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ECONOMÍA POLÍTICA GLOBAL. UNA INTRODUCCIÓN

Antonio Luis Hidalgo Capitán (Coord.)




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TERCERA PARTE

ASPECTOS TERRITORIALES

En esta parte del documento se presentan los aspectos territoriales de la economía mundial, es decir, todos los aspectos que tienen que ver con el espacio, como son las relaciones entre el sistema económico mundial y su medio, la distribución territorial de la renta y la riqueza dentro del sistema económico mundial y las divisiones y subdivisiones territoriales que pueden hacerse dentro del sistema económico mundial.

El capítulo 5, “La economía mundial y el medio ambiente”, analiza las relaciones entre el medio ambiente y la economía mundial desde una perspectiva sistémica, centrando el tema en los principales problemas ambientales y en la regulación de las citadas relaciones por medio de la interacción de determinados agentes e instituciones, para terminar con el estudio de la concepción del desarrollo sostenible.

El capítulo 6, “El desarrollo y el subdesarrollo en la economía mundial”, estudia los fenómenos del desarrollo y el subdesarrollo, haciendo especial hincapié en los conceptos de la dualidad desarrollo-subdesarrollo y su medición, para centrar el tema en el análisis en la conformación histórica y la dimensión actual del desarrollo y el subdesarrollo, y terminar con un repaso por los principales agentes e instituciones reguladoras de dicha dualidad.

El capitulo 7, “La regionalización de la economía mundial”, está dedicado al estudio de la división del sistema económico mundial en susbsistemas económicos territoriales dependientes de él y, entre ellos, los subsistemas regionales o bloques regionales, los cuales son analizados de forma detallada, para terminar con el estudio de los procesos de integración regional.

CAPÍTULO 5

LA ECONOMÍA MUNDIAL Y EL MEDIO AMBIENTE

Antonio Luis Hidalgo Capitán

Irene Correa Tierra

5.1. Las interacciones entre el medio ambiente y la economía mundial

Una forma de interpretar las relaciones entre el medio ambiente y la economía mundial es por medio del análisis sistémico con perspectiva fenomenológica, tal y como hemos hecho en temas anteriores.

5.1.1. El planeta Tierra como sistema ecológico

Junto con los fenómenos sociales y los fenómenos económicos, también existen una serie de fenómenos naturales que podemos definir como aquellas interacciones o procesos físicos, químicos y biológicos entre elementos materiales y energéticos. Dichas interacciones constituyen el ámbito de los fenómenos naturales.

Si observamos estos procesos podemos distinguir, en el espacio físico del planeta, un sistema ecológico planetario o ecosistema mundial; sistema que mantiene una serie de relaciones tanto con el sistema económico mundial como con otros sistemas económicos del entorno de éste; a las relaciones entre los distintos sistemas sociales (sobre todo los económicos) y el ecosistema mundial las denominamos interacciones antrópico-naturales.

En el ámbito de los fenómenos naturales todas las relaciones humanas, incluidas las económicas, pueden ser interpretadas como fenómenos naturales, es decir, como interrelaciones físicas, químicas y/o biológicas. Sin embargo, nosotros, como observadores, vamos a analizar las relaciones que se producen entre el sistema económico mundial y el ecosistema mundial como relaciones entre dos sistemas existentes en ámbitos fenomenológicos distintos.

5.1.2. Las relaciones entre el sistema económico mundial y el ecosistema mundial

Este ecosistema mundial es fuente de todos los recursos naturales y ambientales que utiliza el sistema económico mundial en sus actividades de producción (la agricultura, la ganadería, la pesca, la silvicultura, la minería, la producción de energía y el abastecimiento de agua, pero también la industria y la construcción y gran parte de los servicios) y de consumo, al tiempo que funciona como sumidero de todos sus desechos con un valor económico residual.

Sin embargo, el ecosistema mundial es una fuente finita de recursos naturales no renovables, posee una capacidad limitada de regeneración de recursos naturales y ambientales, así como de una capacidad igualmente limitada de absorción de residuos. Mientras la actividad económica de los seres humanos ha sido relativamente moderada, las citadas limitaciones del ecosistema mundial no han sido superadas; pero, con la expansión de la actividad económica de los últimos veinticinco o treinta años, las capacidades del ecosistema mundial están siendo puestas a prueba y se está produciendo, como consecuencia de ello, una merma en la calidad de vida de los seres humanos. Ello ha provocado la aparición de nuevas actividades económicas encaminadas a regular la explotación de los recursos naturales y ambientales (gestión de espacios protegidos, valoraciones de impacto ambiental, regeneración de espacios naturales, reforestación…) y las emisiones de residuos (reciclaje, gestión de residuos, aprovechamiento de energías limpias, desarrollo de tecnologías menos intensivas en recursos naturales y menos contaminantes…).

