DOS ESTUDIOS DE CASOS DE MUJERES FILICIDAS RECLUIDAS EN INSTITUCIONES DEL ESTADO

Rita Boscán
Adriana Reyes

ANÁLISIS DE LA INFORMACIÓN

Para el siguiente análisis se han tomado en cuenta los testimonios y las vivencias que de alguna manera son resaltados y percibidos por las madres filicidas como significativos, sus construcciones sobre las experiencias vividas a lo largo de su vida. Cuando amerite, se recurrirá a la triangulación de información como una manera de contrastar opiniones o visiones respecto a un hecho determinado. Se quieren abordar y explorar en este análisis la mayor cantidad de aspectos posibles en la vida de estas mujeres con el propósito de dar respuestas a los objetivos planteados. El análisis enfocará la vida de las dos mujeres antes, durante y después que cometieron el filicidio.

LA INFANCIA Y LA FAMILIA

La familia es el marco de referencia y de pertenencia primaria de un individuo, que posibilita el desarrollo de sus capacidades. La familia, como contexto inmediato y privilegiado para el desarrollo físico, afectivo y psicosocial de los niños, es un punto de referencia vital para comprender los procesos de vida de las mujeres filicidas de este estudio y está omnipresente a lo largo de sus relatos. Si bien hay semejanzas entre las dos historias en cuanto a la conformación y relaciones familiares, en la etapa de la niñez se presentan algunas diferencias. La salud es una de ellas. Cuando se le pidió a Ada que hablara de su infancia, su primera alusión fue a una salud precaria y un carácter nervioso y tímido.

La infancia de Ada estuvo caracterizada por una falta de salud que incluso se inició al haber nacido en un parto traumático. Ella magnifica este hecho y acude al imaginario para describir ese momento:
Yo era muy enfermiza e incluso en el parto de mi mamá conmigo nos íbamos muriendo  (…) hubo un momento en que ella se fue, o sea, le dio un paro (…) entonces la revivieron (…) ella dice que se estaba yendo y vio una nube blanca,  (…) y escuchó una voz que le dijo que no era el momento en que ella se tenía que ir.

De acuerdo a Ada, en su infancia padeció de varias enfermedades infecciosas que son comunes en los niños, que se complicaron en su caso y que su madre se encargó de buscar la atención médica necesaria. Sin embargo, esta versión fue desmentida por la madre de Ada quien manifestó que sólo tuvo sarampión y que nunca fue hospitalizada. Hay algo de exageración en estas declaraciones de la madre filicida, una estrategia de victimización quizá para neutralizar cualquier conato de crítica hacia ella o como dispositivo de transferencia tendiente a convertir la condición de victimario en la de víctima.

Dado que Ada tiene problemas de salud mental, es importante saber si estos problemas comenzaron en la niñez. Espontáneamente ella manifestó que desde niña tenía alucinaciones visuales y auditivas, que no fueron atendidas:
(…) y veía sombras y empezaba a escuchar voces (…) pero, como yo estaba pequeña, no le paraba, no le ponía mucha atención, sentía que me tocaban (…) como un espíritu que me tocaba así, me tocaba la cabeza (...)
(…)  siempre tenía mucho miedo de las cosas y de todo, mi mamá siempre me decía que no sintiera miedo, que ella estaba ahí conmigo. Pero, igual sentía mucho miedo. Sentía que había gente debajo de mi cama, que si alguien me tocaba me iba a hacer daño y así.

La madre de Ada sostiene que nunca observó nada extraño en ella. Cuando se le preguntó al respecto respondió, “No. Nada. Sólo que era muy tremenda.” Es así como se observa en su relato que Ada no dio la debida importancia a los síntomas de trastorno mental que estaba padeciendo y de esta manera impidió su atención médica temprana.

Siendo la familia el espacio de socialización primaria en el que los niños aprehenden el mundo, involucra no sólo actividades normativas dirigidas conscientemente a formar, disciplinar o educar sino también actividades a través de las cuales los niños adquieren opiniones, valores y conductas que los adultos de referencia consideran significativas y apropiadas en su contexto familiar y social. La socialización de los hijos aunque varía entre las culturas y entre las familias, requiere que el sujeto participe de las fuentes de significado (lo que es importante), que se ponen a su alcance a través de las relaciones sociales.

En los dos casos que nos ocupan la socialización estuvo caracterizada por ser deficiente, aunque por motivos diferentes. Ada justifica su carencia de amistades y redes sociales en la infancia a su carácter tímido y su miedo generalizado. Ella afirma que tenía una sola amiga, con un carácter similar y que por esa razón compartía con ella; lo que implica un reforzamiento de su identidad: “En el colegio (…) yo era muy callada, muy tímida, muy cerrada, todo me daba pánico.”

Esta versión es confirmada parcialmente por la madre de Ada quien manifiesta que su hija era muy callada y desde pequeña era de naturaleza enamoradiza y que muchas veces llegaba tarde a la casa frecuentado la compañía de amigos varones; salía para la escuela pero luego se quedaba jugando con ellos. La trabajadora social en el Hospital Psiquiátrico refirió un abandono familiar total desde la infancia con lo que Ada permanecía en la calle, completamente a su libre albedrío.

Rubí  percibe su infancia en términos de soledad. No tenía redes sociales, en este caso por imposición materna:
Tuve como quien dice una infancia sola, o sea, sola, sola, porque en verdad no tenía con quién jugar, no tenía con quién hablar, mi mamá no se la pasaba conmigo mucho así, porque mi mamá tenía que trabajar, me dejaba sola con mi otro hermano menor en la casa (…)
Mi mamá siempre decía que muchacho en casa ajena estorbaba, ¿verdad? Entonces no me dejaba salir o sea jugar con las otras compañeritas (…)

 

La restricción de la madre a que Rubí socializara tal vez estuvo relacionada con su propio carácter. Rubí describe a su madre como una persona encerrada en su casa, a quien no le gusta tener amigos ni visitas (“Yo no le he conocido amigas a mi mamá,  ella no trata con todo el mundo tampoco“)

En ese contexto, el principal obstáculo en la socialización de Rubí se observa en la falta de expresiones de cariño y afecto de la madre dificultando así el entendimiento y comunicación entre ellas y la formación de una relación empática, en la cual establecen negociaciones.

La familia de Ada está integrada por diez hermanos, siete varones y tres hembras. De las hembras, Ada es la del medio. Los siete hermanos mayores se criaron junto a su padre y su madre. Los tres hijos menores son fruto de una relación posterior de la madre de Ada. Después que se separaron sus padres, el papá de Ada se quedó viviendo en una vivienda anexa a la casa de la familia.

Rubí  también proviene de una familia numerosa, siendo la menor de siete hermanos (cuatro varones y tres hembras); son hermanos por parte de madre y Rubí es la única que tiene un padre diferente. Ellos se criaron sólo con su madre, ya que el padre las abandonó cuando Rubí tenía tres años.

Ada describe la relación con su madre en forma positiva, demostrando cierta devoción y agradecimiento: “La relación de mi mamá era demasiado espectacular, fue demasiado chévere (…)  mi mamá nunca me llegó a pegar para nada.” Se sentía protegida por su madre, le servía de contención ante sus miedos.

Sin embargo, Ada no tuvo un buen modelaje durante su infancia ya que su madre no tuvo una actitud asertiva frente a las discusiones y las agresiones de su marido (el padrastro de Ada). La madre desviaba la ira hacia sí misma y no denunció los maltratos oportunamente. Así, Ada creció dentro de un hogar violento, algo difícil para su condición de carácter (inestabilidad y nerviosismo) y de salud mental. (“Se daba golpe por el estómago. Cuando mi mamá agarraba rabia se golpeaba ella misma (…) yo me ponía nerviosa.”)

Por su parte, Rubí nunca sintió el amor de su madre y justifica ese desamor en la transferencia hacia ella de la ira que le tenía al padre de Rubí, ya que él la abandonó. Este es uno de los aspectos que ella enfatiza a través de su discurso:
Mi mamá le tiene una rabia a mi papá, de verdad que no sé, y a lo mejor por eso mismo,  o sea, por yo ser hija de él, y por lo que él le hizo a ella, o sea, la agarró como conmigo,  pues.

Ella se sentía excluida, extraña en su propia casa y sintió el maltrato físico y psicológico de su madre, al contrario de sus hermanas:
Fui maltratada, ¿verdad?, porque mi madre todo el tiempo me regañaba por cuarquier tontería que yo hiciera, ella me regañaba, ella me pegaba (…)
Ella me asustaba, me asustaban demasiado (…) cuando yo no comía de noche me sacaban para afuera con la luz apagada, me decía que me iba a llevar el diablo (…) tantas cosas que me decían, y yo veía que a mis hermanas no (…) ella trataba a mis hermanas de lo más lindo (…)  pero yo siempre ahí,  yo era muy pegada con mi mamá, a pesar de todo yo siempre era muy pegada con mi mamá, yo lloraba por mi mamá.

