REMOVIENDO LAS ESTANCADAS AGUAS DEL TURISMO

Francisco Muñoz de Escalona
mescalafuen@telefonica.net

38 Un binomio con pretensiones, el turismo-rural (I)

Una singularidad de la literatura sobre el turismo es la abundancia de
binomios y otra el abuso del vocablo “importante”. Repasen en su memoria las veces que leen que “el turismo es muy importante” y se convencerán. Tuve un compañero en el CSIC que en cada página de sus trabajos podía leerse cuatro o cinco veces la frase, como un mantra.

Aquí voy a desarrollar una característica de la literatura dizque de turismo, el uso y abuso de binomios. Uno de los más reiterados es el binomio “turismo-rural”, que, junto a otros (“turismo y cultura”, “turismo y desarrollo”, “turismo y paz”) tanto se prodiga sin ton ni son en textos y congresos.

El binomio turismo-rural cuenta ya con una nutrida comunidad de turisperitos especializados en la cosa. Y a fe que se trata de una abigarrada comunidad, a la que bien podemos llamar de turisrrurales,
que presume, cómo no, de ser científica. Para los turisrrurales una cosa es turismo y otra turismo-rural. Nada que ver, según ellos, el primero con el segundo. Se han en sublimarlo hasta convertirlo en una mostrenca especialidad dizque conceptual, nueva y diferente, amén de ser estar marcada por la calidad a ultranza tanto económica como social y, sobre todo, cultural y ecológica, por si fuera poco lo anterior. No en balde lo ecológico está de moda. Porque el turismorural es para sus cultores la quintaesencia de lo cultural, de la calidad, de lo social, de lo rentable y de lo ecológico. Ahí es nada. Ante tanta hiperbolización del binomio creo que bien merece la pena llevar a cabo una reflexión sobre el tema, en este marco de la remoción de las estancadas aguas del turismo.

En columnas anteriores se ha incursionado abundantemente en el concepto de turismo poniendo de manifiesto su evitable ambigüedad. Hay que remitirse a lo dicho en ellas para no entrar de nuevo en la primera parte del binomio y así dedicar esta a reflexionar sobre la segunda: en lo rural. Digamos de entrada que el turismo rural, sobre el que sus expertos (los turisrrurales, por regla general biólogos o geógrafos) tanto insisten en que difiere del turismo en general, basa su supuesta singularidad en algo tan simple como son las casas de campo. En principio no en cualquier casa de campo sino en las antañonas residencias de la pequeña nobleza rural o de las familias campesinas de gente acomodada, por ejemplo, las casonas cántabras o asturianas, los pazos gallegos, las casas solariegas de Castilla, las masías catalanas e incluso, a veces, los cortijos de los terratenientes andaluces. Con ello se imitó al pie de la letra la inclinación que el turismo tuvo desde muy pronto de los palacios (hoteles) de la aristocracia dedicados a alojamientos.

Despejemos un enigma deliberadamente inventado. Los turisrrurales gustan de sostener que el turismo rural es muy reciente. La cuestión carece de entidad pues a nadie se le oculta que, desde tiempo inmemorial, las familias pudientes han pasado temporadas más o menos largas en casas de campo, propias o alquiladas. Incluso en Inglaterra era en las residencias rurales donde vivían los nobles hasta que en el siglo XIX se fueron a vivir la mayor parte del año a la ciudad, donde se edificaron palacios más habitables. La razón de este cambio hay que buscarla en el aburrimiento de las damas en sus algo destartaladas y poco confortables residencias rurales. Ellas no gozaban como ellos con la tradicional caza del zorro. Otra cosa es que, en España, creamos que el turismo rural no tiene más allá de tres o cuatro décadas, que es cuando se empezó a desarrollar la oferta de alojamiento temporal en casas de campo al socaires de dos circunstancias sincrónicas: el éxodo rural y el desarrollo urbano, algo que en Francia, por ejemplo, tuvo lugar a fines del siglo XIX.

Si se piensa que el turismo rural nació en Francia es porque los franceses han elegido desde el siglo XIX el campo para pasar largas temporadas veraniegas. Por esta razón fue en Francia donde se desarrolló la comercialización de estancias en casas rurales. Gîte de France es la primera, la mejor organizada y la más potente cadena de alojamientos rurales en el país vecino. Más tarde surgió Logîte, una imitación.

Las llamadas casas rurales se espera que estén en el campo y que respondan a la tipología propia de la conocida como arquitectura popular. También que su mobiliario y decoración sea la propia de la cultura popular. Pero no hay que esforzarse demasiado para ofrecer ejemplos de casas rurales en las que los elementos citados brillan por su ausencia. Por el contrario, en hay pueblos en los que sería comprensible que hubiera casas rurales porque tienen esos elementos y, sin embargo, no las hay. Al respecto que, en una mísera pero atractiva aldea cercana a Fermoselle, pregunté a una anciana dónde estaba la casa rural en la iba a tener lugar un encuentro para hablar de turismo rural y me contestó muy enfadada: Aquí no hay esas cosas. Y es que nadie en los pueblos llama a sus casas, casas rurales, eso son cosas de turisrrurales y de expertos en marketing.

