REMOVIENDO LAS ESTANCADAS AGUAS DEL TURISMO

Francisco Muñoz de Escalona
mescalafuen@telefonica.net

15 ¿Por qué y para qué nos interesa estudiar el turismo?

Cada analista es muy libre de acercarse al estudio de cualquier parcela de la realidad movido por sus específicos intereses. Propio del ejercicio de la búsqueda del conocimiento científico es la absoluta libertad de motivaciones. En el caso del turismo habrá quien se sienta interesado en conocer sus orígenes y las etapas por las que ha pasado a lo largo de la historia porque cada época de la historia tiene una forma específica de entender el turismo, en el bien entendido de que cada una se distingue de las demás en sus elementos contingentes o accesorios, no en su esencia, que es, obviamente inmutable y universal.

Lo mismo cabe decir de quienes estén interesados en estudiar las relaciones de todo tipo que tienen lugar entre el que se desplaza y quienes residen en el lugar al que el primero se desplaza. Y así podría seguir desgranando las múltiples facetas del postulado que formulé en mi columna pasada, cada una de las cuales pueden ser investigadas por quienes se interesen por ellas aplicando la disciplina que mejor sirve a la consecución de sus fines.

Dicho lo que antecede, debo explicitar que mi interés científico por el turismo parte de su visión nouménica, es decir, la que considera el turismo en sí mismo, al margen de sus efectos externos, los cuales son los que tiene en cuenta la visión fenoménica. De aquí que me ocupe de estudiarlo objetivamente, quiero decir, no desde el turista, al modo de la visión convencional.

Cuando se ve el turismo como noúmenos, en sí mismo, se pone de manifiesto que el turismo es también un producto, en su caso un servicio, diferente a los demás y que se obtiene por medio de la aplicación de una tecnología propia, a la que vengo llamando ingeniería del turismo, una especialidad que no descarto que algún día sea reconocida entre las demás ingenierías. El turismo se elabora en una sede industrial ad hoc cuya instalación requiere que se lleven a cabo, como en las demás industrias, los que se conocen como gastos de primer establecimiento, así como que se cuente con los recursos humanos especializados.

Recordaré antes de seguir que llamo producto turístico al plan de desplazamiento circular, expresión que puede ser sustituida por estas otras: programa de visita y programa de estancia.

El turismo así visto es, pues, una actividad productiva específica que exige la asignación óptima de recursos en aras de la elaboración de planes de desplazamiento circular, abreviadamente dicho, productos turísticos. Para el correcto tratamiento de esta actividad productiva se impone aplicar, como en el tratamiento de las demás actividades productivas, el análisis microeconómico habida cuenta de que este es el método científico indicado para llevarlo a cabo y para resolver adecuadamente sus eventuales problemas de viabilidad financiera, económica, social y medioambiental.

Los gastos de primer establecimiento son una parte esencial de la inversión en el proyecto para implantar una empresa dedicada a fabricar cualquier producto. En el caso de la producción de turismo tienen especial relieve los gastos realizados en las posibilidades que ofrece el territorio en el que se vaya a actuar en materia de recursos naturales y culturales (podemos llamarlos servicios incentivadores con más propiedad que oferta complementaria) y en lo referente a servicios de hospitalidad, accesibilidad y transporte (podemos llamarlos servicios facilitadores y no oferta básica)

Advierto que el plan de desplazamiento, visita o estancia no debe ser confundido con el llamado paquete turístico ya que en este falta la presencia de servicios incentivadores para ser un producto turístico. Advierto igualmente que los servicios incentivadores, como correlatos que son de los motivos de los turistas, son esenciales en el turismo ya que sin ellos no puede hablarse de producción de turismo sino tan solo de demanda de servicios facilitadores.

Como vengo diciendo, el analista económico empieza por percatarse de que, quien se propone desplazarse fuera de su entorno habitual lo hace para satisfacer una determinada necesidad fuera de él. En consecuencia, supone que el agente consumidor/demandante procede de una forma racional, pero no descarta que esté motivado por la satisfacción de un mero capricho por irracional que este pueda resultar a los demás. En todo caso, cualquiera que sea su motivación para adquirir/realizar un plan desplazamiento, su demanda ha de ser atendida por el productor/oferente siempre que el satisfactor de la necesidad que se propone satisfacer esté fuera de su entorno habitual.

El analista microeconómico se percatará también de que, como producto objetivamente identificado, el mencionado plan se elabora asignando otros productos (bienes o servicios, los cuales, obviamente, no son turísticos. Los medios de transporte, los medios de hospitalidad y los bienes o servicios capaces de satisfacer la necesidad que le lleva a demandar turismo, es decir, el plan de desplazamiento circular, no son ni turismo ni turísticos sino factores de producción del producto a obtener, que es el único al que cabe llamar con propiedad turismo. Para decirlo parafraseando a Piero Sraffa,

El turismo es un servicio que se produce con otros servicios, que no son, obviamente, turismo sino, propiamente, factores de producción de turismo.