El maltrato físico tiene el efecto de dañar la autovaloración de la persona, le produce enojo, le enseña a ser agresor y/o víctima, le hace sentir soledad, tristeza y abandono y le enseña a no razonar. El maltrato emocional es más dañino que el físico ya que implica la ausencia de un entorno evolutivamente adecuado y contenedor y de alguna forma de apego primario que le permita a la persona desarrollar capacidades emocionales  y sociales estables y complejas.

La relación con el padre en el caso de Ada se puede calificar de ambivalente. Por una parte, ella siente resentimiento hacia él porque tuvo un comportamiento de abuso hacia ella y, por otra parte, siente que debe respetarlo y quererlo como su padre que es:
Mi papá fue cariñoso conmigo cuando era pequeña, de grande también pero mi papá, cuando yo ya casi desarrollándome , mi papá me comenzó a sobar así, por la nalga, me agarraba mis partes, no adelante sino la parte de atrás (…) yo le decía: “Papá, déjeme, no me toque así, no me toque, yo soy su hija”, entonces yo le dije a mi mamá después que él me estaba tocando, entonces mi mamá le reclamó, y él le dijo que no, que eso era mentira mía, mi mamá le dijo “Sigue, que te voy a denunciar”, o sea, mi papá me comenzó a ver como una mujer más, no me veía como su hija (…) llegó un momento que le agarré rabia (…) y yo pensaba (…) ay Dios mío, ese es mi papá (…) tengo que perdonarlo, lloré, yo le pedí perdón, él me pidió perdón, nos abrazamos y desde ese entonces  no ha vuelto a suceder más.
Del relato anterior sale a relucir la confianza de Ada  hacia su madre al comunicarle la conducta de su padre hacia ella y la confianza de la madre hacia Ada al creer en sus palabras – cuando los niños denuncian una situación de abuso puede haber negación de los adultos o complicidad con el  abusador. También hay que resaltar el hecho de que la madre, al conocer la situación de abuso, estuvo dispuesta a acudir a los canales legales ordinarios que deben activarse ante una situación como esta.

 El padre de Rubí la abandonó desde muy pequeña, lo conoce en la adolescencia y tiene una relación esporádica con él, pero afectivamente muy íntima.
Ellos se dejaron cuando yo tenía según tres años, porque mi papá se consiguió a otra, ¿verdad?, y él de ahí (…) no me ayudó más, no ayudó a mi mamá como quien dice para darme argo, mi papá nunca me dio nada.

Curiosamente, a pesar de su abandono ella lo ve como su amigo, ya que siente su apoyo y confianza. Vemos aquí la importancia de la caricia afectiva para Rubí ya que su padre estuvo ausente en su niñez y desarrollo y su madre fue la que se encargó de su crianza. Ella no lo culpa del maltrato que le dio su madre y sus hermanas, como asumiendo que la paternidad irresponsable es un comportamiento natural de los hombres en nuestro país.

La relación con los hermanos es muy importante para Ada. Se llevaba bien con todos excepto con su hermana mayor. Esta persona parece ser la que tenía el control en la familia y la intimidación sobre Ada era más significativa, dada su vulnerabilidad:
La que me pegaba era mi hermana, que mi hermana me tenía celo de mi mamá (…) yo sabía cómo era ella (…) que se ponía agresiva de la nada (…) ella misma me llevó a que yo fuera así  (…) nerviosa (…) era como una presión, ¿me entiendes? (…) en cambio mi hermana sí, mi hermana le llegó a lanzar piedra a mi mamá, le llegó a levantar un machete y todo eso.

 

La relación de Rubí con sus hermanas es distante y la describe en los siguientes términos: “Mis hermanas (…) tampoco tuve confianza con ellas, nunca me dieron esa confianza en mi casa de comunicarle argo (…) Hasta mis propias hermanas me decían malas palabras.”

Las familias de las entrevistadas pertenecían a un nivel socioeconómico bajo. La economía familiar estaba sustentada en los dos casos por trabajos domésticos que hacían sus progenitoras. Sin embargo, Ada asegura no haber pasado estrechez económica, a pesar de formar parte de una familia de doce personas, los padres y diez hermanos, ya que “Mi papá también trabajaba. Cuando eso mi mamá estaba con mi papá.”

La situación económica de Rubí era más precaria ya que sólo contaba con el sustento de su madre. La madre de Rubí también sostenía económicamente a la familia trabajando como doméstica: “Ella trabajaba era limpiando en casa ajena porque ella no estudió, planchaba, ella trabajaba planchando, limpiando. Así fue que nos levantó a nosotros.”

Como se puede observar de los párrafos anteriores, la infancia de las dos mujeres sujetos de este estudio se muestra inestable, con grandes cambios en su configuración familiar que constituyen a la vez fuente de temor e inseguridad. Se trata de familias desestructuradas, con ausencia de normas, límites o de orientación y atención a los hijos. En los dos casos de estudio, las mujeres forman parte de familias numerosas en la cuales el padre es sustituido por otro, en un caso, y abandona a su familia, en el otro. Las madres de estas mujeres se constituyen en la principal fuente de soporte económico laborando en trabajos domésticos de baja calificación y poco remunerados de tal manera que se configura un nivel socioeconómico muy bajo. En el caso de Ada se convierte en cuidadora de sus hermanos más pequeños cuando su madre tiene que trabajar para sostener el hogar, y en el caso de Rubí queda sola sin cuidado ni orientación de su madre mientras ésta sale a trabajar.

De acuerdo a los relatos recogidos, se observa un gran apego a la figura de la madre en ambas mujeres durante la niñez, aun cuando no se percibiera una relación materno-amorosa y en la actualidad pueda haber resentimiento hacia ellas. La madre controladora y maltratadora, posiblemente como extensión de sus propias vivencias,  limitó la integración de Rubí al mundo social anexo y la interacción con sus pares impidiendo la posibilidad de explorar, conocer, conversar, etc. y adquirir las habilidades sociales tan importantes para su crecimiento personal y el fortalecimiento de una personalidad asertiva e independiente. Tampoco pudo establecer lazos afectivos con sus hermanas porque ellas también la rechazaban y maltrataban.

 De los extractos anteriores se puede afirmar que tanto Ada como Rubí tuvieron carencias afectivas y una socialización inadecuada o deficiente en su infancia, dificultando así la formación de una buena autoestima y el equilibrio emocional necesarios para la construcción de su autonomía futura. En el caso de Ada, la negligencia, y en el de Rubí, la coerción, actuaron como limitadores para el disfrute de una niñez enriquecida con el afecto y la seguridad de la familia.

Los niños desde el nacimiento están orientados hacia los miembros de su especie, este interés lleva implícito la necesidad de vinculación afectiva. Sentirse querido, protegido, acompañado y aceptado aporta la confianza que se necesita para descubrir el mundo y estar receptivo a las experiencias vitales.  La conquista de la propia autonomía vendrá de la mano de la autoestima y esta de la valoración positiva de aquellos con los que se ha mantenido la vinculación afectiva más significativa y profunda. Las madres, padres y hermanos, sus seres más cercanos, en líneas generales no constituyeron una fuente de amor, apoyo y valoración para las dos mujeres.

LA EDUCACIÓN Y EXPECTATIVAS DE VIDA
La infancia es la época en la que los niños y niñas tienen que estar en la escuela y en los lugares de recreación, crecer fuertes y seguros de sí mismos y recibir el amor y el estímulo de sus familias y de una comunidad amplia de adultos. Como tal, la infancia significa mucho más que el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la edad adulta. Se refiere al estado y la condición de la vida de un niño, a la calidad de esos años.

En los casos que nos ocupan, la deserción del sistema educativo es común para las dos entrevistadas, motivada por el desinterés propio y por la falta de estímulo familiar. En el caso de Ada, dada su condición enfermiza, es probable que no fuera estimulada a asistir a la escuela. Su nivel educativo es el primer grado de primaria. Cuando se le preguntó por qué no siguió estudiando sus respuestas fueron ambiguas:
No sé, dejé de ir de repente. Mi mamá no me decía nada, no me provocaba pararme de la cama.
Bueno, me quedaba dormida en el pupitre, copiaba a veces, a veces me quedaba lela, totalmente lela, (…) después no seguí estudiando porque mi mamá me sacó, porque yo le dije que la maestra me maltrataba, la maestra era un poquito agresiva, te pellizcaba, te halaba las orejas.

 

No obstante, sus expectativas para su vida eran estudiar, hacer una profesión. Parece que supiera la importancia de la educación como vehículo de realización y emancipación personal, pero no lo siente como algo factible de lograr, lo siente como algo que no está a su alcance. Sus palabras lucen como un discurso escuchado en alguna parte y no producto de su convicción:
Yo pensaba en estudiar, estudiar, estudiar, prepararme, ser alguien en la vida pues, o sea, hacer una profesión, y después que llegara la persona ideal, adecuada, que Dios me pusiera, yo casarme en la iglesia con mi vestido blanco y virgen.

 

La madre de Ada afirma que su hija se quedaba dormida con frecuencia en las clases, que le gustaba jugar con los varones y que la maestra notaba algo extraño en su comportamiento: “Se dormía en clase, la maestra la mandó a un psicólogo y que porque estaba loca, la llevé pero dijo que no tenía nada, lo que pasa es que Adita se dormía porque la levantaba muy temprano.”

