ESTUDIOS DE LOS PROCESOS INTERCULTURALES: COMUNIDAD, REDES, CONSTRUCCIONES MEDIÁTICAS, EXPERIENCIAS ORGANIZATIVAS, PROCESOS DE CONSTRUCCIÓN Y HUMANISMO

Ezequiel Hernández Rodríguez
Ricardo Contreras Soto
Rubén Ramírez Arellano

Descripción del municipio bajo estudio: Huehuetla

El municipio aquí estudiado se encuentra enclavado en el centro de lo que se conoce como el Totonacapan poblano (ver figura 1). Es digno de mencionar, que la región en la cual se encuentra ubicada la etnia totonaca se caracteriza por ser una zona sierra . Huehuetla, cuyo nombre original en lengua totonaca era “Kgoyomachuchut”, y que literalmente quiere decir “lugar de pericos” (ya que según los ancianos del lugar señalan que en lo que ahora es Huehuetla abundaban los pericos, tanto así que cuando volaban oscurecían el sol), constituye lo que García (2005) designa como pueblos de tercera generación, en contraparte con los denominados pueblos de primera generación, es decir, aquellos asentamientos poblacionales prehispánicos que constituían una extensión directa del altepetl. Dichos pueblos de primera generación aparecen en las descripciones prehispánicas. Sin embargo un poblado como Huehuetla sólo se menciona hasta mediados del siglo XVIII, cuando se refiere que este quiere separarse de un pueblo de segunda generación, Olintla.

Por otro lado, en el municipio se tiene un alto índice de hablantes de lengua indígena, ya que de las doce localidades que integran el objeto de estudio, el municipio de Huehuetla, salvo la cabecera municipal, en el resto de las localidades más del 50% de la población que la conforma habla alguna lengua indígena.
En el resto de las localidades el porcentaje de personas que hablan una lengua indígena, a excepción de Chilocoyo del Carmen, es en promedio del orden de 80% respecto al total de la población por localidad. Aunado a lo anterior, se tiene el fenómeno del monolingüismo, que alcanza hasta un 45% del total de la población para el caso de la localidad de Francisco I. Madero; en otras, como en el caso de la cabecera municipal o Chilocoyo Guadalupe, el monolingüismo es menos pronunciado en relación al resto de las localidades que conforman el municipio.

