En conjunto,  con algunas excepciones, los países de América Latina se encuentran en una franca  situación de atraso, en la que los obstáculos parecen engendrar y sostenerse  recíprocamente, manifestándose en el círculo vicioso del subdesarrollo. Las  naciones que son la excepción son las que han roto ese encadenamiento y se  hallan en vías de desarrollo. Pero también estas últimas llegan a estancarse y  algunas veces a retroceder en dicho proceso. En suma, ningún país  latinoamericano ha podido encontrar el círculo virtuoso del desarrollo.
  La evolución  de la economía latinoamericana desde la posguerra ha sido inestable y lenta.  Así, la tasa anual de crecimiento del producto bruto en el área, que fue de  5.0% como promedio en la segunda mitad de la década de los 40s, se redujo a  4.8% en los años 50s, aumentando ligeramente en el decenio de los 60s a 5.3%.  Esto, relacionado con el crecimiento demográfico, influyó en la disminución del  producto bruto por habitante que, de 2.3% en promedio en la década de los 40s,  bajó a 1.3% en los 50s y en la presente década (de 1961 a 1970) a 2.2%.1 Este reducido nivel marcó una auténtica paralización del crecimiento económico,  ya que los niveles mínimos considerados por la Alianza para el Progreso (ALPRO) y por  las Naciones Unidas para su década del desarrollo2 fueron del 2.5%. Las metas y objetivos quedaron por lo tanto sin alcanzarse.
  Este descenso  del ritmo de crecimiento presenta características diferentes en los países de  la región. De 1945 a 1950, cinco países tuvieron crecimientos del PIB per cápita superiores al 5% anual,  encabezados por Venezuela y el Salvador con un crecimiento del  7.3%; seis países crecieron entre el 2.5% al 5.0% en promedio durante el período;  mientras que ocho países crecieron por debajo del 2.5%, cuatro de los cuales con  crecimientos negativos. En la década de los 50s, solo cuatro países crecieron  por arriba del 2.5% anual. En los años 60s, siete países rebasaron la meta del  2.5% de aumento en la producción per  cápita.3 Esto se puede apreciar en el cuadro a continuación.
  Cuadro 1: Tasas de crecimiento  promedio anuales del PIB y el PIB PC de América Latina
  | 
      Producto Interno Bruto  | 
      Producto Interno Bruto per cápita  | 
    ||||
  | 
      1945-50  | 
      1951-60  | 
      1961-70  | 
      1945-50  | 
      1951-60  | 
      1961-70  | 
    
Panamá  | 
      0.4%  | 
      5.5%  | 
      7.5%  | 
      -2.2%  | 
      2.5%  | 
      4.3%  | 
    
Nicaragua  | 
      6.3%  | 
      5.1%  | 
      6.8%  | 
      3.3%  | 
      2.1%  | 
      4.1%  | 
    
Costa Rica  | 
      1.1%  | 
      7.6%  | 
      7.0%  | 
      -1.6%  | 
      2.9%  | 
      3.7%  | 
    
México  | 
      6.3%  | 
      5.7%  | 
      7.3%  | 
      3.2%  | 
      1.7%  | 
      3.7%  | 
    
República Dominicana  | 
      8.4%  | 
      5.1%  | 
      5.9%  | 
      5.8%  | 
      1.9%  | 
      2.9%  | 
    
Brasil  | 
      6.1%  | 
      6.9%  | 
      5.6%  | 
      3.4%  | 
      3.8%  | 
      2.7%  | 
    
Venezuela  | 
      10.6%  | 
      7.1%  | 
      6.1%  | 
      7.3%  | 
      3.0%  | 
      2.6%  | 
    
Ecuador  | 
      9.4%  | 
      5.3%  | 
      5.6%  | 
      6.3%  | 
      1.9%  | 
      2.3%  | 
    
Guatemala  | 
      9.7%  | 
      4.1%  | 
      5.6%  | 
      6.6%  | 
      0.9%  | 
      2.3%  | 
    
Colombia  | 
      4.7%  | 
      4.7%  | 
      5.2%  | 
      2.6%  | 
      1.5%  | 
      2.3%  | 
    
