LA TEORÍA DE LA COMPLEJIDAD Y EL CAOS EN LA CIENCIA REGIONAL

Andrés E. Miguel
Julio C. Torres
Pedro Maldonado
Néstor Solís
janos016@gmail.com

12.3 El desarrollo en la metodología de la complejidad

12.3.1 La visión clásica del desarrollo

Desde su origen, el concepto de “desarrollo” ha sido polémico, y ha generado en la sociedad la "conciencia del deber ser", un "comportamiento moral" hacia determinadas alternativas de su propio devenir (Larroyo 1974: 96-100). La Teoría del Desarrollo dominante da por hecho que éste debe conducir a la felicidad humana por la vía de la acumulación de bienes materiales. La economía, su buen desenvolvimiento, garantizará, según este punto de vista, dicha felicidad. El hombre de éxito es el que más acumula, aquél que más bienes materiales posee.

Las vertientes modernas de la "teoría del desarrollo" (Sunkel 1984: 17-19), corresponden a la denominada "economía ortodoxa", representada por Marshall y Keynes; y a la "economía de la pobreza", cuyos representantes más connotados han sido A. Hirschman y G. Myrdall en su análisis de los efectos propagadores del desarrollo en el ámbito espacial (Myrdall 1964; Hirchsman 1975). Keynes supuso que la sociedad progresaría si en su economía el Estado ocupaba un lugar destacado. La denominada "economía de la pobreza" considera conveniente que los "países ricos" deban ayudar a los "países pobres" en su combate contra la pobreza, debido, entre otras causas, a que dicha escuela considera que "existe pobreza porque el ingreso es bajo, el ingreso es bajo debido a la escasez de inversión, no hay inversión porque no existe ahorro, y no existe ahorro porque el ingreso es bajo", proceso que denomina "el círculo vicioso de la pobreza".

El bienestar social a que han hecho alusión tales escuelas da por supuesto que la acumulación de bienes materiales contribuirá a superar los problemas de los países y regiones pobres que adopten sus principios. Sin embargo, el desarrollo regional es un concepto relativo que conduce a diversas interpretaciones. La realidad ha demostrado que no existe un objetivo único de lo que en sí persigue el proceso de “desarrollo regional”, sino que cada enfoque tiende a priorizar determinados aspectos específicos, pero puede señalarse que en todos ellos destaca la idea que el desarrollo es un proceso emprendido conscientemente por las sociedades modernas para alcanzar diversos objetivos, y que al menos en los países que han alcanzado mayores niveles de bienestar destacan como características que: a) El desarrollo nace del progreso de la economía, que a su vez resulta del aumento de la productividad obtenida gracias al progreso técnico y a la cooperación de los hombres en empresas destinadas a crear riqueza; b) El progreso de la economía y los beneficios de la productividad sólo se han hecho posibles por la instauración de la economía de mercado; c) La economía de mercado, combinada con la democracia, ha permitido el progreso social; d) El desarrollo es un corolario de cierto espíritu que se basa en la obtención de la riqueza como un fin ético válido (Paternot 1992: 141-172).

Las aseveraciones anteriores, válidas para el contexto señalado, no han encontrado una comprobación en los denominados países en “vías de desarrollo” o de “economías emergentes”, los cuales aun transitan en busca de su propia especificidad. Para los “países pobres” o del “tercer mundo” el desarrollo como concepto y como ideología, surgió en los tiempos de la guerra fría. Desarrollarse significaba alcanzar una meta que cada vez estaba más lejos, dada la competencia desenfrenada que se dio entre las dos principales potencias (Estados Unidos y la URSS), acerca de cual consumía más rápido los recursos naturales y humanos del planeta. El comunismo, en la forma en que se dio, ha sido la expresión más radical del modelo “industrialista” de desarrollo; y en Occidente, proyectos gigantescos, construcciones de represas que provocan inundaciones, desmantelamiento de los bosques que provocan sequías, envenenamiento de aguas, alteración de climas, todo eso y mucho más se ha hecho en nombre del desarrollo (Mires 1995: 153-160).

