 
Todo especialista en  Comunicación Institucional ha tenido que enfrentar, sobre todo en el contexto  cubano, cuestionamientos sobre la funcionalidad de su especialidad –dígase la  utilidad de la disciplina a la que se dedica-. Es por ello que desde el campo  teórico se hace énfasis, como paso siguiente a la definición de su objeto de  estudio, en las funciones que realiza la comunicación en las organizaciones. 
  La tipología base de la que  parten diferentes estudiosos para tratar el tema se corresponde con la  realizada por Daniel Katz y Robert Kahn (1979), quienes proponen el análisis  desde dos niveles diferentes: el organizacional, donde tienen lugar las  funciones generales de la comunicación: producción, mantenimiento, adaptación y  dirección; y el interpersonal, donde ocurren funciones más específicas:  instrucciones de trabajo, consideraciones necesarias acerca de la labor a  realizar, rutinas organizacionales e información ideológica para inculcar el  sentido de la misión. (Kahn y Katz, 1979, citado en Trelles, 2004: 30).
  Existen otras tipologías  desarrolladas por reconocidos investigadores, entre los que cuentan Carlos  Fernández Collado (1997) y Fernando Martín Martín (1997), citados por Trelles,  2004:2,4), que establecen funciones de la comunicación en correspondencia con  áreas específicas de la organización. El primero de ellos las resume en función  de producción, orientadas hacia la programación de actividades referentes a los  bienes y servicios; función de innovación, enfocadas hacia la entrada de ideas,  prácticas u objetos nuevos en la organización; y función de mantenimiento, las  cuales favorecerán la socialización entre los miembros de la organización, así  como establecerán los mecanismos que favorezcan la integración del personal en  los objetivos individuales y en los de la organización. Por su parte, Fernando  Martín le asigna una serie de funciones específicas como son: la gestión,  imagen pública, coordinación de la estrategia o plan de comunicación, el logro  de veracidad y transparencia en la comunicación, así como el mantenimiento de  una estrecha relación con los medios y un estricto control de lo publicado en  ellos sobre la organización. 
  A pesar de lo acertado de  estas clasificaciones, se define la función descriptiva de un sistema de  comunicación organizacional como aquella que persigue exponer lo que sucede, el  estado de cosas o la concepción de las situaciones en los diferentes ámbitos de  la organización.
  La función evaluadora de un  sistema de comunicación organizacional explica las razones por las cuales los  diferentes ámbitos organizacionales dan cuenta de lo que les sucede y la manera  en que lo hacen. Es decir, es la ponderación o evaluación de la descripción de  cada ámbito organizacional. 
  Por último, la función de  desarrollo efectúa análisis de cómo reforzar aquello que ha sido evaluado como  acertado, y mejorar aquello que fue considerado erróneo en las actividades del  ámbito organizacional que se haya estudiado. (Trelles, 2004: 4)
Al decir de la autora Irene  Trelles (2004), se parte de la definición de Comunicación Institucional como  herramienta estratégica de gestión que posibilita la interrelación de todos los  componentes de la organización y de esta con su entorno, la construcción e  intercambio de símbolos, y por tanto, la gestión favorable de la imagen corporativa.  De ahí que la comunicación se constituye en un sistema abierto y en constante  cambio. Es por ello que a consideración del autor, se aporta, además que para  que la comunicación se establezca como una herramienta de eficiencia y eficacia  en las organizaciones, se hace necesario mantener coherencia entre los ámbitos  de la comunicación, dígase entre la comunicación interna y externa de la  institución. 
  Comunicación  interna
  Los procesos comunicativos  que tienen lugar al interior de las organizaciones, es decir, entre sus  miembros, es a lo que se le denomina Comunicación Interna. La Dra. Irene Trelles  (2004: 40, 41, 42), entiende que este ámbito de la Comunicación   Institucional fue por mucho tiempo subvalorado por directivos  y especialistas.  A los criterios de la  autora antes mencionada, se puede agregar que la situación ha ido cambiando y  en la actualidad se aprecia, cada vez más, la importancia de la misma para el  adecuado funcionamiento de la organización, pues posibilita la construcción de  valores culturales y pautas de gestión, así como la implicación del personal de  la institución al proyecto de la empresa.  
