ACTIVIDADES QUE FORTALECEN LA ÉTICA PEDAGÓGICA DE LOS DOCENTES EN FORMACIÓN DE LA EDUCACIÓN PRIMARIA

Vladimir Borte Leyva

1.2  Reflexiones teóricas desde el punto de vista- filosófico, sociológico, pedagógico y psicológico.


La educación y el desarrollo son dos procesos que interactúan dialécticamente. La enseñanza y la educación van delante y conducen al desarrollo solo si tienen en cuenta sus propias leyes y el funcionamiento psicológico, por eso es importante que el maestro tenga una sólida base de conocimientos psicológicos y habilidades para observar, caracterizar y dirigir los procesos psicológicos que se forman y desarrollan bajo el influjo de la enseñanza y la educación.
Para continuar profundizando en las peculiaridades del proceso de formación docente es necesario, por la importancia que implica, tener en cuenta las reflexiones teóricas de algunos pedagogos cubanos sobre la  Ética Pedagógica.
Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales (1788- 1853). Se convierte en un propulsor de los estudios filosóficos. Su objetivo era expulsar del colegio  seminario de San Carlos la escolástica y la metafísica y profundizar en concepciones filosóficas más avanzadas y en las ciencias naturales de los nuevos tiempos. Estas ideas nuevas lo incorporan rápidamente en la enseñanza: Comienza a proyectar una concepción pedagógica y científica que se corresponde más con las aspiraciones y necesidades de la sociedad cubana de esa etapa. En 1835 comenzó la publicación de cartas al Elpidio, de tema ético y patriótico una de las obras políticas más importantes dentro de la producción de Varela, por sus proyecciones ideológicas y sociales que tenía como objetivo fundamental el desarrollo moral y patriótico de la juventud cubana.
El pensamiento ético valeriano tiene en el colectivismo a uno de sus principios morales fundamentales, el colectivismo presupone que el sujeto moral priorice los intereses sociales. Varela en sus Lecciones de Filosofíafalta el año puntualizaba que el bien común debe preferirse el particular, porque en el bien común van envueltos los derechos de muchos particulares. Su pensamiento y acción estuvieron siempre en función del mejoramiento humano, expresado en sus desvelos con relación a la suerte de  sus compatriotas. Esta carga moral del quehacer valeriano se manifiesta en toda su plenitud en las páginas del  “El Habanero” cuando profundizamos en el estudio de las concepciones éticas contenidas en la referida publicación nos percatamos de la importancia que presenta el patriotismo como principio rector de su ideario moral. Su pensamiento ético hace hincapié en la necesidad  de que el hombre tenga una actitud comprometida con los problemas de su tiempo, en este sentido, comprende la moralidad esencialmente como práctica, como actividad vinculada a la etapa histórica en que se vive por su dedicación a la Patria y por el lugar que ocupa en el patriotismo en su ideario moral, deviene iniciador de nuestros afanes emancipadores y el punto de arranque de la ética de liberación nacional en la historia del pensamiento ético cubano.
Como se puede apreciar, en su precepto sobre la ética hace énfasis en que la misma se basa en el colectivismo como su esencia por encima de todos los demás valores.
Otra figura que siguió su pedagogía fue José de la Luz y Caballero (1800 – 1862).  Su pensamiento ético representa en el campo de las ideas morales la unidad entre lo universal y lo específico. En lo universal Luz expresa un pensamiento que por su contenido humano articula con lo mejor de la teoría ética precedente; en lo específico este pensamiento adquiere matices peculiares que aparecen determinados por las particularidades del medio colonial insular anterior a la hazaña de 1868. Para él conducirse moralmente en la vida significa concretar acciones en beneficio del prójimo, procurar mediante el concurso personal la satisfacción de los intereses de nuestros semejantes, la consecución del bien mayor en términos colectivos constituye su divisa ética. Este fundamento humanista que está presente en sus concepciones lo llevó a propugnar el colectivismo como principio rector de la conciencia moral y a ver en el patriotismo el fundamento para una práctica moral, consecuente y humana. 
En su caso, al igual que Félix Varela sustenta la ética en el colectivismo y el humanismo, superiores a los demás valores para formar en los hombres los ideales fundamentalmente los dirigidos al patriotismo.