Pero además el funcionamiento del sistema económico mundial genera cambios en el funcionamiento del ecosistema mundial, como podría ser el caso de ciertas catástrofes ambientales de origen antrópico (incendios, vertidos de productos químicos, radiaciones nucleares...), al igual que el funcionamiento del ecosistema mundial genera cambios en el sistema económico mundial, como podrían ser las alteraciones climáticas (sequías, inundaciones, olas de frío o calor...), la actividad telúrica (terremotos, erupciones volcánicas...) o la extinción, mutación, aparición y proliferación de nuevas especies (virus, bacterias, insectos, algas...) (figura 5.1).

5.2. Los principales problemas ambientales

No obstante, de todas las interacciones que se producen entre ambos sistemas, las que revisten más interés para el estudio de la economía mundial serían las que se conocen como problemas ambientales, es decir, aquellos cambios producidos en el ecosistema mundial, como consecuencia de su interacción con el sistema económico mundial, y que terminan generando consecuencias no deseas para este último sistema.

5.2.1. Los tipos de problemas ambientales

Los problemas ambientales pueden ser clasificados en problemas globales, transnacionales, nacionales o locales, según el ámbito geográfico al que afecten.

Así se consideran problemas ambientales globales aquellos que afectan al bienestar de toda la humanidad y que requieren un compromiso mundial con acciones coordinadas para solucionarlos. Estos problemas son fruto de actividades que se encuentran en muchos sistemas económicos nacionales, y que por lo tanto obliga a trabajar en conjunto, respetando unas pautas comunes, independientemente de la “culpabilidad” real de cada uno. Pese a la no existencia de una autoridad supranacional en materia ambiental, la asunción del compromiso de responsabilidad compartida, pero diferenciada, ha resultado ser clave para el avance en la solución de este tipo de problemas, y de hecho, bajo este prisma, se han ido realizando las cumbres sobre el medio ambiente para lograr coordinar políticas de protección del medio ambiente. Entre los problemas globales más relevantes encontramos: el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono, la pérdida de diversidad biológica y el agotamiento de los recursos marinos. Algunos de estos problemas se están intentando solucionar mediante el establecimiento de acuerdos internacionales.

Junto a estos problemas ambientales globales, existen otros que podríamos denominar transnacionales o transfronterizos, en la medida en que afectan a más de un sistema económico nacional, pero sin llegar adquirir una dimensión global. Su solución requiere de la cooperación internacional entre los gobiernos de los sistemas económicos nacionales afectados. Entre estos problemas destacamos la lluvia ácida derivada de la contaminación atmosférica y la contaminación en mares, lagos y ríos ribereños de varios sistemas económicos nacionales.

Los problemas ambientales nacionales son aquellos problemas originados y padecidos en el territorio de un sistema económico nacional. En este caso alcanzar la solución depende de factores internos del sistema económico nacional, entre los que destaca la voluntad política y la madurez social. Entre los principales problemas ambientales de carácter nacional destacan el agotamiento de recursos y la emisión de residuos contaminantes a la atmósfera, al agua y al suelo.

Entre los problemas ambientales nacionales, merecen especial atención los que tiene lugar en sistemas económicos nacionales subdesarrollados, en la medida en que se derivan de la pobreza existente en los mismos que aumentan la presión que ejerce la creciente población sobre los recursos naturales de estos sistemas económicos nacionales. Ejemplos de estos problemas sería la deforestación, que conduce en muchos casos a una posterior desertificación y ejerce, también, una presión muy importante en la diversidad biológica de la zona. Para solucionar estos problemas resulta determinante la cooperación internacional entre sistemas económicos nacionales desarrollados y subdesarrollados.

Y, por último, estarían los problemas ambientales locales, que serían aquellos que se localizan en un territorio muy concreto y cuya solución es responsabilidad de la administración local con competencias en materia ambiental. Ejemplos de este tipo de problemas son la contaminación acústica y lumínica; aunque también dentro de esta categoría podemos encontrar problemas ambientales como la pérdida de la biodiversidad, la deforestación o la desertificación.

5.2.2. La “lista negra” de los problemas ambientales

Los principales problemas ambientales son: el calentamiento global; el adelgazamiento de la capa de ozono; la pérdida de biodiversidad; la contaminación de los mares y la sobreexplotación de recursos pesqueros; la contaminación atmosférica; la contaminación hídrica y el acceso al agua potable; la contaminación y la pérdida de suelo (erosión, deforestación, desertificación); la alteración del ciclo de nitrógeno; la generación de residuos; y la contaminación acústica y lumínica.

a) El calentamiento global

El calentamiento global es consecuencia del efecto invernadero, que es un fenómeno consistente en el incremento, a causa de la actividad humana, de la presencia en la atmósfera de determinados gases (los denominados gases de efecto invernadero o GEI, de los cuales el dióxido de carbónico o CO2 es el más importante). Estos gases permiten el paso de la radiación solar de onda corta hacia la Tierra y detienen, por el contrario, la salida del calor irradiado en medida proporcional a su concentración, actuando así como un invernadero. Dicho fenómeno se traduce en un aumento de la temperatura del planeta o calentamiento global, que a partir de un determinado umbral tiene como consecuencia una transformación brusca del clima o cambio climático.

