PLANTEAMIENTO DE LA NECESIDAD DEL CAMBIO ESTRUCTURAL EN AMÉRICA LATINA

Luis Gutiérrez Santos

El hambre y la producción de alimentos

“Cada 55 segundos muere un niño en América Latina“1; “Uno de cada tres niños latinoamericanos muere de hambre antes de cumplir cinco años”2; “Pavoroso índice de mortalidad infantil en Perú“... y así continúan muchos encabezados periodísticos, penetrando poco a poco en la conciencia social latinoamericana. La causa aparente de estos decesos, el hambre, pero ¿cuál es la verdadera causa?
Subsisten hoy, en este minuto de nuestra existencia, en el momento mismo de leer este trabajo, alrededor de 300 millones de niños en el mundo que, faltos de las proteínas y calorías necesarias, no tendrán un desarrollo normal.3 Otros millones y millones de adultos, carentes igualmente de una alimentación completa, no podrán desarrollar las actividades y energías que la vida contemporánea obliga a ejercer para sobrevivir. A esta triste situación real los grandes conquistadores, colonizadores y explotadores suelen llamar con paternalista y piadosa condescendencia “la pereza de los nativos”.
Los países latinoamericanos tienen un elevado índice de mortalidad infantil. El caso de Perú habla por sí mismo: 40,000 niños mueren al año en esta nación por desnutrición.4 Ante estos hechos lo que se hace es muy reducido en relación a las consecuencias. Claro que hay quienes proponen que para evitar el hambre haya controles mecánicos de la natalidad, tales como los que ahora se emplean en la India, o que para salvar del hambre a las generaciones futuras, solamente los cónyuges de “mejor cepa” tengan un mayor número de hijos y los incapacitados para procrear niños sanos, inteligentes, etc., deben ser esterilizados.5 Pero estas tesis peregrinas están formuladas en base a dejar las condiciones actuales estáticas, es decir, sin que se produzca el cambio.
En los países ricos, sin embargo, se ven obligados a pagar millones de dólares a los campesinos para que no cultiven determinadas áreas, al objeto de que, como es bien sabido, una excesiva abundancia de las cosechas no determine, una baja en los precios. Esta producción potencial de alimentos podría suplir muchas de las carencias nutritivas de la población mundial.
La producción de comestibles actual sumada a la potencial, bajo las condiciones tecnológicas dadas de cada región, sería suficiente para solucionar el problema del hambre. La cuestión estriba en la mala distribución de los alimentos y de los ingresos, en el desperdicio que de ellos se hace y en los intereses económicos que originan el trato de que son objeto los países atrasados por parte de los ricos.
Ante esta situación se presenta una ruptura histórica, pues la lucha del hombre contra el hambre ha alcanzado un verdadero punto crítico. Las sociedades de la opulencia no comprenden que ya no es posible que el hambre continúe a escala mundial puesto que de lo contrario esta necesidad de comer será el combustible de una revolución que sacudirá en sus cimientos a sus economías. Aún a pesar de ello, siguen los países ricos con su política de explotación, pagando precios injustos por los productos agropecuarios de las naciones atrasadas, quienes exportan materias primas agrícolas y productos alimenticios, dejando insatisfechas sus necesidades internas, por lo imperativo de la obtención de divisas para el financiamiento del desarrollo. Mientras las potencias industrializadas productoras de alimentos mantienen sus precios artificialmente elevados para proteger a sus productores domésticos. Esto se puede ver en la gráfica a continuación.

