NATURALEZA DE LA PLANEACIÓN ECONÓMICA. RECUENTO DE LA PLANEACIÓN ECONÓMICA EN MÉXICO Y EL MUNDO.

Rodrigo Hernández Gamboa

Capítulo III.
Planificación en los países occidentales de la post guerra.

En este apartado nos enfocaremos en la planeación democrática, cómo se concibió y sus deficiencias y funcionalidades en una economía abierta y desarrollada, a donde se pretende sí bien establecer pautas de desarrollo también se intenta mantener la hegemonía económica.

 

Apuntes preliminares.

Con los nuevos planteamientos de desarrollo que se fincaron en las propuestas Keynesianas del Estado del Bienestar, la planificación se asentó en la función primordial del Estado como promotor del progreso industrial-técnico, como interventor de las consecuencias del propio progreso y como compensador de la actividad industrial que se volvió desequilibrada en ciertas regiones. La política del pleno empleo, paradigma del Estado Benefactor, aunado a la presión endémica sobre los precios e ingresos, dieron muestra de la necesidad de que el Estado interviniera en la economía de manera determinante, y por ende, concluyera con un revisión de toda la estructura industrial y empresarial.

Estas nuevas funciones asumidas por el Estado requerirían, en una economía capitalista de mercado, que las empresas privadas aceptarán responsabilidades más amplias que la simple maximización de utilidades o plusvalía; a su vez, se exigía a los trabajadores o representantes de estos un enfoque que fuera más allá de la máxima obtención con el mínimo esfuerzo posible. Un nuevo sistema en el que la desaparición de muchos incentivos que se obtendrían en una economía totalmente liberalizada, se correspondieran en nuevos beneficios asociados a una armoniosa relación de los factores de la producción, y que se asumieran dentro de un Estado detentador del “interés general” y distribuidor de los beneficios y perjuicios dentro de la nación.

El espacio que pretendemos dar a este apartado está sujeto a medidas tomadas dentro del Estado que comprenden las décadas de 1940 y 1970 principalmente, donde los países que investigamos: Francia, Inglaterra, Alemania y Japón, aplicaron medida que rechazaron el laissez faire en su mayoría, aunque también rechazaron la posibilidad de una economía colectivizada con una planificación centralizada como lo fue la URSS. Es decir, su intención se centró en advertir los beneficios del mercado, a su vez que se plantearon diferentes formas de crecimiento económico que resultaron notables en algunas experiencias; tal es el caso de la planeación económica.

Es así que se retoman las ventajas de la planeación en concordancia con la teoría del crecimiento en el que se revela la noción de insumos-producción, y en la que se busca una reproducción del insumo capital, dejando ver en las condiciones moderna, mayores expectativas en la planeación como una manera de obtener dicho crecimiento.        

La planificación, como forma de organizar ciertos sectores en la economía; en los países occidentales hizo hincapié en la búsqueda del crecimiento, al mismo tiempo que intentó que el ingreso se distribuyera equilibradamente. Pero estos objetivos de entrada ambiguos por su preeminencia en cualquier modelo económico, se ven reforzados por otros objetivos más, que se enuncian de una u otra manera en los países desarrollados y que demuestran mejor su carácter particular. Estos son; un estabilidad de precios, una situación satisfactoria en la balanza de pagos, una distribución más equitativa del ingreso o de la riqueza, una provisión adecuada de bienes sociales, una tasa sustancial de crecimiento del Producto Nacional Bruto, un desarrollo equilibrado de las distintas regiones del país, un ingreso de crecimiento monetario de la productividad y por último, una competencia suficiente entre las empresas e igualdad de condiciones competitivas. Estos objetivos son tratados en diferente orden de prioridad conforme al país del que se esté hablando (Denton, 1970: 15).
 
Al mismo tiempo que se instituyen estos objetivos, se buscan cambios en el proceso gubernamental en el ámbito de las políticas económicas para darle cause a estos preceptos. Estos oscilaron entre una reorganización del departamento gubernamental, principalmente en los Ministerios de finanzas, a donde se establecieron nuevos puestos para encargados del crecimiento a mediano y a largo plazo. O por otro parte, se formaron nuevos departamentos con jefaturas políticas desvinculadas, lo que incidió en una reconciliación final de los objetivos de los planes a seguir. Pero estos planteamientos fueron divergentes en los países occidentales, y dependieron en gran medida de la situación política y económica del país del que se trató.

Finalmente, hay que señalar que la aplicación del modelo Keynesiano del Estado Benefactor en los  países del capitalismo avanzados, identificaron la búsqueda de mejoras en las relacionan sociales, no en las relaciones sociales de producción que deberían de ser las indicadas, sino sobretodo en los servicios colectivos que se ejercieron con una política social desde el Estado. Es entonces que las tensiones sociales son modificadas y son resanadas por esta acción del Estado, con recursos presupuestarios que no son asignados a las actividades del mercado, sino que se emplean en una política social que en buena parte de estos países está o estuvo acompañada por una planeación efectiva (A. Gordillo, 1973: 140).

