REMOVIENDO LAS ESTANCADAS AGUAS DEL TURISMO

Francisco Muñoz de Escalona
mescalafuen@telefonica.net

25 ¿Es el turismo una actividad del sector servicios?

No me cabe la menor duda de que esta es otra pregunta impertinente. Si le preguntan a un turisperito, a cualquiera, les dirá que sí, que el turismo es un servicio y que de eso no le cabe la menor duda, vamos que pondría la mano en el fuego si se lo pidieran y que hay dudas que ofenden.

¿Pero por qué dicen los turisperitos con tanta convicción que el turismo es un servicio? Pues porque para ellos el turismo es, sobre todo, hotelería, hostelería, transporte y agencias de viajes. Más que nada hotelería, porque la hostelería, según Sebastián Escarré, el presidente magnífico del lobby Exceltur, aunque es también turismo no es turismo básico sino complementario, como el comercio turístico. Tampoco el transporte es para ellos totalmente turístico. El transporte, aunque entra en el turismo no entra tan completamente como la hotelería. Recordemos que cuando la huelga de controladores aéreos se hablaba de que la huelga estaba perjudicando al turismo se estaban cancelando reservas hoteleras.

Resultaba chocante que no se pusiera el mismo énfasis para resaltar que la huelga estaba perjudicando en primer lugar al transporte como componente básico que es de lo que los turisperitos llaman filièrs touristique o cadena turística.

Pero veamos con detenimiento si hay coherencia hay entre los fundamentos teóricos del modelo que dicen cultivar y la asignación al sector servicios del turismo que con tanta gallardía sostienen contra viento y marea.   

De acuerdo con uno de los padres del modelo convencional del turismo, el economista suizo Kurt Krapf, el que fuera la mano derecha de Walter Hunziker “se quiera o no, desde el momento en que resulta un servicio pagado y absorbe una parte de la renta, el turismo es esencialmente un hecho económico y social”, frase que debe ser complementada con esta otra del economista italiano Miechelle Troisi, el cual, en su obra de 1940 La renta turística, sostiene con claridad que “en la medida en que el turismo es un acto de consumo de un heterogéneo conjunto de bienes y servicios tiene como contrapartida la producción de ese mismo heterogéneo consumo de bienes y servicios”

Recalquemos pues que, para el modelo convencional, está fuera de toda duda que, si por turismo entendemos el conjunto de turistas y que si lo que consumen los turistas es un heterogéneo conjunto de bienes y servicios, es obvio que el turismo es también un conjunto de actividades productivas que desborda el sector servicios por incluir actividades productivas que pertenecen a los dos sectores restantes de la economía, el sector primario o extractivo (agricultura, pesca y minería) y el sector secundario o transformador (industria manufacturera y construcción)

Para que quede esta verdad establecida con total claridad y contundencia, desde 1988 vengo recomendando que se construya una tabla de doble entrada formada por cuatro columnas dedicadas a la producción de los tres sectores y al total y por tres líneas dedicadas al consumo de los residentes, al consumo de los turistas y al consumo total, el de los residentes y el de los turistas. Hasta los turisperitos más refractarios a la lógica corriente y moliente quedarán cegados por la prístina evidencia de que tanto los residentes como los turistas consumen los productos de los tres sectores de la economía.

Tal vez pasa zafarse de la acusación de incongruencia más la de incoherencia sostienen que el turismo es transversal, el novedoso y ambiguo palabro que junto al de gobernanza se viene imponiendo en amplios sectores posiblemente porque dice lo que no dice sin que parezca que lo dice.
                                                                                   
Recuerdo que la Convenció que la OMT y la Sección de Estadística de la ONU celebraron en Ottawa en 1991 propuso una Clasificación Internacional Homogénea de Actividades Turísticas, la CIHUAC, formada por unas actividades que son totalmente turísticas, las menos, y otras, las más, que son solo parcialmente turísticas. Para reír si no fuera para llorar. Y aun hubo funcionarios de la OMT como mi inefable y viejo amigo Augusto Huéscar que dijeron que se trataba nada menos que de una nueva conceptualización del turismo cuando era tan evidente que la convención dejó vigente el enfoque de demanda o de consumo del modelo secular.

El turismo tal y como lo entienden los turisperitos de todos los países y de todas las lenguas es algo así como un termómetro que gradúa desde cero a infinito la turisticidad de las actividades económicas. Pero no crean que el turísmetro es de aplicación universal. ¡No!. El turísmetro marca una cosa en un país y otra diferente en otro. Así es como se entiende la imprescindible universalidad que debe acompañar a todo corpus de conocimientos que aspire a ser tenido como científico.
 
¿Por qué entonces sostienen los turisperitos con tanta convicción que el turismo pertenece al sector servicios? ¿Es que ignoran los fundamentos del modelo de su doctrina? Sencilla y simplemente los turisperitos están instalados en la incoherencia desde hace décadas sin que quieran reconocer que eso desdice de esas pretensiones de cientificidad con la que nombran la asociación internacional a la que muchos están adscritos y de la que tanto presumen, la autollamada de expertos científicos en turismo. ¿Hasta cuando? ¡Ah!, esta sí que es una pregunta impertinente.



26 Crítica de la economía convencional del turismo (I)

Fue en noviembre de 1988 cuando publiqué mi primer trabajo sobre el turismo, materia por la que no me interesé hasta las postrimerías de mi carrera como investigador en el CSIC. Hasta entonces había cultivado otras líneas de investigación como el comercio exterior de productos agrarios, el análisis de inversiones de grandes obras públicas y me había interesado por la antropología cultural. Fue el interés por esta ciencia lo que me llevó, inesperadamente, a iniciar una nueva línea de investigación en el CSIC, para cuya labor me ayudaron los conocimientos adquiridos en las etapas anteriores.

