SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Partido Bolchevique (obreros) y Partido Menchevique (campesinos).-

 

Hemos dado unos primeros pasos en lo que para los campesinos y sus organizaciones significó que el partido bolchevique consiguiera la dirección de las instituciones en Rusia. Las ventajas materiales obtenidas y la dirección de esas ventajas coincidían, como hemos dicho, con las aspiraciones campesinas expresadas a través de antiguas y numerosas revueltas, y a través de las propias organizaciones, una de las cuales, el partido menchevique, vino a convertirse en el representante más importante de este sector en el mundo de las instituciones (Gobierno, Parlamento, Ejército).

Partido Bolchevique y mundo de los obreros industriales, por un lado, y Partido Menchevique y mundo de los campesinos, por otro, fueron el soporte del Gobierno formado por Lenin. Los primeros pasos de lo que se suponía que acabaría en el comunismo, se tuvieron que negociar entre estos dos grandes sectores.

Las primeras medidas tomadas por el Gobierno revolucionario, referidas al mundo del campesinado, fueron copiadas del proyecto que tenía preparado el partido menchevique. Por lo tanto se trató de llevar a la práctica, algo que no coincidía con el proyecto del partido bolchevique, el de los obreros industriales. Hubo que pactar, porque, según el punto de vista de Lenin, en un país en que el grueso de la producción estaba en manos campesinas, no se podía aplicar sin más un proyecto pensado y elaborado por un mundo bastante ajeno a éste, como es el de los obreros industriales.

Este acuerdo entre el mundo de los obreros y el de los campesinos, era un acuerdo temporal, es decir, desde el comienzo se sabía que tendría una duración limitada. Y esto era así porque el proyecto del partido comunista, bolchevique, no coincidía con el que tenían los campesinos. Por lo tanto, se trataba de conseguir el apoyo de los campesinos y de sus organizaciones (especialmente del  partido menchevique) al nuevo Gobierno revolucionario, y a cambio de ese apoyo se les permitía organizar la producción en el campo al modo como lo concebían los campesinos. Sin embargo, el Gobierno tenía otro proyecto para el conjunto de la producción, incluida, naturalmente la producción agrícola. El acuerdo era un compás de espera mientras arrancaba la nueva producción industrial; cuando ésta, saliera del estado lamentable en que se encontraba había que replantearse el pacto alcanzado. Y así ocurrió, como veremos más adelante.

El proyecto global que manejaba el Gobierno, era el proyecto que tenían los obreros industriales, representados por el partido bolchevique (el partido comunista).

Las diferencias de este proyecto respecto al de los campesinos arrancan de las distintas maneras en que uno y otro se encuentran en el proceso de trabajo en que participan.

El campesinado se representa (en su mente, en su cabeza), su porvenir, su proyecto partiendo de la realidad que tiene entre manos. Cada campesino es un trabajador, dueño de sus tierras, su ganado, sus herramientas.

Con el producto que obtiene, se procura cuanto necesita para vivir. Si se plantea mejorar su vida, enseguida le aparecen en su imaginación unas tierras mejores, unas herramientas, una maquinaria, una simiente, un abono, mejores. Pero él sigue siendo un campesino, un trabajador –propietario individual. No se plantea cambiar la forma de trabajar ya le va bien la que tiene.

La revolución rusa para el campesinado abría esas posibilidades, y por eso la apoyaron. Es curioso que, hoy día, y en otro lugar (en Brasil), los dirigentes del movimiento de “los sin tierra”, se quejan de que sus seguidores, en cuanto consiguen una parcela y sus aperos y animales, consideran haber conseguido lo que querían, y dejan el movimiento, porque ya les ha dado lo que perseguían. Esa era su revolución.

Un obrero, sin embargo, como hemos visto, es otra cosa. Trabaja para el capital. La dirección, la iniciativa, los resultados, todo corresponde al capital. El es un “ajeno” en el trabajo. No es que trabaje por cuenta ajena, es más bien él  el “ajeno”; nada es suyo, de cuanto le rodea en el trabajo.

Cuál puede ser el ideal (el proyecto de futuro mejor) para un obrero, o mejor, para el mundo de los obreros, De esa pregunta arranca el pensamiento del movimiento obrero, el pensamiento comunista.

Ya hemos ido viendo cómo se han ido acumulando los materiales de los que está compuesto este pensamiento. Como en un movimiento de aluvión en el tramo final de un río, se encuentran todos colocados por épocas, cada riada dejó los suyos; a través de ellos podemos conocer la historia del río, y de las tierras que a él mandan sus aguas.

Entre los materiales con los que se ha ido construyendo el proyecto que los obreros llevan en su cabeza, la forma en que se realizará el futuro mejor que esperan, hay de todo: fantasías, deseos, aspiraciones, conocimientos.

Todo este material ha sido recogido, ordenado, estudiado y explicado a los obreros por parte del partido socialista y el partido comunista (con los nombres y las variantes que tenían y tienen en todos los países europeos, incluida Rusia).

Al partido bolchevique le tocó en Rusia el papel de dibujar primero sobre el mapa el proyecto que los obreros rusos tenían sobre su futuro, y embarcarse después en la aventura de la travesía, siguiendo el rumbo trazado.

El rumbo consistía, en pocas palabras, en hacerse con la dirección y control de toda la producción, y desde esta posición, controlar todas las instituciones. Este proyecto parecía cumplir con las mejores aspiraciones de los obreros. Las dificultades aparecían al ponerlo en práctica. Ya hemos visto lo difícil que resultaba que los propios obreros pusieran en funcionamiento, no sólo la producción, sino las instituciones necesarias para asegurar la reproducción.

El partido comunista ruso fue el primero en advertir que el proyecto que él presentaba, como proyecto propio de los obreros (la prueba era que los obreros lo apoyaban masivamente), tenía muchos agujeros, era muy incompleto.

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