En el caso de Rubí, ella estudió hasta sexto grado de primaria y lo cursó estando embarazada de su primer hijo. En su caso, las limitaciones para el estudio están asociadas a su condición de pobreza y al hecho de que no le gustaba estudiar: “Yo saqué mi sexto grado ya embarazada, porque yo repetí mucho (…) no me gustaba estudiar  (…) no quise estudiar más, quise fue ponerme a trabajar, aparte de que quise tenía que ponerme a trabajar.

Sus expectativas de vida también giraban acerca de casarse y tener una familia: “Siempre tuve desde pequeña, lo pensaba desde pequeña, pues, de tener un hogar, una familia,  como toda mujer.”

La internalización de los roles de género y del deber ser femenino comienza temprano en la vida de las mujeres como, por ejemplo, en los juegos infantiles: “Las muñecas, los juegos de cocina, juegos con bebé dándole comida, y cosas así.” (Ada)

O por la asignación de responsabilidades tempranas: “(…) mis hermanitos (…) desde los nueve años  yo los cuidaba y mi mamá trabajaba.”(Ada)

 O por inculcación materna: “Muy juiciosa, le gustaba hacer los oficios de la casa porque eso sí se lo enseñé yo, yo mismita, para cuando se consiguiera un hombre le hiciera sus cosas.”(Madre de Ada)

Esta forma de socialización en la familia resulta muy perniciosa y limitadora para las mujeres y es particularmente frecuente y significativa en los estratos socioeconómicos más bajos. La internalización de los elementos de la ideología dominante de género se refuerza con el hecho de la escasa conexión que presentan estas mujeres con otros espacios de vida y redes sociales donde se les haya posibilitado la adquisición de otros esquemas normativos que relativicen el peso de la ideología patriarcal que tienen asentada.

En general observamos que para estas mujeres la educación tiene la menor importancia y no fue incentivada en el entorno familiar. No es internalizada como una herramienta vital para el desarrollo personal y el mejoramiento de la calidad de vida de ellas y de sus hijos. Por otra parte, desde temprano están presentes las metas de la maternidad y de formar una familia, como norma superior en la conformación del orden social y de género.

EL PRIMER EMBARAZO

En los dos casos de estudio, el primer embarazo sucedió de manera imprevista y en una edad adolescente, cuando la madurez psicológica es aún insuficiente para asumir la difícil tarea de la maternidad. Aunque este es un fenómeno que ocurre en todos los estratos sociales, en el ámbito socioeconómico bajo tiene consecuencias dramáticas por cuanto se constituye en un factor propagador de la pobreza y una limitación más para la madre acceder a la educación formal y la movilidad social, amén de convertirlas en personas susceptibles de entablar relaciones inadecuadas posteriores con la esperanza de lograr el sustento económico necesario para ellas y sus criaturas. 

Ada afirma que su primer embarazo fue producto de una violación, aunque los detalles son confusos ya que su historia a este respecto no es consistente. Esto no es extraño, al recordar los segmentos dolorosos o traumatizantes de su vida es común que confunda fechas o detalles. Ella asegura que la denuncia fue puesta por su madre en la policía y que declaró al respecto. Fue un embarazo adolescente ya que lo tuvo a los 17 años. En sus palabras, la violación la afectó profundamente: “A mí me marcó, me marcó fue la violación (…) no llegar a mi sueño pues  (…) prepararme algo bonito (…) casarme virgen, entregarle mi virginidad a un hombre que va a entrar a mi vida (…) no, no fue así.”

El testimonio de la madre de Ada es que su hija fue seducida por un hombre mayor el cual le aseguró que podían tener relaciones sexuales sin que nadie se enterara porque él no podía tener hijos; así que, cuando quedó embarazada, procedieron a denunciarlo a las autoridades. Ella decidió tener a su hijo, a pesar de algunas sugerencias de que le diera término al embarazo:
Me violaron (…) salí embarazada del primer niño (…) me daban métodos pa que lo abortara, me decían “¡Abórtalo, abórtalo, no lo tengas porque es una maldición, es producto de una violación” , y yo no tenía ese corazón (…) yo pensaba que ese era un ser que tenía derecho a la vida (…) no es culpa de él de haber venido al mundo (…) y yo tuve mi niño.

La violación y posterior embarazo le ocasionaron un cuadro depresivo; no obstante, nunca atentó contra sí misma o contra los demás. El no ser agresiva es una característica que ella resaltó varias veces en sus relatos.

Ada tuvo un embarazo caracterizado por la tristeza y la apatía. La tristeza constituye el síntoma nuclear de la depresión, un factor negativo en la dinámica existencial que inhibe el desarrollo de las energías y cualidades madurativas del ser humano.
Yo era todo dormir, dormir, dormir y dormir, me orinaba (…)  a veces me paraba, me bañaba, comía y me acostaba, dormía, dormía, dormía, dormía, y llorar, llorar y calladita, o sea (…) no pensé, no se me vino a mi mente suicidarme ni suicidar a ninguno de mis familiares, a alguien, a mi hermano, agredir a nadie pues no, no tenía ese pensamiento.

En el caso de Rubí no es extraño que ante la falta de orientación familiar y vínculos afectivos en su hogar, tratara de establecer su propia familia. El primer embarazo de Rubí fue a los catorce años; sin embargo, el padre de su hijo no se hizo responsable y ella tuvo que permanecer en la casa materna donde manifiesta haber recibido reproches y poco apoyo familiar: “No tenía ayuda de nadie, porque ni siquiera de mi mamá”

En este caso el embarazo se produjo por la práctica de la sexualidad sin tomar previsiones anticonceptivas. Este fenómeno esta comúnmente asociado a los niveles socioeconómicos más bajos, pobreza y situaciones de inestabilidad familiar y social. Como ocurre en muchos de estos casos, el padre del niño no asumió el rol que le correspondía y la madre tuvo que adquirir responsabilidades que escapaban de su madurez emocional y física.
 Las madres adolescentes, además de enfrentar las consecuencias normales del embarazo, tienen que lidiar con problemas adicionales como la desprotección, inseguridad socioeconómica y jurídica, y una mayor preocupación sobre su salud durante el embarazo. Rubí plantea, por ejemplo, que tuvo que trabajar de doméstica para su hermano ya que por ser menor de edad no tenía acceso a un trabajo formal.
Tuve que trabajarle a mi hermano de cachifa en la casa de él  para poderle dar una leche, un pote de leche a mi hijo, comprarle los pañales, comprarle argo (…) porque realmente ni mi mamá me quería ayudar ni nada porque yo había salido embarazada pues (…)  después, con el tiempo, ya me tuve que ir a trabajar pa la calle pero no me querían dar trabajo pues, por ser menor de edad.

Su situación económica y familiar, ya precaria, se agudizó con su primer hijo. La actividad sexual temprana en el caso de Rubí puede estar asociada al hecho de pertenecer a un núcleo familiar con ausencia paterna, a la falta de apoyo y de afecto de su madre y sus hermanos, la falta de información y acceso a métodos anticonceptivos y también al patrón de comportamiento observado en la familia, ya que sus hermanas salieron temprano del seno materno para formar sus propias familias. La falta de un proyecto de vida propio, diferente al que observan en sus modos de vida, lleva con frecuencia a las muchachas de bajos recursos sociales y económicos a caer en el círculo vicioso de la maternidad temprana que profundiza la pobreza. Las consecuencias de este hecho son generalmente lamentables ya que muchas de ellas se ven abrumadas por la carga de responsabilidades que las pueden llevar a desatender o maltratar a sus hijos, como hemos visto en las familias de las madres de este estudio.

LA VIDA EN PAREJA

Analizar la vida de pareja de estas mujeres es muy importante porque constituye el ambiente inmediato donde ocurrieron los hechos filicidas. La formación de un hogar para una persona puede significar la oportunidad de reivindicar ciertas condiciones a las que tiene derecho como ser humano; o disminuir sus expectativas de superación. La vida en pareja para las dos mujeres comienza siendo muy jóvenes (alrededor de los 17 años), en forma precipitada, sin que haya habido un tiempo de cortejo y enamoramiento previo o suficiente durante el cual afianzar los lazos afectivos y conocerse en profundidad. Esta forma de relacionarse obedece probablemente a necesidades emocionales y el modelaje observado en sus hogares y generalmente conlleva a elegir una pareja que no cubre las necesidades ni expectativas latentes. Esta característica es particularmente dramática en el caso de Ada.