Recurrir al Diccionario de la Real Academia de la Lengua no es que sea lo más aconsejable para averiguar el significado exacto de algunas palabras (el de turismo es un ejemplo señero de ello) pero el significado que ofrece de rural no es de los peores. Rural, dice el DRAE, es un adjetivo que deriva del latín ruralis, de rus, ruris, que vale por campo. Rural significa ni más ni menos que relativo al campo, es decir, campestre o campesino. De donde turismo rural, en román paladino, significa turismo campestre o turismo en el campo. Los turisrrurales rechazarán este significado por no es glamouroso y carece de ambigüedad.

El DRAE añade que rural es, en sentido figurado, inculto y tosco. Por lo cual, turismo rural también equivale también a turismo tosco. En una palabra, a turismo rústico. Vade retro, dirán los turisrrurales. Es obvio que si en lugar de hablar de turismo rural habláramos de turismo rústico, turismo tosco, turismo basto, turismo rudo o turismo inculto se evaporarían las connotaciones de excelencia que el marketing otorga a turismo rural. Si del significado lingüístico pasamos a observar la realidad, comprobaremos que una cosa es predicar y otra dar trigo. Porque si de observar la realidad se trata habrá que reconocer que el resultado es verdaderamente descorazonador. A la postre, lo que se vende como turismo rural no es más que un conjunto de alojamientos que, para más inri, casi nunca están en el campo, ni siquiera en aldeas, sino en núcleos de cierto tamaño que hace tiempo que dejaron de ser rurales o campesinos y que hoy son verdaderos centros de servicios, lejos de lo que fueron. Ni siquiera responden a la consideración de núcleos lugareños a los que remite el DRAE cuando establece que el adjetivo rural significa figuradamente, además de tosco o inculto, “apegado a cosas lugareñas”.

Entonces, en vista del razonamiento seguido, ¿a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de turismo rural? Porque si un sustantivo tan ambiguo como el de turismo lo calificamos con un adjetivo tan ambivalente como rural hay que admitir que las consideraciones lingüísticas no nos aclaran el verdadero significado de la mercancía que se vende bajo es denominación: turismo-rural. A lo cual habría que añadir que incluso la investigación científica, sobre todo si es poco exigente, se mostrará incapacitada para entender una realidad tan correosa esta. Es así por una razón: porque se olvida que no es más que una mercancía y se trata por los turisrrules como un concepto abstracto necesitado de definición, práctica que los jurisperitos dan por buena.

39 Un binomio con pretensiones, el turismo – rural (II)

Los turisrrurales franceses que, según los turisrrurales españoles, son los padres del binomio turismo - rural, intentaron aclarar el embrollo y, con tan buenistas intenciones, dieron en pontificar que no es“turismo rural” sino “turismo en espacio rural”. De más está el decir que no lograron lo que se proponía sino que añadieron más indefinición si cabe a una cuestión tan gratuitamente enmarañada. No cayeron en la cuenta, como es habitual chez les tourisperites de acá y de acullá, que turismo rural tiene toda la pinta de no ser un concepto definible sino una simple etiqueta, un constructo inventado por los especialistas en marketing para vender una mercancía que, desde la oferta no es otra cosa que un mero servicio de alojamiento en casas por regla general localizadas en el mejor de los casos en pequeños núcleos, algunos todavía predominantemente agrarios, eso sí, que sirven de base a negocios, complementarios o no, de familias que se dedican a laborales agrícolas o ganaderas, o que simplemente están próximos a ellas, sin olvidar que también los hay gestionados por nuevos residentes rurales procedentes del medio urbano. Algunos legisladores obligan a tener simulacros de dedicación a faenas campesinas para otorgarles la preceptiva autorización.

Como es obvio, la progresiva mecanización de esas labores las está alejando del modelo de producción propio de épocas pasadas, caracterizado por la ausencia de máquinas y por la presencia de familias campesinas autosuficientes, atrasadas y pobres, aisladas y ajenas al modelo de vida urbano. Por otra parte, no hay que dejar de lado una evidencia: Si calificamos como rural un territorio no nos estamos refiriendo a un micro espacio sino a un espacio de cierta extensión en el que estén ausente los postes de alta tensión, las grandes vías de comunicación, las instalaciones fabriles, todo aquello, en fin, que es impropio del calificativo rural o rústico. Hoy, como digo, no abundan esos espacios en los países avanzados. Para encontrarlos hay que ir a los países que llamamos desfavorecidos (África, Latinoamérica…)

Porque aquí está el auténtico quid de la enmarañada cuestión. En el proceso de urbanización que se inició con la revolución industrial que se intensificó a partir de la segunda guerra mundial, hasta el punto de que, hoy, los urbano prepondera sobre lo rural en todos los países adelantados. Se entiende así que lo rural se encuentre en proceso, si no de extinción, sí de adelgazamiento primero y de un cambio tan profundo que lo está llevando a imitar de tal modo el modelo urbano que cualquier parecido con el pasado brilla por su ausencia.