Concepciones éticas de José Martí (1853 – 1895)
El ideario moral de José Martí constituye la cumbre del pensamiento ético en Cuba, la más elevada expresión de la ética de la liberación nacional en nuestra patria, asimismo, la trascendencia de la ética martiana estriba en que el maestro fue un vivo ejemplo de consecuencia entre pensamiento y acción en el ámbito de la moralidad, nunca pensó, ni planteó algo que no estuviera dispuesto a concretarlo prácticamente, como su pensamiento es  expresión de una profunda concepción cultural, lo que le otorga integralidad, no puede analizarse lo ético sin considerar sus nexos con lo político y otras esferas del quehacer humano, es por ello, que en el mismo se revela tanto el carácter eticista que adquiere la política o el nexo indisoluble entre lo ético y lo estético, como continuación de la tradición del pensamiento cubano.
El humanismo martiano, desde una cultura de la lucha, elevada sensibilidad y absoluta convicción del papel de las ideas, se revela portador de un profundo optimismo, basado en su vasto conocimiento de la naturaleza humana, ello se concreta en su concepción acerca del mejoramiento humano y del papel de la virtud, lo que lo convierte en un paradigma ético para el mundo de hoy, el humanismo en los marcos nacionales se expresa como patriotismo y la solidaridad humana a nivel mundial, el ser humano, según el imperativo del maestro, debe ser el centro de las preocupaciones de los revolucionarios en la patria chica, nación y en la patria grande, humanidad.
La lucha por la emancipación nacional, en tanto que la lucha por la liberación del hombre en el lugar donde nacimos, es parte componente de la batalla por el bienestar del género humano a nivel planetario. Esta idea martiana de Patria como parte de la humanidad tiene un gran contenido moral. Aunque Martí no da una definición específica de ética, la resume en una expresión “Patria es humanidad”.
En la segunda mitad del siglo XX, con el triunfo de la Revolución Cubana, el pensamiento ético martiano se fundamenta como expresión máxima en la figura Fidel, sustentada en su visión hacia la formación de los  valores éticos y morales.
El pensamiento ético de Fidel Castro Ruz.
La eterna insatisfacción, como expresión de la relación valorativa del hombre con el mundo deviene premisa para la comprensión de la dimensión ética del pensamiento de Fidel Castro, su actuación auténticamente transformadora, reflejo de un pensamiento revolucionario, halla su manifestación suprema en la Revolución, que con inmensa carga de humanismo, significa la realización de los ideales éticos – sociales de diversas generaciones de cubanos. Su extraordinario sentir humano e individualidad creadora demuestra su significativo aprecio del papel de las ideas, de los valores, de los principios y le otorga una importancia excepcional a la actuación ética del ser humano, por muy difíciles que sean las circunstancias en que se encuentra, de ahí, la profunda relación entre política, ética y valores en un pensamiento y actuación donde los fines a alcanzar de un elevado pensamiento ética trascienden los intereses individuales plasmados en su proyección social y humano universal a escala mundial.
El sentido y aspiración del logro de la justicia ha estado presente en su pensamiento y actuación desde su juventud y primeras expresiones de su proyección social y profesional, su preocupación de la justicia social  aparece de manera explícita desde sus primeros pronunciamientos como líder revolucionario y el contenido de su concepción al respecto se encuentra en la mayoría de sus intervenciones.
La justicia social en una estrecha unidad con la dignidad humana es una de las dimensiones en que se expresa la  proyección humanista de Fidel Castro, quien concibe al hombre como merecedor de todas las oportunidades para desarrollar sus  potencialidades, por lo que, considera que el hombre es la clave para la transformación de la realidad y para llevar a cabo la realización de los sueños de lograr una sociedad más humana, basada en la conquista de independencia, la justicia social y la emancipación.
Su obra es portadora de un alto contenido axiológico; revelándose en ella un código de valores y conceptos, en especial los del tipo moral y político, rectorados por la fe en la victoria y en el pueblo, el ideal de lucha, el humanismo, el deber y el patriotismo; hecho que marca una lógica en su pensamiento que trasciende hasta nuestros días y es que para Fidel , la preparación del hombre para la guerra no es solo un hecho de fusiles, sino también un hecho relativo a las ideas, convicciones y valores.
Fidel centra todo su pensamiento ético en el hombre, como ser humano de hecho para él no hay cosa más importante que el humanismo y la justicia social, aparejado a ello ha enseñado a nuestro pueblo que no sólo se lucha con las armas, el arma fundamental de un pueblo son sus ideas.