La actividad económica es la principal causa de la existencia de este problema, pues aunque estos gases se generan también de forma natural, la cantidad existente de los mismos revela el papel determinante que los seres humanos hemos tenido en su generación. Las principales actividades económicas generadoras de CO2 son las que implican combustión, esto es, los incendios forestales en los bosques tropicales, la actividad industrial (sobre todo las que utilizan como energía los combustibles fósiles –carbón, petróleo y gas natural-) y los medios de transporte (también dependientes de los combustibles fósiles).

De producirse un cambio climático éste tendría como consecuencias el aumento de las zonas desérticas en los trópicos y una tropicalización de las zonas templadas (con el aumento de enfermedades derivadas de la proliferación de insectos) y la alteración de las corrientes marinas (con la consiguiente alteración del régimen de temperaturas y lluvias, así como de los diferentes caladeros marinos). Aunque, tal vez, uno de los efectos más llamativos pudiera ser el derretimiento del hielo glaciar (Alaska, Andes, Escandinavia, Himalaya…), el hielo marino (Ártico) y el hielo con base en tierra (Groenlandia, Antártida…) con importantes consecuencias en el aumento de los niveles de ríos, lagos y mares (que generarían la evacuación de los asentamientos humanos en las zonas costeras y la desaparición de actividades económicas vinculadas con el hielo, como, por ejemplo, el turismo).

b) El adelgazamiento de la capa de ozono

La capa de ozono intercepta las radiaciones solares ultravioletas de longitud de onda inferior a 300 nanómetros, actuando de esta forma como escudo de protección. A través de esta capa sólo pasan las radiaciones de longitud de onda superior a este valor, y entre ellas, sólo una fracción de las ultravioletas, que es incluso beneficiosa para el hombre por ser la responsable de la síntesis de vitamina D, necesaria para la fijación de calcio en los huesos.

La destrucción de parte del ozono estratosférico se produce cuando éste reacciona con una serie de gases, entre los que destacan los de compuestos nitrogenados y los clorofluorocarbonos (CFC), dando lugar a la reducción del espesor de la capa. Dichos gases se utilizaban fundamentalmente en aparatos de refrigeración y como propelentes de envases a presión (aerosoles).

Los efectos económicos de este problema ambiental se identifican con los daños económicos originados por el incremento de la radiación ultravioleta en la Tierra, como por ejemplo los costes médicos por las graves enfermedades de la piel, los ojos y el sistema inmunológico, así como los derivados de la pérdida de equilibrio de ciertos ecosistemas (por la vulnerabilidad de determinadas especies a los organismos patógenos) y sus implicaciones en el cambio climático (ya que la pérdida de ozono genera un enfriamiento de la baja estratosfera alterando con ello el clima).

c) La pérdida de biodiversidad y la amenaza de la bioseguridad

La pérdida de riqueza ambiental viene originada por la caza y la recolección de determinadas especies de flora y fauna por razones económicas (alimentación, vestido, decoración…) y por el deterioro o la destrucción de sus hábitats por iguales motivos (comunicaciones, explotación minera, cultivo, contaminación…).

Dicha reducción de la diversidad biológica afecta a tres ámbitos distintos, la diversidad de ecosistemas, la diversidad de especies y la diversidad genética dentro de una misma especie, por lo que los principales efectos perjudiciales son la pérdida del valor potencial de la variedad genética y de especies para las industrias farmacéutica y agroalimentaria y la amenaza del equilibrio de los propios ecosistemas.

Vinculado con el problema de la pérdida biodiversidad ha surgido el problema de la bioseguridad, es decir, el problema de los riesgos potenciales para el medio ambiente y la salud humana de la modificación genética de especies de flora y fauna que terminan convirtiéndose en alimentos transgénicos. Se desconoce el efecto a largo plazo del consumo de dichos alimentos y, si éstos llegasen a ser negativos, puede que sea demasiado tarde para eliminar dichas variedades genéticas si las mismas se han entremezclado con las variedades naturales.

d) La contaminación de los mares y la sobreexplotación de recursos pesqueros

Los ecosistemas marinos del planeta están seriamente amenazados por la contaminación (vertido de aguas residuales urbanas, agrícolas e industriales, reducción de sedimentos naturales debido a la construcción de presas, derrames de crudo…) y por la sobreexplotación de los caladeros pesqueros y el desarrollo anárquico de la acuicultura; y a ello se une la reducción de la productividad del fitoplancton, debido al aumento de la radiaciones ultravioleta, al cambio climático y la lluvia ácida, que pone en peligro toda la cadena trófica de origen marino.

Entre los efectos negativos derivados de este problema destacan la degradación del litoral de muchos territorios (que los hace poco adecuado para la realización de actividades económicas como asentamientos humanos, turismo, pesca…), la desaparición de caladeros costeros (poniendo en peligro el aporte proteínico de la dieta de muchas comunidades), el deterioro de los ecosistemas marinos (arrecifes de coral, manglares, estuarios, marismas…) y la pérdida de biodiversidad.

e) La contaminación atmosférica

Además de los gases ya mencionados, la actividad económica (producción de energía, vehículos a motor, producción industrial, cocina, calefacción, utilización de ciertos materiales…) emite a la atmósfera una serie de gases que deterioran la calidad ambiental del aire.