En la realidad cotidiana de la actividad académica y política, el desarrollo se ha convertido en un “mal necesario”. Rechazar este concepto implica para las sociedades o regiones quedar marginadas de las “ayudas para el desarrollo”. Aceptarlo implica condescender con las sociedades y sistemas dominantes, que son los que finalmente determinarán “qué es el desarrollo”, “qué es lo que debe desarrollarse”. De esta manera, si el “crecimiento” finalmente no garantiza la “armonía social”, se supone que esto se debe a que las sociedades no han alcanzado el “desarrollo”, y no debido a que el crecimiento sea la causa de los desórdenes.

La “metodología de la complejidad” visualiza con otra óptica el concepto de desarrollo, porque ante todo éste se ha convertido en sinónimo de “orden perfecto”, también de evolución; en tanto que la complejidad acerca el análisis hacia la idea de “adaptación”. Los resultados de su estudio tratan de indicar que las sociedades o las regiones, más que evolucionar, se “adaptan” a los cambios provocados por la interacción de los sistemas socio-regionales y sus elementos. La existencia del caos no es más que un indicador de que los mecanismos de adaptación de las regiones se pusieron en acción en su interacción. El resultado del caos es una nueva adaptación de la región, con tal de asimilar los efectos nocivos o benéficos de los sistemas dominantes.

De esta manera, contemplada en una perspectiva general, la complejidad se comporta como una nueva metodología analítica que, a diferencia de la metodología clásica, involucra el desorden como parte del comportamiento de los fenómenos. El resultado del análisis con este instrumento analítico conduce a interpretaciones “más dinámicas, multicausales y abiertas”; y su respuesta más satisfactoria se encuentra en el terreno de “cómo ocurren” los fenómenos, pues con la “metodología de la complejidad” se pierde el sentido de la “causa última” del “por qué” o “para que” ocurren los eventos sociales, como proponen las meta-teorías: ¿inicia con la metodología de la complejidad el rompimiento metodológico con las “grandes teorías de las ciencias sociales”? (Cfr. Fischer 1997: 11-35).

Las grandes teorías en las ciencias sociales pretendieron dar una explicación definitiva al “para qué” o “por qué” en el sentido de causa última de “sus explicaciones”: es el ejemplo del “crecimiento” o “desarrollo” de las sociedades que aquí se han traído a reflexión. Los creadores de las metateorías consideraron que su punto de vista tal vez era el definitivo en el campo de las ciencias sociales. La meta común de las mismas lo fue la idea de “emancipación”. En la Ilustración, dicha emancipación se lograba por la ciencia; en el Idealismo, por la teleología del espíritu; en el Marxismo, por la liberación de la humanidad a través de la revolución del proletariado; en el capitalismo, por la felicidad de todos gracias a la riqueza; en la era tecnológica, por la resolución definitiva de los problemas mediante la maximización de la información. En cada caso, se trataba de una gran teoría con un método y una meta. En cada caso, se prometía el cielo para todos y en su totalidad (Welsch 1997: 37).

La idea del desarrollo originalmente se incorporó como uno de los meta-proyectos de la economía, aun para aquellas teorías que pueden reinterpretarse a partir de éste. Así, el mundo de los clásicos está compuesto de muchas empresas competitivas, muchos compradores y vendedores sin barrera de entrada a los mercados (pues no hay monopolios y el gobierno solo regula las "anomalías de los ciudadanos"). La riqueza de la nación es el ahorro y el trabajo, y la motivación de las empresas es la competencia (egoísta) por las ganancias. El desarrollo puede darse a través del crecimiento del ingreso de la nación y su distribución en el consumo de la ciudadanía.

Por su parte, el mundo económico de Carlos Marx está regido por dos clases: los capitalistas (burguesía), y los trabajadores (proletarios), los cuales mantienen una lucha constante (lucha de clases), producto de la explotación a que los primeros someten a los segundos, lo cual conduce a la crisis, y a la sustitución del capitalismo por el socialismo. El desarrollo es el estudio de las causas y consecuencias de la crisis, que conducen al cambio del sistema social capitalista. Según esta escuela, con el transcurso del tiempo, la existencia de capital se expande. Pero esto no solo trae ventajas. A medida que la economía progresa, la distribución del ingreso entre los trabajadores y capitalistas se hace más desigual. La desocupación por causas tecnológicas aumenta. La tasa de ganancia decrece, originando una fuerte competencia entre los capitalistas, conduciendo a una mayor concentración de la propiedad de los medios de producción. Una parte sucesivamente menor del producto se destina a la fabricación de los bienes de consumo. Las fluctuaciones cíclicas se hacen cada vez más severas. Por último, debido al crecimiento de los desajustes estructurales en la economía el sistema se derrumba. Es la misma riqueza e ingreso que éste trajo consigo los que provocan la crisis final.