 Con el triunfo de enero de 1959, asumió un cambio sustancial en la sociedad cubana, la cual tuvo reflejo significativo en la Educación como fenómeno social y, por tanto en la estructuración de una teoría educativa basada en nuevos preceptos.
El ideario educativo de Fidel Castro, que tiene como uno de sus principales instrumentos de transformación social, la actividad pedagógica, se fundamenta en componentes portadores de una elevada espiritualidad, adaptados a nuestro contexto histórico concreto así como a las proyecciones y exigencias de la construcción del socialismo en un país del Tercer Mundo en el ámbito latinoamericano y caribeño lo que revela su significación en la formación de maestros primarios, que, entre logros y dificultades, soluciones y nuevas contradicciones, ha transcurrido en la concreción de diversos planes, que adaptados a las circunstancias y coyunturas específicas, han devenido de imperiosa necesidad para el avance, desarrollo y consolidación de la educación cubana y clave necesaria para la comprensión del nacimiento de una pedagogía revolucionaria en Cuba, de trascendencia actual más allá de nuestras fronteras.
El padre José Agustín Caballero (1762- 1835), inició la reforma filosófica a fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, se manifestó contrario a las prácticas pedagógicas vigentes, y abrió así el camino ascendente de la tradición pedagógica progresista cubana, combatió el dogmatismo de la enseñanza oficial y planteó nuevos puntos de vista en materia educativa, estos nuevos puntos de vista, constituyeron a la formación ideológica de sus jóvenes discípulos.
Lo planteado por el padre José Agustín Caballero, tiene total vigencia en nuestros días con la instrumentación de los Programas de la Revolución dirigidos a formar en cada ciudadano de nuestro país una cultura general integral.
Manuel Valdés Rodríguez (1849- 1914) figura destacada en el desarrollo de las ideas pedagógicas progresistas, y un gran crítico de la situación educacional que vivía el país a finales del siglo XIX e inicio del siglo XX. Refiriéndose a la enseñanza señaló que la que se ofrecía en la escuela de su época adolecía tecnicismo exagerado que mataba el fondo del conocimiento: (Las ideas). Criticó con firmeza la inacción con que viven durante el proceso de la instrucción las facultades del niño y se quejó del divorcio que existía entre los conocimientos y su aplicación práctica.
Las palabras de Manuel Valdés Rodríguez tienen gran vigencia en nuestros días porque hoy nuestros escolares asumen el papel protagónico en la continuación de la Batalla de Ideas y nuestros programas de estudios están dirigidos a cumplir con el principio de la vinculación de la teoría con la práctica demostrado en el programa de formación emergente de maestros, que combinan el estudio con el trabajo.
La Dra. Lidia Orille señala que un maestro debe sentir: amor por la enseñanza, gozos en el aprendizaje de sus escolares, ser exigente con sus ellos y consigo mismo, profundizar en los conocimientos de su especialidad: Pedagógico, Filosófico, Psicológico y científico. Mantener una conducta social y política ejemplar, cuidar permanentemente su aspecto personal, crear una disciplina conciente en el grupo, saber identificarse con sus escolares, tener sentido del humor, respetar la personalidad del escolar, tener una constante inquietud por encontrar lo nuevo, crear y hacer que sus escolares lo hagan.
Estas reflexiones que nos hace la Dra. Lidia Orille, tiene gran vigencia en todos los programas surgidos en esta Tercera Revolución educacional materializados en la creación de los institutos preuniversitarios pedagógicos para la formación de maestros primarios, la creación del curso de la maestría para formar master en ciencia de la educación con un carácter eminentemente investigativo.
En esta tarea educativa tiene un papel preponderante la familia. La familia cubana es una institución que todos reconocemos que existe, que se manifiesta cuantas veces la Revolución lo ha pedido, ella junto con la escuela tiene que contribuir a formar los valores en sus hijos para que sean dignos herederos de nuestras tradiciones de lucha, de lo mejor del acervo de nuestra cultura, de nuestra intransigencia, de nuestro amor a la libertad, al trabajo, a la honradez, a la responsabilidad y a la incondicionalidad. Es por ello que la familia debe participar en la formación de cualidades y valores positivos de la personalidad de los jóvenes, aspiración que está cerca de la que poseen los padres y que requieren de sus hijos.
