MUJERES EN EL MEDIO RURAL: CONFLICTOS TRADICIONALES, PRÁCTICAS EMERGENTES Y HORIZONTES

Irma Lorena Acosta Reveles (Coord.)

V. El diagnóstico de inequidad de género en el campo

Como podemos observar  nuestro país  produce 45 millones de toneladas anuales, el 50% de la producción agraria, en donde las mujeres no tienen posibilidades y oportunidades ya que la asistencia técnica no es adecuada a sus demandas.  También son relegadas en la herencia de tierras. Es mínima la proporción de mujeres titulares de tierras.  Y en algunas zonas del país hay diferencia salarial por igual tarea (jornaleras tabacaleras, cañeras). Están ausentes de los lugares de toma de decisión. No son identificadas como sujeto de crédito ni de asistencia técnica ni de capacitación, y existe una sobrecarga de trabajo, ya que por los estereotipos de género,  no se distribuye la tarea doméstica. Además las intensas jornadas de las mujeres están incidiendo en su participación en las organizaciones.
Por otro lado también se advierte que desde  los nuevos enfoques que el medio rural es un espacio diverso y complejo, con una total interrelación e interdependencia con el mundo urbano. Se desarrollan múltiples actividades como el turismo rural. Además el acceso a la tecnología y las comunicaciones han producido cambios muy importantes.
Dentro de este contexto se verifica en las pequeñas comunidades rurales, el surgimiento de diferentes organizaciones e instituciones que cuentan en su interior con una significante participación femenina. Estas organizaciones y grupos realizan una importante labor comunitaria colaborando así a que las comunidades se desarrollen. Sin embargo, ¡qué sorpresa! las tareas desempeñadas por las mujeres en este sentido (que son muchas) no son valoradas y tienen muy poco reconocimiento social.
En este sentido es importante  señalar algunas consideraciones sobre el concepto de desarrollo. Las distintas teorías sobre el desarrollo tradicionalmente fueron asociadas a teorías de “crecimiento económico”. Sin embargo le dieron menor énfasis a otros componentes que los distintos “modelos” de desarrollo proponen (según su orientación). Así es que no fueron suficientemente tratados algunas importantes dimensiones del desarrollo como son: la equidad, la diversidad, los recursos ambientales, pero sobre todo algo fundamental: ¡las personas! Esto es, los sujetos no sólo somos destinatarios del producto que genera el desarrollo, sino que somos un componente esencial en su producción (Vitelli, 2006: 9.


 Las mujeres en el medio rural, al participar y trabajar en distintas organizaciones y grupos de la comunidad desde las más institucionalizadas como la escuela, hasta los grupos más informales, están construyendo redes de cooperación y apoyo, lo que algunos autores han llamado “capital social” que son espacios donde se construye ciudadanía y además literalmente se “producen” beneficios y recursos para el desarrollo.
Es reciente la defensa y el  conocimiento hacia la situación de las mujeres rurales. Ellas, además de realizar un importantísimo trabajo de reproducción social cuidando a los niños y  el cumplimiento de las tareas domésticas, participan con un trabajo de tipo productivo en sus predios por el cual no reciben ni ingresos ni reconocimiento. Hoy debemos agregar –además- que tienen una activa colaboración para con su comunidad a través de su participación en grupos y organizaciones desempeñando un rol fundamental en lo que es el desarrollo local (Vitelli,2006).


Las más afectadas  De acuerdo al Banco Mundial, alrededor  de 9 millones de personas  sufren una hambruna más severa  debido a la subida del precio de los  alimentos y de acuerdo a UNIFEM,  de cada 0 de estas personas 7 son  mujeres y niñas.  A pesar de que las mujeres rurales  producen entre el 50% y 80% de  los alimentos del mundo (PNUD,  2008), son dueñas de menos del  0% de la tierra y reciben menor  paga por su trabajo en parcela.  Asimismo, se ha evidenciado que  cargan con la responsabilidad de  alimentar a la familia y en épocas  de crisis realizan trabajos extras  para intentar complementar sus  ingresos o reducen sus raciones  de alimentos para alimentar a su  familia.
Pero también son estas mujeres  rurales las más vulnerables a los eventos climáticos extremos, por su desconocimiento de las medidas a tomar en estos casos. Tienen. En el ámbito nacional, los hogares encabezados por mujeres son más vulnerables a las alteraciones de los precios de los alimentos por dos razones: La primera es que estos hogares tienden a gastar proporcionalmente más  en alimentos que los encabezados por hombres y, por consiguiente, les  afecta más el aumento de los precios. La segunda es que se enfrentan  a diversos obstáculos específicos de género que limitan su capacidad de  producir alimentos y beneficiarse potencialmente de un encarecimiento de  los alimentos. Entre estos obstáculos destacan las diferencias en el acceso a los insumos y los servicios, en especial la tierra y el crédito (FAO 2008.).