Y es aquí donde radica la reciente exaltación que ciertos espíritus nostálgicos han hecho de lo rural, de un tipo de vida que ellos creen percibir sublimado por valores “positivos” (tranquilidad, paz, bonhomía, tradiciones, limpieza de aire) en contraste con los elementos “negativos” que ellos creen percibir en la vida urbana (hacinamiento, prisas, contaminación, delincuencia). Algo que no es tan reciente si recordamos que en nuestro Siglo de Oro se acuñó la expresiva frase de “menosprecio de Corte y alabanza de aldea”. Se trata, pues, de un subproducto cargado de un romanticismo tardío, lleno de nostalgias. Los que se sienten atraídos por él aspiran a escapar de un futuro problemático, ansían volver al pasado pensando que “cualquier tiempo pasado mejor”. Una actitud que es trasunto de lo que Erich Fromm llamó miedo a la libertad ante el mundo abierto y problemático del futuro que, por incierto, se aspira a evitar.

En cualquier caso, sea por miedo al progreso o por simple nostalgia, lo cierto es que la demanda de estancias en el campo crece de forma significativa y trata de ser satisfecha en sus necesidades por ese turismo que llaman rural y que, como digo, empezó por ofrecer servicios facilitadores (alojamiento y restauración). Es desde hace años cuando se asiste al ofrecimiento de servicios incentivadores “en espacio rural” (escaladas, raftin, canoas, aventuras, barranquismo). Sin embargo aun no se incluyen estos servicios en el binomio turismo-rural a pesar de que algunos de ellos venden atractivos programas de estancia.

¿Qué desde cuando existe el turismo rural? Pues desde que existen turistas, es decir, desde que existen ciudades de un tamaño significativo ya que desde tiempo inmemorial también los urbanitas de antaño consumían estancias pasajeras en el campo. A partir del aceleramiento del proceso de urbanización que vienen experimentando desde fines del siglo XIX muchos países, los turistas iban al campo y también a las ciudades. Sin urbanismo no habría eso que se llama turismo rural. Otra cosa es que la oferta de servicios facilitadores, una oferta que se desarrolló primero en las ciudades, surgiera también en el campo. Es decir, que contra lo que se cree, el turismo rural no es reciente. Como demanda, es el más antiguo y como oferta también. Ahí están los balnearios de aguas termales que, como se sabe están mayoritariamente en el campo y ahí estaban las viejas ventas y mesones que había en las postas. Lo mismo cabe decir de las romerías y de las peregrinaciones de todo tipo. Formas de turismo todas ellas tan rurales como las estancias vacacionales en aldeas, pero que no son contempladas como rurales por la convención, que no deja de ser estrecha y sesgada.

Coda 1: Nada digo sobre la presunta capacidad motriz del desarrollo económico de un lugar, sobre todo si el lugar es un país entero y pertenece al mundo desfavorecido. El mantra falazmente propagandístico de que el turismo rural tiene la sorprendente y milagrosa capacidad de romper el círculo vicioso de la pobreza ya fue refutado por mí de modo contundente en La verdad del turismo rural. El caso de Taramundi (www.eumed.net/ce, marzo 2005), algo que me cosnta que puso de los nervios a la comunidad de turisrrulles. En 1992 publiqué en Estudios Turísticos un trabajo que se titula: Turismo Rural Integrado. Una propuesta innovadora basada en un desarrollo científico. Recomiendo su lectura como complemento de lo dicho aquí.

Coda 2: No deja de ser sorprendente que, además de no estar bien identificado eso que los turisrrurales llaman turismo rural, por si fuera poco, tanto los turisrrurales teóricos como los prácticos, que suelen ser bienintencionados políticos à la mode, esos que aspiran a resolver de un plumazo el imparable declive del campo en los países avanzados, se propongan utilizar el llamado turismo rural como herramienta multifuncional para:

1) salvar el patrimonio arquitectónico de los pueblos
abandonados o en trance de ser abandonados en breve

2) complementar las magras rentas de quienes todavía
siguen viviendo en lo que queda del campo

3) proteger y conservar el medio ambiente

Para todo menos para plantear racionalmente el negocio centrándose en averiguar qué es lo que deben hacer quienes se deciden a explotarlo de acuerdo con los criterios empresariales que se aplican en las empresas. Porque, si el turismo rural estuviera bien planteado y no fuera una mera marca comercial estaría también producido y comercializado ateniéndose a la honestidad que se espera de las actividades económicas y daría, además, buenos resultados a sus gestores. Una vez conseguido esto no habría inconveniente en ponerlo al servicio de fines altruistas, ecológicas y culturales.


Este es el texto que declinó publicar la web citada. Se comprende: no quiso herir susceptibilidades en un nicho de negocio que se reclama del turismo rural aunque sea empapado de un mercantilismo rayano a veces en la falta de sinceridad con lo que se dice ofrecer.

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