CRITICA FENOMENOLÓGICA A LA EDUCACIÓN INTEGRAL


Raúl Arturo Sánchez Irabú

4.5. Integralidad interior

Para tener una coherencia con lo que hemos argumentado a lo largo de este trabajo de investigación nos hemos permitido desarrollar, lo que consideramos el proceso antropológico, que desde nuestra perspectiva, debe impulsar la educación integral: La integralidad interior.

La integralidad interior es un proceso que debe realizar el individuo para convertirse en persona. En este sentido, el gran valor que tiene la educación es poder contribuir a este proceso, que en muchas de las ocasiones se deja de lado, y se convierte en pura transmisión de conocimientos o en formas o estrategias para garantizar que el alumno pueda comprender todo el contenido propio para su propia formación educativa.

Pero permitamos dar un paso más allá de la formación educativa, ya que si bien es cierto, ésta es fundamental porque constituye el currículo necesario para el diálogo que tiene el alumno con su propia realidad, también es cierto que en muchas de las ocasiones nos olvidamos del proceso interno, que no se construye.

La pregunta fundante es la siguiente ¿El proceso educativo garantiza la formación humana? ¿Hasta dónde le corresponde a la educación formar a la persona? ¿Cómo responder al ejercicio de la libertad humana, cuando la persona se encuentra en formación educativa? ¿Por qué tenemos que educar el proceso interno de la persona, si uno de los principios posmodernos es dejar, que la persona piense lo que le plazca?

Vayamos por partes. Es importante que la institución educativa que promueve la educación integral tenga en cuenta el proceso situacional e histórico del individuo para entrar en diálogo con su persona. En muchas de las ocasiones cuando un profesor llega al salón de clases no conoce el ambiente al cual se enfrenta, simplemente llega pensando que es lo que puede proponer como estrategias educativas, pueden funcionar desde la perspectiva de su clase. Sin embargo, si la institución le garantiza al profesor una plataforma situacional del grupo, quizá se pueda comprender mejor la realidad del mismo, y elaborar las estrategias dependiendo de las situaciones particulares del mismo. Esto requiere no sólo intuición educativa, sino requiere profesionalizar el ejercicio educativo áulico, siendo coherentes con los principios de la integralidad humana.

Este primer elemento es importante, porque de esta manera la institución puede garantizar el crecimiento de la persona. Si esto no sucede hay una incoherencia de principios, con la educación integral. Si la institución educativa fundamenta su realidad educativa a partir de la oferta del mercado, o de los niveles de conocimiento del aprendizaje mismo, rompe con la educación integral.

Desgraciadamente este es un problema real, no sólo de instituciones privadas sino también públicas, no siguen una coherencia de principios, porque muchas veces éstos no se encuentran bien claros. A pesar de ello, debemos pensar que el primer encuentro que garantiza la educación integral es la persona misma.

Es a partir de la perspectiva de la persona individual y concreta, como se puede ir fomentando la integralidad interna. De esta forma, no sólo el educando debe entrar en esta dinámica sino también los educadores. Es importante que no sólo se quede en los educandos, sino que se transfiera a cualquier individuo que forme parte del proceso educativo, ya que de esta manera se garantiza la personalización del trabajo y se comprende la realidad de quienes participan en el proceso educativo.

En muchas ocasiones se piensa que por la madurez de la persona del educador, no necesita de este proceso de integralidad interna, y esto es falso, ya que todos debemos estar involucrados en este proceso, incluso los padres de familia. Sólo de ésta manera garantizamos que la educación sea integral.

Nos preguntaremos ¿Por qué a partir de su situación y de su historia? La respuesta es que no participamos de toda su historia, es decir, no conocemos su vida, ni hemos vivido sus propias circunstancias, que son tan relevantes como el simple hecho que esté en nuestra institución educativa. No somos entes aislados, ni tampoco vamos a resolver la vida de la persona, pero si vamos a compartirla, y ninguno de nosotros, bajo los principios de la contingencia y el devenir, tenemos asegurado el futuro de nuestra propia existencia, incluso, lo estamos construyendo a partir de las circunstancias del otro.