La vida de pareja de Ada comienza estando embarazada de su primer hijo, con un hombre mayor que ella, al que no conocía previamente. Según su declaración esta relación comenzó por iniciativa de su hermana mayor.
Una mañana que estaba acostada vino mi hermana que pa ir yo no sé pa donde y mi mamá le preguntó que “¿Pa dónde te llevas a Ada?”, y ella le dijo “Mamá,  yo se la traigo ahorita”. Mi mamá desesperada, presintiendo algo, que algo iba a sucede (…) era todo eso que me iba a suceder (…) vivir con el padre de mi hija (…) yo era toda (…) no sé cómo explicarte (…) yo digo que era muy gafa (…) tenía dieciséis años, estaba embarazada, él era mayor que yo y yo me dejé llevar más por mi hermana que por mi mamá, le hice más caso a mi hermana.
Mi hermana me presentó a alguien y me dejó viviendo con él. Me dijo “Ada quédate aquí”, y yo le decía que no. Bueno, después él me dijo yo te ofrezco esta casa,  esto y lo otro y me quedé. Pero mi mamá no sabía nada. (…) me quedé viviendo con él, él se hizo responsable de mí y mi barriga.

La versión anterior es refutada por la madre de Ada quien afirma que la relación de pareja comenzó por iniciativa de ambos, con la oposición de la familia. Ada afirma que la relación fue feliz en un principio, pero luego fue cambiando debido a sus manifestaciones depresivas.
Al principio era bien, luego cambió. Luego del primer embarazo yo le decía que veía cosas pero él no me creía, me decía “ya mami, esas son cosas tuyas”. A veces se ponía agresivo,  porque yo no me quería ni parar de la cama.

Especialmente, con el segundo embarazo el deterioro de la convivencia se agudizó. Ada afirma que el segundo embarazo fue algo no planificado pero bien recibido por ambos. Sin embargo, los problemas de salud se intensificaron. Al igual que en el primer embarazo, en este se sentía deprimida y, además, tuvo anemia. No obstante, ella afirma que se alimentaba bien, que nunca llegó a pasar hambre. Se muestra como una madre responsable al afirmar que muchas veces se alimentaba sin tener apetito, por el bien de su hijo. También dice que su pareja fue un buen padre para sus hijos.

Según la madre de Ada, los embarazos de su hija estuvieron caracterizados por gran desánimo y falta de apetito, permaneciendo acostada la mayor parte del tiempo lo que nos lleva a suponer influencias hormonales en su estado de salud mental. Así mismo, su predilección a relacionase con los varones y la exacerbada sexualidad que ha mostrado en la reclusión nos hace pensar en algún desequilibrio hormonal como el agente causal de esta conducta.

Los síntomas clínicos de enfermedad mental que presentó Ada en su niñez no fueron atendidos en forma oportuna. Si bien Ada percibe a su madre de forma positiva, ella reconoce que no recibió la atención médica que necesitaba. En su primer embarazo las alucinaciones visuales y auditivas continuaron y tampoco fue atendida en forma adecuada: “(…) y yo tuve mi niño pues y yo no fui (…) mi mamá no me llevaba al psicólogo ni al psiquiatra ni nada y me quedé así, entonces yo vivía acostada durmiendo.”

Posteriormente su pareja también le restó importancia a los problemas de salud mental que Ada manifestó: “Nunca creía cuando le decía que no sentía ganas de nada, y que oía cosas raras.”

El apoyo informacional es referido por Barrón (1996) como el proceso a través del cual las personas reciben informaciones, consejos o guía relevante que les ayude a comprender su mundo y/o ajustarse a los cambios que existen en él. En el caso de Ada, ni su madre ni su pareja tuvieron la iniciativa para buscar el consejo o asesoría que pudiera haber permitido la aplicación de un tratamiento preventivo o correctivo para los problemas de salud mental que manifestaba la madre. Esto pudiera estar asociado a fallas de comunicación de los involucrados con terceras personas que los aconsejaran sobre la toma de decisiones y asociado también al bajo nivel educativo y cultural de estas personas.

Ada se sentía bien en la primera etapas de la vida en pareja. Explica que sus salidas eran sólo para llevar a los hijos al médico y al parque, ya que el marido lo imponía así. Esto significa que no tenía vida social ni amigas con quien compartir. Dado su carácter sumiso, esto no implicaba para ella un gran sacrificio. Ella estaba dispuesta a cumplir su rol de mujer en el hogar.

Sentirse rechazada por la familia y las condiciones de pobreza limita la visión sobre sí misma y lleva a las mujeres a evadirse de esa situación, a “buscar una salida” en la forma de nuevas relaciones basadas fundamentalmente en la dependencia y la necesidad. La vida en pareja de Rubí comenzó cuando estableció una relación amorosa con un muchacho que conoció mientras trabajaba como despachadora en una panadería. Tenía dieciocho años y ese hombre fue el padre de sus dos hijas, ya ella tenía un hijo varón. La pareja estableció un domicilio aparte en el segundo embarazo de Rubí. Ella afirma que sus hijos nacieron sanos: “Mis tres embarazos, fueron normales, mis tres partos fueron normales, los niños nacieron muy bien, sin ninguna enfermedad, sin ningún bajo peso (…) Sí, me sentía contenta, contentísima.”

La pareja confrontó muchos problemas económicos, lo que provocó mucha inestabilidad en el domicilio. Las mudanzas iban y venían, alimentadas principalmente por la falta de soporte familiar. Este rechazo se basaba especialmente en las dificultades o desacuerdos económicos ya que Rubí y sus hijos representaban una carga para la madre o, en otras ocasiones, sus  hermanos no querían contribuir con la economía del hogar materno donde vivían todavía.
O sea ibanos y venianos como quien dice porque a veces no tenianos como seguir pagando el alquiler y nos ibanos pa la casa de mi mamá, yo hablaba con mi mamá y eso, pero después al mes ya mi mamá  me estaba corriendo, ya mis hermanos me estaban corriendo ya de la casa, que ya los niños le fastidiaba, ya yo le fastidiaba

Rubí enfatiza la falta de redes de apoyo al pasar por las penurias económicas:
Pasé bastante trabajo aquí porque mi mamá me corría de la casa, mis hermanos me corrían de la casa, tenía que estar arquilada, con mis tres niños, con el marido mío, no tenía un trabajo estable él ni nada y nunca tuve como quien dice ese apoyo de mi familia, de mi madre, ni nada (…) no tenía con quien hablar con nadie de mis problemas, a veces tenianos que comer, otras veces no tenianos que comer y eso yo no se lo comentaba a nadie, de verdad, ni siquiera a mi mamá ni nada.

 

Como vemos, la vida de pareja de estas mujeres presenta algunas diferencias. En el caso de Ada comienza de manera inesperada e impulsiva. Se establece estando embarazada, con un hombre que no conoce y en una etapa en la cual sus problemas mentales se habían agudizado. No recibe atención médica para sus dolencias y se dedica a cumplir su rol de esposa y madre.

En el caso de Rubí, ya con un hijo, se une con un muchacho con el cual había tenido unos seis meses de noviazgo. La pareja comienza una vida de pareja llena de problemas económicos y frecuentes migraciones a la casa materna de la cual era continuamente expulsada.

Las dos mujeres, por otra parte, coinciden en tener una vida dedicada a lo doméstico, a la familia, sin conexiones sociales. Lo más lamentable es que en ese espacio nuevo no logran mejorar su vida, sino más bien empeorarla. Se trata de mujeres que salen del hogar materno con la esperanza de superar sus deficiencias afectivas, sociales, económicas; de establecer una familia en la que tal vez aspiran remediar las fallas que vieron y sintieron durante su crecimiento, hacerlo mejor que sus madres, “realizarse” en lo que consideran su misión de vida: ser mujer y madre. No obstante, se encuentran con una vivencia que contradice sus expectativas previas y estas contradicciones son experimentadas con angustia y decepción por ellas, quienes deben llevar al límite sus recursos personales para tratar de ajustarse a la identidad femenina idealizada.

Episodios de violencia física y/o psicológica son comunes para las dos mujeres entrevistadas durante su vida en pareja. Es común que la violencia conyugal traiga graves consecuencias en la mujer, como la rabia, el nerviosismo, el aislamiento  social y baja autoestima. Se fortalece su inseguridad. Su toma de decisiones se ve afectada de tal manera que si la mujer depende emocional y económicamente del hombre, esta dependencia se ve acentuada. La baja autoestima adquirida en la niñez es reforzada en la relación con una pareja abusadora y controladora. En el caso de Ada los celos constituían una forma de control y una forma de violencia psicológica.
Él peleaba mucho conmigo, me celaba mucho. Yo iba a casa de mi mamá, me iba a buscar; si iba a casa de mi hermana, me iba a buscar, y yo tenía como que jalarle, por no decir la palabra, para que me dejara por lo menos salir con mi hermana aunque sea a hacer mercado para yo salir, porque yo vivía más que todo era encerrada en la casa.

Ada y su pareja tuvieron episodios de violencia física, estimulados en particular por el consumo de alcohol del marido. Ada recuerda especialmente cuando fue agredida en el segundo embarazo. Este hecho lo recuerda significativamente.
Sí, se ponía agresivo cuando tomaba. (…)  Yo embarazada del segundo niño, me agarró así, me hamaqueaba contra la pared, yo le decía “Cálmate, cálmate, ¿No ves que estoy embarazada?, vas a hacer que pierda a tu hijo”. Cuando le dije así el reaccionó, se me quedó viendo así como un rato y después (…) me agarró otra vez, y yo me deprimí tanto que me tranqué (…) yo caí en ese momento una depresión, yo me quedé trancada y privada (…) lo que hizo fue decirme “Tírate ahí en la cama”, y yo me fui para la cama, yo me puse a llorar y a llorar y a llorar.