La contaminación atmosférica suele clasificarse en dos tipos, la contaminación “de puertas afuera” y la contaminación ”de puertas adentro”. La primera viene producida fundamentalmente por la emisión de dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, ozono, plomo y partículas en suspensión; mientras que la segunda se produce por humo (de la combustión de leña, carbón vegetal, paja, estiércol, tabaco…), gas radón y otros gases y partículas en suspensión (derivados del uso de determinados materiales de decoración, como ciertas piedras, pinturas, ambientadores, pesticidas, repelentes…).

Entre los efectos negativos que tiene dicha contaminación destacan el aumento de la incidencia y la gravedad de enfermedades humanas relacionadas con las vías respiratorias y la piel (asma, cáncer del pulmón…), así como la alteración del equilibrio de los ecosistemas urbanos (afectando a plantas, aves, insectos…) y, sobre todo, la lluvia ácida .

f) La contaminación hídrica y el acceso al agua potable

El agua dulce del planeta se encuentra desigualmente repartida y hay más de 25 sistemas económicos nacionales deficitarios y más de 20 en situación precaria, por lo que el acceso al agua potable resulta muy difícil para una parte importante de la población mundial. Si a ello añadimos las modificaciones de los regímenes hídricos provocadas por el cambio climático, el problema se hace aún mayor.

Además los residuos de las actividades económicas generan su cada vez mayor contaminación del agua dulce, como por ejemplo la producida por la lluvia ácida derivada de la contaminación atmosférica, por el uso de fertilizantes nitrogenados de la agricultura, por los vertidos de metales pesados y componentes orgánicos persistentes procedentes de la industria, por los vertidos de aguas residuales urbanas sin tratamiento o por salinización de acuíferos costeros derivada de su sobreexplotación para regadío, uso industrial, turístico o doméstico.

Los principales efectos de estos problemas serían: los perjuicios para la salud humana de las personas que utilizan agua contaminada para beber, cocinar o asearse o consumen productos pesqueros capturados en aguas contaminadas (pescado, marisco y moluscos) o productos vegetales cultivados con dichas aguas; la amenaza para los ecosistemas en peligro debido a que los contaminantes dificultan la vida de determinadas especies de flora y fauna y favorecen la proliferación de otras especies (mareas rojas o marrones provocadas por algas…); la reducción de la riqueza piscícola de los ecosistemas de agua dulce y de los marinos costeros con el consiguiente impacto en la alimentación de las poblaciones que viven de dichos recursos; la desaparición de acuíferos de agua dulce sobreexplotados con hundimientos del terreno o salinización de los acuíferos de agua dulce costeras, igualmente sobreexplotados, por la intrusión de agua salada, con el consiguiente impacto en las poblaciones locales y las tierras de cultivo; y, en general, la pérdida del valor económico de los ríos y lagos contaminados o secos, y sus riberas, que dejan de ser aptos para las actividades económicas (pesca, acuicultura, agricultura, ganadería, turismo…) y para los asentamientos humanos.

g) La contaminación y la pérdida de suelo: erosión, deforestación y desertificación

La deficiente gestión agrícola e hídrica, junto con el excesivo uso de fertilizantes y plaguicidas, el vertido incontrolado de desechos y la lluvia ácida derivada de la contaminación atmosférica, están provocando la pérdida de la calidad ambiental de los suelos de muchos sistemas económicos nacionales. Además los incendios forestales, tanto naturales, como antrópico-naturales (derivados del cambio climático), como antrópicos (quema de bosque para aprovechamiento agropecuario o inmobiliario de las tierras o de la madera…) están acabando con las reservas forestales del planeta.

Así, la desaparición acelerada del bosque tropical, además de otras reservas forestales aún más sensibles existentes en sistemas económicos nacionales desarrollados, está provocando una deforestación del planeta, que a su vez reduce la capacidad de reciclaje natural del CO2, contribuyendo con ello al cambio climático. A ello hay que unir que la propia deforestación, junto con la contaminación y sobreexplotación de los suelos los hace más vulnerables a la erosión natural, lo que está contribuyendo al avance del desierto en muchas zonas del planeta (desertificación), con lo que ello supone de destrucción de ecosistemas y de trastorno para las poblaciones de dichos territorios (hambrunas, migraciones…).

h) La alteración del ciclo del nitrógeno

Determinadas actividades económicas, como la agricultura intensiva con uso de fertilizantes de nitrógeno inorgánico, el cultivo de leguminosas (soja, guisantes, alfalfa…) y la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón), aumentan la cantidad de nitrógeno antrópico que se deposita en los ecosistemas terrestres y acuáticos y que se emite a la atmósfera, alterando la composición química de los suelos, las aguas y la atmósfera.

