INTRODUCCIÓN A LA ADMINISTRACIÓN: PARADIGMAS EN LAS ORGANIZACIONES

Ricardo Juan Daniel Zalazar (CV)
ricardozalazar9@gmail.com

1.1.1.2. El poder en la burocracia

La concepción weberiana de poder, inmersa en el aparato burocrático, hace énfasis en la racionalidad técnico eficientista del sistema en oposición a los modos irracionales en el ejercicio del poder. Weber concibe a  la burocracia  como un instrumento de dominio social, y como un instrumento de administración y de gobierno cuya imposición está dada en el orden, la planificación y la predictibibilidad.

En esencia, la concepción weberiana del poder se edificada en torno a la construcción de la noción de autoridad. Se define por autoridad propiamente dicha, la probabilidad que una orden específica sea obedecida; es un atributo de poder, conferido de acuerdo a las normas burocráticas y depositado, de manera objetiva, en un cargo o función.

Entonces, la noción de autoridad imprime e instituye la relación asimétrica entre quien ejerce el poder y quien obedece. El significado de obediencia weberiana, emula a los modelos militares, pues la concibe como el resultado de la disciplina racional, cuyo contenido no es más que la ejecución consistentemente racionalizada, metódicamente enseñada y exacta de la orden recibida, en la cual quien obedece suprime incondicionalmente toda crítica personal y se dispone a poner en práctica la orden de modo exclusivo y sin vacilación.

La obediencia en si, es un concepto indicativo de la acción del obediente, que  transcurre en lo esencial en conformidad al contenido de la orden, como si el sujeto obediente siguiera internamente dicho contenido como su máxima personal, la cual debe orientar su acción, sólo por dicha razón, y no por considerar él mismo como aceptable o deseable la acción ordenada o su valor.
En el extremo de este estilo de obediencia acrítica y masiva se encuentra la noción de disciplina,  producto del  las reacciones cuasi automáticas de obediencia.

La definición de autoridad se completa al integrar las nociones de poder y legitimidad, conceptualizadas del siguiente modo:

 

Para Weber, una vez que la autoridad y el poder que ejerce ésta son legitimados, la relación entre los individuos se convierte en una relación de dominación. El dominador impone su voluntad a los demás (dominados), en virtud de las convenciones sociales  que ambos comparten y los dominados, por su parte, están compelidos a obedecer. Entonces, para que exista una relación de dominación deben concurrir las siguientes conductas :

 

La dominación requiere de una relación de reciprocidad entre dominadores y dominados. En el ámbito de la burocracia, esta relación se pone de manifiesto se construye  en la elaboración de un marco normativo que legitime el mandato de la autoridad designada, así como en la existencia de un cuadro administrativo encargado de ejecutar sus directivas. Dado este marco, la burocracia surge como una institución de regulación necesaria para administrar los aspectos normativos derivados de las relaciones de dominación.

Por otra parte, en su análisis de relaciones históricas de autoridad, Weber encuentra tres tipos puros explicativos de los vínculos de dominación legítima. Ellos son, la autoridad tradicional, la autoridad carismática y la autoridad racional legal. A continuación expondremos los rasgos de cada uno de estas tipologías de dominación

 

Dominación tradicional

En su definición del tipo de dominación tradicional, Weber remite a los orígenes del patriarcado, cuya autoridad es ejercida en el ámbito doméstico del señor sobre sus congéneres, considerados como miembros de su familia. El tipo de relación filial establecido, enfatiza en la dependencia y en la sumisión de los dominados. El poder del mando se rodea de un halo de superstición, donde la autoridad, inspirada por los dioses, se legitima en tradiciones orales simbolizadas en mitos, en rituales colectivos, pero también en la represión tangible a quien cuestione las sagradas tradiciones.

La arbitrariedad de este sistema de dominación, se consolida en el empleo de normas consuetudinarias replicadas por tradición oral, que regulan el comportamiento a partir del carácter acrítico de sus símbolos o normas simbolizadas implícitas.

Uno de los estilos de dominación derivados del patriarcado, ha sido el patrimonialismo, en el cual la estructura filial de derecho divino, es atribución del rey. El monarca, quien ejerce un poder centralizado en su figura, administra en forma personal los recursos públicos, controla bajo su mando al ejército y concede de manera discrecional privilegios a los súbditos que le sirven o priva de los mismos a quienes no han silo leales.

Mientras en el caso de los sistemas patriarcales, el gobierno, los privilegios o las relaciones únicamente se otorgan a miembros del propio clan o a siervos leales, el régimen patrimonial admite excepciones, más acentuada en su modalidad del dominio feudal, pues quien detenta el poder suele otorgar una mayor autonomía a sus funcionarios, merced a la descentralización en la apropiación de recursos ya sean estos impuestos, tierras o rentas públicas.