 

La violencia conyugal y agresividad de la pareja de Ada es referida por su madre quien asegura que algunas veces encontró a su hija en estado tembloroso debido al temor de que su pareja la golpeara ya que por su estado depresivo no había hecho el trabajo del hogar. Ella la motivó a denunciarlo pero de alguna manera Ada se sintió amenazada o sojuzgada y declinó la invitación.
Una vez le dije que lo denunciara porque le pegaba mucho y ella dijo si mamá mañana temprano vamos y de repente cuando le dije vamos pues, dijo que no porque después podía ser peor para ella, los niños  y hasta  podía pagar su furia contra nosotros y yo la dejé
Una vez hasta llamó al tío que la fuera a buscar y cuando llego allá le dijo vamos Adita y vino el hombre y la llamó y después ella salió que ya no se iba (…)

Ada afirma que en cierta ocasión fue ella quien hizo la agresión, para sorpresa del marido, lo que puede interpretarse como una transición hacia su rebelión.
Una vez estábamos discutiendo en el cuarto y yo estaba sentada en la cama y se me fue la mano por un momento, inocentemente se me fue y le di una cachetada pues, y yo me quedé así “Este me va a pegar pues. Este me va a dar duro, me va a pegar porque le pegué”, y se me quedó viendo así y me dijo “¿Viste lo que hiciste?”, y yo le dije “Si”. Pero, él se quedó como sorprendido porque yo le pegué, me dijo que le había pegado.

El carácter sumiso y la baja autoestima de Ada son evidentes a través de estos fragmentos, en los que se enfatiza su falta de respuesta a los maltratos, en los que reconoce como algo normal que él pueda agredirla. Este hecho debe haber sido muy impactante para ella ya que su ideal de familia era “Que no me pegaran como le pegaban a mi mamá y me trataran bien.”

Ada afirma que a pesar de sentir rabia y frustración, no descargó su ira contra su  pareja por tenerle miedo.
(…) yo agarraba rabia, rabia con él (…) y yo me tragaba toda la rabia, yo no agarraba las cosas, para  (…) pues, lanzarla así, ni nada (…) controlaba la rabia, la ira (…) por un momento me provocaba agarrar algo así y bataquearlo contra el suelo, o sea, de alguna manera desahogar mi rabia, pero yo no lo hacía, yo prefería tragarme la rabia (…)

Estas declaraciones son muy significativas porque implican una acumulación de ira y frustración en esta mujer, por la opresión y violencia masculina que la hacen proclive a estallar en algún momento, en alguna forma. Podemos afirmar que este ambiente de violencia y dominación marital influyó en gran manera para que esta madre se desquitara con sus hijos, como una forma de revancha ante su pareja abusiva.

Rubí no reporta violencia física en su relación, excepto en la pelea que tuvieron antes del filicidio. De acuerdo a sus palabras, eran felices antes de que naciera su segunda hija. De allí comenzaron las peleas y los celos de su marido.
Sí, nos la llevábanos super bien (…) pero, bueno, después que tuve la segunda niña, ¿verdad?, fue que empezaron los problemas entre nosotros, horrible, que por todo estábanos peleando nosotros, o sea, que por cualquier gafedad estábamos peleando, era una cosa de verdad que no se entendía, él me celaba mucho, él sí me celaba bastante a mí (…)

Resulta contradictorio esta afirmación de Rubí de mucha felicidad conyugal cuando en sus declaraciones anteriores ha referido el hecho de que su pareja no tenía un empleo fijo, que no tenían una vivienda propia y continuamente estaban mudándose  y pasando necesidades por las limitaciones económicas.

Resumiendo los párrafos anteriores, podemos ver que la vida de pareja de Ada y Rubí estuvo caracterizada por una relativa “felicidad” inicial y que luego los problemas de salud de Ada y los problemas económicos en el caso de Rubí contribuyeron a deteriorar la relación, formándose un ambiente de violencia conyugal que afectó profundamente a las dos involucradas. Los celos y el abuso físico fueron una constante en estas relaciones.

EL FILICIDIO

A continuación se presentan los testimonios de Ada y Rubí respecto al hecho filicida. Aunque consideramos que el hecho se configura en sus trayectorias de vida y características personales, presentamos los antecedentes inmediatos que pudieron precipitarlo.

ADA
Dos varones fallecidos.
Ada comete el filicidio en la madrugada, cuando ella por primera vez había pasado una noche sola en el hogar. Previamente se presentaron las alucinaciones que la habían acompañado a lo largo de su vida; aunque ella aclara que las voces que decía escuchar nunca le ordenaron atentar contra la vida de sus hijos.
Antecedentes
Con (el embarazo de) la niña ya había comenzado otra vez a ver sombras (…) negras, y oía que ella me hablaba, que ella me llamaba por mi nombre. Parecía una voz de mujer y una voz de hombre, y yo la escuchaba. No les tomé…no le prestaba mucha atención, entonces no le decía a él nada, porque él iba a decir que yo estaba loca, conociéndolo como era él. Yo me quedaba sola y me daba miedo quedarme sola en la casa. Yo sentía que se me iban a meter, que me perseguían, que alguien me perseguía. Yo estaba cocinando y yo sentía que alguien estaba parado atrás de mi, y volteaba y no había nadie, y se me metían cosas locas así, que me iban a meter una puñalada por la espalda, y me volteaba así y decía “¿Por qué siento esto si estoy sola? Aquí no hay nadie”

El hecho filicida
Ese día él fue donde su mamá y me dijo que si no regresaba en la mañana, regresaba en la noche, o al día siguiente. Yo le dije “Bueno, bien, yo me quedo aquí con los niños”. Pero, yo tenía miedo, presentía algo, y yo le dije “Presiento algo, que algo va a pasar, no sé, me siento extraña, me siento mal”, y  él me dijo “No te preocupes, esas son cosas tuyas, deja de estar  pensando cosas malas. Pídele a Dios y bueno (…)”, y yo le dije “Bueno, sí, le voy a pedir a Dios, me voy a quedar tranquila, no voy a estar pensando esas cosas malas”. Pero, yo sentía que algo iba a pasar, yo me sentía extraña (…) entonces, él se fue (…) lo que yo recuerdo es que (…) yo me volví como loca en ese momento, estaba como loca de verdad, y agarré al niño y no sé, agarré al niño y lo metí dentro del pote del agua (…) y lo ahogué, y de pronto (…) este (…) ¿Cómo yo pude hacer eso, vale? No entiendo.
Yo no entiendo, de verdad que no entiendo. Una explicación no la encuentro (…) agarré los fósforos y prendí el corral donde mi hijo estaba, recuerdo (…) mi hijo,  el de un añito estaba llorando y él me  decía “Tete, tete”, y yo le preparé el tetero y se lo di ¿no?, a mí se me pasaba la broma y se me venía. Le dije “Toma tu tete papito, toma tu tete”, y él solito lo agarraba, y de repente me entró como una fuerza así contraria dentro de mí, así como cuando te entra un espíritu, y le empecé a dar golpes a mi hijo, le hice un moretón en la cara, recuerdo que con el dientico de él me di por aquí por esta parte y me rompí (…) Luego, agarré los fósforos y prendí el corral. ¡Ay, no sé!...no logro recordar, más o menos. Yo recuerdo que yo misma me golpeé, era como algo que me decía “Golpéate”, yo misma me golpeé, o sea, yo le estaba haciendo eso a mis hijos y yo misma me golpeaba (…) yo lo que me acuerdo es que cuando yo me desperté yo estaba tirada en el suelo y ví a mis hijos muertos y empecé a gritar (…) Mi hermana me llevó pa la casa de ella, me tibió agua y me mando a bañarme porque estaba toda sucia, embarazada, con mi barriga en bata.

De acuerdo a la clasificación de Resnick (ob. cit.), podemos clasificar este filicidio como psicótico agudo, ya que no hubo una razón aparente para la madre atentar contra sus hijos y el hecho filicida ocurrió de manera repentina, ejecutado por una madre psicótica que había presentado a lo largo de su vida síntomas de enfermedad mental tales como alucinaciones visuales y auditivas que si bien no le indicaban ejercer una acción de violencia contra sí misma u otros seres humanos, representaban una alteración de su salud mental. Consideramos que también hay algo de venganza contra el marido en este filicidio por la situación de abuso que vivía la madre en su relación de pareja, como señalamos anteriormente.

RUBÍ

Tres niños fallecidos: un niño de siete años, una niña de año y medio y una bebé de cinco meses.
Como en el caso de Ada, Rubí comete el filicidio cuando se encuentra sola en su casa con los niños. Después de que el padre de los niños abandonó el hogar a raíz de la violenta discusión que tuvieron, ella estuvo en casa de su madre, pero ésta comenzó a presionarla y maltratarla sicológicamente, demostrándole claramente que no podía contar con su ayuda. Ante esta situación, ella decide irse a su casa.  Rubí describe la sensación de desamparo y soledad que sintió a lo largo del camino hacia su casa y su lucha interior entre regresar o seguir.