 Más  horas ocupadas en la recolección  de forraje, combustible o agua  para el cultivo o consumo familiar y  están más expuestas a la contaminación  por combustión. De igual  manera, a pesar del gran avance de  las micro-finanzas, todavía ni el 0%  de las mujeres que trabajan en la agricultura recibe financiamiento.


Por último, son pocas las mujeres  que participan en la definición de  las políticas rurales, agropecuarias  o ambientales, este reconocimiento  no debe hacerse sólo desde la  óptica de que son “pobres”, “excluidas”  o “vulnerables” sino sobre  todo porque con su experiencia y  conocimiento son parte importante  de la solución.


Parte de la solución  Está demostrado que son los hogares  encabezados por mujeres los  que gastan mayores ingresos en   alimentos y quienes deciden distribuirlos  en una familia, por tanto  son potenciales impulsoras de una  nutrición más sana, en la medida  que tengan los conocimientos  para hacerlo.  Las mujeres rurales han generado  diversas estrategias ante situaciones  de crisis, en el tema de los  alimentos son ellas quienes intercambian  productos en ferias o  con otras comunidades, quienes  se encargan de la selección, de almacenar  y distribuir los productos  agrícolas.


Así mismo son administradoras y  conservadoras de la biodiversidad,  son actoras principales en la conservación  del suelo, agua y bosque.  Las mujeres de mayor edad  son la memoria histórica de la comunidad  y quienes se encargan  de transmitir enseñanzas respecto  a los bio-indicadores o ritos para la  siembra y la cosecha. En las regiones  andinas de Bolivia, Colombia  y el Perú, las mujeres establecen y  mantienen los bancos de semillas  de los que depende la producción  de alimento (FAO, 2006).
Las mujeres son una fuente de información  valiosísima respecto al  territorio y el espacio en que se  desenvuelven, así como de la interacción  de los distintos actores,  para la planificación de acciones y  tareas de la política pública. Por último, han sido las mujeres  de la Vía Campesina quienes han  reflexionado sobre el modelo de  desarrollo y vienen impulsado a nivel  mundial la propuesta de Soberanía  Alimentaria como un principio  de carácter político que cuestiona al  sistema capitalista en todas sus expresiones,  busca la transformación  de la sociedad, plantea la necesidad  de reforzar la lucha contra las políticas  neoliberales y por la defensa de  la tierra y los territorios (CLOC-Vía, Campesina 2008). Como afrontar esta  situación  A nivel de país es necesario construir  la Política o Ley de Soberanía  Alimentaria con una participación  equitativa de hombres y mujeres rurales,  reconociendo el aporte de las  mujeres en la actividad agropecuaria  y en el uso y distribución de los  recursos generados a nivel familiar.


Por ello la propuesta debe tener un  enfoque de género reconociendo  las problemáticas y conocimientos distintos de hombres y mujeres.  Se debe priorizar la inversión en  agricultura, reconociendo la importancia  de la producción a pequeña  escala, incentivando a los  pequeños agricultores y a las mujeres  campesinas e indígenas en la  mejora de su productividad de manera  sostenible. Esto significa cambiar  el apoyo estatal a la agricultura  extensiva y extractiva incentivando  el desarrollo agropecuario más sostenible y adecuado al contexto de crisis actual.


Para ello es importante capacitar e  intercambiar saberes con hombres  y mujeres rurales sobre la producción  agroecológica, la conservación de suelos, fomentar y valorizar el uso de semilla propia e incentivar la producción agroecológica y  la investigación con la participación  de las comunidades.


Para lograr la Soberanía Alimentaria, es necesario superar las inequidades  de las mujeres en el  acceso y tenencia de la tierra, así  como otros recursos e insumos  necesarios para la producción y ampliar sus opciones de intercambio  y comercialización.
Es necesario que las políticas de adaptación al cambio climático reconozcan  el papel de las mujeres  en la conservación de diversidad  biológica e incentiven la preservación de los mismos. Así mismo para obtener resultados eficientes es necesario que ellas participen en la construcción de propuestas de prevención y disminución de riesgos climáticos.
Por último es necesario concientizar a hombres y mujeres sobre el derecho a una alimentación adecuada, hábitos de nutrición y el consumo responsable, como una tarea familiar  y no sólo de las mujeres.
En el mundo hay hambre y el clima está cambiando. De las dos situaciones, las mujeres son protagonistas principales: producen la mayor cantidad de alimentos que se consumen en las zonas rurales y por esta misma cercanía con la tierra son las primeras damnificadas del cambio climático. Acaba de presentarse en España el libro Las mujeres alimentan el mundo, en el que se analiza esta situación desde la sociedad civil.
En el mundo pobre existe una emergencia, se llama crisis alimentaria. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), mil 20 millones de personas están mal nutridas en el mundo, es decir una de cada 6 de todas las que habitan el planeta. Y pueden llegar a ser mil 500 millones en 2015 si no se hace algo y pronto.Godoy:2009)


 Esta crisis hace visible la pobreza rural, que representa el 75 por
ciento de toda la pobreza del mundo, y está íntimamente ligada a la depredación de los bienes del planeta que nos está cambiando el clima,  las corrientes de los ríos y el calado de los vientos.


