructura relacional del hombre tiene que asumir el máximo de concentración sobre sí misma y el máximo de apertura hacia el otro. Esta mutación antropológica es una opción de orden ético que además de un proceso de la conciencia es una transformación de las relaciones económicas y políticas.
            El proceso de identificación del hombre como tal es el de su identidad como perteneciente a una única especie. Todos los sistemas culturales no son otra cosa que variaciones que ha tenido el eje filogenético de la especie. No existen culturas evolucionadas y culturas primitivas, sino únicamente formas diferentes de respuesta a los desafíos que insidian la vida del grupo. La razón como "logos" contrapuesta al "mitos" pertenece a una modalidad cultural y hoy se encuentra impotente frente a la contradicción que ella misma ha venido creando. Esta tiene solución solo desde el surgir de las posibilidades escondidas o no consideradas por la historia de la cultura oficial. Así se va afirmando la convivencia, el reconocimiento mutuo de las muchas humanidades culturales, cada una de las cuales es el resultado de las respuestas a los desafíos de la supervivencia y que constituyen la totalidad humana.
            Frente a la realidad del posible deterioro irreversible del sistema ecológico, se perfila el imperativo de convertir la lógica del dominio en lógica de comunión. El dominio sobre la naturaleza y la humanidad nos ha llevado a la ilusión de hacer coincidir lo racional con lo real, negando todo lo que era alteridad. Este proyecto de dominación hoy, frente a los hechos que se nos presentan, ha fracasado. La ciencia nos ha irremediablemente emancipado del mito, pero no de una simbiosis orgánica con la naturaleza entendida como ecosistema en que nos encontramos a vivir y que tenemos que preservar para las futuras generaciones.
            Desde su inteligencia y conciencia el hombre sabe que esta simbiosis es la base estructural de la solidaridad con la naturaleza, solidaridad que es el imperativo moral actual que llenado de contenidos empíricos podría ser formulado así: "actúa de forma que en la máxima de tu acción el género humano encuentre las razones y las garantías de su propia supervivencia". Como la supervivencia del género humano es estrictamente interconectada con la de la biosfera, el correlativo empírico de la universalidad del a priori es el entero ecosistema no reductible al género humano.
            En definitiva la época moderna ha traído una universalidad estructural por haber puesto en contacto los hombres de todo el mundo entre ellos, pero estos logros de la técnica han sido utilizados de forma nefasta para dominarlo todo. Este uso de la técnica ¿es una necesidad vinculada a su esencia o es imputable a la cultura del dominio típica de occidente y puede por tanto ser eliminado  a través de una transición cultural radical hacia una nueva ética?
            Hoy nos encontramos con que el futuro es la dimensión más profunda de la responsabilidad moral. El tiempo como despliegue de energía es la substancia de los procesos vitales. Es irreversible porque la energía desplegándose no está nunca en las condiciones precedentes. En este proceso es donde se da la evolución de la vida sobre el planeta, antes a nivel biológico y luego, en la era del homo sapiens, a nivel cultural. Hoy la ingeniería genética ha empezado a destruir el muro entre necesidad  y libertad. La evolución del hombre hasta ahora sometida al determinismo de la naturaleza se ha vuelto arbitraria y a disposición de la libre actuación humana. El hombre como estructura disipativa absorbe energía de la biosfera y la devuelve degradada. Cuando este intercambio llega a tales extremos en que el sistema ecológico no puede ya equilibrarlo, se acelera el proceso entrópico del planeta.
            Con estas consideraciones llegamos a pensar que tiene que surgir un imperativo ético  que tiene que salir del individualismo y abrirse a toda la biosfera.  Esta ética de tipo planetario toma como fundamento la interdependencia entre las cosas y de manera especial  entre la especie humana y sistema ecológico. Esta dependencia fundamental constituye el marco en el cual se va dando la reciprocidad de los pueblos de la tierra en una conciencia de solidaridad. El imperativo categórico de la conciencia tiene en si la exigencia de ponerse como ley universal.