Antecedentes
Dos días antes si, fue un viernes ¿verdad?, discutí con él, con el marido mío, en la casa de mi mamá, discutimos feo y (…) nos guindamos a golpes y todo, que nadie podía con nosotros dos, fue una pelea horrible, de verdad que sí. A raíz de eso, él se fue, se fue esa noche.
Y empezó mi mamá ese mismo día que ahora qué iba a hacer yo, que ella no me iba a ayudar, que ya son tres niños, o sea, a atormentarme (…) que esto que aquello, yo no tenía comida que darle a los niños, que yo no tenía leche que darle a los niños, que ella no me iba a ayudar y eso, y bueno decidí el día domingo (…) y decidí irme para allá para Ocumare, para no molestarla a ella porque todavía seguía el sábado, todavía seguía ella con el tiquititiqui, que qué iba a hacer, que qué iba yo a hacer, que ya yo tenía tres niños, que pallá que pacá, o sea, tantas cosas que me dijo ese día y eso. Bueno, decidí y me fui para allá, para Ocumare con mis niños. Cuando iba en el camino fue que yo sentí argo, de verdad que sentí argo feo en el camino, sentí como quien dice el camino, la carretera tan sola, me ví sola en el autobús con mis niños, no sé realmente, de verdad no sé qué me pasó (…) Era algo que me decía como que me regresara, y eso y otra cosa que me decía que siguiera (…)

El hecho filicida
Los niños empezaron a llorar, las niñas empezaron a llorar, no sé, o sea, yo llegué agarré el veneno que estaba ahí. Estaba ahí porque siempre el marido mío lo echaba porque allí habían ratas, cosas, animales que se metían y eso, y agarré el veneno en verdad y se lo eché en las compotas pero fue como si no era como yo, de verdad que no era como yo, era como si argo estaba como quien dice apoderado de mí, ¿verdad?, y eso y agarré, o sea, agarré y eché eso y se lo di a la niña, o sea quería gritar cuando se lo estaba dando a la primera niña, ¿verdad?. Primero se lo di al varón, para que lo probara y él se tomó su vaso de compota, y a las otras niñas se lo di en un tetero, pero de compota, era compota que les daba, que se lo di…
Cuando se lo estaba dando  yo quería como gritar, quería pedir ayudar, de verdad que yo quería pedir ayuda, quería gritar, ¿entiende,  pero en verdad que no me salía las voz, no me podía mover, estaba como paralizada allí con las niñas dándole, o sea, que no vi en ese momento cuando terminé de dárselo a los tres y eso, el varón empezó, o sea, se le fue como la vista, se cayó al piso, llegué y lo agarré y los puse en la cama a los tres,  los acosté en la cama a los tres así  y ahí mismo llegué y me tomé el mío,  me tomé un vaso grande de veneno, me envenené yo también y no los vi más, de verdad que no los vi más porque se me fue la vista y no los vi más, me dio un dolor horrible en el estómago pero… feo, feo, feo… horrible.

Después de cometer el hecho, Rubí estuvo hospitalizada cuatro meses recuperándose de su intento de envenenamiento y de las heridas cortantes que se hizo con un machete después de matar a sus hijos – las cuales no recuerda.  En ese tiempo recibió atención psicológica ya que estaba en shock psicológico. Ella refiere que nadie en el hospital quería curar sus heridas y que su madre no quería saber nada de ella. Tuvieron que intervenir los médicos para que la señora accediera a atenderla.

 El filicidio de Rubí lo podríamos calificar de tipo altruista. Aunque las motivaciones verdaderas quizás se mantengan ocultas, la madre alega que dada la situación económica precaria en la que se encontraban ella y sus hijos, necesitaba protegerlos de un futuro incierto:
(…) yo pensaba, lo único que pensé fue matarme yo y matar a los niños, o sea si ellos estaban pasando trabajo conmigo, si yo me moría sola y los dejaba a ellos iban a pasar mucho más trabajo, entonces, la idea mía fue matarme yo y matarlos a ellos ¿verdad? Envenenarlos a ellos pues (…) me envenené, me corté las venas con un machete, lamentablemente a mí no me pasó nada a ellos sí.

Curiosamente, en el relato de Rubí se percibe un desdoblamiento en el ser, la indefensión,  desesperanza y angustia ganándole la partida a la sensatez y la cordura. El hecho filicida en este caso ocurre cuando la madre se encuentra presa de una profunda angustia, se siente desamparada porque había tenido una fuerte discusión con su pareja y él había dejado el hogar. Ante la percepción de no poder criar sola a sus hijos y la negativa de sus familiares a ayudarla, pensó que la muerte era la única salida, era una opción para salvarse y salvarlos de un sufrimiento mayor.

Los relatos anteriores producen perturbación en el común de las personas. El filicidio es una idea temida que permanece escondida cuando las condiciones de crianza así lo favorecen pero que puede actuarse dependiendo de las características personales y de condiciones que pueden ser extremas, cotidianas, o inesperadas. El abandono, la separación, los traumas, pueden lograr que lo temido salga a la superficie de la mente de la madre y se consuma este terrible suceso.

UNA JUSTIFICACIÓN PARA EL HECHO FILICIDA

En esta categoría queremos considerar las diferentes explicaciones que dieron las madres a su filicidio en el trascurso de sus relatos. En una primera aproximación, ambas mujeres justifican el hecho como un momento de locura. Además, tanto Ada como Rubí aclaran que atentaron contra su vida después de asesinar a sus hijos y que lamentan que no hayan logrado su cometido. En el trascurso de su relato Ada acude a variadas razones para justificar el hecho cometido, lo que demuestra cierta culpabilidad y deseo de evasión.

Culpa de la pareja
(…) fue culpa de él que a mí me dio esa depresión cuando estaba embarazada de mi hija, que caí en estado de locura, ¿me entiendes? Porque yo estando embarazada él me maltrataba, (…)  yo caí en esa depresión pues, en ese estado de locura.

Culpa de fuerzas extrañas
(…) yo creo que esa mujer nos echó una brujería, una brujería (…) me volvió loca e hiciera eso (…) mi mamá me llevó para donde un brujo (…) le voy a decir el nombre de la persona que le hizo ese daño a ella para que ella se volviera loca e hiciera  eso y cayera presa y pasara toda su vida encerrada.

La madre de Ada coincide con ella en culpar a la pareja de la acción filicida de su hija aduciendo el estado de tensión y temor que le provocó con sus maltratos. Ella no pensó nunca que su hija atentara contra sus hijos ya que nunca fue agresiva con los niños, incluso cuando cuidaba a sus hermanos pequeños al salir a trabajar.

Rubí también recurre a la imaginación cuando describe los momentos previos al hecho filicida. Como Ada, esta madre alude a voces y entes extraños que lejos de conminarlas a pedir ayuda, las llevaron a tomar la decisión extrema de acabar con la vida de sus hijos.
Bueno, después que yo salí embarazada de la primera niña (…) yo siempre sentí cosas en la casa, de verdad que empecé a sentir cosas en la casa raras, pero yo no le paraba porque yo no creo en eso, ¡no creía en eso¡ (…) se me montaban cosas en la cama cuando estaba durmiendo (…) algunas veces pienso que fue argo aparte de eso que me echaron (…)

(…) pero había una cosa que me decía que siguiera pa la casa, y otra, o sea, sentía como dos voces (…)  y cuando llegué a la casa,  de veldad que fue argo tan feo que vi, o sea, cuando abrí la puerta, la casa, la vi tan oscura, pero fue tan oscura  (…)  fue argo que había en la casa, de verdad que no sé (…) de verdad fue argo que yo vi en esa casa.

En los testimonios anteriores hemos visto que las dos madres filicidas, ante la imposibilidad de dar una explicación racional a su proceder optan por culpar a segundas personas o invocar fuerzas extrañas propias del imaginario popular. Sólo después de transitar por estas justificaciones es que, en el caso de Rubí, admite su responsabilidad: “(…) o sea, me ahogué en un vaso de agua, como quien dice.”

EL PROCESO LEGAL

Aunque el proceso legal no está involucrado en los objetivos de la investigación realizada, es importante tomarlo como información complementaria para entender la percepción que tienen las mujeres actualmente sobre su vida y su futuro (Ver Anexo B).

ADA

Después del filicidio, Ada estuvo bajo la custodia de su madre mientras estaba al término de su tercer embarazo (Aplicación del Artículo 245 de Código Penal). De este embarazo nació una niña. Ada dice haber sentido ganas de lastimarla, por lo que pidió ayuda a su madre a tiempo. De esta manera, el organismo competente (LOPNNA) tomó las previsiones del caso separando a la niña de  madre.

