PRESENCIA DE LA ÉTICA MARTIANA EN LA POLÍTICA CUBANA

Raúl Quintana Suárez

"Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos".


Los afanes expansionistas, anexionistas y hegemónicos de gran potencia, revestidos con el ropaje de paradigma de libertades y exportadores de democracia, que siempre desempeñaron los sucesivos gobiernos de Estados Unidos de Norteamérica, con respecto a  Cuba y su justo derecho a la independencia primero y la plena soberanía después, siempre han pendido como Espada de Damocles, sobre el pueblo cubano. No es objetivo de este trabajo redundar sobre hechos históricos, prolijamente abordados por prestigiosos investigadores, en diferentes épocas, con una documentación irrebatible (67).
En tal contexto, no es de extrañar que encontremos como uno de los rasgos del pensamiento progresista cubano, forjado en el decursar de los siglos XIX y XX, un ideario antiimperialista, significado siempre por la diferenciación, en tales sentimientos, entre el respeto  al pueblo norteamericano, al que nos unen estrechos lazos culturales y de amistad, y el sistema imperante en la vecina nación, particularmente en su tránsito desde fines del siglo, a su fase imperialista.
Para José Martí, quien residió en su forzoso exilio en Estados Unidos, desde 1880 hasta su arribo a Cuba, en abril de 1895, para potenciar la lucha independentista, reiniciada el 24 de febrero del propio año, este proceso no le pasó inadvertido, criterios que recogió en múltiples escritos y discursos. En artículo publicado en el periódico Patria, valoraba como…"…el Norte ha sido injusto y codicioso: ha pensado más en asegurar a unos pocos la fortuna que en crear un pueblo para el bien de todos; ha mudado a la tierra nueva americana los odios todos y todos los problemas de las antiguas monarquías…En el Norte no hay emporio ni raíz. En el Norte se agravan los problemas y no existen la caridad y el patriotismo que los pudieran resolver…El Norte se cierra y está lleno de odios. Del Norte hay que ir saliendo. Hoy más que nunca cuando empieza a cerrarse este asilo inseguro, es indispensable conquistar la patria…" (68).
 Antonio Maceo, de quien el Apóstol afirmase, que <<tiene tanta fuerza en la mente como en el brazo>>,  escribe al coronel Federico Pérez como…"…de España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todos debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso" (69).
Si alguien aún dudase del sentimiento  antimperialista en el ideario martiano valga reproducir el siguiente fragmento, ya antológico, de su carta inconclusa a Manuel Mercado, escrita el 18 de mayo de 1895, en los campos de Cuba, a escasas horas de su caída en combate en Dos Ríos, no sin razón considerada su testamento político, cuando afirma como…"…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber-puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por Las Antillas los Estados Unidos, y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin…"…y declara de forma rotunda que ha sido siempre su propósito el…"…impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia…Viví en el monstruo y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David" (70).
Para el Maestro era de vital importancia, en aras del logro de la independencia, desvirtuar con sólidos argumentos la corriente política del anexionismo, abrazada por buena  parte de la influyente clase de hacendados esclavistas criollos, que pensaban mayoritariamente en la salvaguarda de sus propios intereses económicos y enajenantes privilegios. Tal tendencia existió con mayor o menos fuerza, durante todo el siglo XIX, particularmente en las décadas anteriores a la Guerra de Secesión norteamericana, motivada por el temor siempre presente en los más importantes propietarios esclavistas, a una revolución de los negros, como ocurriese en Haití, en las postrimerías del siglo XVIII. Aún en la década de los 80 y primera mitad de los noventa del siglo XIX, en que Martí desplegaba su febril actividad en la organización de la Guerra Necesaria, en pos de la unidad de los revolucionarios cubanos, enfrentando recelos, consensuando criterios dispares en cuanto a cómo encauzar la  acción armada, recaudando fondos imprescindibles, esclareciendo recelos generacionales, aún el anexionismo existía solapado, ahora fortalecido por el autonomismo, que aún confiaba en migajas políticas de la metrópoli colonial. La firma del Pacto del Zanjón en febrero de 1878, que dio fin sin soluciones a la primera gesta independentista, sembró frustraciones, siempre propicias a las deserciones.