  Esta comunicación, de manera  general, se centra en “los procesos y  subprocesos por medio de los que se procura que los miembros de la organización  cumplan las tareas encomendadas y en cómo los canales de información la  facilitan, de acuerdo con los objetivos propuestos para el grupo.” (Trelles,  2004:43); por lo que se debe estructurar en dependencia de características y  requerimientos de cada organización en específico, y podrá darse a través de  estructuras formales o informales y en dirección descendente, ascendente u  horizontal según el objetivo a cumplir. 
Comunicación externa             
  Los procesos comunicativos  que tienen lugar entre la organización y sus públicos externos (proveedores,  clientes, distribuidores, autoridades gubernamentales, medios de comunicación,  localidad, competencia, entre otros) con el objetivo de mantener y mejorar las  relaciones con dichos públicos y, por lo tanto, potenciar una imagen favorable  de la institución.
  Tradicionalmente los procesos comunicativos de las  instituciones hacia su entorno -específicamente hacia las personas que forman  parte del mismo y que se encuentran relacionadas con la institución en mayor o  menor medida- han estado vinculados a departamentos específicos, tales como  Marketing, Relaciones Públicas, Publicidad y Promoción, entre otros Tal  división contradice el  enfoque sinérgico  que debe regir al sistema de comunicación, con el fin mantener un discurso  coherente que favorezca la imagen de la organización. Por lo tanto, esta labor  también debe corresponder a otras áreas de la institución y sobre todo a la  máxima dirección de la misma.
  Mediante  la Comunicación   Externa la institución puede interrelacionarse con su medio  ambiente debido a lo que muchos autores denominan inputs y outputs. Los  primeros están constituidos por los insumos que obtiene la organización del  entorno; los segundos son las respuestas que da la institución a la sociedad.  La importancia de la comunicación externa reside, precisamente, en este flujo  de intercambio ya que es el que posibilita la existencia de la  entidad. 
  Las  funciones de la comunicación externa se establecen sobre la base de dos  dimensiones:
Dada  la importancia estratégica que reviste para la organización lograr una  comunicación externa efectiva, resulta imprescindible que la misma tenga bien  identificados a sus públicos externos, el grado de influencia de estos y cómo  pueden ser afectados por la institución.  Una herramienta útil para tal objetivo resulta el mapa de públicos, el cual  posibilita tenerlos identificados y clasificados, cuantitativa y  cualitativamente, de acuerdo con la relación que mantienen con la entidad. Este  instrumento para la Gestión  de Comunicación se realiza al tener como base la Estrategia de  Comunicación e Imagen, lo cual permite determinar la cantidad de comunicación  que cada uno de los públicos requiere. Debido a que los intereses de los  públicos no permanecen estáticos, este instrumento “debe someterse a un continuo ejercicio de adaptación coyuntural.” (Scheinsohn,  1997, citado en Fabregat, L. 2008)
  Públicos externos 
  Los  públicos externos están compuestos por personas que forman parte del entorno de  la institución y que influyen y son influidos por la misma. La identificación y  segmentación de estos se realiza, por lo general, según el rango de importancia  que revisten para la organización. No obstante, desde la teoría se pueden  encontrar sistematizaciones muy acertadas, como la ofrecida por Muriel y Rota  (1980) quienes, de acuerdo al nivel de relación que mantienen los públicos  externos con la institución, los clasifican en generales y específicos.
  Según  estas autoras, los públicos generales “se  manifiestan frente a la institución entrando en contacto con ella a través de  lo que se conoce como el fenómeno de la "opinión pública" y a través  también de los propios públicos específicos, particularmente de los medios de  comunicación colectiva” (Muriel y Rota, 1980:307). Estos están conformados  por la comunidad nacional y la comunidad internacional.
  Por  otra parte, los públicos externos específicos son aquellos que se encuentran  relacionados directamente con la institución y su clasificación se establece a  partir de los motivos de contacto de estos con la misma. Las autoras los  separan en cinco tipos: clientes, proveedores, localidad, otras instituciones  públicas y los medios de comunicación de gran alcance.
A esta clasificación cabría añadirle otras categorías relevantes para la institución:
Se han resumido hasta aquí criterios generales sobre la Comunicación Institucional y los elementos que la componen. Este estudio constituye el paso previo e imprescindible para el abordaje teórico de la comunicación institucional, tanto interna como externa –unidad de análisis de la presente investigación-, que tiene en la estrategia, objetivo principal del segundo epígrafe de este capítulo.
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