 Como nunca había sucedido, en febrero llueve en Barcelona y el frío
hiela los huesos; nevó exageradamente en Berlín; la lluvia que afectó al Distrito Federal y a la zona conurbana de la ciudad de México son pruebas de este abuso que los humanos han hecho del planeta.


Lo más grave es que todavía son principalmente las mujeres las que  alimentan al mundo, son ellas las que aseguran que no falte el arroz en el sudeste asiático y ellas las que producen trigo y maíz en América,  que proporciona hasta el 90 por ciento de los alimentos que consume la población empobrecida de las zonas rurales.
En la África subsahariana, las mujeres producen hasta el 80 por ciento de los alimentos básicos para el consumo familiar y su venta, ellas cultivan hasta 120 especies vegetales diferentes en los espacios libres junto a los cultivos comerciales de los hombres.
Es decir, estos datos, de un libro que se llama Las Mujeres Alimentan el Mundo
que editó una organización no gubernamental de Barcelona, llamada Entre Pueblos,   revelan que el agotamiento del planeta, que se viene, la falta de agua y todo lo que ello significa, pasará por arrasar la vida de millones de mujeres, ellas, mil 600 millones que en el mundo están produciendo alimentos.


Lo difícil, según el artículo de Alex Gillamón, coordinador de esa organización, es que los alimentos son un negocio de empresas que están en todo el mundo haciendo de las suyas, controlando el mercado, los suelos, la agroalimentación, especulando con los granos y, para no arriesgar sus ganancias, expulsan a los campesinos y a sus familias de las regiones ricas y productivas.


El agua se acaba mientras que el número de víctimas del hambre es mayor que nunca. Leer esas cifras, en el contexto de testimonios de mujeres que se  organizan por todo el mundo, en una red llamada “Vía Campesina”, me puso a pensar al menos dos veces en cuánto sabe la opinión pública de este asunto, cuánto se valora que sean las mujeres –muchas esposas de los que migran- quienes son las conservadoras de algunas tradiciones del cuidado del campo y guarda de semillas, quienes calladamente o haciendo alharaca, se oponen a los transgénicos y procuran, con su sabiduría, conservar  amplias zonas del planeta.


 Es curioso, en el libro referido hay historias completas de cómo se organizan las mujeres en Guatemala, Colombia (Yung:1988) y México, narra la falta de tierra para las mujeres, de cómo las temporaleras carecen de seguridad social; sin embargo es un libro de esperanza al describir las estrategias para rescatar las tierras que ellas proponen; rescata las viejas sabidurías populares que permiten producir alimentos para pueblos enteros que hoy podrían desaparecer.


Una estrategia que ha llamado soberanía alimentaria.  La publicación que podría estar disponible en la Internet, es un ejemplo de cómo se elaboran propuestas desde la sociedad civil para salvarnos de las políticas que desde el poder se imponen para sólo acumular dinero y apoyar a los grandes capitales; un ejemplo de que a  pesar de los perseguidos por defender su tierra, como Ignacio del Valle en Atenco, todavía hay voces que no se derrotan y acciones que se mantienen.


Es así como las voces de las mujeres trascienden todas las fronteras y existen, en los lugares menos imaginados, testimonios de que la población resiste a quienes generan políticas de exterminio humano y demolición de las ideas.


Esta organización no gubernamental, Entre Pueblos, se dedica a  reunir estas voces, no sólo en documentos o en un libro, sino que desde Cataluña, acompaña a estos grupos de hombres y mujeres que resisten los  embates del capitalismo salvaje en muchos lugares del mundo, pero especialmente en América Latina.
Habría que preguntarse, en todo caso, si quienes toman decisiones o despliegan propuestas para recomponer esta crisis, escuchan o no estas  voces que se van extendiendo por todas partes, advirtiendo que ya no hay forma de salvar al mundo con un sistema que sólo piensa en el dinero y no en las personas; en el poder y no en la humanidad; en la acumulación material y no en el horizonte de la vida, que se encuentra en la riqueza de las voces, en las miradas y las creaciones artísticas,  en la generosidad y no en el militarismo.

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Este libro es producto del trabajo desarrollado por un grupo interdisciplinario de investigadores integrantes del Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural (IISEHMER).
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