El Apóstol, partícipe de la Primera Conferencia Panamericana y testigo excepcional de sus inquietantes resultados, atentatorios a la futura soberanía de su patria, le conminan a escribir a su amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el 14 de diciembre de 1889, que …"…sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella y con el crédito de mediador y garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad más fría" (71).
El 22 de septiembre de 1894 escribe en su artículo "Las guerras civiles en Sudamérica":
"En relación estricta a sus diversos antecedentes, los países de Nuestra América ascienden a la libertad segura y generosa en la misma proporción en que los Estados Unidos descienden de ella; que las revueltas, siempre exageradas por censores ignorantes, de los pueblos hispanoamericanos son el procedimiento forzoso de ajuste, igual en el mismo grado de desarrollo en todos los pueblos del Orbe, entre las comarcas aisladas y rivales de las repúblicas nacientes y las reformas decisivas a que se opone, primero, la teocracia arraigada en las masas indias y el núcleo soberbio de la clase principal, y luego la vehemencia de los reformadores, inevitable ante la resistencia astuta y sorda, y el hábito fatalmente nacido en los vaivenes de la lucha, de proveer a la vida con los frutos del gobierno. De nuestra sociología se sabe poco, y de sus leyes tan precisas como esta obra: los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos" (72).
Es fácil discernir que el antiimperialismo en el ideario de Fidel Castro se va forjando en la sabia validación que solo concede la  práctica revolucionaria, y que se inicia progresivamente a partir su ingreso a la Universidad de La Habana, como estudiante de Derecho, en 1945. Como el mismo expresase en su discurso, en el Aula Magna del alto centro de estudios, el 4 de septiembre de 1995, al conmemorarse el 50 aniversario del inicio de su lucha revolucionaria…"…es posible que los padres de muchos de ustedes no hubieran nacido todavía hace 50 años, de modo que estoy reunido-se puede decir-con los nietos de aquella generación que ingresó en la Universidad de La Habana en el año 1945. Ni siquiera una imaginación fértil podría haber concebido algo así. Fue un privilegio ingresar en esta Universidad también, sin duda, porque aprendí mucho, y porque aquí quizás las mejores cosas de mi vida, porque aquí descubrí las mejores ideas de nuestra época y de nuestros tiempos, porque aquí me hice revolucionario, porque aquí me hice martiano y porque aquí me hice socialista....Por eso fui primero socialista utópico, aunque también gracias a mis primeros contactos  con la literatura política, aquí en la Universidad  y en la Escuela de Derecho, me convertía al marxismo-leninismo" (73).
No obstante este valora el clima político entonces existente en la Universidad de La Habana, entonces dominada por los grupos gansteriles, conocidos como "bonche universitario", mantenidos por el gobierno de Ramón Grau San Martín (1944-1948), que a punta de pistola y de la violencia, imponían el terror entre estudiantes y profesores. Según rememora Fidel Castro…"…cuando llego a la Universidad con mi ignorancia, para los comunistas era un personaje extraño, porque decían <<Éste, hijo de un terrateniente y graduado del Colegio de Belén, debe ser la cosa más reaccionaria del mundo>>. Algo casi que asustaba era yo para los pocos compañeros comunistas que había en la Universidad. Había pocos, muy buenos, muy luchadores, muy activos, pero tenían que luchar en condiciones desfavorables…Ya empezaba a volverse contra ellos la represión, porque unido a la guerra fría empieza la represión contra los comunistas, empiezan a marginarlos, toda la campaña, toda la propaganda, una campaña y una propaganda feroces en todos los medios de divulgación masiva….El sentimiento antiimperialista se había debilitado mucho y en nuestra Universidad, que en tiempos fue el baluarte del antiimperialismo- desde la época de (Julio Antonio. N. del A.) Mella  y desde la época de (Rubén Martínez. N. del A.) Villena, desde la época del Directorio (Revolucionario. N. del A.), en  la etapa de la lucha contra Batista (se refiere a su primer mandato de 1940-1944. N. del A.)- ya ese sentimiento antimperialista había desaparecido, fui testigo de ello…"(74).