Casa por cárcel
Me llevaron a la PTJ. Estuve en un calabozo, me iban a dejar por treinta días pero me dieron a mi mamá, mi mamá se hizo responsable de mí. Luego, estuve en la casa de mi mamá, casa por cárcel (...) gracias a Dios mi hija salió sana, le hicieron los exámenes y me la quitaron a un mes de nacida, porque sentí aquello de hacerle daño a la niña.

Ada  también atentó contra su vida en esta etapa: “Yo me tomé un frasco de veneno estando en mi casa, casa por cárcel (…) y me llevaron para el hospital, me hicieron un lavado estomacal.”

Régimen de presentación
Después del arresto domiciliario, Ada estuvo bajo régimen de presentación, el cual ella incumplió. Por esta razón fue recluida en el Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF). Ada sentía que debía estar presa en esta institución, En sus palabras: “(…)  yo me sentía que yo tenía el derecho de estar presa, de pagar por lo que hice.” En este instituto estuvo por dos años.

INOF
(...) entonces, en la audiencia (…) la que era mi primera juez, ella me dijo “(…) te vamos a mandar para el INOF (…) porque lamentablemente tu violaste el beneficio que te dio el fiscal, y el fiscal no tiene ninguna firma tuya en el libro (…) de allí del Tribunal me llevaron al INOF.

Hospital psiquiátrico
Debido a las crisis nerviosas que Ada presentaba, fue trasladada desde el INOF al Hospital Psiquiátrico, donde se le continuó administrando el tratamiento requerido. Ya en el INOF ella había recibido atención y tratamiento psiquiátrico En el Hospital manifiesta que se ha sentido mejor, aunque ha tenido recaídas e intentó contra su vida. La acumulación de vivencias trágicas y dolorosas desencadenó, según su opinión, muchas de las crisis nerviosas que ha sufrido.
Casi cumpliendo los tres años (…) me trajeron para acá, porque estaba presentando crisis (…) gritaba, me ponía agresiva, los paramédicos me agarraban, me amarraban (…) agilizaron todo y me trajeron para acá (…) aquí estoy tomando mi tratamiento, aquí he tenido también mis recaídas (…) me daban crisis locas, feas que así gracias a Dios ya no me dan.

Sin embargo, la sentencia definitiva de Ada parece que no está definida todavía. De acuerdo a su expediente, hay una acusación de simulación de hecho punible el día del filicidio ya que ella declaró que ella y sus hijos fueron atacados por otras personas (Ver Anexo C)

RUBÍ

En el caso de Rubí, ella estuvo hospitalizada después del hecho, debido a las consecuencias de su intento de suicidio. También tuvo asistencia sicológica para volver y aceptar la realidad. 

El juicio
Fueron cuatro meses de juicio, cuatro meses, me llevaron de aquí hasta allá Santa Teresa de resguardo, me tenían en una broma de policía ahí, porque de aquí se les hacía muy difícil sacarme, sacarme dos, tres veces a la semana pa llá pa Ocumare…

Rubí menciona la cantidad de personas que atestiguaron en el juicio, personas que la conocían y personas desconocidas, ninguna de las cuales declaró algo en su contra. Ella asumió la culpa completamente. Los familiares también aceptaron la responsabilidad de Rubí y no endosaron el hecho a problemas mentales de la madre.
La juez les preguntó qué si yo tenía un problema mentar, o argo, y eso porqué yo había hecho eso, ellos dijeron que no, que fue un momento de locura, pero que yo estoy normal, o sea que fue una mente de una niña, como quien dice, ¿verdad?, una niña con tres niños, una responsabilidad y eso, a esa edad que yo tenía.

La sentencia fue de veintiocho años de prisión, tal como contempla el Código Penal venezolano para este tipo de delito. Rubí esperaba esa sentencia, de acuerdo a las experiencias que había conocido mientras esperaba su juicio por lo que no se sintió sorprendida (Ver Anexo D).

Educación  y trabajo penitenciario
En la cárcel Rubí ha tenido trabajos de costura, cocina y panadería que la han ayudado a sobrellevar la pena y la mantienen motivada a seguir adelante, a sentirse bien.
Trabajé en la costura y eso me motivó, pues,  porque me encanta mucho la costura también, después de ahí, duré nueve meses allí trabajando en ese taller de costura, de ahí me puse a la cocina,  duré tres años ahí en la cocina, trabajando… después de la cocina entré aquí a la panadería ya tengo cuatro años y dos, tres meses aquí en la panadería y bueno me encanta, de verdad que me siento muy bien, me siento muy motivada de verdad, a que los días se me hagan más cortos. Si tú no estás haciendo nada los días se te hacen más largos y empiezas a pensar tantas cosas.

Además de servirle de motivación para sentirse bien, estos oficios le permiten optar por la redención de pena por el trabajo y el estudio.

De los párrafos anteriores  podemos concluir que en el caso de Ada las circunstancias del filicidio no están del todo claras, razón por la cual no ha tenido una sentencia definida. El caso de Rubí tuvo el trato legal correspondiente. Aunque no optó por alguna instrucción educacional en reclusión, su pena ha servido para aprender oficios de baja calificación que le permiten mantenerse ocupada y ganar autonomía y confianza en sí misma, aparte de optar a futuro a la libertad por la redención de la pena.

VISIÓN ACTUAL

A continuación exploramos los pensamientos de las madres filicidas con respecto a la acción ejecutada contra sus hijos, cómo se ven a sí mismas y qué perspectivas tienen respecto al futuro. Es importante acotar que estos testimonios corresponden al momento cuando fueron realizadas las entrevistas a las dos mujeres y las condiciones en que las se encuentran han tenido cambios desde entonces, los cuales veremos más adelante.

El tratamiento recibido por Ada incluye terapia ocupacional, psiquiátrica y psicológica, observándose buen desempeño en las actividades deportivas, recreativas y dinámica de grupo. Los informes psicológicos y psiquiátricos señalan que presenta  crisis depresivas y psicóticas esporádicas y que se mantiene bajo contención farmacológica y bajo observación ya que presenta conductas delictivas contra sus compañeros y una actitud promiscua sin distingo de sexo. El tratamiento de Rubí comprende atención psicológica y tratamiento laboral o productivo, desempeñándose bien en este último.

Con respecto al hecho cometido
Hoy en día Ada se siente arrepentida de haber tomado ciertas decisiones que a la larga, en su opinión, la acercaron a la situación de riesgo del hecho filicida. Vivir en pareja con el padre de sus hijos está relacionado para ella con la decisión de tomar la vida de sus hijos.
Hoy en día me arrepiento mil veces de haberlo hecho (irse a vivir con el que  fue su pareja) porque ahorita yo estuviese con mi primer hijo, estuviese mi hijo grandecito. Yo me hubiese puesto a estudiar, hubiese dejado la rochelita con mis amistades que yo tenía, me hubiese puesto a trabajar, a estudiar, mi mamá me lo cuidaba.

En esta declaración de Ada sale a relucir el hecho de que en su adolescencia tenía amigos con quien compartía, al contrario de lo que relata con respecto a su niñez.

Rubí también siente remordimientos y se escuda en el hecho de que atentó también contra sí misma.
(…) y estoy arrepentidísima  porque no lo quise hacer con mardad, de verdad, con una mardad pa hacérselo a ellos, me lo hice a mi también, o sea me quería matar yo también, sin embargo, todavía, no quiero vivir, de verdad, todavía lo digo, yo no quiero vivir todavía.

El recuerdo de sus hijos siempre vuelve ocasionándole gran tristeza. En esos momentos sus compañeras de prisión le sirven de contención y consuelo.
Siempre están en mi mente, siempre, y más cuando estoy encerrada allá arriba, en las noches, se me vienen a la mente, más es el tormento que siento, que a veces lo que me  provoca, de verdad  que si, lo que me provoca es matarme porque la conciencia no me deja (…) son momentos que me da una depresión que me da fuerte, que no son por un día, son varios días (…) pero entonces después se me quita, como todo. Entonces, empiezo a hablar con las muchachas y me suben el autoestima, me suben el ánimo otra vez, y ya no pienso más en matarme en ese momento, pero entonces, después vuelvo otra vez y decaigo.

 

De los planteamientos de las dos mujeres observamos que el sentimiento de culpa siempre está presente, especialmente cuando se encuentran solas. Es importante para ellas mantenerse ocupadas y recibir el estímulo de sus compañeras de reclusión. El caso de Ada, por su parte, requiere atención especial por su condición médica.

Apoyo familiar y capital social
Ada afirma poder contar con el apoyo de su madre y del padre de sus hijos para tomar  y tramitar las decisiones con respecto a su hija: “Yo la voy a recuperar,  y vamos a hablar eso en la LOPNNA, mi mamá y yo, (…) el papá de mi hija, nos vamos a poner de acuerdo para yo poder estar con mi hija, que yo pueda ir a visitarla.”

Por el contrario, Rubí mantiene una actitud de reserva con respecto a su madre, tal como a lo largo de su vida : “Todavía no le tengo confianza a mi madre de decirle algo que me esté pasando.”