 

Dominación carismática

En la dominación carismática, segundo tipo puro de autoridad, caracterizada como esencialmente irracional, el poder es ejercido por un líder munido de dones extraordinarios (poderes mágicos, heroísmo, etc.), cualidades estas inaccesibles para otros hombres.

Los líderes carismáticos proponen una revolución “íntima” en lugar de una externa, capaz de crear un altísimo grado de compromiso entre sus seguidores.
La legitimidad del líder carismático ante sus seguidores se da en el “sentido de misión” que él debe cumplir ante su gente.

El poder del caudillo, absolutamente inestable, se sostiene tanto en las demostraciones de poder del líder, como en el atributo de fe que sus seguidores otorguen a tal poder, y su pérdida de poder se produce por el quiebre de esta relación.

Como el carisma resulta ser una cualidad intransferible, la sucesión del líder, en el caso que esta tuviera éxito, recae en la creación de un orden dogmático capaz de interpretar y transmitir las enseñanzas del líder. Weber señala tres posibles instancias sucesorias:

 

Dominación racional - legal

En las tipologías de dominación precedentes, se considera que toda racionalidad jurídica emana de leyes concebidas en poderes teocráticos, tradicionales o carismáticos.  Los estilos de autoridad que emanan de ellas, solo dan testimonio de sí mismas, pues se legitiman en un conjunto de creencias de naturaleza incontrastable. Por ende, el orden jurídico devenido de estos sistemas de poder es esencialmente irracional.

En cambio, el tipo de dominación racional – legal, propuesto por Weber, propone la ruptura de los esquemas tradicionales o carismáticos de gobierno. La autoridad burocrática se define como racional pues se funda en un sistema de normas legales y escritas. La legitimidad de las mismas, descansa en su carácter objetivo, impersonal, originadas en procedimientos que emanan de principios de autoridad legalmente constituidos.

Para justificar aun más la legitimidad de las normas,  Weber traza una profunda distinción entre los sistemas irracionales, instituidos en la asimetría de un poder desigual de orden religioso o personal, y el orden jurídico racional, donde “las leyes estatuidas se consideran legítimas si el estatuto deriva de un contrato real entre individuos libres, o se ajusta al concepto ideal de un orden razonable basado en el consenso”.

Weber aboga por una “fe en la racionalidad” implicativa de la confianza en la legalidad de los ciudadanos, representada en la adhesión a valores del Derecho Natural, a la creencia en el orden social, o a la democracia.

De este modo, el estilo racional – legal propone un cambio en el sentido de la dominación, donde el estatus de privilegios establecidos por los sistemas irracionales en el cual el individuo es un “súbdito”, es reemplazado por la figura de “ciudadanos” equiparados ante la ley, la cual es administrada desde un poder limitado de autoridad, ejercido de manera impersonal y abstracta.
Según Weber, ello asienta la democratización de las relaciones sociales, garantía de la “igualdad de derechos” entre los ciudadanos.

Basado en el principio de legalidad, surge el estado moderno como institución racional que establece un nuevo esquema de dominación. Como cita Fleitas Ruiz a Weber:

“Para Weber todo estado “es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima…basada en la legalidad, en la creencia de en la validez de  preceptos legales y en la competencia objetiva fundada sobre normas racionalmente creadas””.

 

1.1.1.3. Comunicaciones formales

La formalización de las comunicaciones se propone instituir un estilo de comportamiento escalar entre los funcionarios burocráticos, quienes en sus interacciones solo deben recurrir a las líneas formales de comunicación. El carácter escrito de la comunicación, pretende contrarrestar las prácticas discrecionales en el uso de la información, pero además es una de las fuentes esenciales del funcionario de carrera en el ejercicio eficiente de su cargo. De este modo, se direcciona el sentido de las comunicaciones en el seno de la burocracia, a partir de un modelo vertical – formal, que permite incrementar la objetivación de las conductas tendientes a acentuar el carácter impersonal del sistema.

 

1.1.1.4. División especializada del trabajo

En la Unidad II, estudiamos el modo en que Taylor empleaba la división del trabajo para lograr mayores niveles de   productividad, especialización y eficiencia. Con el mismo espíritu, Weber también lo empleará en el diseño de las rutinas administrativas, para afianzar el carácter técnico especializado del cargo burocrático. Señalar esta nueva similitud entre el modelo burocrático respecto a los esquemas clásicos, nos remite a la analogía, por momentos forzosa, entre los procesos ideados para el taller con aquellos propios de la burocracia administrativa.

Otro aspecto singular de la  formación especializada de cargos, será el emplearla en la distribución de los espacios de responsabilidad, jurisdicciones o espacios de poder propios de los funcionarios, donde cada miembro debe conocer sus límites para no sobrepasarlos. De este modo la burocracia construye el marco de los roles y papeles organizativos, reforzando su carácter impersonal.