gráfica3

Gráfica 3: Índices de precios de los alimentos y materias primas agrícolas9


La deterioración de los precios relativos entre los alimentos y los principales productos agrícolas de exportación de los países subdesarrollados es dramática. Tomando 1960 como base, al final de la década, en 1970, los precios de los alimentos subieron 22%, mientras que los ingresos por la exportación de materias primas agrícolas sufrieron una caída de casi 25%. En otras palabras, los términos de intercambio se deterioraron para los países pobres, teniendo que pagar más por los alimentos necesarios para sus poblaciones, mientras que recibían menos por sus exportaciones.
La distribución de alimentos en el mundo es irracional –los estados pobres, siendo productores por excelencia de productos agropecuarios, importan grandes cantidades de comestibles. En efecto, en 1967 importaron más de 36 millones de toneladas de ellos, muchos de los cuales fueron primero producidos por un pueblo subdesarrollado, vendidos a precios bajos a una potencia industrial, para luego revenderse a otra nación atrasada más caros. Se trata esto del noble negocio del comercio triangular que hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.
En 1967 la producción mundial de alimentos creció en un 3% y en América Latina en un 5%;7 este incremento fue mayor que en muchos años. Sin embargo, el comercio mundial de productos agrícolas, pesqueros y forestales no logró aumentar. En el caso de los productos agropecuarios, el descenso en las cantidades exportadas y sus precios redujo los ingresos a su nivel de 1964-65. Las importaciones de bienes alimenticios por parte de América Latina continuaron más o menos a su nivel anterior, no obstante haber subido su producción. En tal virtud, el problema de los alimentos en el mundo sigue agravándose.
Para este género de comportamiento económico y social, para ese modus de existencia política y económica no puede existir, en el alma de un joven, ningún respeto, puesto que ninguna explicación es válida. ¿Qué significado de justicia social tiene el que los millones de dólares (poco más de 180,000 millones de dólares en el mundo en 1968) del rearme anual se contabilicen como inversión y como productores de empleo y de incremento del producto nacional bruto? ¿Qué se acumula entonces? ¿No sería acaso más serio decir que una parte del crecimiento industrial, dadas esas condiciones, en vez de contabilizarse como producción debería incluirse en un capítulo nuevo que fuese la anti-producción?
Lo que no parece ser dudoso es que estos hechos imposibilitan, en el caso de América Latina, una canalización adecuada de recursos hacia las investigaciones en el mar y el campo. El mar es capaz de proveer la dotación esencial de proteínas para alimentar una población mundial igual a varias veces la actual, que asciende a unos 3,400 millones de personas.8 El problema es económico: consiste en poder cosechar este caudal de proteínas.
En América Latina existen excedentes agrícolas al mismo tiempo que hay hambre: México, por ejemplo, exporta trigo, garbanzo, arroz, maíz, etc., a base de dumping, es decir, con subsidios. ¿Qué se hace para remediar el hambre? Se sigue la política agraria de hace 60 años y así no se podrá remediar la miseria. La única forma de hacerlo, dentro del concierto –o desconcierto– actual, es aumentar notablemente la tasa de inversiones en las actividades industriales.
En conclusión, el autor considera que los políticos, los hombres de Estado, “las gentes nobles y limpias” deben entender este problema que nos circunda, angustia y sobrepasa y tienen y tendrán que aceptar con humildad y con serenidad ese nuevo hecho: que el hambre existe y hay que resolverla; los elementos están dados. De no entenderlo y poner las bases para solventar este dilema, las consecuencias que acarreará serán de proporciones catastróficas.


1 Frank Silvestre, Vicepresidente del Congreso Mundial de Pediatría, trabajo presentado en el Congreso de Pediatría en la Ciudad de México. El Día, diciembre 4 de 1968.

2 León Gómez Guillermo, Coordinador General de la Campaña Continental Contra el Hambre de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la. Alimentación (FAO), Buenos Aires, noviembre 7 de 1968. El Día, noviembre 8 de 1968.

3 Véase de las Naciones Unidas, International Action to Avert the Impending Protein Crisis, 1968.

4 Juan Manuel Baerth, Coordinador del Instituto de Nutrición Popular de la Universidad Cayetano Heredia, conferencia dada en el Hospital Centro de Salud del Rimac, Perú, diciembre 19 de 1968. El Día, diciembre 20 de 1968.

5 Kenneth MacKenzie, Ministro Metodista, “Carta a los miembros de la Iglesia Metodista de Sandylands, Morecambe, Inglaterra“, El Día, enero 17 de 1969.

6 Datos provenientes de UNCTAD.

7 Véase de la FAO, El estado mundial de la agricultura y la alimentación, 1968.

8 Perspectivas de la población mundial, p. 142.

9 Datos provenientes de UNCTAD.

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