El papel del maestro en la educación y formación de la personalidad de los escolares, consiste en dirigir la educación y la enseñanza desarrolladora, por ello es necesario tener un profundo conocimiento psicopedagógico que les permita identificar las expresiones del desarrollo de la personalidad de los mismos, conocer sus características individuales, hacerle conciencia de que es portador, de su propia personalidad, de forma sociales y culturales de conductas susceptibles de ser asimiladas y trasladadas por los escolares a la configuración de su personalidad, este es el tipo de influencia educativa que modela su desarrollo.
Si el maestro no está claro de la capacidad de sus escolares, pues tampoco lo estará de la suya propia; hay que educar al individuo, hay que enseñarlo a disciplinarse que sea un hombre leal y firme del mañana por la moralidad implícita de su conducta, por tanto, su  imagen, incluye elementos del dominio  del contenido de su profesión, afectivo y conductuales, es el educador social en la práctica escolar y ha cumplido funciones transformadoras,  es el ejemplo vivo que necesita la sociedad socialista.
En su sentido amplio podemos entender la educación como el conjunto de influencias recíprocas que se establecen entre el individuo y la sociedad con el fin de lograr su inserción plena en ella, o sea la socialización del sujeto, nos referimos, por tanto, a un fenómeno social complejo encaminado a la transmisión y apropiación de la herencia cultural y los valores, normas y valores socialmente aceptados, por su contenido, tiene un marcado contenido histórico y clasista, mientras que su esencia se manifiesta en la socialización del individuo mediante el desarrollo armónico y multifacético de la personalidad.
Esta definición evidentemente amplia y generalizadora, puede tener también una lectura más estrecha y concreta, cuando nos referimos exclusivamente a lo pedagógico, encaminado a la formación y desarrollo de las cualidades de la personalidad, en esta discusión más limitada cabría definirla como históricamente condicionado dirigido a la formación y desarrollo de la personalidad a través de la transmisión y apropiación de la herencia cultural de la humanidad.
Por tanto, la educación se refiere tanto a la asimilación y reproducción de los contenidos humanos esenciales como a toda la práctica social en su conjunto, desde una posición de clase y en un marco histórico concreto, aunque se debe considerar que tiene doble carácter que no solo puede limitarse a los contenidos socialmente válidos, sino extenderse a la actividad práctica del individuo como un miembro de un grupo o clase social.
Históricamente en la formación de los educadores de nuestro país siempre se ha luchado por alcanzar una educación de calidad, aquella en la que los sujetos crean, recrean, producen, reproducen y aporta de manera eficaz los conocimientos, valores y procesos que contribuyen a mejorar la calidad en su conjunto y en todas las dimensiones posibles.
La escuela cubana desde el triunfo de la Revolución ha estado siempre presente en la formación de maestros. Desde este primer momento se comprendió que solo la práctica directa era posible para adquirir con mayor celeridad y calidad las habilidades requeridas para un adecuado desempeño profesional en las condiciones de una educación masiva que requería miles de maestros en cada etapa, concretando de forma particular el principio pedagógico de la combinación del estudio con el trabajo.
Ya el destacado pedagogo cubano José de la Luz y Caballero en el pasado siglo expresó ideas sobre la formación de maestros que nos acompañan por su vigencia: “Estando en la escuela los alumnos que han de ser maestros, se hallan en un verdadero teatro, ni más ni menos que el físico en un gabinete, para resolver cualquier duda, apelando a la luz de la experiencia” Luz y Caballero José, en Escritos Educativos, (1991)
Al calor de la actual formación emergente de maestros, se produce una nueva dinámica en la que en una etapa inicial se concentra una primera formación más académica, que habilita a los estudiantes para insertarse en la actividad docente en la escuela mejor preparados al terminar el segundo año de la carrera, para después continuar el resto de la formación de tercero a quinto año, tomando como centro la escuela y la tutoría directa de aquellos docentes de mayor experiencia y desarrollo profesional. Ello conlleva a una responsabilidad directa de los docentes en la formación de los escolares en la escuela, asumiendo todos los procesos educativos que allí se desarrollan.
Los tutores mantienen una relación muy estrecha con la sede universitaria municipal donde estudian la carrera pedagógica, pues el contenido de la preparación que reciben lo ponen de manifiesto en la escuela, además el contacto directo desde los primeros años con los niños, adolescentes y jóvenes favorece la motivación hacia la profesión pedagógica, lo que se había constatado en investigaciones realizadas sobre el papel del componente laboral en la formación de los profesionales de la educación. (Addine Fátima (1996), María A. Ochoa (1999).