El económetra Manuel Figuerola Palomo había publicado su obra más conocida, Teoría económica del turismo (Alianza Editorial, Madrid, 1985), en la que decía que el turismo “se origina y se caracteriza por ser una actividad de consumo” y añadía que “definir el turismo no es tarea fácil en razón de las diferentes connotaciones que le caracterizan y las variadas consideraciones a que puede ser sometido”.

Nótese el reconocimiento que Figuerola hacía de las tres características fundamentales del turismo tal como convencionalmente se viene estudiando:

Las tes han sido resaltadas en mis columnas precedentes.

Yo ni rechazaba entonces ni rechazo ahora esas diversas consideraciones a las que el turismo, según Figuerola, puede ser sometida una materia que es nada menos que:

Es decir, que el objeto de su estudio radica en la satisfacción de unas necesidades específicas, concretamente, los viajes motivados por la cultura, el recreo y la religión, entre otras motivaciones, para lo cual se impone salir fuera del entorno habitual con renta y tiempo libre para visitar lugares en los que se consumen ambos recursos y nos enriquecemos como seres humanos. Creo que la frase anterior sintetiza en pocas palabras el interés que se siente por el estudio del turismo. Es cierto que años más tarde (en 1991) las motivaciones ociosas se ampliaron para incluir también las negociosas, pero es obvio que si las incluimos la frase sigue teniendo el mismo valor explicativo.

Si el objeto de la economía del turismo son las actividades de consumo, como todo consumo, se realice donde se realice, origina un gasto en la adquisición de bienes y servicios, “se quiera o no, sostiene el economista suizo Kurt Krapf, desde el momento en que resulta un servicio pagado y absorbe una parte de la renta, el turismo es esencialmente un hecho económico y social”.

A partir de tan elemental evidencia, es obligado considerar la actividad turística no solo como una mera actividad de consumo sino, también y además, como una inevitable actividad de producción. No obstante, es patente que esta última consideración ha recibido una muy escasa atención cuando no ninguna y, además, una tratamiento profundamente desenfocado. Tanto énfasis se ha puesto en el turismo como consumo (se llegó a decir que un turista es el paradigma del consumidor) que su estudio se ha instalado en la exageración de ver al turista como una especie de rey Midas porque todo lo que toca (consume) o le interesa lo convierte en un producto turístico. Es lo que he llamado transustanciación del turismo en los bienes y servicios.

Como los productos que adquieren los turistas son, por regla general, los mismos que adquieren los no turistas, tal consideración no solo no sirve para saber cuáles son los productos turísticos sino que lo impide. Lo que acabo de decir tiene una extraordinaria importancia a los efectos del estudio del turismo desde la economía porque esta ciencia no puede iniciar su investigación con unos productos que cambian de naturaleza en función de quien los consuma. No tiene sentido considerar el turismo como una actividad económica sólo de consumo porque todo consumo viene precedido por una necesaria actividad de producción.

Por esta razón es por la que los turisperitos sostienen sin pestañear que el turismo se configura como un sector turístico al que “la realidad no permite compararlo e identificarlo como un sector”, es decir, “no puede ser entendido  como un sector independiente de la economía y sólo en sentido figurado podrá aceptarse como una específica rama productiva integrada en el sector servicios de la economía”.

Quien escribe esto es Manuel Figuerola, el cual se hace a continuación la siguiente pregunta

 “¿Es pues el turismo una industria?  Para responderse a sí mismo de esta forma sorprendente:

“tampoco consideramos correcta esta denominación, porque sólo debe entenderse el concepto de industria como el conjunto de operaciones que concurren a la transformación de materias primas y a la producción de riqueza”.

Porque, en efecto, sorprende que un economista diga que el turismo no puede ser considerado una industria porque no transforma materias primas ni produce riqueza. Porque si fuera así no se entiende qué pintan los economistas estudiando eso que se llama economía del turismo. Si el turismo interesa a los economistas es porque es una realidad económica, y es una realidad económica porque transforma unos productos en otros diferentes, la única forma que existe de satisfacer las necesidades.

Es obvio que Figuerola maneja una concepción obsoleta de lo que es una industria, lo que le lleva a hacer afirmaciones impropias de un economista. Es así como, tal vez sin darse cuenta, está negando al mismo tiempo que el turismo sea considerado como una actividad productiva. Porque, al hacerlo, niega que sea una actividad económica puesto que el mero consumo no basta en economía. Lo curioso es que, aun así, los turisperitos no dejen de hacer referencia todo el rato tanto al “producto turístico” como a los “productos turísticos”. ¿Saben realmente de lo que están hablando? Pienso que, sencillamente, no lo saben.

Llaman “producto turístico” a la aportación que el gasto de los turistas hace al PIB del país de destino, es decir, a una magnitud agregada que es parte del PIB, y llaman “productos turísticos” a lo bienes y servicios que adquieren los turistas en el destino.

Naturalmente, como esos bienes y servicios son, por regla general, los mismos que adquieren los residentes, ante la evidencia de que se han metido en un berenjenal, se ven forzados a identificarlos por medio de una convención o consenso no formulado entre ellos mismos. Es así como llegan a decir que productos turísticos son aquellos bienes y servicios que prioritariamente se producen para ser vendidos a los turistas. Añaden que el “sector” turístico es un sector transversal, neologismo que de significar algo significa horizontal, lo que no empece para comparen el turismo, un sector horizontal porque viene identificado en función de unos consumidores específicos, los turistas, con los sectores verticales, identificados en función de la homogeneidad de sus productos. Y no contentos con ello van a más y sostienen sin que les tiemble ni el pulso ni la voz que el turismo es el principal sector de la economía española sin darse cuenta de que están sumando peras con manzanas.

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