C) La ética latinoamericana
Para nuestro trabajo dirigido a un contexto brasileño creemos que un planteamiento ético correcto tiene que pasar por considerar lo más específico de la tradición ética latinoamericana y su reflexión como una aportación hacia la generación de una ética de corte universalista-horizontal.
La moral actual se fundamenta en una subjetividad que ha sido definida como "herida". Esta fundamentación subjetiva de la moral es algo común en los pensadores postkantianos y llega hasta los feno­menólogos (Husserl). La situación del hombre es la de un sujeto que pone el objeto. Pero habría que preguntarse si este es el modo más radical de ser del hombre en el mundo. Sobre la cuestión nos parece sugerente la reflexión de E. Dussel que ahora queremos presentar. Dice este autor que "Antes que sujeto el hombre es un ente mundano que puede, como uno de sus modos de ser, tomar la actitud de sujeto ante un objeto. Pero este modo de ser no es originario sino fundado, segundo"3 .
            La situación original desde la que tiene su comienzo la tarea ética es la situación histórica vulgar del hombre. A partir de aquí se habrá de describir la estructura ética del hombre en su cotidianidad. Nos encontramos por tanto con "el hecho originario en la totalidad de que el hombre es un ente en cuya esencia le va el estar, desde que es arrojado en el mundo. Este será el primer factum ontológico en el que se podrá descubrir la estructura que piensa la ética" 4. Se trata de un modo ingenuo de estar en el mundo y el tema de la ética será el hombre ingenuamente caído en la cotidiana existencia. Este hombre ingenuo se enfrenta constantemente, sin haberlo tematizado, con entes que le rodean. Es la actitud existencial que constituye el tema de la investigación ética. Esta forma de estar en el mundo ha sido llamada por los griegos "praxis" y solo desde ella se alcanza la actitud teórica.
            El hombre como totalidad en su cotidianidad es también la situación hermenéutica inicial. La situación teórica desde la que empezaba toda la tradición clásica constituye para noso­tros - en palabras de Dussel - tan solo un momento que hay que integrar en la totalidad cotidiana y práxica del hombre. Nuestro autor se pregunta por tanto, sobre el posible funda­mento de una ética que pretende considerar el hombre en su situación existencial.
            Sabemos que fueron los griegos quienes por primeros descubrieron el nivel ontológico, es decir los entes desde el horizonte del ser. El ser es el horizonte dentro del cual todo cobra sentido. Se impone por tanto ocuparse de lo que es común a todos y desde el cual todo puede esclarecerse. El hombre es el único ente que por medio del logos puede comprender el ser. Esta comprensión para nosotros, no es pura teoría, sino posición existencial en el mundo como tal y, derivadamente, la captación de lo que nos hace frente dentro del mundo como posibilidades en la consecución existencial o practica de nuestro ser.
            El fundamento de la ética es el ser del hombre como un a-priori con que nos encontramos al ser lanzados al existir. El existir es comenzar a hacerme cargo de mí ser con responsabi­lidad. Esto quiere decir que el hombre se experimenta desde su finitud como un poder ser. El fundamento de la ética es por tanto el ser del hombre que se comprende existencialmente como poder ser. Aquí entra en juego la categoría de temporalidad, que confiere una connotación proyectiva a la comprensión del hombre que no es temática sino existencial, ambigua pero fundante.

            De la misma forma la comprensión dialéctica del ser no es una pura comprensión conceptual, sino que partiendo de lo "histórico" se vuelve una comprensión dialéctica existencial. Situándose el hombre en un poder ser adviniente y no dado, el futuro siempre constituye un ser esencial a su comprensión. "La dialéctica comprensiva existencial es el modo primero y cotidiano como el hombre vive su mundo y se abre a el" 5. La comprensión fundamental es preconceptual y dinámica.

1 D. W. Pearce R.K. Turner. O.c. Pg. 279.

2 E. Balducci, L' uomo planetario. Firenze 1990; M. Vidal, Etica civil y sociedad democrática. Bilbao 1984.

3 E. Dussel, Filosofía ética de la liberación. Presupuestos de una filosofía de la liberación. Tomo II, pg. 38.

4 Ibid, Tomo II pg. 39.

5 Ibid, Tomo II, 156.

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