ESTRATEGIA PARA INCREMENTAR PRODUCCIÓN CIENTÍFICA EN FILIAL DE TECNOLOGÍAS DE LA SALUD. CIENFUEGOS, 2007-2010

Maité Tovar Horta
José Luis Montes de Oca Montano

La ciencia como saber público


La ciencia es una actividad fundamentalmente social, lo que implica que  depende de una buena comunicación: así plantea Hermann Bondy, citado por Robert Day con lo que se pone en evidencia uno de los aspectos más importantes para el ámbito científico: la publicación  es el resultado de un trabajo de investigación. (5)

¿Qué organización debe  tener una Publicación Científica?
Desde que en el año 1972 el American National Standards Institute estableció como norma el sistema IMRYD, por primera vez la tendencia al uso uniforme de este sistema para la publicación científica ha aumentado. Las siglas IMRYD designan las partes o componentes que debe tener un artículo científico. Estas partes, en el orden sugeridos son: Introducción, Métodos (Material y Métodos), Resultados Y Discusión.
Como dijera Don Ramón y Carvajal “para escribir un artículo científico es necesario llenar 3 requisitos: primero, tener algo que decir, segundo decirlo y, tercero, no decir más que eso” (7). De manera que es conveniente establecer la diferencia existente entre el documento que recoge la presentación de una investigación y la publicación de los resultados de dicha  investigación.
La publicación científica nació dependiente de la investigación científica y ésta, del surgimiento de la propia ciencia, es decir,  del sistema de conocimientos objetivos sobre la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, que está históricamente condicionado en su desarrollo y que tiene por base la práctica histórico – social de la humanidad (8).
López, refiriéndose al tema dice“La producción científica es la forma mediante la cual una universidad o institución de investigación se hace presente a la hora de hacer ciencia, es una base para el desenvolvimiento y la superación de la dependencia entre países y regiones de un país; es un vehículo para la mejoría de la calidad de vida de sus habitantes; es una forma de hacerse presente no sólo hoy, sino también mañana”. (9)

Orígenes de la publicación científica
Según Laín Entralgo P.; los antiguos sumerios desarrollaron la escritura cuneiforme en el año 4 000 a.n.e. y así divulgaban los hechos ocurridos y sus observaciones sobre los mismos, no era fácil la propagación de los conocimientos por ese medio, pues las grandes rocas donde grababan los signos no permitían su transportación.
El Egipto Antiguo utilizó el papiro, alrededor del año 2000 a.n.e. Algunos de ellos se han conservado hasta nuestros días y han sido de inapreciable valor para las Ciencias Médicas.
Hacia el siglo II a.n.e. ya  se usaba el pergamino (hecho con pieles de animales). Los griegos crearon grandes bibliotecas, entre ellas la más rica en volúmenes fue la de Alejandría, lamentablemente destruida en tiempos de la conquista romana.
A principios del siglo II e.n, los chinos inventaron el papel, descubrimiento utilísimo para el posterior invento de la imprenta por Gutenberg en el año 1440. Con la impresión de una Biblia de 42 renglones se daba inicio a la era de la rápida difusión,  a escala mundial,  del conocimiento humano.  
El siglo XX desde sus inicios, ha sido testigo de importantes descubrimientos científicos en todos los órdenes y, en especial, en las Ciencias Médicas. El capitalismo, fortalecido en este siglo – a pesar de sus períodos de crisis y guerras –  invirtió considerables recursos en la investigación científica, fundamentalmente en la relacionada con los problemas bélicos; pero también en otros campos, en los cuales las Ciencias Médicas han ocupado un lugar importante. (10)
La comunicación científica, es relativamente nueva. Las primeras revistas científicas aparecieron en 1665, cuando, casualmente, empezaron a publicarse dos revistas diferentes: la Journal des Scavans, en Francia y las Philosophical Transactions of the Royal Society of London y las Acta Eruditorum (Leipzig, Otto Mencke), ambas de finales del siglo XVII, en Inglaterra; desde entonces, las revistas han servido de medio principal de comunicación en las ciencias. En ese momento, el acto de publicar una  investigación científica era controvertido e incluso ridiculizado. No era inusual que un nuevo descubrimiento se anunciara como un anagrama, reservando la prioridad al descubridor, pero indescifrable para cualquiera que no compartiera el secreto. Aunque publicaban en ambas revistas (la Inglesa y la Alemana), tanto Isaac Newton como Leibniz usaban ese sistema y recelaban de la prioridad de sus descubrimientos, lo que les llevó a una feroz disputa (en el caso del cálculo diferencial e infinitesimal). Lógicamente, el método no era eficaz. En la actualidad se publican unas 70 mil revistas científicas y técnicas en todo el mundo.
En la década de los 60 en Estados Unidos surgieron los primeros indicios de lo que luego sería Internet. Sus orígenes están vinculados a lo militar y como una respuesta al problema de mantener las comunicaciones si se producía un ataque nuclear. La solución propuesta fue dividir el mensaje en pequeñas porciones denominadas paquetes, que llevarían determinadas referencias. La ruta específica que cada paquete tomaría no era relevante, lo importante era que se alcanzara el objetivo, es decir, el punto que debía ser el receptor del mensaje. Se pensó que una red de comunicación utilizando computadoras sería más efectiva y menos costosa. No pocos especialistas en el tema afirmaron que esta red acabaría con los papeles en las oficinas, y toda la información necesaria estaría en la pantalla de cada computadora. (11)
En enero de 1978, un grupo de editores de varias revistas biomédicas publicadas en inglés y que gozan de prestigio se reunieron en Vancouver, Canadá, y decidieron uniformar los requisitos técnicos para la preparación de los manuscritos que debían ser sometidos a la consideración de los comités de redacción de dichas publicaciones. Entre estos requisitos se hizo patente la necesidad del respeto a las normas éticas del comité que supervisa la experimentación en seres humanos y la Declaración de Helsinki, de 1973, enmendada en 1983.
En América Latina, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) impulsa estas investigaciones desde la década de los años 1980.

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