Y ello genera pérdida de biodiversidad (por el crecimiento excesivo de determinadas algas y plantas), contaminación de acuíferos (con los consiguientes efectos sobre la salud humana y los consiguientes costes de depuración del agua), lluvia ácida (que afecta a determinadas poblaciones de peces y a los nutrientes y la acidez del suelo) y la destrucción del ozono al reaccionar con el óxido nitroso.

i) La generación de residuos

Además de los residuos ya mencionados, la actividad económica genera cuatro tipos más de residuos altamente contaminantes, los metales pesados (plomo, mercurio…), los contaminantes orgánicos persistentes (dioxinas, furanos, DDT y otros plaguicidas…), los residuos radioactivos (de las centrales nucleares…) y los residuos urbanos (basura en vertederos o incinerada).

La incorporación de metales pesados o de contaminantes orgánicos persistentes en la cadena trófica genera problemas de salud humana y animal. La liberación de la radioactividad de los residuos acumulados en vertederos es una amenaza a lardo plazo para el equilibrio de los ecosistemas y la salud humana. Mientras que los residuos urbanos de los vertederos terminan contaminando el suelo (metales pesados), el agua (lixiviación) y el aire (gases de biodegradación) y los incinerados generan cenizas, escorias, dioxinas y furanos.

j) La contaminación acústica y lumínica

La producción industrial, la construcción, el tráfico (aéreo, marítimo, ferroviario, por carretera y urbano), las concentraciones urbanas y determinados servicios (espectáculos…) provocan una cada vez mayor cantidad de ruido, que termina generando problemas de salud humana (sordera, estrés, trastorno del sueño…) y alteración de ecosistemas en equilibrio (migraciones de especies).

La iluminación de las ciudades y de las vías de comunicación generan una cada vez mayor iluminación nocturna que afectan al paisaje (visión de estrellas…) y alteran ecosistemas en equilibrio (depredadores nocturnos…).

5.3. La regulación de la interacción entre la economía mundial y el medio ambiente

Ante el surgimiento de los problemas ambientales antes citados, los diferentes agentes reguladores del sistema económico mundial han comenzado a prestar atención a los temas ambientales, ya que, de no hacerlo, los perjuicios ocasionados a dicho sistema por los problemas ambientales podrían llegar a convertirse en perturbaciones que lo desestabilizasen.

Así, han surgido en los últimos años una serie de agentes reguladores específicos de estas relaciones, siendo los más importantes los pertenecientes al Sistema de Naciones Unidas, organización que desde su constitución ha venido gestionando una política ambiental, primero, internacional y, ahora, global; fruto de ello ha sido el surgimiento del concepto de desarrollo sostenible como principio fundamental de la regulación de las relaciones entre la economía mundial y el medio ambiente.

5.3.1. Los agentes reguladores de la interacción entre economía mundial y medio ambiente

En la regulación de las relaciones entre el sistema económico mundial y el sistema ecológico mundial participan innumerables agentes, desde los propios ciudadanos que reciclan sus residuos y que utilizan aparatos eléctricos de bajo consumo, hasta las ONGs ecologistas de ámbitos local, regional, nacional o trasnacional (un ejemplo de esto último sería Greenpeace), o administraciones públicas de dichos ámbitos.

Sin embargo, de entre todos los agentes reguladores transnacionales los que más importancia revisten son el Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y la Comisión de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible.

a) El PNUMA

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA (en inglés, United Nations Environment Programme –UNEP-) es el agente regulador supranacional que coordina, tanto las actividades ambientales, como las políticas encauzadas a facilitar la consecución del desarrollo sostenible a nivel mundial. El PNUMA es la “voz del medio ambiente” en el Sistema de Naciones Unidas.

El origen del PNUMA data de 1972, de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Hombre que tuvo lugar en Estocolmo. Esta agencia, con sede en Nairobi (Kenya), surgió en 1975, tras la aceptación mundial del vinculo existente entre desarrollo y medio ambiente.

El principal órgano rector y legislativo del PNUMA es el Consejo de Administración, que está compuesto de 58 miembros elegidos por la Asamblea General de las Naciones Unidas por un período de cuatro años, según el siguiente criterio: 16 puestos para gobiernos de África; 13 puestos para gobiernos de Asia; 6 puestos para gobiernos de Europa Oriental; 10 puestos para gobiernos de América Latina y el Caribe; y 13 puestos para gobiernos de Europa Occidental.

La misión que orienta el trabajo del PNUMA es proveer el liderazgo y el compromiso conjunto en el cuidado del medio ambiente, tanto a nivel global como local, inspirando, informando y formando en la mejora de la calidad de vida de la población mundial sin comprometer la de las generaciones venideras. Su finalidad es coordinar el desarrollo de las políticas ambientales, consensuadas en torno al cuidado del medio ambiente global, mediante la vigilancia y estudio de situaciones de emergencia que reorienten a los gobiernos y a la comunidad internacional en sus acciones. El PNUMA ha impulsado las Conferencias de la Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (Río-1992 y Johannesburgo-2002) así como de la firma de diversos acuerdos, tratados, convenciones y protocolos que sobre materia ambiental han tenido lugar desde su creación.