Evidentemente que ese sentimiento antimperialista en el líder cubano, trasunta la influenza martiana. No es un antiimperialismo chovinista ni de odio contra el pueblo norteamericano y lo mejor de su cultura, sino contra el sistema impuesto por la oligarquía dominante en ese país, cuya temprana formación, el Apóstol percibió desde bien temprano.
Como expresa tempranamente Martí, en su crónica al periódico "La Nación", fechada en New York el 2 de septiembre de 1889…"…jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni  pida examen más claro y minucioso,, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menor poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa y cerrar tratos con el resto del mundo.  De la tiranía de España supo salvarse la América  española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad que ha llegado para la América Española la hora de declarar su segunda independencia (75).
Para valorar más adelante como…"…de raíz hay que ver a los pueblos que llevan sus raíces donde no se las ve, para no tener a maravilla estas mudanzas en apariencia súbitas, y esta cohabitación de las virtudes eminentes y las dotes rapaces. No fue nunca la de Norteamérica, ni aun en los descuido generosos de la juventud, aquella libertad humana y comunicativa, que echa a los pueblos, por sobre montes de nieve, a redimir a un pueblo hermano, o los induce a morir en haces, sonriendo bajo la cuchilla, hasta que la especie se pueda guiar por los caminos de la redención co la luz de la hecatombe.  Del holandés mercader. Del alemán egoísta y del inglés dominador se amasó con la levadura del ayuntamiento señorial, el pueblo que no vio crimen en dejar a una masa de hombres, so pretexto de la ignorancia en que la mantenían, bajo la esclavitud de los que se resistían a ser esclavos" (76).
A lo largo del siglo XIX cubano coexistieron, alternándose en espacio político y prioridad ideológica, diversas corrientes  de pensamiento con un definido fundamento económico, directamente vinculado a los intereses de clase: reformismo, anexionismo, independentismo y autonomismo. Los llamados criollos ricos, en tránsito a la cubanía, según la coyuntura epocal, marcaban la brújula de las primacías o postergaciones en la supremacía de una u otra. Este complejo entramado, en la singular batalla de ideas, les permitió a Martí y Fidel, cada cual ubicado en su contexto histórico, económico, político y socio-cultural concretos, en que decursaba su actividad revolucionaria,  avizorar como singulares personalidades, el camino más acertado, adoptando posiciones y defendiendo principios.

Tal como valoraba Fidel Castro, en el acto de conmemoración del 100 aniversario del inicio de la lucha independentista, el 10 de octubre de 1968…."… en aquellos primeros años del siglo pasado, en la primera mitad del siglo pasado, las ideas que los sectores con más cultura de la población, los sectores capaces de elaborar algunas formulaciones políticas, las ideas enarboladas por ellos no eran precisamente la idea de la independencia de Cuba.  Por aquellos tiempos se discutía fundamentalmente el problema de la esclavitud.  Y los terratenientes, los ricos, la oligarquía que dominaba en nuestro país, bien española o bien cubana, estaba poseída de un enorme temor a la abolición de la esclavitud; es decir que sus intereses como propietarios, sus intereses como clase, y pensando exclusivamente en función de esos intereses, la conducía a pensar en la solución de la anexión a Estados Unidos de Norteamérica.  Así surgió una de las primeras corrientes políticas, que se dio en llamar la corriente anexionista.  Y esa corriente tenía un fundamento de carácter económico: era el pensamiento de una clase que consideraba el aseguramiento de esa institución oprobiosa de la esclavitud por la vía de anexionarse a Estados Unidos, donde un grupo numeroso de Estados mantenía la misma institución.  Y como ya se suscitaban las contradicciones entre los estados del sur y del norte por el problema de la esclavitud, los políticos esclavistas del sur de Estados Unidos alentaron también la idea de la anexión a Cuba, con el propósito de contar con un Estado más que ayudase a garantizar su mayoría en el seno de Estados Unidos, su mayoría parlamentaria"(77). 

