POBREZA, DESARROLLO Y POLÍTICA SOCIAL EN MÉXICO

Hilario Barcelata Chávez

PROBLEMAS DE MEDICIÓN DE LA POBREZA

El Pre-foro sobre la pobreza ignorada
Como parte del Foro Hacia una agenda integral de atención a la pobreza ignorada, cuyo segmento medular se llevó a cabo esta semana en el Museo de la Ciudad de México, el 10 de octubre se realizó en El Colegio de México un taller de discusión sobre la medición de la pobreza. La relatoría del taller fue leída al inicio de los trabajos del foro. Por su importancia me permito presentar aquí una síntesis.

Problemas de la información
En la primera mesa del pre-foro se abordaron los problemas de la información. Hubo consenso entre los participantes (alrededor de 15 personas) en que la información estadística que se usa en México para estimar la pobreza, proveniente de encuestas de hogares (principalmente las encuestas nacionales de ingresos y gastos de los hogares, ENIGH) y censos de población, es insuficiente y no cumple con los estándares de calidad necesarios. En particular, se exploró en detalle la subestimación de los ingresos de los hogares (en comparación con cuentas nacionales), lo que lleva a sobrestimar la pobreza y a subestimar la concentración del ingreso. Para hacer frente a este problema, los investigadores suelen ajustar los datos a cuentas nacionales, multiplicando cada fuente del ingreso de los hogares por un factor para que el conjunto expandido de hogares de la ENIGH tenga el mismo monto total de ingresos que los hogares en cuentas nacionales.
Eso, sin embargo, equivale a suponer que toda la subestimación se debe a subdeclaración de los hogares. En su ponencia, Fernando Cortés argumentó que, además de la subdeclaración, la ENIGH está truncada por arriba y por abajo, es decir, que no capta información ni de los hogares más ricos ni de los más pobres. Esto obligaría a llevar a cabo ajustes por fases: una para el truncamiento superior, cuya información podría provenir de declaraciones de impuestos; y una para la subdeclaración. Para este fin, el autor sugirió llevar a cabo investigaciones específicas para conocer la magnitud de la subdeclaración. Desde luego, la recomendación para el futuro supone cambios en la metodología de muestreo.

El ajuste a cuentas nacionales
A partir de 1999 el INEGI está publicando las Cuentas por Sectores Institucionales, que incluyen la cuenta de los hogares. Esta permite que la tarea de ajuste se lleve a cabo en condiciones mucho más adecuadas. Sin embargo, como el producto es nuevo hay muchas dudas, en particular sobre la correspondencia de los conceptos utilizados en cuentas nacionales y en la ENIGH. Para aclarar estas dudas se convocó a participar en el Pre-Foro a varios funcionarios del INEGI, tanto del área de la ENIGH como de cuentas nacionales que, sin embargo, no participaron. El propósito de un diálogo entre el INEGI y la academia se vio frustrado.
La ponencia sobre el ajuste a cuentas institucionales que presentó de emergencia Julio Boltvinik, ante la mencionada ausencia de los funcionarios del INEGI que lo realizarían, resaltó que: a) es necesario excluir de la ENIGH regalos en efectivo y en especie que los hogares residentes en el país se hacen entre sí, y los ingresos por ventas de bienes durables, ya que conceptualmente no constituyen ingresos del conjunto de hogares; b) a los ingresos de cuentas es necesario restarles los impuestos y contribuciones pagadas para hacerlos comparables con los de la ENIGH; c) Los ingresos por alquileres de inmuebles se consideran en la ENIGH renta de la propiedad, mientras en cuentas nacionales se consideran una rama más de la producción; d) el concepto de renta empresarial de la ENIGH corresponde, aparentemente, al ingreso mixto neto de cuentas nacionales y a los retiros de renta de las cuasisociedades que cuentas clasifica como parte de la renta de la propiedad. Obviamente se requiere la opinión especializada del INEGI sobre este ajuste.
Los resultados de este ejercicio para 1998 (último año para el que es posible hacerlo) son los siguientes: a) El ingreso de la ENIGH (neto de los rubros eliminados) es sólo el 46 por ciento del ingreso de cuentas nacionales, por lo que se requiere multiplicarlo por 2.17 para igualarlo a éste. b) La subestimación varía entre fuentes de ingreso, siendo los factores de corrección más bajos los de la renta imputada de la vivienda propia y de remuneración de asalariados (1.35 y 1.51), seguidos de las transferencias y de la renta empresarial (2.13 y 2.48). En agudo contraste, la renta de la propiedad de la ENIGH equivale a menos del 2 por ciento del de cuentas nacionales, por lo que hay que multiplicarla por 52.9 para ajustarla. Esto es consistente con la percepción del truncamiento de los ingresos altos en la ENIGH, ya que la renta de la propiedad está muy concentrada en los más altos ingresos. c) Al realizar el ajuste, la concentración del ingreso resultante es mucho más alta que la captada en la ENIGH: la participación del decil X en el ingreso total de los hogares pasa de 38.1 por ciento a 46.8 por ciento. Naturalmente, se hizo notar que el procedimiento seguido, además de no corresponder al procedimiento por fases sugerido en la ponencia de Cortés, no es el único posible.
De este examen se desprendió la necesidad de mejorar sustancialmente la calidad de la información estadística asociada con el tema. En términos institucionales y legales hubo consenso en dos medidas necesarias: la revisión de la Ley de Información Estadística y la modificación del estatuto legal del INEGI para convertirlo en una institución plenamente autónoma. Para mejorar la ENIGH, anotó Fernando Cortés, aumentar sustancialmente el tamaño de la muestra y mejorar las variables con las cuales se hace la estratificación para el muestreo.