El Salvador  | 
      8.7%  | 
      5.0%  | 
      5.9%  | 
      7.3%  | 
      2.1%  | 
      2.2%  | 
    
Argentina  | 
      3.9%  | 
      2.9%  | 
      4.0%  | 
      1.7%  | 
      1.4%  | 
      2.2%  | 
    
Chile  | 
      2.9%  | 
      3.8%  | 
      4.3%  | 
      1.0%  | 
      1.5%  | 
      2.1%  | 
    
Perú  | 
      4.5%  | 
      4.6%  | 
      5.1%  | 
      2.6%  | 
      2.2%  | 
      2.0%  | 
    
Paraguay  | 
      2.1%  | 
      2.5%  | 
      4.5%  | 
      -0.2%  | 
      0.2%  | 
      1.7%  | 
    
Honduras  | 
      4.1%  | 
      3.6%  | 
      4.9%  | 
      1.5%  | 
      1.0%  | 
      1.2%  | 
    
Uruguay  | 
      5.4%  | 
      1.4%  | 
      1.4%  | 
      4.2%  | 
      -0.1%  | 
      0.8%  | 
    
Haití  | 
      1.2%  | 
      1.9%  | 
      1.1%  | 
      -0.6%  | 
      1.4%  | 
      -0.4%  | 
    
Bolivia  | 
      2.0%  | 
      -0.3%  | 
      1.0%  | 
      0.9%  | 
      -2.7%  | 
      -0.5%  | 
    
América Latina  | 
      5.0%  | 
      4.8%  | 
      5.3%  | 
      2.5%  | 
      1.8%  | 
      2.4%  | 
    
Fuente: Oxford University, “The Montevideo-Oxford  Latin American Economic History Database”, 2011.
  El economista  Paul N. Rosenstein Rodán –uno de los “siete sabios” en la  elaboración del Plan de la Alianza para el Progreso–  agrupó a los países de la región en la siguiente forma:
  Cuadro 2: Clasificación de la Población y el Ingreso en América Latina (1970)
Grupos de Países  | 
    Población (Miles)  | 
    % del total  | 
    PIB Millones dólares  | 
    % del total  | 
    PIB per cápita  | 
  