El autor coincide con los autores antes mencionados, pues considera que una vez que los docentes en formación se inserten en las escuelas bajo la influencia de los tutores y las experiencias adquiridas en el trabajo con los niños, los obliga a fortalecer la motivación por las carreras pedagógicas, sus obligaciones como profesionales e imitan el obrar de sus tutores.
El trabajo sistemático del tutor con su estudiante de la carrera pedagógica, al que enseña, complementa en sus actividades, actualiza y corrige aspectos referidos a la preparación ideológica, ética, científica, pedagógica y metodológica. Se plantea que el tutor no solo contribuye con la preparación práctica del docente en formación, sino que contribuye a la preparación teórico-práctica de las asignaturas que cursan en cada semestre y debe llegar a conducir, dirigir la investigación científico – educacional que como parte de su integral preparación debe realizar cada estudiante. Se beneficia en ese intercambio no solo el docente en formación, sino también los que llevan algunos años de graduados, al dirigirse en otra forma de actualizarse en el campo pedagógico.
Lograr que la escuela sea una microuniversidad a la que aspiramos es un proceso, que parte de las condiciones indispensables que tienen que contar desde sus inicios, pero en la marcha del trabajo y con la voluntad del colectivo pedagógico encabezado por su director. La consolidación de la escuela como microuniversidad está en las exigencias de las propias transformaciones que asumen todas las educaciones en estos momentos.
Los cambios que se han introducido en la formación docente como parte de la Revolución Educacional, no significa solamente la adopción de nuevos métodos y estilos en el trabajo docente-metodológico, sino algo más trascendente que ha penetrado en las concepciones pedagógicas que sustentan esta formación profesional.
Finalmente hay que decir que los contextos en los cuales se forman los docentes en el proceso de universalización guardan una estrecha relación y tienen como centro a ese  docente, por lo que todas las acciones que se diseñen deben tener en cuenta el desarrollo alcanzado por él, tomándose  como punto de partida las relaciones entre todos los contextos.
La Psicología tiene gran importancia para el trabajo del docente, pues constituye una ciencia imprescindible para su desarrollo, aporta elementos teóricos indispensables para la correcta dirección del proceso docente – educativo, le permite conocer las leyes que explican el proceso de aprendizaje, la formación de hábitos y habilidades en la actividad de estudio, así como también aspectos negativos relativos a la dirección del proceso educativo, como establecer la comunicación maestro – alumno de manera tal que ejerza una influencia educativa en la personalidad de los educandos, a partir de las diferencias individuales de cada uno de los educandos y del grupo en general.
La educación constituye un sistema complejo de influencias, en la que participa toda la sociedad, con el objetivo de asegurar la asimilación y reproducción de toda herencia cultural, así como las relaciones sociales existentes. Por lo que se define la Educación como ‘’el conjunto de influencias recíprocas que se establecen entre el individuo y la sociedad, con el fin de lograr su inserción plena en ella, o sea, la socialización del sujeto A. Blanco, (2001).
Al maestro le corresponde una tarea de gran importancia: contribuir a la formación de la personalidad de los escolares, en este sentido no le basta para cumplir esta tarea con poseer amplios conocimientos de las asignaturas que imparte, sino que es necesario que ejerza conscientemente una influencia educativa en los alumnos, para ello le es imprescindible el conocimiento de la psicología del docente porque le permite conocer las particularidades del desarrollo psíquico de sus escolares en las diferentes etapas del desarrollo.
La psicología no solo brinda al maestro los elementos teóricos y metodológicos que le permiten ejercer con efectividad su trabajo, sino también abordar acertadamente a través de la investigación científica la solución a los problemas que se les presentan, tanto en el orden docente como educativo.
El hombre nace como individuo y solo mediante un proceso de desarrollo condicionado histórico – socialmente, gracias a la actividad deviene personalidad. ‘’Se reconoce como personalidad a aquel individuo que ha alcanzado un determinado nivel de desarrollo psíquico. Es decir, aunque toda personalidad es un individuo, no todo individuo  es personalidad. Por ello es muy importante la correcta delimitación entre individuo y personalidad, como punto de partida para un enfoque en la concepción científica – psicológicas de la personalidad’’  Viviana González Maura, (2001:47).
Psicológicamente la personalidad presenta determinadas características generales. Una de las características es su individualidad, se diferencia de las demás porque los diferentes objetos en el transcurso de su vida no se ven inmersos en las mismas situaciones, se pueden encontrar personas con intereses, convicciones, ideales, sentimientos. Viviana González Maura (2001: 52).