Karl Mannheim hace todo un análisis sociológico tanto de le experiencia soviética y sus resultados, como también de los supuesto beneficios de la planeación empleándola en una economía de libre mercado en donde los valores democráticos estuvieran presentes y en donde los parámetros, como las recompensas evidentes a partir del esfuerzo se manifestaran, Además, analizó la seccionada sociedad soviética, que se mantuvo dividida en organizaciones de masas mal equilibradas, señalando peligros y perversiones en las pudiera caer cualquier Estado despótico.
Pero lo que nos interesa, es su concepción de lo que se podría producir un sistema planificado en un sociedad democrática, que por tanto no se refiere a las subdesarrolladas, entendiendo su claro carácter dogmatico sobre el tema, es decir, y esto resulta un concepción muy propia, el autor no encierra dentro de su concepción de democracias tradicionales a otras divergentes, como pudiera ser la Iraní, o asentadas en otro paradigma, como es la democracia popular china, o la democracia socialista Cubana. Su reflejo de democracia se centra sobre los países europeos y sobretodo en las economías más desarrolladas del mundo.   
En primer lugar, señala el autor que solamente un gobierno fuertemente centralizado puede llevar a cabo la planificación, al señalar que no puede ser eficiente en un gobierno con autoridad central débil. Por ejemplo; Inglaterra, adonde ni la supremacía del Parlamento ni la responsabilidad del Gabinete deberían debilitarse si se quiere aplicar este instrumento, pues la planificación exige de una concentración de autoridad considerable (Mannheim, 1950: 145).
La centralización es necesaria, pues la coordinación de las distintas medidas es esencial para la planificación. Esta es otra máxima que el autor aterriza al enfatizar la necesidad de que los objetivos fundaméntales a largo plazo se delimiten con todos los órdenes de gobierno. Desde la encargada de la constitucionalidad de la norma jurídica hasta el ejecutivo. Haciendo hincapié en que la existencia de coordinadores de la planificación no elimina los errores permanentes de la naturaleza humana, pero si el colocar controles invariablemente va encaminada a evitar la unilateralidad de la planeación (Mannheim, 1950: 146).
Más delante expresa el autor que “la centralización en una sociedad planificada es esencial únicamente en cuanto a ciertos asuntos de capital importancia”, argumentado que sí bien el organismo coordinador deberá ser garante de la centralización cuando esta esté justificada, no deberá crear instituciones encaminadas a conjuntar todas las funciones de la planeación, entendiendo por esta acción, la diferenciación entre trasmisión de poder y autonomía. Es decir, delegar responsabilidades sin abandonar del todo la tarea. Se deberá respetar la autonomía local –dice el autor- en tanto que se fomenta la independencia y la iniciativa popular (Mannheim, 1950: 146).
En una sociedad planificada, el gobierno y la comunidad no son ya entidades separables, es decir, se “demarcarán -en la planificación- claramente la finalidad, el alcance y los controles gubernamentales con limitaciones de la libertad individual”, entendiendo que los controles de la planificación no son amenazas a la libertad individual. Es así que esgrime que en una “comunidad democrática, el policía es un agente de la libertad cívica, y no de la opresión, ya que al cumplir con la ley permite suprimir el crimen y con ello inhibe desarrollo de las tendencias destructivas” (Mannheim, 1950: 148).
“La interferencia legítima del Estado en la vida económica a través de su organización y de su poder regulador, debería servir para mantener una producción máxima y controlar los monopolios arbitrarios”. Este es otro aforismo que él propone al señalar que la libertad de empresa es compatible con la utilización plena de los recursos para el bien de la comunidad. Asume que la formación de cárteles capitalistas tendrán la posibilidad de hacerse con recursos muy importante, y ante esta acumulación incesante de poder se carecerá de responsabilidad pública, y con el uso del instrumento planificador se podrían hacer frente a sus técnicas de organización y dirección (Mannheim, 1950: 152). 
En contraste, para los teóricos del neo marxismo, la planificación económica en las economías capitalista se encuentran en una situación en la que no se organiza ni se distribuye el capital, sólo se regulan y matizan las contradicciones del modo de producción. Esto se hace presente en tanto que el Estado como una condensación de las luchas entre clases y por ende de las relaciones de producción, se constituye dentro de la estrategia hegemónica de la clase social que detenta el poder político, situación que le impide actuar contra las condiciones establecidas en el proceso de la valorización del capital. Este proceso sólo puede ser controlado o modificado por respuesta a un cambio en las relaciones de producción, pues sin controlar las causas, poco probable es que se controlen las consecuencias. Es por eso que el Estado con sus intervenciones en el mercado, sólo trata las consecuencias y los síntomas del proceso económico, mediante sus muy ambiguas regulaciones de las contradicciones económicas. Y las intervenciones a priori no reflejan nada que no dependa de la valorización del capital en las que el Estado tiene poca injerencia. Este es la limitante de la planificación capitalista, sobre todo en los países desarrollados, puesto que bajo la insignia de una programación de las grandes orientaciones de consumo y producción, se limita a indicar las compatibilidades de las bases materiales de la producción, como lo son los recursos humanos, técnicos y naturales a la acumulación de capital. Termina por ser un inmenso estudio de mercado que poco repercute en el desarrollo subsecuente de la economía (Poulantzas, 1979: 234).   

En el resto del capítulo analizaremos cuatro de las economías más importantes del globo, y que en su momento intentaron aplicar el paradigma planificador con buenos resultados algunos y otros con serias deficiencias. Este es un estudio centrado en los años en que la planeación era un serio implemento de las políticas económicas del Estado, es decir, durante la segunda mitad del siglo XX, por igual razón, no se puede hablar de su contemporaneidad, pues las relaciones cambian y el proceso planificador se han trocado por uno de economía de libre mercado excesivo en la mayoría de estos países industrializados. De igual forma, si hubiera evidencia planificadora actualmente, no se podría enfrentar sino con los resultados, estos magramente son comprobados y las más de las veces se quedan como simples ejercicios teóricos para técnicos y personal burocrático.

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