  | 
    34,030  | 
    13.0  | 
    33,414  | 
    24.5  | 
    982  | 
  
  | 
    64,220  | 
    24.6  | 
    42,708  | 
    31.3  | 
    665  | 
  
  | 
    142,830  | 
    54.8  | 
    56,465  | 
    41.3  | 
    395  | 
  
  | 
    15,480  | 
    5.9  | 
    3,594  | 
    2.6  | 
    232  | 
  
  | 
    4,240  | 
    1.6  | 
    410  | 
    0.3  | 
    97  | 
  
Total  | 
    260,800  | 
    100.0  | 
    136,591  | 
    100.0  | 
    524  | 
  
Este cuadro,  reuniendo a cinco grupos de países, proporciona una panorámica de la región de  acuerdo con el PIB per cápita. Parece  claro, cuando menos, que existen dos grandes zonas sociales: la primera de  ellas (grupos 1 y 2 en el cuadro) abarca el 37.6% de la población y el 55.7%  del producto; la segunda región (los grupos de países números 3, 4 y 5) incluye  el 62.4% de la población latinoamericana y dispone del 44.3% del producto.  Estas cifras revelan, a escala continental, el enorme desequilibrio entre los  países de América Latina.
  El problema  del escaso crecimiento se hace evidente cuando se comparan los países de  América Latina con el resto del mundo. Tomando como  base el ingreso real per cápita de Estados Unidos, se nota que los países latinoamericanos no acortaron la distancia del  desarrollo, sino se estancaron. En 1950 América Latina tenían en promedio el  26% del ingreso por persona de Estados Unidos y en 1970, 20 años después, subió  apenas un uno por ciento al 27%. Claro, los crecimientos relativos fueron  diferentes para los países de la región; así, mientras Uruguay perdió -1.7% de su ingreso per  cápita relativo al de EE.UU., Brasil ganó 0.8%. Estas mejoras relativas  son ínfimas cuando se considera que el nivel del ingreso per cápita en la  región es de alrededor de un cuarto del ingreso americano. Los países de la  región van a tener que encontrar la fórmula para crecer más rápido en relación  a los países desarrollados, o de lo contrario estaremos condenados a no salir  de la trampa del bajo ingreso.
  La diversidad  alcanza un nivel más dramático al analizar el grado de concentración de la  industria en el área: el 80% de la producción industrial de la región se genera  en la Argentina, Brasil y México; el 17% corresponde a Chile, Colombia, Perú, Uruguay y Venezuela. Entre todos los demás países de la zona se reúne el 3% restante del  producto fabril. Más de la tercera parte del valor total del volumen industrial  latinoamericano se concentra en menos de 5,000 kilómetros cuadrados, formados  por las áreas metropolitanas de Buenos Aires, Sao Paulo y la zona conurbada del Distrito Federal de México.6
  No hay que  olvidar, por otra parte, que la curva inflacionista ha ejercido una presión  negativa sobre el desarrollo económico de varios países, entre los cuales se  encuentran Uruguay (con un aumento en los precios al  consumidor del 125% en 1969), Brasil con 92% en 1964, Chile con un incremento del 46% en 1964,  Argentina con 32% en 1966, Perú con el 19% en 1968 y otros. La  crisis uruguaya se ha reflejado hondamente en el producto interno per cápita, el cual tuvo un retroceso de  -4.3% en 1967. El ingreso per cápita en Argentina y Brasil también cayeron en  1963 en -3.8% y -1.6% respectivamente.
  El caso del  Brasil ha sido delicado, no obstante que disminuyó su  curva inflacionaria, puesto que el aumento de los precios (medido por el IPC,  índice de precios al consumidor) descendió de un 92% en 1964 al 22.4% en 1970;  pero el crecimiento del ingreso per  cápita bajó del 3.8% observado en la década de los 50s al 2.7% en la de los  60s.
  En cuanto a  México se refiere, ha sido el país de América Latina que ha mostrado las cifras más  satisfactorias de crecimiento del producto interno bruto por habitante,  creciendo en 3.4% en promedio de 1960 a 1970. Esto trajo como resultado cuellos  de botella estructurales que se proyectan como serias amenazas para el futuro.
  El juicio  sobre la estabilidad de México descansa en que ha podido evitar la  devaluación de su moneda, siguiendo los preceptos de su modelo de crecimiento  denominado de “Desarrollo Estabilizador”. Este  modelo, establecido a partir de 1954, buscó la estabilidad económica para  lograr un desarrollo económico continuo, manteniendo la economía libre de  inflación acelerada, sin grandes déficits (fiscales y de balanza de pagos) y  devaluaciones. El modelo siguió al modelo de Sustitución de Importaciones,  aunque conservó los principales puntos para continuar con el proceso de  sustitución.
  El Desarrollo Estabilizador se refiere a la evolución estable de la  economía mexicana en los 15 años que van de 1954 –año en que se lleva a cabo la  devaluación del peso frente al dólar estadounidense y que permitió la  estabilidad cambiaria– a 1970. Sin embargo, aun siendo la estabilidad una  condición necesaria, no es suficiente, pues cuando el juego de las fuerzas  internas de la economía dejan de operar a favor de la estabilidad basada en un  aumento sostenido en la productividad y una mejora radical en la balanza  comercial –es decir, de sus costos de producción e ingresos de exportación– y  cuando no se distribuye adecuadamente la nueva riqueza entre las clases altas y  las asalariadas, no puede existir una estabilidad funcional, un desarrollo  real.
  Se ha  generalizado la opinión de que si México no logra vencer, o por lo menos  aminorar, el desequilibrio económico y la concentración de los beneficios de su  crecimiento, corre el riesgo de sufrir graves trastornos, amén de desaprovechar  las posibilidades de ampliar su mercado interno, así como de no alcanzar la  fuerza económica suficiente para lograr un desarrollo autónomo y sostenido. En  efecto, la estabilidad atrae la inversión y fomenta la creación de empleos,  pero si no se pasa la siguiente etapa  del desarrollo, la de mejorar el capital humano a través de la distribución  equitativa de los beneficios del crecimiento y el fomento a la educación para  el desarrollo, se corre el riesgo de quedarse atrapado en un nivel de ingresos  medio, sin crecimiento relativo a otros países. En última instancia, la  principal fuente del crecimiento no lo son los recursos naturales ni el  capital, sino la gente, ese es el factor de la producción mas importante, el  que permite que con o sin recursos el país alcance altos niveles de vida.
  El largo  crecimiento que ha experimentado la economía mexicana de 3.2% de 1954 a 1970 en  su PIB per cápita ha hecho evidente  las condiciones sociales de atraso en la mayor parte de las áreas rurales.  Esto, junto con el desarrollo de ciudades como México, Monterrey y Guadalajara, resaltó la dualidad de la economía. Este  desigual desarrollo por regiones, como por núcleos humanos, es un fenómeno  secular, pero tiene la peculiaridad de irse acentuando al paso del tiempo y en  la medida que crece y progresa la nación. Es decir, el propio desarrollo no  planificado acumula más riqueza y poderío en regiones y grupos favorecidos,  mientras agudiza, en términos proporcionales, la miseria de quienes tienen  menos. Esto se ha traducido en graves problemas para México, tales como el de  mantener una población que crece a una tasa de 3.6% anual, lo que significa  tener que dar de comer, vestir y alojar a un millón y medio de nuevos mexicanos  al año y dar ocupación productiva a medio millón –todo lo anterior con recursos  limitados de capital. Hay desocupación y subocupación en el campo y en las  ciudades y una distribución inequitativa del ingreso.
  Por lo tanto, se  puede asegurar que aunque la economía mexicana ha logrado positivos avances, no  ha superado el subdesarrollo ni la dependencia. Son necesarios cambios  estructurales y una modificación en la administración pública que solucione de  una manera positiva todos los problemas de su economía, o de lo contrario, la  fórmula del Modelo de Desarrollo Estabilizador junto al Sistema de Improvisación Mexicano que  hasta ahora ha venido operando bien no podrá impedir los graves trastornos  futuros que se le avecinan: ningún país puede crecer de manera sostenida si no  crea su propia tecnología, capacidad productiva y de exportación independiente  y México no está invirtiendo lo suficiente para educar  a su mano de obra y crear una fuerza de trabajo altamente calificada.
  El conjunto  latinoamericano presenta un futuro desolador y dificultades para avanzar por un  camino seguro e independiente. La pobreza de las grandes mayorías engendra atraso  económico, reduce y deforma el crecimiento del mercado nacional y frustra las  posibilidades de incrementar el crecimiento firme de la industria y de las  demás actividades económicas. No se puede alcanzar la justicia social bajo el  actual marco internacional y nacional. Esto demuestra que es cada vez más  necesario analizar la realidad y la naturaleza de los males para tratar de  encontrar las fórmulas que permitan, en forma precisa, resolverlos en su  origen.
  | 
    