La individualidad como característica general de la personalidad hace que esta sea algo único e irrepetible. No existen dos personalidades idénticas. Por ejemplo, los sentimientos de amor a la Patria, a la profesión, al estudio no son privativos de la personalidad de un sujeto, sino que se forman, existen, en las circunstancias pertinentes y regulan la conducta de muchas personas.
La integralidad de la personalidad se manifiesta en el plano interno, ejemplo: una persona posee cualidades psicológicas compatibles entre sí, digamos por caso que sea honesto, modesto, colectivista, estas cualidades se integran armónicamente en la personalidad. En el plano externo se manifiesta cuando el sujeto, ante diferentes situaciones regula su actividad en forma consecuente. Cuando la honestidad se manifiesta con integridad la persona actúa honestamente en su trabajo, con su familia, con sus compañeros, en el estudio e incluso es honesto consigo mismo. Esta integridad presupone la unidad indisoluble entre ambos planos, la unidad de la palabra y la acción.
En esta etapa juvenil tiene lugar una mayor estabilización de los motivos, intereses, punto de vistas propios. Estos puntos de vistas propios, generalizados acerca de la moral comienzan a ser conscientes para el joven de acuerdo con su propia experiencia y la de aquellos que le rodean y se plasman en su concepción moral del mundo, lo que implica la formación de convicciones morales internas, que el joven adquiere como algo propio y profundamente arraigado en él.
Estas convicciones y puntos de vistas conscientemente formadas empiezan a determinar la conducta y la actividad del joven en el medio social en que se desenvuelve, lo que permite que ya no se encuentre tan dependiente en las circunstancias que le rodea y sea capaz de enjuiciar más críticamente las condiciones de vida que influyen sobre él y participar en las transformaciones activas de la sociedad en que vive.
En esta etapa el joven siente una fuerte necesidad por participar en las diferentes actividades socialmente útil, como son: el estudio, deporte, trabajo, político- organizativo, cultural.
Las investigaciones realizadas han demostrado que en este período se consolida en el joven sus normas y valores morales, convicciones y concepción del mundo por lo que estos aspectos facilitan la adecuada orientación hacia los diferentes aspectos de la vida, tanto en el orden profesional por lo que necesita la ayuda y el apoyo emocional y nos corresponde a nosotros, ofrecerla de forma conveniente, para que redunde en beneficio en su personalidad en formación y con ello el logro del objetivo de la educación socialista: la formación integral de las nuevas generaciones.
Al tener en cuenta estas definiciones psicológicas de educación y del papel del maestro en la educación y dirección del proceso de enseñanza, aprendizaje, podemos plantear que en la edad juvenil el desarrollo psíquico de los docentes en formación, los sentimientos se hacen más estables, profundos y variados. En la medida en que los jóvenes adquieren una mayor orientación profesional e integral, se produce en ellos sentimientos patrióticos e internacionalistas más sólidos.
La autovaloración se hace cada vez más estable, adecuada y generalizada, debido a la necesidad del joven de valorar correctamente sus posibilidades para enfrentar el futuro, tanto en su vida profesional como personal. Las normas de comportamiento y valores, aunque estén influidas por la relación con el grupo y los adultos, adquieren una relativa independencia de estos, ya que no son aceptados automáticamente sino que son en forma crítica bajo el sello de su autovaloración personal y de la concepción del mundo que poseen.
Los estudios realizados dan fe de que en esta edad los jóvenes poseen un carácter más activo e independiente, pero adquiere gran valor la comunicación con sus contemporáneos, en tanto busca aún la reafirmación de su conducta moral. Sin embargo, ya no se aprecia una subordinación total a las normas del grupo, sino por el contrario, los jóvenes defienden con valor sus puntos de vistas y opiniones que se convierten en convicciones. Pero no todos los jóvenes alcanzan el desarrollo que como posibilidad deben lograr en la etapa de la juventud, depende del contexto donde conviven y de las influencias educativas que reciben desde su medio familiar y la comunidad.
El autor, a partir del análisis realizado con cada una de las reflexiones anteriores, considera que son de suma importancia para fortalecer la Ética Pedagógica de los docentes en formación, pues estos apuntan a la consolidación de varios elementos externos dentro del Proceso Docente Educativo, que los capacitan en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones como estudiantes y profesionales.

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