Para recalcar posteriormente como a mediados del siglo XIX…"…y entre los sectores que ostentaban la riqueza de origen criollo, había un factor que los dividía profundamente.  Los españoles lógicamente estaban contra las reformas y, aún más, contra la independencia.  Pero muchos criollos ricos estaban también contra la idea de la independencia, puesto que los separaba de las ideas más radicales el problema de la esclavitud.  Por lo que puede decirse que el problema de la esclavitud fue una cuestión fundamental que dividía profundamente a los elementos más radicales, más progresistas, de los criollos ricos, de aquellos elementos que, calificándose también de criollos —todavía no se hablaba propiamente de cubanos— se preocupaban por encima de todo de sus intereses económicos, como es lógico; se preocupaban por encima de todo por mantener la institución de la esclavitud.  Y de ahí que apoyaran el anexionismo primero, el reformismo luego, y cualquier cosa menos la idea de la independencia y la idea de la conquista de los derechos por la vía de la lucha armada" (78). 
Casi 40 años más tarde, el líder histórico de la Revolución Cubana, valora como…"…la historia de Cuba en los últimos 140 años es la de la lucha por preservar la identidad e independencia nacionales y la historia de la evolución del imperio de Estados Unidos, su constante pretensión de apropiarse de Cuba y los horrendos métodos que hoy utiliza para mantener el dominio del mundo…La <<doctrina de la fruta madura>> fue formulada en 1823 por John Quincy Adams, Secretario de Estado y más tarde Presidente. Estados Unidos lograría, por ley de gravitación política, apoderarse de nuestro país al romperse la subordinación colonial a España. Bajo el pretexto de la voladura del Maine-suceso que está todavía por desentrañar, aprovechado para desatar la guerra contra España, como el incidente del Golfo de Tonkin, hecho que en cambio fue probadamente prefabricado a los efectos de atacar a Vietnam del Norte- el presidente William  McKinley firmó la Resolución Conjunta del 20 de abril de 1898, la cual declaraba  <<que el pueblo de la  isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente>….La Resolución Conjunta autorizó al Presidente el uso de la fuerza para eliminar el gobierno español en Cuba" (79).
La imposición de la Enmienda Platt y la no concretada soberanía cubana sobre Isla de Pinos como apéndice obligatorio  a la Constitución de 1901, resultó una afrenta a todo ciudadano digno y se mantuvo como tal hasta su derogación en 1934, en realidad cuando ya no hacía falta, pues nuestra supuesta independencia, era mera fórmula teórica. Los políticos de entonces, ya en usufructo del poder, salvo muy honrosas excepciones, respondían a los intereses foráneos, con una mente colonizada y dependiente, pero siempre presente como estigma para la soberanía nacional, por la que lucharon Martí y tantos otros, durante más de dos centurias. Aún hoy la presencia de la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo nos lo recuerda. Cuba resultó el primer experimento neocolonial de la gran potencia en tierras de América.
Como reflexiona Fidel Castro…"…lo peor de la Enmienda Platt fue la hipocresía, el engaño, el maquiavelismo y el cinismo con que elaboraron el plan para apoderarse de Cuba, al extremo de proclamar públicamente los mismos argumentos de John Quincy Adams, en 1823, sobre la manzana que caería por gravedad. Esta manzana finalmente cayó, pero estaba podrida, como previeron muchos pensadores cubanos durante casi medio siglo, desde José Martí en la década de 1889 hasta Julio Antonio Mella, asesinado en enero de 1029. Nadie podría describir mejor lo que significaba para Cuba la Enmienda Platt que el propio Leonard Wood (al frente de las tropas de ocupación interventoras, entonces. N. del A.), en dos fragmentos de la carta confidencial, fechada el 28 de octubre de 1901, a su compañero de aventura Theodore Roosvelt:
<<Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión., Esto, sin embargo, requerirá algún tiempo, y durante el tiempo que Cuba mantenga su propio gobierno, es muy de desear que tenga uno que conduzca a su progreso y mejoramiento. No puede hacer ciertos tratados sin nuestro consentimiento, ni pedir prestado más allá de ciertos límites y debe mantener las condiciones sanitarias que se le han preceptuado, por todo lo cual es bien evidente que está en lo absoluto en nuestras manos y creo que no hay un gobierno europeo que la considere por un momento otra cosa, sino lo que es, una verdadera dependencia de Estados Unidos, y como tal es acreedora de nuestra consideración (…) Con el control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. La isla se americanizará gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo…>> " (80).

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