Dependiente del PNUMA existen una serie de agentes como, por ejemplo, la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (United Nations Framework Convention on Climate Change –UNFCCC-), que apoya a todas las organizaciones implicadas en el proceso del cambio climático.

También el PNUMA, junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), estableció en 1988 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático o Panel Internacional sobre Cambio Climático (en inglés, Intergovernmental Panel on Climate Change, -IPCC-). El objetivo que orienta el IPCC es evaluar el estado de los conocimientos existentes sobre cambio climático: su ciencia, las consecuencias ambientales, económicas y sociales, y las posibles estrategias de respuesta .

Además el PNUMA, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Banco Mundial crearon en 1991 (aunque se reestructuró en 1994) una organización financiera internacional, denominada Fondo para el Medio Ambiente Mundial, FMAM (en inglés, Global Environment Found –GEF-), con el fin de orientar los recursos destinados al medio ambiente. Integrado por 166 gobiernos, el FMAM posee un Consejo se compone de 32 miembros (16 representantes sistemas económicos subdesarrollados, 14 representantes sistemas económicos desarrollados y 2 representantes de sistemas económicos en transición –antiguos sistemas económicos socialistas nacionales-). En el Consejo de este agente regulador supranacional las decisiones se toman por consenso y, en casos excepcionales, por mayoría de doble ponderación, es decir, con el voto favorable del 60% de los miembros que representen el 60% de las cuotas del fondo.

b) La Comisión sobre Desarrollo Sostenible

Junto con el PNUMA, otro agente perteneciente al Sistema de Naciones Unidas que se ocupa de cuestiones ambientales es la Comisión de la Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, CDS (en inglés, Commission on Sustainable Development –CSD-).

La Comisión sobre Desarrollo Sostenible, creada en 1992, es un agente regulador supranacional, a con sede en Nueva York, cuyos 53 miembros son elegidos por el Consejo Económico y Social (ECOSOC) de entre los representantes de los gobiernos miembros de las Naciones Unidas y sus organismos especializados. De estos 53 miembros, 13 son de África, 11 de Asia, 10 de América Latina y el Caribe, 6 de Europa Oriental y 13 de Europa Occidental y otros sistemas económicos nacionales.

El papel de la Comisión es servir como foro sobre el desarrollo sostenible, lo que incluye: examinar los progresos realizados, en los planos internacional, regional y nacional, en la aplicación de las recomendaciones y compromisos de las Conferencias sobre Desarrollo Sostenible (Río-1992 y Johannesburgo-2002); elaborar orientaciones de política y opciones para lograr el desarrollo sostenible; y promover el diálogo y crear asociaciones para el desarrollo sostenible con los gobiernos, la comunidad internacional y los principales grupos de agentes claves (mujeres, jóvenes, indígenas, ONGs, autoridades locales, trabajadores, sindicatos, comerciantes, industriales, científicos y agricultores).

5.3.2. La política ambiental de las Naciones Unidas

Las Naciones Unidas, y en particular el PNUMA y la CDS, han venido realizando una intensa labor para tratar de coordinar la política ambiental de los principales agentes reguladores (gobiernos nacionales, regionales y locales, fundamentalmente). Dicha coordinación se ha ido articulando en tres niveles, las Conferencias (también denominadas Cumbres), las Convenciones (también denominados, en algunos casos, Acuerdos, Tratados o Convenios) y los Protocolos.

Las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente son encuentros de mandatarios de los diferentes sistemas económicos nacionales en los que se analiza la problemática del medio ambiente mundial y de la que surgen unas declaraciones de intenciones, sin mayor compromiso, pero que marcan la corriente de pensamiento principal sobre el tema.

Hasta la fecha se han celebrado tres conferencias, la de Estocolmo en 1972, denominada Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Hombre, la de Río de Janeiro en 1992, denominada Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo o Cumbre de La Tierra, y la Johannesburgo en 2002, denominada Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible o Cumbre de la Tierra + 10.

Las Convenciones de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (cuadro 5.1), por el contrario son compromisos que adquieren los diferentes gobiernos sobre aspectos específicos de la problemática ambiental (biodiversidad, contaminación de los mares, adelgazamiento de la capa de ozono, generación y gestión de residuos, desertificación, cambio climático…).

Los Protocolos de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (cuadro 5.2), van más allá de las convenciones, ya que se trata de acuerdos de obligado cumplimiento por parte de los gobiernos que se adhieren a los mismos, y versan igualmente sobre aspectos específicos de la problemática ambiental ya que funcionan como mecanismos de desarrollo de las convenciones (biodiversidad, adelgazamiento de la capa de ozono, generación y gestión de residuos, cambio climático…) .

De entre todas estas medidas ha adquirido una notable significación el Protocolo sobre el Cambio Climático, más conocido como el Protocolo de Kyoto.

a) El Protocolo de Kyoto

El Protocolo sobre el Cambio Climático o Protocolo de Kyoto es un compromiso, jurídicamente vinculante para los gobiernos que lo han firmado y ratificado, que pretende controlar el cambio climático que se está produciendo, por medio del objetivo intermedio de reducir las emisiones a la atmósfera de seis gases de efecto invernadero [dióxido de carbono (CO2) -el más importante-, metano (CH4), óxido nitroso (N2O) y gases fluorados: hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6)] .