El proceso organizativo en torno al café

En el proceso de desarrollo de la vida, el hombre tiende a relacionarse con el mundo, sea adquiriendo y asimilando cosas o relacionándose con otras personas; al primero acto se le denomina “proceso de asimilación”, en tanto que al segundo “proceso de socialización”, y ambos no están determinados instintivamente sino de manera consciente. En este sentido se plantea que “el Ser Humano no puede vivir solo y sin relacionarse con los demás”; necesariamente tiene que asociarse con otros para, primero, poder trabajar y sobrevivir, para transmitir los conocimientos y, segundo, para poseer bienes materiales. Por tanto, al hombre le es indispensable relacionarse con los otros (Fromm y Maccoby, 1995). Como se ha indicado en otro lugar (Ortega y Ramírez, 2008), la crisis de precios por la que ha atravesado, en los últimos veinte años, la producción cafetalera ha generado un proceso de descapitalización de los productores involucrados en esta actividad. Aunque este proceso no es fenómeno propio de la cafeticultura, sino que forma parte del proceso general de descapitalización por el que atraviesa la agricultura mexicana (Calva, 1988. Valseca, 2001), esta investigación plantea como una posible salida a la crisis de precios pagados por la producción cafetalera la creación de organizaciones de productores de café, en una etapa de desarrollo más elevada (Stavenhagen, 1990).
La evidencia empírica demuestra la “espontaneidad” que los procesos organizativos han tenido, aun en el seno del sistema de producción capitalista. Así, pese al hecho de que el Estado ha intervenido en los procesos de organización, a la par de este hecho social se tiene el surgimiento de formas de organización emergidas al margen del Estado y en sentido contrario a la lógica de acumulación de la clase social que lo sustenta; como es el caso concreto de la OIT (Organización Indígena Totonaca) surgida a principios de la década de 1980, y de diversas cooperativas.
Durante el trabajo de campo se encontró que el porcentaje de productores que respondió pertenecer a alguna organización, al momento de aplicar la encuesta, ascendía al 59% de los mismos, concentrados en al menos 9 organizaciones cafeticultoras ; estas organizaciones fueron: el Consejo Poblano del Café, OIT, Activa, Tlankasipi, Pino Suarez, Organización de Productores, Covertura, Xamakgan Kachikin, Stakga Tillan.
Por lo que respecta al restante 41% que no se encontraba organizado, en torno a la producción de café, al momento de encuestarlos, de este segmento existe una proporción que se encontraba organizado antes de aplicar la encuesta, pero que por el momento no se encontraba organizado. Así, en relación a este 41% de productores que al momento de levantar la encuesta señalaron no estar organizados, se indago sí anteriormente se encontraban participando dentro de alguna organización de productores; así de este cien por ciento que representaron este tipo de productores, un 41.2% de los mismos sí habían estado organizados tiempo antes de aplicar la encuesta.
En suma, el porcentaje de aquellos productores que nunca han estado organizados, ni al momento de aplicar la encuesta ni tiempo antes, asciende a 24% de los 83 productores tomados como muestra (20 productores), por lo que los productores que sí han estado organizados, tanto antes como al momento de aplicar la encuesta, representaron el 76% de la muestra. Adicionalmente, este conjunto de productores que nunca han pertenecido a alguna organización presentan la característica de poseer predios considerados como minifundistas; inclusive se detectó la presencia de 17 productores (20% de la muestra), con una superficie sembrada de café menor o igual a una hectárea, que nunca han estado organizados. Por lo que si las condiciones de reproducción son de suyo ya difíciles para los productores que han buscado en la organización una vía para mejorar sus condiciones económicas, entonces las condiciones de aquellos productores extremadamente minifundistas debe ser aún más precarias, máxime teniendo en cuenta que nunca han accedido a los beneficios, relativamente exiguos, de los procesos organizativos.
Al momento de indagar el nombre de la organización a la cual había pertenecido el productor entrevistado, resaltó el hecho de que un 55% de los mismos respondieron haber estado afiliados al desaparecido Instituto Mexicano del Café (INMECAFE); por otro lado, resaltó el hecho de que un 20% respondió haber estado afiliado al Consejo Poblano del Café; en tanto que otro 20% respondió haber estado afiliado a la Organización Indígena Totonaca (OIT); mientras que un 5% respondió haber pertenecido a algún tipo de organización constituida en su comunidad.
De esta manera, la investigación permitió determinar que la principal causa que motivó a adherirse a un determinado grupo de productores, mediante ciertas formas de organización, fue la económica; en este último sentido, del cien por ciento de los encuestados que respondieron haber pertenecido a una organización, 85% de los mismos respondieron que la ayuda recibida se tradujo en apoyos a la producción y comercialización, principalmente , .


El trabajo de campo se inició en agosto 2007 y se concluyó en 2009.

Luisa Paré señala un aspecto muy importante respecto a la relación crisis de la producción cafetalera-organización: ya que ante la crisis provocada por la caída de los precios, y la desincorporación del INMECAFE, los productores de café aceleraron un proceso de coordinación que ya se venía dando. “De esta manera, a fines de 1988, se forma la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC) que agrupa a más de 60 mil productores de 30 organizaciones regionales”, principalmente de estados como Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Veracruz y Puebla (Paré, 1990).

El INMECAFE, fundado por decreto presidencial en 1959, constituyó el primer organismo que operó con un fin regulatorio, en el contexto de la búsqueda de un convenio internacional para estabilizar el mercado cafetalero, que finalmente se firmó en 1962. Y en el curso de 28 años esta institución desarrolló actividades de asistencia técnica, investigación en la rama, adaptación tecnológica, acopio, comercialización y financiamiento; además regulaba todas las actividades de exportación, de esta manera, “la cafeticultura recibió un gran impulso y llegó a ser el renglón de exportaciones agrícolas más importante del país, hasta la firma del TLC”, que fue desplazada por las hortalizas y terminar ocupando en segundo lugar en este mismo rubro   (Salinas, 2000).

En relación a la situación de anticooperación en que viven la mayoría de los habitantes del medio rural Fromm y Maccoby (1995) plantean que aunque las dificultades son grandes, un esfuerzo serio en cuanto al campo de la educación, el estímulo cultural y los métodos cooperativos tendrían un efecto significativo si se llegara a la raíz (de los procesos sociales y de su relación con el proceso de acumulación de capital) y se les integrara a un nuevo sistema de vida.

Ramírez y González (2006) al abordar el estudio de los efectos de la crisis del café en los municipios de Tepatlán, Amixtlán y Hueytamalco señalan que de 49 campesinos entrevistados, el 76.5% opinaron que la organización les resultaba “útil” o “muy útil”.

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