 

1.1.1.5. Impersonalidad en las relaciones

La despersonalización en las relaciones tiene por finalidad reificar el principio de eficiencia administrativa como valor central del sistema burocrático. Como explicamos, la noción de racionalidad marca el punto opuesto de los sistemas irracionales, gobernados por el arbitrio, la ausencia de normas, y, en particular, por la impredecible emocionalidad humana.

Weber enfatiza en el dominio de la burocracia merced a su compromiso con el “realismo racional”. Entonces, el carácter objetivo, impersonal de la burocracia, creará las condiciones de una organización estable, predecible, donde el comportamiento humano pueda sujetarse al control de las normas.

Mientras hace referencia al carácter técnico, económico y a la calculabilidad de las normas, Weber enfatiza en los rasgos de impersonalidad de la burocracia:

“Su índole peculiar, bien recibida por el capitalismo, evoluciona tanto más perfectamente cuanto más se deshumanice la burocracia, cuanto más acabadamente logra despojar a los asuntos oficiales del amor, el odio, y demás factores irracionales y emocionales que escapan a todo cálculo. Ésta es la índole peculiar de la burocracia, y es estimada como su virtud específica” .

 

1.1.1.6. Organización de los cargos según principios jerárquicos.

Para la burocracia, la jerarquía se constituye como uno de los ejes que consolida el orden en función a la subordinación y el principio escalar, la estratificación de los niveles de autoridad y de responsabilidad.

El principio de la jerarquía consolida un esquema de comunicaciones estrictamente verticales y formales, pues se subordinan a él los flujos de información y decisión. A su vez, la jerarquía burocrática crea las jurisdicciones, espacios de competencia de la autoridad que define las responsabilidades del funcionario, como las atribuciones de este en la relación superior – subordinado. El principio de autoridad jerárquica es un factor esencial de toda organización burocrática, ya se trate de una empresa, una organización militar o una eclesiástica. Como dice el autor:

“Los principios de jerarquía de cargos y de diversos niveles de autoridad implican un sistema de sobre y subordinación férreamente organizado, donde los funcionarios inferiores controlan a los inferiores”.     

Entonces, es condición de todo sistema burocrático plenamente desarrollado, desplegar la estructura jerárquica de cargos que delimita el status de cada miembro en la organización.
La categoría de status, también analizada por Weber, es implicativa en el orden social del estilo de vida de quienes formen parte de ciertos  círculos  afines, generalmente asociados al poder.

El estatus de un grupo de funcionarios, es probable que se manifieste en castas burocráticas, entendidas estas como grupos cerrados, altamente ritualizados, cuyo objetivo es conservar los privilegios que emanan de la jerarquía de sus cargos.

 

1.1.1.7. Rutinas organizativas

La administración racional de la burocracia, refleja su estilo formal de comunicaciones, la división del trabajo y la impersonalidad de las relaciones en la concepción de rutinas las organizativas.

Se definen por rutinas aquellos patrones estables de comportamiento que surgen como producto de acciones recurrentes y cuya finalidad es brindar respuestas o soluciones a problemas, dentro de un conjunto de características específicas.

De modo análogo a las propuestas tayloristas o fordistas, las rutinas proveen la automatización de los sistemas sociales. En este aspecto, Nelson define a las rutinas como actos programáticos, símil de los sistemas computacionales, que conciben un rango limitado y encauzado de alternativas de acción posibles.

Las rutinas, junto a los sistemas de normas y procedimientos que las fundamentan, confieren a la burocracia su esencia racional. Si Morgan concebía a la burocracia weberiana como esencialmente mecanicista se debe a la racionalización rutinaria que la organización confiere a su cotidianeidad. Citamos al autor:

“Cada vez más aprendemos a emplear la máquina como una metáfora de nosotros mismos y de nuestra sociedad, moldeando nuestro mundo de acuerdo con los principios mecanicistas. Esto es mucho más evidente en la organización moderna…..La vida organizada se vuelve tan rutinaria como la precisión exigida a un reloj. Se espera de la gente que llegue al trabajo a una hora determinada, cumpla un conjunto predeterminado de funcione, descansando a las horas ya señaladas, después resuma las tareas realizadas y su trabajo acabó.”


Bendix, R. “Max Weber”, Amorrotu, Buenos Aires, 1979, página 279.

Bendix, R. “Max Weber”, Amorrotu, Buenos Aires, 1979, página 393.

Fleitas Ruiz, “La Sociología Política en Max Weber”, STUDIUM, Revista de humanidades, 11, (2005) pp. 235.

Weber, M. “¿Qué es la Burocracia?” Editorial Leviatán, Buenos Aires, 1991, página 52.

Weber, M. op. cit, página 10.

Nelson, R. “Insertar las Instituciones en la Teoría Evolutiva del Crecimiento” Análisis Económico, segundo cuatrimestre, año/vol. XVIII, número 038, Distrito Federal, México, 2003, pp. 128.

Morgan, G. “Imágenes de la Organización”, Editorial Alfaomega, México D.F., 1996, página 10

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