Para el esquema keynesiano, el desarrollo es el estudio del ingreso nacional, y su distribución en consumo e inversión. En todas las variables macroeconómicas, por lo tanto en el crecimiento de la economía, el gobierno juega un papel fundamental. Esta escuela ha propuesto que objetivos deseables son incrementar al máximo el crecimiento y los ingresos, manteniendo la estabilidad de los precios (evitando la inflación), y buscando el logro del pleno empleo (es decir, evitar el desempleo estructural, y reducir al mínimo el desempleo friccional). Uno de los aporte de esta escuela es que facilitó el manejo de la política y dio un impulso a la medición y manejo de las variables de la economía, pero también condujo al incremento de la burocracia y al endeudamiento público como resultado de su aplicación.

Para la escuela estructuralista, cuyo origen en América Latina se remonta al período de finalización de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el desarrollo es el instrumento capaz de impulsar, con medidas concretas, las reformas que la economía latinoamericana requiere, y que debe conducir a una economía de mercado "regulada" menos desigual y dependiente. Una de sus propuestas principales considera el cambio de los términos del comercio entre los países desarrollados con los países subdesarrollados productores de materias primas, así como la introducción de tarifas protectoras de las nacientes industrias de estos últimos. Es una escuela que se hermana con el marxismo y el keynesianismo, dando origen a variantes particulares como las escuelas “dependentista”, y la del “centro y la periferia”. El "cambio de las estructuras de la organización" de los países latinoamericanos, encausado éste por la planificación, las reformas y la economía de mercado, es la base de las variables que sustentan sus planteamientos originales. El atractivo de la misma estriba en su origen latinoamericano, y en sus propuestas de lograr cambios sustanciales a través de reformas graduales y planificadas. Sin embargo la lentitud y dificultad de los cambios logrados con su aplicación ha provocado que sus propuestas originales se hayan modificado finalmente a favor de los principios de la economía de la "libre empresa", concretamente del “neoliberalismo”.

Así, la escuela neoliberal defiende la economía de la libre empresa, es decir, considera inadecuada la intervención estatal. Sostiene que su ciclo está determinado primordialmente por la oferta de dinero y la tasa de interés. El impacto de la política fiscal se reduce a su efecto sobre la oferta de dinero. El desarrollo, como sinónimo de crecimiento, puede regularse a través de la cantidad de dinero e inversión que se inyecta a la economía. Dicha inyección puede generar empleo y evitar la inflación, dos de los problemas más graves de toda economía. Por el contrario, un mal manejo de la masa monetaria puede generar o agravar los problemas que se pretenden evitar. Aunque las propuestas prácticas de esta economía tienden a conducir a la regulación de las variables macroeconómicas como la inversión o la inflación, uno de sus atractivos descansa en su manejo simplificado a través del flujo monetario. Las desventajas prácticas a que han conducido su aplicación lo es la "pobreza" y la dependencia hacia el exterior de los países que han aplicado sus principios.

Por otra parte, aunque formalmente no se adscribe a ninguna escuela en particular, sino que más bien retoma diversos planteamientos, el enfoque del desarrollo sustentable o sostenible ha propuesto la necesidad de incorporar, o tomar en cuenta, el aspecto ambiental y el equilibrio ecológico en los planteamientos tradicionales de la economía. El desarrollo sostenible se entiende como “aquél que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (CMMAD 1988). Para ser efectivo, este “desarrollo” de ser técnicamente posible, económicamente viable, y socialmente aceptable. El concepto de desarrollo sostenible, más que representar una disciplina o rama específica del conocimiento, se entiende como una filosofía científica. Considera que el desarrollo debe manifestarse en diversas áreas de la actividad humana, tales como la económica, ecológica, social, política y cultural entre las más relevantes (Velázquez 1995: 10-13). Ha impulsado el respeto a la ecología de las regiones y al manejo adecuado del medio ambiente.