Sin embargo, cuando se le pregunta directamente por su relación de hoy con su mamá ella da a entender que lo sucedido ha traído un acercamiento de su madre hacia ella y el cariño y apoyo mutuos.
Aquí es donde yo he sentido un abrazo de mi mamá. Aquí es donde he visto el apoyo de mi mamá (…) aquí es donde yo he escuchado que mi mamá me dice te quiero, sentir un abrazo de mi mamá, un beso de mi madre (…)

Yo digo que por más que me haiga hecho lo que me haiga hecho, no tengo nada de verdad que perdonarle, no tengo nada que perdonarle a ella, ella es mi madre y como tal la adoro, la amo y la quiero, yo siempre le digo mamá te amo, te adoro, y bueno,  quiero que Dios te dé demasiada vida

Con respecto a su padre, que la abandonó cuando tenía tres años, dice: “Bueno, mi papá ha venido para acá por los reales. Mira, de vez en cuando nos vemos, yo soy la única hija de él.

El padre de su primer hijo y único varón nunca se hizo cargo de él; sin embargo, Rubí siente el apoyo de la abuela y tíos de su hijo ya que la visitaron en prisión al inicio del proceso legal. El padre de sus dos hijas, con quien vivía en pareja, se ha mantenido alejado de su vida y ella sólo tiene indiferencia para él.

En resumen, estas mujeres han tenido un acercamiento con sus madres y algunas personas están dispuestas a ayudarlas en caso necesario o al menos ellas así lo perciben.

Sobre sí misma
Ada tiene una buena percepción de sí misma, se refugia en Dios y sigue su tratamiento.
Le doy gracias a Dios porque en mi corazón aún tengo buenos sentimientos (…) no quiero ser mala (…) y yo le pido a Dios que si dentro de mí hay rencor o hay un resentimiento, heridas, que me las sane (…)
Con el tratamiento que recibo aquí me siento bien. A veces me siento mal de tanto medicamentos que me dan (…) con mucho sueño y sin ganas ni de levantarme.

En Rubí también prevalecen los pensamientos positivos:
No me considero una mala persona a pesar, de lo que hice (…) me gusta ayudar a las personas, siempre y cuando esté a mi alcance (…) me gusta escuchar a las personas, me gusta hablar, no soy muy consentidora tampoco, soy muy apegada a las personas (…) soy muy cariñosa.

 

Percepción del futuro
Ada centra su atención en su hija y en los planes para recuperarla:
(…) por lo menos yo tengo una meta pues, no recordar el pasado, yo pienso ahorita es en el futuro, en mi futuro, mi mayor alegría, mi mayor felicidad es que tengo a mi hija (…) yo la voy a recuperar.

Rubí es escéptica respecto al sistema penitenciario, aunque reconoce haber aprendido cosas buenas, haber madurado y saber hoy que “para todo hay solución”; además, asegura que ya no tiene miedo a nada. Sin embargo, no siente que el INOF capacite a las internas para reinsertarse a la sociedad porque, según sus palabras, a pesar de que hay psicólogos y psiquiatras, no hay una obligación para hablar con ellos. Es decir, las reclusas no están obligadas a aceptar la atención terapéutica.  Esta forma de expresarse deja entrever la poca importancia que da a este tipo de ayuda como un medio de adquirir conocimiento sobre sí mismas que les permitan manejar sus debilidades y limitaciones y desarrollar sus potencialidades para obtener confianza y seguridad en sí mismas. Rubí trabaja en función de su redención por el trabajo y el estudio. Afirma de forma enfática:
¡No, uno nunca sale mejor de aquí! nunca, nunca sales ni siquiera la cuarta parte de cómo tú entras aquí, nunca sales, nunca, eso es mentira del diablo. Tú sales peor de aquí, tú sales con otra mente, tú sales utilizando otras cosas, tú sales ya con, o sea, con tantas cosas que te han pasado que ya tú no crees en nadie, o sea, tú no crees ya, o sea tantas cosas que tú ves aquí adentro que ya tú eres el mismo (…) eso es mentira a salir con la sociedad, o la sociedad va estar bien contigo, no, eso es mentira, “No que tú no estás apta para la sociedad”, imagínate si no lo estoy en este momento, dentro de unos años menos voy a estar apta, ¿Es o no?

Rubí es optimista frente al futuro:
(…) sé lo que está allá afuera, sé que quiero empezar una nueva vida, que tengo que empezar una nueva vida allá afuera, que tengo que empezar desde cero, o sea,  estoy clara en eso, pero sí estoy lista para salir (…) Yo lo he dicho, mi caso no es nada fácil pero creo que como toda persona me merezco una segunda oportunidad (…)

 

Al igual que Ada, se refugia en Dios para sobrellevar el encierro y entender a sus compañeras. Sus metas están trazadas en salir del país para hacer una nueva vida:
Quiero en el día de mañana cuando salga de aquí, que ya no tenga que debele nada al Estado (…) ime de Venezuela (…) Tengo bastantes personas aquí que he conocido que me han querido ayudar, que tienen disposición que cuando yo salga, para ayudarme pues a salir de aquí, a hacer otra nueva vida, a empezar como quien dice. Y eso es lo que quiero.

 

De los párrafos precedentes puede decirse que las mujeres de estas historias están arrepentidas de sus actos y ven en Dios la fuente de perdón y fortaleza para seguir el día a día. Han ganado autonomía y ven el futuro con optimismo. La vida de Ada en reclusión está sujeta a las evaluaciones periódicas y la aplicación de su tratamiento médico. Dice sentirse bien y contar con el apoyo de su madre para lograr sus metas, las cuales giran en torno a su hija.
                                                                                                                    
 En el caso de Rubí, la encarcelación ha significado una oportunidad para alejarse de su antiguo modo de vida y el aprendizaje de nuevos oficios que le permitan ganarse la vida, aunque estas tareas de baja calificación reproducen los roles de género y constituyen una alternativa incompleta para elevar y superar su condición. No se estimula adecuadamente el ingreso al sistema educativo. Esta característica del sistema penitenciario es perniciosa para la mujer por cuanto refuerza su posición en los niveles de ingreso económicos más bajos, o sea, el mismo estatus que tenían antes de la encarcelación. Aunque se mantiene alejada del padre de sus hijas y mantiene la misma perspectiva recelosa sobre su madre,  no les guarda rencor y su relación con esta última se ha transformado en un nexo más cercano y amoroso. Rubí está clara en lo que hizo y en lo que quiere, no culpa a nadie de sus acciones, ella sola se responsabiliza de estas. Dice que merece lo peor del mundo pero también que necesita una segunda oportunidad para rehacer su vida. En este punto nos parece oportuno citar las palabras de Elizabeth Badinter: “El amor materno es sólo un sentimiento humano y es como todo sentimiento, incierto, frágil e imperfecto” (1992:14)

A mediados de julio de 2010 se pudo conocer que Rubí obtuvo el derecho de una formulación alternativa de cumplimiento de la pena a través de la redención de la pena por el trabajo y el estudio, (trabajo fuera del establecimiento), previsto en el Código Orgánico Procesal Penal vigente (Artículo 501).

Esta medida la pudo obtener a través de la Ley de Redención Judicial de la Pena por el Trabajo y el Estudio según la cual, en el Artículo 3, pueden redimir su pena con el trabajo y el estudio, a razón de un año de reclusión por cada dos (2) de trabajo o de estudio, las personas condenadas a penas o medidas correccionales restrictivas de libertad. El tiempo así redimido se les contará también para la suspensión condicional de la pena y para las formulación de cumplimiento de ésta.

Para entender un poco de lo que reza en dichos artículos (expuestos anteriormente), hay que hacer notar que son los conocidos como beneficios que obtiene todo privado de libertad siempre que cumplan con los requisitos exigidos en dichos artículos. En el caso de Rubí, llevaba recluida desde diciembre del 2001, es decir, tenía 9 años privada de libertad y desde su ingreso al INOF se incorporó a la realización de diversos oficios. Así,  9 años de trabajo se convierten en 4.5 años de redención; es decir, al realizarle el cómputo de la pena por el trabajo y el estudio tendría aproximadamente 13.5 años de cumplimiento de pena de los 28 a los que estaba sentenciada, teniendo así ya cumplida la cuarta parte de la pena como lo reza el artículo antes citado.  

Igualmente, se obtuvo la información a través del jefe de la Caja de Trabajo del INOF, que Rubí cumplió pocos días en las residencias vigiladas que se encuentran dentro de la misma institución, es decir quebrantó el cumplimiento de la medida de trabajo fuera del establecimiento no volviendo más, y quedando solicitada por las autoridades competentes. Por medio de allegados a Rubí se pudo conocer que la misma decidió residenciarse en Colombia y hacer una nueva vida, dejando de lado lo que rige la ley.

Con respecto a Ada, se supo que continúa en el Hospital Psiquiátrico, aislada, ya que hirió a una compañera que estando descompensada comenzó a molestarla. Sus familiares hacen esfuerzos para evitar que sea trasladada a una Centro de Resocialización y Rehabilitación Mental (llamadas antiguamente Colonias Psiquiátricas), una posibilidad que se han planteado las autoridades del hospital.

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