PRESENCIA DE LA ÉTICA MARTIANA EN LA POLÍTICA CUBANA

Raúl Quintana Suárez

"Radical no es más que eso: el que va a las raíces".


La historia de la humanidad  es la mejor enciclopedia de la sabiduría que escasas veces  consultamos con la asiduidad y concentración necesaria. El hombre, particularmente aquellos que por determinadas circunstancias, sean por méritos personales, coyunturas históricas, ambiciones personales u otros muchos factores, ejercen la facultad, apoyados en el poder, de tomar determinaciones personales, que afectan a pueblos enteros e incluso a toda o parte de la humanidad, convierten sus decisiones en hechos trascendentes o amorales. La ética en política y la virtud en sus ejecutores desempeñan un papel de extraordinaria importancia en el decursar histórico. Su presencia o carencia determina en tales personalidades, sean verdaderos conductores de pueblos, al representar sus intereses, o deleznables verdugos de sus más justas aspiraciones, aún incluso enfundados en el traje de un supuesto liberalismo democrático. Los errores en el ejercicio del poder pueden ser perdonados, en la misma medida que son rectificados, si van acompañados de la virtud, o condenados, si por el contrario, son guiados por  los derroteros tortuosos de la ambición personal, el autoritarismo, la auto sublimación de sus supuestos  méritos, alimentado siempre por apologistas oportunistas, que lucran a su sombra.
Valorar el ideario ético humanista de Martí y Fidel, es abstraerse de las múltiples aristas de la universalidad de su pensamiento, válidos  para su útil provecho para diversas ciencias y ramas del saber, pero sin perder la perspectiva para el análisis, de que estos son en todo y ante todo hombres de excepcional clarividencia política. Como estadistas naturales por talento, vocación y capacidad, a la que aunaron su experiencia práctica, en contexto a la vez que diferentes, afines en sus propuestas éticas, es fácil discernir en sus recorridos, aproximaciones y tanteos por los campos de la educación, la sociología, la filosofía y otros tantos, que sus valoraciones nunca pierden la esencia política, como un camino muchas veces transitado pero siempre revelador. Política, que en ambos, tiene su sustento en una profunda eticidad.
Tal como le exponía Fidel Castro a Frei Betto, en la ya antológica entrevista…"…las ideas políticas de nada valen si  no hay un sentimiento noble y desinteresado.  A su vez, los sentimientos nobles de la gente,  de nada valen  si no hay una idea correcta y justa en que apoyarse” (35).
Mientras que para Martí…"…a la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás hombres" (36)…pues para éste…"…a lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu, lo real no es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos" (37).
Ese pensamiento esencialmente político se expresa de múltiples formas en los  escritos y discursos, en ambas personalidades, a lo largo de su trayectoria revolucionaria. La política como expresión de la idéntica cultural, se forja de las particulares necesidades e intereses  del  pueblo con un basamento necesariamente ético. El derecho de los pueblos a ejercer sus derechos políticos tiene que estar sustentado en lugar privilegiado en su acceso a la educación. El invalorable derecho de pensar por si mismo y discernir con cabeza propia, debe estar aparejado a su capacidad de realizar su utopía, en personas con la educación elemental suficiente, que le permitan a partir de  su personal raciocinio, donde primen los intereses sociales, la exposición de sus criterios personales,  con entera libertad, donde primen la honestidad y  la virtud. Ello constituirá la única forma de prevenir que élites, eternas  aspirantes al monopolio del pensamiento, lo marginen o ignoren.
Para el Maestro, la República nueva, de brazos de la revolución, se fundamentará en que…"…en un pueblo no perdura sino lo que nace de él, y no lo que se importa de otro pueblo. Mas estos devaneos, copias, deseos honrados de introducir en el suelo patrio experiencias que en otro suelo han dado resultados felices, son inevitables, necesarios y útiles. Con el imperfecto ejercicio de la libertad que permiten, y de su choque mismo con las necesidades y espíritus reales de la patria, resulta el pueblo nutrido y preparado para ejercer luego la libertad de su propia y original manera." (38)… a la vez que para Fidel Castro…"… una persona que es analfabeta, o cuyos conocimientos apenas rebasan el tercero o el cuarto grado, o que vive en estado de pobreza o de pobreza extrema, o carece de empleo, o radica en barrios marginales donde las más inconcebibles condiciones de vida tienen lugar, o deambulan por las calles y reciben el veneno constante de la publicidad comercial, sembrando sueños, ilusiones y ansias de consumos imposibles, las que suman enormes masas de ciudadanos en lucha desesperada por la vida, pueden ser víctimas de todo tipo de abusos, chantajes, presiones y engaños, sus organizaciones son reprimidas o carecen de ellas, difícilmente están en condiciones de comprender los problemas complejos del mundo y de la sociedad en que viven. No están en condiciones reales de ejercer la democracia, ni decidir cuál es el más honesto o el más demagógico e hipócrita de los candidatos, en medio de un diluvio de propagandas y mentiras, donde los que más recursos poseen son los que más mentiras y engaños siembran” (39).
