ESTUDIOS DE LOS PROCESOS INTERCULTURALES: COMUNIDAD, REDES, CONSTRUCCIONES MEDIÁTICAS, EXPERIENCIAS ORGANIZATIVAS, PROCESOS DE CONSTRUCCIÓN Y HUMANISMO

Ezequiel Hernández Rodríguez
Ricardo Contreras Soto
Rubén Ramírez Arellano

6.
La ACIN en Colombia, se funda como organización en 1994. Lo que a continuación señalaré es la voz directa de sus protagonistas, con los que pude compartir esta experiencia de lucha el año pasado. La ACIN es una organización de carácter zonal en la región del Cauca, “agrupa 14 resguardos y 16 cabildos indígenas”. Se trata de un “territorio de 191.318 hectáreas […] donde viven […] un total de 109.000 habitantes” (Rozental y Almendra, 2009).
Como zona, han implementado una estrategia para la consolidación territorial, a la par de una serie de propuestas de desarrollo económico de las comunidades, con el objetivo central y articulador de construir “un gobierno propio dentro del territorio, autonomía y autodeterminación”. Con este objetivo se han constituido 7 proyectos comunitarios, articulados en el aspecto Técnico Operativo llamado Tejidos de Vida, los cuales son los encargados de materializar las decisiones políticas tomadas por la Comunidad, como máxima autoridad (ACIN, 2010).
Esta estructura organizativa, obedece a un proyecto político claro, que es la Defensa de los Planes de Vida, en plural, obedeciendo a los 7 Planes de Vida que existen en la zona, de cada uno de los proyectos comunitarios; una propuesta solidaria, de respeto a la naturaleza, a la vida, a la madre tierra, y en contra del Plan de Muerte (en singular, siempre intentando homogeneizar y totalizar) que supone la colonialidad.
Se trata pues de una “lógica otra” de organización integral: política, económica, cultural, ambiental, de comunicación, basada no en el despojo sino en lo comunitario, no en la explotación sino en el trabajo justo, no en la represión sino en la defensa de la vida (humana y de la naturaleza), no en el desprecio sino en la relación equitativa de las diferentes culturas. Y por supuesto, en la transformación de las estructuras del Estado, de las instituciones y de la sociedad, no solo para los indígenas sino para todos los sectores de la población colombiana. Es pues una lógica otra de hacer política.
Sin embargo, resistir e insurgir con y desde esta propuesta no ha sido fácil ni será fácil, es un caminar-trajinar de lucha diario, mismo que ha costado muerte y represión. Ante ello, en 2008, señala Rafael Coicue (2010), “comienza la etapa de articularnos con otros. Colombia es muy grande, hay diversidad de procesos, pero los indios solos no podemos hacer nada”. Es posible decir que con esta relación entre diferentes sectores sociales en aras de una transformación estructural se constituye la herramienta política de la interculturalidad “hacia afuera” de la ACIN. Antes por supuesto que convivían entre diferentes sectores sociales dentro de un mismo territorio pero no compartían el pensamiento y la acción de transformación. En este sentido, los compañeros de la ACIN conceptualizan la interculturalidad como uno los principios ideológicos y políticos de su proyecto. Para Rafael Coicue (2010), la interculturalidad se da ante todo porque “no somos los únicos que luchamos ni los únicos que tenemos problemas”, de ahí la relación con otros sectores: campesinos, urbanos, sindicales, “creando condiciones de diálogo, acompañamiento, solidaridad”.
Así mismo, la ACIN ha tratado de posicionar  la interculturalidad con el Estado, que éste reconozca la diferencia, y que respete sus formas de vivir, de entender, de relacionarse con los demás y con la naturaleza, lo que les ha permitido ganar espacios en la Constitución, instrumentos que les sirven para resistir y luchar desde lo intercultural, social y comunitario, mas no lo ven como un fin en sí, sino como una relación con el Estado “estratégica” (Coicue, 2010).
Dicha relación “estratégica”, se basa en la convicción de la construcción de su autonomía, sin buscar remplazar la responsabilidad del Estado en garantizar las necesidades fundamentales del sector indígena. Supone pues un doble carácter: por un lado se tiene la convicción de que “no se puede hablar de una relación intercultural con el Estado [ni con otros sectores sociales] si está  mediatizada por el poder” (Coicue, 2010), mientras por otro lado, se busca ganar la legitimidad y reconocimiento por parte del Estado, para a partir de ahí, exigirle repensar sus políticas. De lo que se trata es de una contradicción consciente que intenta ser puesta a favor de la construcción de la autonomía por diversos mecanismos, como el de evitar toda financiación que implique el abandonar los objetivos políticos (de descolonización). Se trata pues de una lucha de todos los días y en todas las trincheras.
En la actualidad, la Minga de Resistencia Social y Comunitaria de los Pueblos Indígenas y Movimientos Sociales Colombianos, iniciada en 2008, y el Congreso de Los Pueblos del año pasado, proyectan a nivel nacional e internacional este proyecto político, donde la interculturalidad también juega un papel fundamental.
Lo que proponen estas iniciativas es la unión de indígenas, obreros, estudiantes, sindicalistas, campesinos, “para defender la vida, para defender la dignidad, para defender nuestro territorio y nuestros derechos” señalan los compas. Una multiplicidad de historias de lucha con esos acuerdos comunes, con ese coincidir político y transformativo. Una unión que así mismo, respete las dinámicas internas de cada organización y sus formas ideológicas. “Solos los indígenas no podemos”, es el motor de esta propuesta, llamando a la unión para la construcción de un cambio social y un cambio de mentalidad, donde la guerra, la explotación, el despojo y el desprecio no sean una costumbre.