Los factores de producción del turismo pueden ser agrupados atendiendo a la función que cumplen en dicha producción en:

  1. servicios incentivadores (aquellos cuya función es satisfacer la necesidad que generó la demanda de turismo)

 

  1. servicios facilitadores (servicios cuya función consiste en hacer confortable tanto el desplazamiento como la estancia/visita)

Permítanme una digresión oportuna: los turisperitos nunca hacen referencia a la producción de turismo. Y es fácil comprender su silencio a este respecto ya que, para la visión convencional o de demanda lo que se destaca por el lado de la oferta es un heterogéneo conjunto de bienes y servicios que solo son turísticos en la medida en que son o pueden ser consumidos por los turistas. Pues bien, como ese conjunto de bienes y servicios son producidos por todas las actividades productivas que configuran el sistema productivo del destino se comprende que no proceda estudiarlas en el seno del turismo porque ya lo son en el seno de la economía general.

Hay turisperitos que denomina al conjunto de empresas que producen/ofertan a los consumidores/demandantes turísticos cadena turística, una cadena de empresas que está formada por una serie indeterminada de eslabones (empresas) más o menos específicamente orientadas a satisfacer las necesidades de los turistas. Los que estudian la economía del turismo desde la visión convencional no tienen en cuenta lo que en economía se llama demanda intermedia porque no se ocupan de la producción de turismo. Para la economía del turismo al uso no hay más que demanda final, la que llevan a cabo los consumidores de turismo, sean ellos o las empresas que llaman turísticas quienes realicen la demanda, la cual, como digo, siempre se considera demanda final.

El verdadero economista de turismo, el que logra practicar una visión del turismo como producto diferenciado de los demás, se percata de que para la elaboración (fabricación) del plan de desplazamiento circular, mejor dicho, del producto turístico, existen dos modalidades básicas:

  1. elaboración por el mismo sujeto que se propone desplazarse, forma a la que la microeconomía llama autoproducción,
  2. elaboración por otra persona, física o jurídica, con destino a quien se propone desplazarse, forma a la que la microeconomía llama alteroproducción.

 

Hay en esta última forma de producción dos submodalidades: alteroproducción sin fines de lucro y alteroproducción con fines de lucro. Las dos modalidades y las dos submodalidades utilizan la misma tecnología: el ensamblaje de diferentes productos (bienes y servicios) de acuerdo con un preproyecto de gabinete que se irá perfeccionando progresivamente hasta conseguir un plan de desplazamiento circular susceptible de ser ejecutado, es decir, consumido por la persona que lo demanda y lo paga si se adquiere al alteroproductor con fines de lucro.

Dicho lo que antecede, es obvio que el replanteamiento de la cuestión del turismo nos llevará a verlo, por fin, sin esos falsos pudores tan frecuentes en la literatura al uso, es decir, como un producto específico, en esta caso como un servicio diferente a cualquier otro, una consideración que, entre tantas como se han venido proponiendo desde hace siglo y medio, nadie hasta ahora ha planteado y mucho menos desarrollado. Lo cual explica por qué, entre tantas disciplinas como se aplican al turismo, falte como digo una, la microeconomía. Sí, sí, no se me escandalicen: la microeconomía nunca se ha aplicado al estudio del turismo. Y cuando se aplica se hace con trampa porque se le aplica a los servicios facilitadores, especialmente a las empresas de alojamiento.

La visión convencional lleva inexorablemente a estudiarlo, indistintamente, desde la sociología (tipificación de las relaciones entre visitantes y residentes) desde la macroeconomía (descripción y cuantificación de sus efectos sobre la economía del destino) o desde las demás ciencias sociales, desde todas ellas menos desde la microeconomía, la única que nos puede llevar a ver el turismo como un producto objetivamente identificado y a evitar con ello la nefasta indeterminación de los conceptos que tan alegremente manejan los turisperitos sin la necesaria precisión.

Es como consecuencia de la visión fenoménica por la que se habla con frecuencia se producto turístico y de productos turísticos sin que estos aparezcan en ninguna clasificación de productos o de actividades económicas. Por no aparecer no aparece ni en la llamada Clasificación Internacional Uniforme de Actividades Turísticas, adoptada por la OMT en la Conferencia de Ottawa de 1991.

Respondo ahora a la pregunta que formulo en el título de esta columna: Si nos interesamos tanto por el turismo es porque es una actividad productiva que se nutre de la demanda de otras actividades productivas tanto del destino como fuera de él, las cuales, repito, son todas ellas diferentes al turismo. En definitiva, si nos interesamos por estudiar el turismo es porque es un producto que sirve para satisfacer necesidades específicas. ¿Qué nadie lo ve así? Es cierto, nadie lo ve así, pero no porque no exista sino porque la doctrina convencional lo ignora. El día en que se desarrolle como merece la visión alternativa que vengo proponiendo desde 1988 nos percataremos todos de que esa realidad existe, es invisible por culpa de la incapacidad que para verla tiene la visión fenoménica, pero si aplicamos la visión nouménica nos daremos cuenta de que desde hace cientos de años hay empresas que elaboran programas de estancia, por ejemplo los balnearios termales.

Cuando logre imponerse la nueva visón que defiendo nos daremos cuenta todos de que, como decía Jean Baptiste Say, aquel excelente economista francés del siglo XVIII tan mal valorado por J. M. Keynes, “la oferta crea demanda”, frase a la que debemos añadir: “y la demanda crea oferta”. Dicho de otro modo: el día en que se reconozca la existencia de empresas turísticas, las que producen turismo demandando servicios producidos por empresas que no son turísticas no solo aumentará la demanda de nuevos consumidores sino que se revolucionará la estrategia inversora que existe en la actualidad ya que la sobre oferta existente de servicios incentivadores y facilitadores está provocando un abaratamiento de los mismos que hará altamente rentables las inversiones en producción de turismo.

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