Para Martí, como expresa en  discurso del 10 de octubre de 1890, es su aspiración a que la república por la que lucha no sea…"…foro de leguleyos ineptos o un grupo de generales deseosos…"… sino por el contrario…"…más que de disputas y de nombres, debía ser de empresa y de trabajo" (40).
Nuevamente revela  Fidel Castro su vocación martiana, en su antológico discurso del 10 de octubre de 1968, en La Demajagua, al conmemorarse el centenario del inicio de las luchas independentistas al afirmar como…."… eso no es algo que se diga hoy como de ocasión porque conmemoramos un aniversario, sino algo que se ha dicho siempre y que se ha dicho muchas veces y que se dijo en el Moncada y que se dijo siempre.  Porque allí cuando los jueces preguntaron quién era el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada, sin vacilación nosotros respondimos: ¡Martí fue el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada! Es posible que la ignorancia de la actual generación, o el olvido de la actual generación, o la euforia de los éxitos actuales, puedan llevar a la subestimación de lo mucho que nuestro pueblo les debe, de todo lo que nuestro pueblo les debe a estos luchadores.  Ellos fueron los que prepararon el camino, ellos fueron los que crearon las condiciones y ellos fueron los que tuvieron que apurar los tragos más amargos:  el trago amargo del Zanjón, el cese de la lucha en 1878; el trago amarguísimo de la intervención yanqui, el trago amarguísimo de la conversión de este país en una factoría y en un pontón estratégico—como temía Martí—; el trago amarguísimo de ver a los oportunistas, a los politiqueros, a los enemigos de la revolución, aliados con los imperialistas, gobernando este país.  Ellos tuvieron que vivir aquella amarguísima experiencia de ver cómo a este país lo gobernaba un embajador yanqui; o cómo un funcionario insolente, a bordo de un acorazado, se anclaba en la bahía de La Habana a dictarle instrucciones a todo el mundo: a los ministros, al Jefe del Ejército, al Presidente, a la Cámara de Representantes, al Senado…”…para enfatizar que…  “…si las raíces y la historia de este país no se conocen, la cultura política de nuestras masas no estará suficientemente desarrollada.  Porque no podríamos siquiera entender el marxismo, no podríamos siquiera calificarnos de marxistas si no empezásemos por comprender el propio proceso de nuestra Revolución, y el proceso del desarrollo de la conciencia y del pensamiento político y revolucionario en nuestro país durante cien años.  Si no entendemos eso, no sabremos nada de política. Y desde luego, desgraciadamente, mucho tiempo hemos vivido ignorantes de muchos hechos de la historia” (41). 
El tronco solo se mantendrá firme si se asienta en raíces profundas y celosamente conservadas. Las hojas, en su impresionante hacedor del follaje, son frecuentemente temporales, para renacer luego  con mayor esplendor. Solo las raíces conservan su permanencia y crecen, en profundidad, ocultas a nuestra vista, en su anónima grandeza. Por ello una sociedad y el modelo escogido por su pueblo para hacerla perdurable, debe respetar, venerar y conservar, para su supervivencia, lo mejor del legado histórico de las pasadas generaciones.
El 20 de mayo de 1902  nuestro pueblo vio con regocijo ondear por primera vez la bandera cubana, no obstante la frustrante imposición de la Enmienda Platt, que permitía a un país extranjero, en naciente etapa imperialista, intervenir  a su mejor entender en la nación apenas nacida, castrada de libertades y soberanía, bajo la égida de gobiernos dóciles a los intereses foráneos, constituidos por representantes de la oligarquía nacional o políticos mayoritariamente corruptos. ¿Era esa la República a la que Martí ansiaba y por la que lucharon varias generaciones de cubanos?
Para el Apóstol la independencia económica es premisa de cualquier proyecto de independencia política dado que…"…quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno" (42).
En su discurso "Con todos y para el bien de todos" declaraba como…"…yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre."(43)… dado  que la República debe tener por base…"…el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás..." (44).
Esa lúcida concepción humanista, presente en el pensamiento de José Martí y Fidel Castro les permitió el constituirse en fervientes propugnadores de la unidad revolucionaria, al margen de anexionistas y apátridas. Es por ello que el Apóstol le comunica a Mayía Rodríguez, en carta fechada en New York, el 23 de marzo de 1882 como…"…es en verdad, caso de angustia, para todo corazón patriótico y de remordimiento, después de saber cuánto podemos, la menor dilación en congregarnos, con autoridad y fuerza y respeto, bastantes para juntar los elementos revolucionarios del país…no en nombre de un entusiasmo desvanecido e impotente, sino en el nombre de todos" (45).
Los afanes anexionistas de los políticos norteamericanos sobre la cercana colonia española de Cuba, desde su propia constitución como república independiente el 4 de julio de 1783 es tema bien documentado por prestigiosos historiadores y abordado en numerosas obras. Pero es a partir de la real unificación de Estados Unidos como nación, tras su cruenta guerra civil,   bajo el inspirado mandato del gran Abraham Lincoln, que se marca una nueva etapa en tales aspiraciones, en la nación que iniciará su tránsito, en las últimas décadas del siglo XIX, a su fase imperialista, proceso genialmente abordado por Karl Marx en su obra cumbre "El Capital" y por Vladimir Ilich Lenin, en "El imperialismo, fase superior del capitalismo", en la primera década del siglo XX, fuentes de indispensable consulta.