 

Los ejes del desacuerdo
Ya en la segunda mesa, la ponencia de Julio Boltvinik giró en torno a los ejes centrales del desacuerdo en la medición de la pobreza: la elección de las dimensiones que se incluyen en la medición y los niveles en los cuales se fijan los umbrales que separan a los pobres de los no pobres. En el primer eje los métodos se clasifican en unidimensionales y multidimensionales, quedando en el primer grupo los que miden la pobreza de ingresos (o de línea de pobreza, LP) y en el segundo los de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y los combinados (que incluyen tanto NBI como LP). En el segundo eje la clasificación es entre la pobreza absoluta y la relativa o, en términos más claros, entre los umbrales avaros y los generosos. Mostró una tipología de métodos de medición de la pobreza que se aplican en México, clasificándolos en los dos ejes del desacuerdo. Ahí incluyó no sólo métodos utilizados por instituciones y personas para medir la pobreza, sino por instituciones para otorgar ciertos beneficios. Por ejemplo, la Ley del Impuesto sobre la Renta, que fija rn alrededor de cuatro salarios mínimos el umbral debajo del cual las personas no sólo no pagan ISR, sino que reciben un pago conocido como crédito fiscal, método que queda clasificado como unidimensional generoso. Mostró que los métodos se mueven a todo lo largo y ancho de los dos ejes del desacuerdo y que no hay asociación entre métodos avaros y unidimensionales, ya que algunos de éstos son generosos (por ejemplo la LP de Coplamar, basada en la Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales). Tampoco hay asociación entre métodos multidimensionales y generosos, ya que algunos de éstos son avaros, como el que aplica el Progresa. Continuó mostrando el amplio rango de variación en la incidencia de la pobreza y/o de la pobreza extrema que se obtiene con los diversos métodos que se aplican en el país. Por último, para defender las posturas generosas, mostró resultados de la encuesta sobre percepciones de la población urbana sobre las normas mínimas de satisfacción de las necesidades básicas, en la cual la población entrevistada en 2 mil 470 cuestionarios aplicados en 18 ciudades del país, expresó una concepción amplia de las necesidades básicas, incluyendo rubros de la CNSE que han sido disputados, como el refrigerador, la TV y la lavadora. En síntesis, el autor defendió los métodos multidimensionales generosos, como el MMIP.