El Protocolo de Kyoto surgió del desarrollo de la Convención de Río sobre el Cambio Climático de 1992, firmada por 188 gobiernos, pero que no era jurídicamente vinculante. Este acuerdo fue firmado en 1997 por 150 gobiernos y ratificado entre 1997 y 2009 por 182 gobiernos, pero su entrada en vigor se produjo en 2005 .

En este Protocolo se establece una reducción global, de manera progresiva dentro del periodo 2008-2012, del 5,2% de las emisiones de los gases de efecto invernadero, en relación con el nivel de emisiones del año 1990. Ello ha supuesto un claro esfuerzo para los sistemas económicos nacionales industrializados, que son los principales emisores y los que han asumido el compromiso de reducción , de manera que para cada uno de estos sistemas económicos nacionales se estableció un límite de emisiones en relación con las que tenía en el año 1990 (tabla 5.1).

Este acuerdo, además de considerar para los sistemas económicos nacionales industrializados las reducciones de emisiones conseguidas en su territorio, les contabiliza las reducciones alcanzadas en otros sistemas económicos nacionales mediante la utilización de los denominados mecanismos de flexibilidad, así como los gases de efecto invernadero absorbidos mediante los “sumideros de carbono” , que permiten a los sistemas económicos nacionales compensar una parte de sus emisiones por medio de actividades forestales.

Los tres mecanismos de flexibilidad que el acuerdo permite utilizar para lograr las reducciones de emisiones fijadas son los siguientes:

a) Comercio de Derechos de Emisión. Este instrumento permite a los sistemas económicos nacionales industrializados que superen los niveles de emisión asignados, la compra en un mercado de valores de los derechos de emisión que pongan a la venta aquellos sistemas económicos nacionales industrializados que no superen los niveles de emisión asignados.

b) Aplicación Conjunta. Este instrumento permite a los sistemas económicos nacionales industrializados co-financiar en sistemas económicos nacionales industrializados en transición (antiguos sistemas económicos socialistas nacionales) proyectos que contribuyan a reducir las emisiones de dichos sistemas económicos nacionales, o aumentar los “sumideros”, anotando como suya la reducción proporcional obtenida.

c) Desarrollo Limpio. Este instrumento permite a los sistemas económicos nacionales industrializados invertir en sistemas económicos nacionales subdesarrollados con la finalidad de reducir las emisiones de estos sistemas, o aumentar sus sumideros, anotando como suya la reducción obtenida, que no podrá superar el 1% en los casos de aumento de sumideros.

El Protocolo de Kyoto, que expira en 2012, será sustituido por un nuevo acuerdo en el que se espera que se sumen al compromiso de emisión de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero los llamados sistemas económicos nacionales emergentes, entre los que estarían Brasil, China e India.

5.3.3. El desarrollo sostenible

A pesar de que los primeros economistas, los fisiócratas franceses del siglo XVIII, prestaron una especial atención a las relaciones entre la economía y la naturaleza, y que, en el siglo XIX, el trabajo de Malthus, sobre las relaciones entre la disponibilidad de recursos y al aumento de la población, puso de manifiesto la intima interrelación entre naturaleza y economía, lo cierto es que los economistas, en general, hemos prestado poca atención a este tema; al menos hasta los años setenta del siglo XX.

En dicha década comenzaron a proliferar trabajos académicos sobre la cuestión que podríamos clasificar en cuatro corrientes:

a) Los “catastrofistas”, inspirados en un pesimismo malthusiano, para los que la continuación del ritmo de crecimiento llevaría durante el siglo XXI a una catástrofe ecológica y humana, debido a la escasez de recursos naturales; un buen ejemplo de ello es el Informe del Club de Roma Los Límites del Crecimiento.

b) Los “tecnócratas”, inspirados en un optimismo de la abundancia, para los que la naturaleza es una fuente inagotable de recursos naturales, el mercado es un eficaz mecanismos regulador del uso de dichos recursos y el ingenio humano tiene una gran capacidad para encontrar soluciones tecnológicas a los problemas productivos; un buen ejemplo es el libro The resourceful Earth (La ingeniosa Tierra).

c) Los “conservacionistas”, inspirados en un ecologismo intransigente, para los que era necesaria una vuelta al pasado en una reivindicación romántica de la vida rural en pequeñas comunidades autosustentables; un ejemplo de ello lo constituye el movimiento hippy.

d) Los “posibilitas”, convencidos de que debía de haber una vía alternativa que permitiese la compatibilidad del desarrollo con la preservación del medio ambiente; son los impulsores del concepto de ecodesarrollo y posteriormente del de desarrollo sostenible.

En 1987 la Comisión de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo publica el Informe Brundtland Nuestro futuro común.