Tanto el educando como el educador comparten su historia y sus propias circunstancias, para poder desarrollarse integralmente. La gran diferencia, es que el educador que ha asumido los principios del devenir y la contingencia, podrá participar con mayores herramientas, en el proceso de personalización del educando que se encuentra en formación de su propio interior. Como argumenta Rombach, cada situación es una interpretación de otra situación, la cercana lo es de la lejana, la lejana de la cercana. (Cfr. ROMBACH, 2004, pág. 274) Es decir, el educando debe interpretar la situación de sus formadores, como los formadores deben comprender el nuevo proceso de interpretación de la realidad que hacen los mismos educandos. Esta apertura es la que construye la realidad educativa integral, y fomenta la integralidad interna, tanto del educando como del educador.

Ahora bien, ¿Hasta donde nos corresponde? Nos corresponde más allá de la propia libertad del hombre. Algunos pensarán que no podemos obligar a nadie a actuar ni a pensar como nosotros pensamos, y es cierto, pero no se trata de pensamientos, ni de formas de actuar, se trata de integrar a la persona, esto requiere no sólo hablar con él, sino proponer estrategias educativas, que le ayuden a formarse integralmente. Por tanto, si somos lo suficientemente creativos, podremos establecer estrategias, que vayan más allá de su propia libertad, ya que ésta se encuentra limitada a la realidad concreta que el mismo vive. Por ejemplo, hemos constatado que los alumnos de preparatoria que viven en unas circunstancias particulares como pueden ser las de León Guanajuato, no están acostumbrados a apoyar a las personas que viven en desgracia, pero si en medio de la desgracia, como estrategia educativa, se nos ocurre llevarlos al lugar del siniestro, previamente capacitados para experimentar la realidad de otros, su propia perspectiva de vida, estoy seguro que cambiará. Esto no pasa, porque quienes están al frente de las instituciones educativas, tienen miedo de enfrentar la realidad, además les compromete a dar más, del tiempo que tienen destinado para educar.

A este proceso le llamamos integralidad interna, ya que la escuela puede llegar hasta donde puedan hacer de la experiencia una realidad interna de la persona. El encuentro con la alteridad, siempre abre otras perspectivas de vida. Estamos convencidos, que sólo a partir de las experiencias de la vida, se puede educar integralmente a los jóvenes. Si reducimos la educación a las simples clases educativas, caemos en el error de creer que el conocimiento puede cambiar la realidad humana, y no basta con ello. Hay que enfrentar la realidad con la persona, para que el alumno salga de la simulación provocada por los factores que ya hemos analizado en el primer capítulo.

Es importante educar el interior de la persona, no basta que nos garanticen que pueden responder a lo que hemos propuesto, es decir, muchas veces creemos que la educación integral se basa en el alto nivel educativo de una institución, o bien, garantizar que los proceso de evaluación estén dentro de un estándar de calidad educativa. A todo esto y mucho más, no le quitamos su valor, lo que criticamos es la falta de coherencia de principios con la educación integral.

El principio de la integralidad interior que se propone, es un principio de unificación interna, entre la realidad y la persona humana, que sólo se puede ejercitar cuando la experiencia de vida, entra en la posibilidad de relación con el mundo.

Rombach irá más allá de garantizar la unificación de la realidad con la persona, el justifica que el hombre no vive sólo, que su experiencia de la vida, tiene que trascender a la experiencia cósmica, es decir, sustenta que el hombre no está solo en el universo. También el universo es humano. No hay escalones, fases y formas de desarrollo de la naturaleza, que devengan de una manera más propia. (Cfr. ROMBACH, 2004, pág. 281), por esto, no sólo la realidad humana nos constituye, sino también el universo mismo, con todo lo que implica, porque no acceder al interior del hombre, sería renunciar a la posibilidad de integrarlo, en conjunción con el cosmos.

No olvidemos que gran parte de la existencia humana, se encuentra en su interior. Este interior, que se refleja de muchas maneras, y en algunas ocasiones es producto de la desintegración propia de la posmodernidad. Hoy en día, las manifestaciones de la posmodernidad, son garantía de que se puede recuperar el interior del ser humano.

La importancia de este proceso queda todavía contingente y en devenir, ya que necesita de su propia experiencia de vida, en contacto directo con la realidad, para comenzar a construir lo que hemos denominado educación integral. Ésta no puede quedar en la idealidad intrascendente, tendrá que seguir ejercitándose en otros ámbitos que no sean propiamente los del aula.

Soñamos y creemos que nuestro mundo y nuestra sociedad pueden educarse también integralmente, para llegar a realizar este proceso interno y cósmico de la integralidad interior del Ser.

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