El enfoque desarrollo sostenible, alguna vez denominado ecodesarrollo (Leff 1994), propone como objetivos: "la eliminación de la pobreza, y el mantenimiento de la economía en su tamaño ecológico óptimo". Por un lado, la "pobreza destruye la motivación y el potencial, y fomenta la ira y la alienación"; y por el otro, el "tamaño óptimo de la economía depende de su relación con el ecosistema correspondiente; éste, para la economía humana, es toda la biosfera" (Ekins 1992: 33). Pretende ser una propuesta alternativa al “paradigma del crecimiento”, pues sugiere “crecer”, pero hasta el límite de los recursos, de la tecnología, o cultura. de las diversas sociedades y regiones (Meadows 1985, 1993). Las teorías del desarrollo regional anteriores al desarrollo sostenible han aceptado como un hecho cotidiano de la actividad del sistema regional el manejo de sus recursos naturales y el ambiente (RNA), sin considerar su destrucción o agotamiento. Sin embargo, hoy en día se acepta que los RNA poseen una capacidad de renovación limitada. Sostenibilidad significa intentar regular la tasa de uso de los recursos al tope de la tasa de crecimiento de la población (o viceversa).

De igual manera, hoy en día destaca la importancia de la mundialización como un fenómeno que impacta el desarrollo de las regiones del planeta. Se acepta que la regionalización y la globalización son dos aspectos que tienden a reforzarse mutuamente; y que son el resultado de varios fenómenos impulsados desde Europa y Norteamérica (Marín 1998: 14). La globalización es la aceleración de la economía a través de las fronteras políticas nacionales y regionales. Se manifiesta por la ampliación del movimiento de los bienes y servicios corporales e incorporales, y comprende los derechos de propiedad y la multiplicación de las migraciones (Reich 1993). A la globalización se aúna un desarrollo técnico acelerado que entraña cambios profundos por los avances de la tecnología en informática, la robótica, la electrónica, las telecomunicaciones, la biotecnología y los nuevos materiales: avances que han dejado en un segundo plano los sectores tradicionales como la manufactura y la siderurgia (Marín Op. Cit.).

En este proceso, la regionalización es un proceso que implica el movimiento de dos o más grandes sociedades y economías, en el sentido de una mayor integración. Puede adoptar la forma de un Tratado de Libre Comercio de mercancías o de comercio preferencial como Unión Aduanera. Globalización y regionalización forman un “sistema-mundo”, es decir, “un sistema mundial social, un sistema que posee límites, estructuras, grupos, miembros, reglas de legitimación y coherencia. Su vida resulta de las fuerzas conflictivas que lo mantienen unido por tensión y lo desagregan en la medida en que cada uno de los grupos busca eternamente remodelarlo en su beneficio” (Wallerstein 1996:16).

En los sistemas regionales actuales, la globalización se relaciona con la expansión planetaria de la red de la economía de mercado capitalista. Es un proceso básicamente vinculado a la expansión histórica del sistema mundial y a la producción de un mundo en donde distintas localidades pueden mantener relaciones importantes de manera cada vez más independientes de las distancias físicas entre ellas; y de la mediación de los estados nacionales en donde se localizan (Lins 1996: 46), y la necesidad de los países desarrollados de asegurar bloques para la adquisición de materias primas, mano de obra, y la venta de sus productos. La globalización puede conceptualizarse como el impulso definitivo del paradigma del “crecimiento” para promover el desarrollo de la periferia aparentemente “más rápido, más fuerte, más alto”, pero en realidad generando formas de dependencia financiera, tecnológica y mercantil más complejas. Se afirma que, en una visión de largo plazo, México deberá encaminar sus esfuerzos tanto al desarrollo sustentable y equitativo dentro de su propio territorio como a la cooperación internacional, global, en la misma materia y con los mismos objetivos (Urquidi 1997: 157).

En todas las propuestas descritas, el desarrollo es un proceso que se supone solamente genera impactos “favorables”, “buenos”, “predecibles” en las regiones: ¿tiene alguna propuesta particular la visión de la complejidad?

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