La nación norteamericana constituyó para los cubanos, sometidos al despotismo de las autoridades españolas, un paradigma de democracia, justicia y posibilidades de desarrollo económico. Ello era inevitable y comprensible, en el contexto epocal. La principal barrera contra la  que se enfrentaron  los independentistas cubanos, en sus proyectos de lucha, lo constituyó la corriente de pensamiento político conocida como "anexionismo", de gran fuerza en las décadas de los 40 y 50 del siglo XIX, solo superada, pero nunca extirpada de raíz, a partir del 10 de octubre de 1868.
El llamado martiano a la unidad de todos los partidarios de la independencia, excluía a autonomistas y anexionistas, acerca de lo cual advertía con extraordinaria lucidez que…"… urge impedir que la guerra caiga bajo la guía de los que pervierten su espíritu….Si la guerra cae en sus manos, si el último esfuerzo del país es abatido por dejarlo ir a esas manos, no sabremos donde esconder nuestras cabezas culpables. Será nuestra la culpa" (46).
El derrumbe del campo socialista europeo, producto del fracaso del modelo económico en que se sustentaba, tema abordado en multiples obras por investigadores de diversas posiciones políticas, sumió a Cuba en una crisis económica de incalculables consecuencias, dada la dependencia de nuestra economía al mismo, como única alternativa de supervivencia frente al férreo bloqueo impuesto a nuestro pueblo, durante décadas. Se iniciaba el llamado "Período especial en tiempos de paz" que sometió al pueblo a las más increíbles carencias materiales, particularmente en el primer lustro de la década de los 90 del pasado siglo. Los enemigos de la Revolución Cubana batían palma por el supuestamente inevitable colapso de la misma. En tan difíciles condiciones se efectúa el IV Congreso del PCC, en octubre de 1991. Solo la heroicidad de nuestro pueblo y su confianza en la dirigencia revolucionaria, permitió resguardar nuestra soberanía e identidad nacionales. En medio de tan traumática situación, Fidel Castro valoraba como…"…antes eran las luchas por los destinos de nuestro pueblo, aunque ya eran en parte también las luchas por los destinos de América, sobre todo cuando Martí escribió en su última carta que todo lo que había hecho y haría era para impedir a tiempo con la independencia de Cuba que los Estados Unidos se extendieran como una fuerza más sobre los pueblos de América. Ya la prédica y el pensamiento martiano tenían un alto contenido universal, un alto contenido internacionalista y se proclamaba la lucha por la independencia de Cuba y de Puerto Rico --que todavía está allí en manos de los yankis--, un país que no tiene ni derecho a invitar a un visitante. Ya Martí se preocupaba por toda la América, ya Martí continuaba los sueños de Bolívar, ya Martí pensaba en la unidad latinoamericana y en la independencia de América Latina frente al coloso del Norte, el monstruo en cuyas entrañas vivió. Hoy nos corresponde a nosotros una responsabilidad universal. Somos el único país socialista en medio del occidente, de todo el occidente y de una parte del oriente, el único. Y qué odio nos tienen algunos por la capacidad de nuestro pueblo, de nuestra patria de aceptar ese desafío y de mantener en alto sus banderas y su disposición a defender esas banderas; como hemos dicho otras veces, las más justas y las más humanas que han existido en la historia de la humanidad" (47).
Algo más de un siglo antes, el Maestro escribía en su artículo "Vindicación de Cuba", publicado en inglés en el diario "The Evening Post", de New York, el 2 de marzo de 1889, que…"…ningún cubano honrado se humillará hasta verse recibido como un apestado moral, por el mero valor de su tierra, en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter. Hay cubanos que por móviles respetables, por una admiración ardiente al progreso y la libertad, por el presentimiento de sus propias fuerzas en mejores condiciones políticas, por el desdichado conocimiento de la historia y tendencias de la anexión, desearían ver la Isla ligada a los Estados Unidos. Pero los que han peleado en la guerra, y han aprendido en los destierros, los que han levantado, con el trabajo de las manos y la mente, un hogar virtuoso en el corazón de un pueblo hostil, lo que por su mérito reconocido, como científicos y comerciantes, como empresarios e ingenieros, como abogados, artistas, periodistas, oradores y poetas, como hombres de actividad viva y actividad poco común, se ven honrados dondequiera que ha habido ocasión para desplegar sus cualidades y justicia para entenderlos; los que con sus elementos menos preparados, fundaron una ciudad de trabajadores donde los Estados Unidos no tenían antes más que unas cuantas casuchas en un islote desierto; esos, más numerosos que los otros, no desean la anexión de Cuba a los Estados Unidos. No la necesitan. Admiran esta nación, la más grande de cuantas erigió jamás la libertad; pero desconfían de los elementos funestos, que como gusanos en la sangre, han comenzado en esta república portentosa su obra de destrucción…Amamos a la patria de Lincoln tanto como tememos a la patria de Cutting" (48).

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