7.
La misma lógica de la interculturalidad se puede observar en otros movimientos indígenas como el zapatista en México, que sin denominarle explícitamente de esta manera representa un eje vertebrador de cómo producen y reproducen su vida cotidiana en un territorio concreto.
El primero de enero de 1994, desde los sectores considerados por la Modernidad ontológica y epistémicamente inferiores, surgía un ejército que mostraba la cara oscura de este proyecto –representado por ejemplo en el Tratado de Libre Comercio-, la colonialidad, es decir, mostraba que para su funcionamiento eran prescindibles las vidas humanas de millones de indígenas y de otros sectores igualmente marginados.
En un principio la lucha del EZLN fue por el reconocimiento de las formas de gobierno y autodeterminación de los pueblos indígenas sobre su territorio y recursos naturales a través de reformas constitucionales, para erradicar la condición subalternizante de la Modernidad, cuestionando las categorías de Estado, democracia, justicia, del Estado uni-nacional hegemónico dominante, un proceso similar en el que se ubica la CONAIE en Ecuador y la ACIN en Colombia, en la actualidad. Sin embargo, la clase política “tapó con cañones sus oídos”, y traicionó los diálogos emprendidos. A partir de ahí, los zapatistas comenzaron la construcción de los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno, dentro de los Municipios Autónomos Rebeldes, es decir, comenzó la construcción de la autonomía que les había sido negado por el Estado, creando sus propios programas de educación, salud y justicia con los que combaten sus problemas más inmediatos y que corresponden a su forma propia de vivir (Castellanos, 2008). ¿Cómo ocurre concretamente la construcción de esta autonomía? El Teniente Coronel Insurgente Moisés (2007) nos lo explica mejor:
“Lo que queremos pues es formar una vida, una sociedad que nosotros mismos vamos a mover. Que nosotros mismos vamos a construir pues”, continuando, “pues es que nosotros estamos viviendo pues, nosotros sufrimos pues así la miseria, la explotación, la injusticia, el pisoteo, el saqueo, todo. Entonces creo que eso tenemos que empezar a ver […]”. Es decir, la autonomía se construye primero con la visibilización de lo que aquí hemos llamado sistema mundo moderno/colonial, el cual transgredieron en enero de 1994 y comenzaron a gobernarse.
Sin embargo, continúo con la palabra de Moisés (2007), este trabajo implicó y sigue implicando organización, el cómo le van a hacer, y lo primero que hicieron fue tomar la decisión de no recibir nada del gobierno, de resistir, “de ahí, empezaron [refiriéndose a los compas de las comunidades] a descubrir otras cosas más ahí eso, que la palabra resistencia no es nada más de no recibir las migajas, de los sobrantes, de lo que da el gobierno. Descubrieron de que entonces hay que resistir la persecución, hay que resistir los bombardeos políticos, ideológicos de los medios de comunicación”, y de todos aquellos que dicen que esto de la autonomía no se puede, o es un sueño. “Para los compañeros, esto, cuando ya pasaron pues años, a trabajarlo esto, ellos dicen pues así de que esto es parte pues así de ser independiente”.
Es así como los zapatistas comenzaron a construir su autonomía, yendo a las bases, a las comunidades a preguntar el cómo iban a funcionar, con lo cual formaron comisiones para ser sus autoridades, con la parte militar, el EZLN, solo obedeciendo a sus mandos, las comunidades, en donde claro que hubo y hay errores, pero que son parte ineludible de la construcción, y que se resuelven en el caminar.
Para los compañeros zapatistas “la democracia es vivir cada día, ¿sí? Ellos tienen que discutir, ellas tienen que discutir. Hacen pues sus asambleas para decidir cómo es que van a hacer pues su trabajo, y cómo es que va a funcionar pues ése gobierno” (Moisés, 2010), pero las decisiones no las toman los integrantes de las Juntas de Buen Gobierno, sino todas las comunidades, en un ejercicio de análisis [estudiando los problemas concretos], discusión y consenso constantes. Para nosotros es difícil entender esto, ya que se nos hace creer que el marco del sistema de partidos es el único posible para resolver nuestros problemas concretos.
En suma, es así como se construye la autonomía, la organización, la independencia, la resistencia, la democracia, en territorio zapatista, donde es importante lo que señala Moisés (2010): “No hay un formato de autonomía ¿sí? Según sus formas de cómo están, de los problemas que enfrentan los compañeros, es así como van resolviendo pues”. Lo cual, a mi modo de ver,  es lo que en los Andes se conceptualiza como interculturalidad, ya que parte de la visibilización de los problemas concretos que ha provocado en las comunidades la colonialidad del poder: explotación, despojo, desprecio, represión, y a partir de ahí resolver dichos problemas desde una lógica otra, desde sus diferencias culturales – de producción y reproducción de la vida- concretas y relacionándose para construir otra cosa, más justa y digna.

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