Gráfica 1: Ingreso per cápita real de algunos países latinoamericanos relativo al de EE.UU.  | 
    
  | 
    
Gráfica 2: Ingreso per cápita real de grupos de países latinoamericanos relativo al de EE.UU.  | 
    
      1 Datos de Oxford University, “The Montevideo-Oxford Latin American  Economic History Database”, 2011. 
2 Naciones Unidas, Década del desarrollo de las Naciones Unidas: propuestas para la acción, Nueva York: UN, 1962.
3 Comité Interamericano de la ALPRO (CIAP).
4 La agrupación de países corresponde a Paul N. Rosenstein Rodán en Banco Interamericano de Desarrollo, Las inversiones multinacionales en el desarrollo y la integración de América Latina (1968), p. 54; los datos fueron actualizados a 1969.
5 Angus Maddison, The World Economy: Historical Statistics, Abril 2010.
6 El Día, enero 20 de 1969.
| En eumed.net: | 
![]() 1647 - Investigaciones socioambientales, educativas y humanísticas para el medio rural Por: Miguel Ángel Sámano Rentería y Ramón Rivera Espinosa. (Coordinadores)  Este  libro  es  producto del  trabajo desarrollado por un grupo interdisciplinario de investigadores integrantes del Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural (IISEHMER).  Libro gratis  | 
15 al 28 de febrero   | 
        |
| Desafíos de las empresas del siglo XXI | |
15 al 29 de marzo   | 
        |
| La Educación en el siglo XXI | |