La pobreza de tiempo
La ponencia de Araceli Damián versó sobre la pobreza de tiempo. Como antecedentes mostró el enfoque de Vickery y el de Boltvinik (MMIP), que parten del reconocimiento de la importancia del trabajo doméstico en la determinación del nivel de bienestar del hogar. Su ponencia se concentró en evaluar, con evidencia empírica para México, el procedimiento propuesto en el MMIP. Mostró algunas de las inconsistencias de la información sobre uso del tiempo de la ENIGH96, que se derivan de la no identificación de actividades que se pueden realizar simultáneamente, lo que lleva a sobrestimar el tiempo dedicado al trabajo doméstico. Encontró que el uso en el MMIP de la norma constitucional de 48 horas semanales es relativamente cercano a los valores medios de trabajo tanto extradoméstico como doméstico de quienes sólo realizan una o la otra actividad. En cuanto al límite superior de edad para considerar la posibilidad de trabajo extradoméstico, que Boltvinik sitúa en 69 años de edad, Damián sugiere elevarla a 75 años, ante la evidencia empírica que muestra que casi la mitad de los hombres de 70 años y más sigue trabajando. La autora encontró que la norma de 20 horas de trabajo y 28 de estudio a la semana, fijada para los estudiantes de 15 años y más, coincide con la media de tiempo de estudio observada. Por último, mostró la evolución de la pobreza de ingresos y su relación con la pobreza de tiempo entre 1994 y el 2000, llegando a la siguiente conclusión: "Como en los años ochenta, a pesar de la crisis [de 1995-1996] creció el porcentaje de personas que son no pobres por tiempo a pesar de que son pobres por ingresos. Esto quiere decir que no pudieron aumentar el tiempo de trabajo extradoméstico".

Monetización de lo no monetario
En su ponencia, Rodolfo de la Torre propuso partir de ideas expresadas por Foster y Sen para tratar de "operacionalizar" los conceptos de realizaciones (functionings) y capacidades (capabilities) de Sen, empezando con los ingresos y modificándolos con una serie de valores monetarios imputados a la posesión de activos, como el agua potable, la electricidad, el drenaje, y haciendo lo mismo con el ocio. Los valores atribuidos a cada uno de estos rasgos serían sumados al ingreso corriente de los hogares y, sólo entonces, comparados con la línea de la pobreza para determinar si los hogares son o no son pobres.

Consensos y disensos
En torno a las tres ponencias sobre métodos de medición de la pobreza tuvo lugar una larga e interesante discusión. Vania Salles anotó que los umbrales de pobreza tienen una base cultural. Fernando Cortés se mostró escéptico sobre la posibilidad de llegar a acuerdos sobre los criterios de lo que se incluye y no se incluye en las normas de pobreza y preguntó cómo se puede delimitar externamente el rango del desacuerdo. Aquí Boltvinik recordó una de las ventajas de las canastas explícitas y detalladas (presupuestos familiares) que permiten medir cuál es la importancia del desacuerdo en términos monetarios. Recordó, además, la famosa frase de Amartya Sen que señala que "describir las prescripciones existentes no constituye un acto de prescripción sino de descripción". Es decir, las normas tienen una existencia social objetiva. La tarea del investigador es conocerlas y sistematizarlas, no inventarlas. Sobre este punto Rodolfo de la Torre hizo alusión a la teoría de las decisiones colectivas del propio Sen: "si todos opinan, ¿cómo agregamos las decisiones?", preguntó. Julio Boltvinik manifestó que la propuesta de Rodolfo de la Torre puede ser concebida como cercana al MMIP en varios aspectos, particularmente al tomar en cuenta los ingresos, el ocio y algunas necesidades básicas. Sin embargo, manifestó su desacuerdo en que se le presente como la "operacionalización" del enfoque de capacidades / realizaciones de Sen. También manifestó su desacuerdo en que se monetice todo.
Sin haber llegado a un consenso en torno a los detalles del método deseable de medición de la pobreza, se esbozaron ciertos consensos. En primer lugar, que deben tomarse en cuenta, además de los ingresos, otras dimensiones o fuentes de bienestar de los hogares. El tiempo libre o de ocio es uno de ellos. También hubo consenso en incluir dimensiones como agua potable, electricidad, nivel educativo. Donde no hubo acuerdo es en la manera de combinarlas. La discusión sobre los niveles de los umbrales no avanzó y, por tanto, no fue posible demarcar los puntos de acuerdo y de desacuerdo.
También hubo acuerdo en que es imperativo que el tema de la medición de la pobreza se abra a discusión con grupos diversos, que desde las experiencias adquiridas mediante estudios académicos, trabajo de campo y conceptual, pueden y deben contribuir a subsanar los vacíos y fallas que existen en la medición de la pobreza.

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