El informe presentaba una definición del concepto de desarrollo sostenible que se hizo muy popular por su sencillez y que vinculaba definitiva e indisolublemente los conceptos de medio ambiente y desarrollo, de forma que hoy día ya no se entiende ningún desarrollo que no sea sostenible. Así el desarrollo sostenible fue definido como el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

No obstante, este concepto ha sido muy criticado por varias razones. En primer lugar, porque es demasiado ambiguo y cada corriente de pensamiento lo interpreta como considera más oportuno, lo que hace que se acepte con facilidad pero que sea poco operativo. En segundo lugar, porque resulta difícil de cuantificar de forma sintética (no hay un índice de desarrollo sostenible). En tercer lugar, porque la propia definición del concepto constituye un teorema de imposibilidad, dado que si hasta la fecha no hemos sido capaces de satisfacer siquiera las necesidades de las generaciones presentes (solidaridad interregional), ¿cómo vamos a conseguir no comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades (solidaridad intergeneracional)?. Y en cuarto lugar, porque la definición del concepto incorpora dos importantes incertidumbres, las desconocidas necesidades de las generaciones futuras (volumen, hábitos, gustos…) y las desconocidas capacidades de dichas generaciones (desarrollo científico y tecnológico, acceso a recursos naturales extraterrestres…).

Sin embargo, a pesar de dichas críticas, el concepto de desarrollo sostenible ha supuesto la definitiva incorporación de la perspectiva de largo plazo en todos los proyectos de desarrollo, permitiendo descartar aquellos que suponen “pan para hoy y hambre para mañana”.

De hecho, posteriores aportaciones han tratado de profundizar en el concepto de sostenibilidad para tratar de hacer frente a las críticas anteriores. Así, partiendo de la definición de desarrollo sostenible del Informe Brundtland, diferentes economistas han realizado sus aportaciones con tres enfoques diferentes.

a) La sostenibilidad débil neoclásica

Para los economistas neoclásicos, la equidad intergeneracional del desarrollo sostenible queda garantizada si la generación presente deja a las generaciones siguientes un stock global de capital al menos igual al que recibió. Y el stock global de capital estaría formado por el capital producido (bienes de equipo e infraestructura), el capital humano (educación, formación y experiencia) y el capital natural (recursos naturales y ambientales). La sostenibilidad débil supone que el capital natural y el capital producido son perfectamente sustituibles, y que el mercado hará que, conforme se vaya haciendo escaso un recurso, su precio aumente y convertirá en rentables tecnologías alternativas menos consumidoras de dicho recurso, el reciclaje del mismo, la exploración de nuevas reservas y la explotación de reservas ya conocidas pero hasta el momento poco rentables.

El desarrollo sostenible, en la versión neoclásica, implica que la tasa de explotación del capital natural ha de ser inferior a la tasa de creación del capital producido.

b) La sostenibilidad débil ambiental

Para economistas ambientales, el capital natural es insustituible, por lo que debe legarse a las generaciones futuras un valor equivalente al recibido. La sostenibilidad débil ambiental implica que lo que debe permanecer constante es el stock total de capital natural (y no simplemente el stock global de capital), aunque pueden producirse cambios en la composición de dicho capital y compensarse la disminución de un tipo de capital natural con el aumento de otro

El desarrollo sostenible, en la versión ambiental, implica que la tasa de extracción de recursos naturales (renovables y no renovables) ha de ser inferior a la tasa de creación de recursos sustitutos renovables más la tasa de regeneración de recursos renovables.

c) La sostenibilidad fuerte ecológica

Para los economistas ecológicos, el capital natural es igualmente insustituible, por lo que debe legarse a las generaciones futuras un stock equivalente al recibido. Pero la sostenibilidad fuerte ecológica implica que no sólo debe permanecer constante el stock total de capital natural, sino también el stock total de cada tipo de capital natural, sin que puedan producirse compensaciones de un tipo de capital natural por otro.

El desarrollo sostenible, en la versión ecológica, supone que:

a) La tasa de extracción de recursos no renovables ha de ser inferior a la tasa de creación de recursos sustitutivos renovables.

b) La tasa de extracción de recursos renovables ha de ser inferior a la tasa de regeneración de los mimos.

c) La emisión de residuos ha de ser inferior a la capacidad asimilatoria renovable del ecosistema.

d) La tasa de crecimiento de la población ha de ser inferior a la capacidad de sustentación del ecosistema.

Bibliografía

Azqueta Oyarzun, D. (2002): Introducción a la economía ambiental, McGraw-Hill, Madrid.

Cuenca García, E. (2004): Organización Económica Internacional, Pearson, Madrid.

Hidalgo Capitán, A. L. (2007): El sistema económico mundial y la gobernanza global. Una teoría de la autorregulación de la economía mundial, Eumed.net, Málaga, edición electrónica gratuita disponible en línea en http://eumed.net/libros/2007b/280/indice.htm.

Jiménez Herrero, L. M. (2000): Desarrollo Sostenible. Transición hacia la coevolución global, Pirámide, Madrid.


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