BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

REGALOS Y CAPTURAS. LOS USOS DE LA DIALÉCTICA (MARX RECONSIDERED)

Edgardo Adrián López




Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (148 páginas, 548 kb) pulsando aquí

 

 

Capítulo V. Las cualidades del átomo

41. El lexema “átomo” contradice que pueda tener propiedades. El átomo es un principio y en cuanto tal, no puede ser mudable; en él, las propiedades dejan de ser. Empero, eso no implica que las cualidades no puedan añadirse al átomo. En efecto, las características, al ser algo voluble, no son la esencia de un ente. Ahora bien, la repulsión entre los átomos ocasiona que éstos se separen, que se alejen de sí mismos, que se aparten de sus sustancias. Lo que no es la esencia, lo que permanece distante de ella es la propiedad. Por ende, cuando los átomos se desvían de su sustancia adquieren cualidades, ya que los átomon no son un alejamiento respecto a lo esencial.

Este rizo intelectual de Epicuro, tampoco pudo ser entendido por sus contemporáneos y por el resto de los filósofos de la historia de la Metafísica. Todavía más, la observación de que el átomo, en su concepto, no puede tener características mudables fue no únicamente simplificada sino incluso, suprimida en muchos que hablan sobre el atomista diferente a Demócrito.

Lo que Marx nos sugiere es que en la lectura de un pensador, de un nombre propio por el cual la actividad de pensar se construye de determinada forma, hay que ser pacientes para no reducirlo. En la lectura de esos nombres, la flexibilidad de nuestro lugar de enunciación y de nuestras artimañas se pone a prueba. Un concebir emancipatorio no podría ser una estrategia de lectura que condujese a un empobrecimiento de lo consultado. Por el contrario, se deben generar abordajes, lecturas, diseminar las posibilidades de recorrido.

42. P. 63. A través de las cualidades, el átomo se desvía de su concepto, de su naturaleza; las propiedades hacen que el átomo tenga una existencia enajenada. En virtud de que el átomo debe ser un fundamento y por lo tanto, tiene que ser rescatado de aquella enajenación, cuando se aísla una característica de ese ente al mismo instante es negada. De esa manera, la categoría “átomo” vuelve a poseer validez. Demócrito en cambio, no evalúa las cualidades en relación con el átomo y piensa que la función de aquéllas es la de explicar la multiplicidad de lo sensible; las propiedades son meras hypotheses.

El comentario respecto a Demócrito nos induce a pensar lo siguiente: un saber que valoriza lo hipotético no siempre es equivalente a un concebir escéptico y sin presupuestos; puede que ese carácter abierto de la teoría esté conservando, en su corazón más profundo, aprioris que no aceptaría de buen grado someter a deconstrucción. Ése es precisamente, el caso de Demócrito, el cual parece ser menos dogmático que Epicuro y más dispuesto a hipotizar, pero sin ser capaz de una deconstrucción de sus asunciones previas.

43. Algunos antiguos, como Filopón, creen que Epicuro delinea que los átomos detentan tres propiedades (forma, tamaño y peso) y que Demócrito sólo toma en cuenta dos (forma y tamaño).

44. P. 64. Aristóteles opina por su lado, que Demócrito establece tres cualidades: los átomos varían en su rhysmós o proporción, en su tropé o posición y en su orden. Un átomo A posee distinta forma o proporción que B; C tiene una posición diferente que A y AB representa un orden diverso que BA. Esas propiedades no son características que pertenecen tanto a los átomos, cuanto al mundo sensible. Las cualidades explican la apariencia del mundo y no da cuenta de los átomos mismos. Las propiedades “forma”, “posición” y “orden” son cualidades de relación con otros átomos, mientras que los rasgos de forma, tamaño y peso son cualidades de vínculo del átomo consigo mismo.

Según lo cincelado por Aristóteles, el peso del átomo es una propiedad evidente para Demócrito y por ello, no la menciona.

45. P. 65. Epicuro considera que el átomon posee tamaño pero no de cualquier magnitud: es muy pequeño, lo suficiente como para ser no más que un punto matemático pero lo más sutil posible, de manera que sus dimensiones no sean simples determinaciones espaciales. El tamaño es una propiedad contradictoria, ya que está entre la nada y lo infinitamente pequeño.

Respecto a Demócrito, existen algunos antiguos como Eusebio, que son de la opinión de que habría átomos de gran tamaño, incluso, de dimensiones cósmicas.

De cualquier modo, Demócrito no se percata de la contradicción que respira en el hecho de atribuirle tamaño a los átomos: si poseen dimensiones, son cuerpos y por ende, materia. Si son materia no pueden ser al mismo tiempo, perceptibles únicamente por la razón, porque debieran ser aprehendidos también por los sentidos. Epicuro sin embargo, se da cuenta de esa contradicción y reflexiona sobre ella.

46. Mientras Demócrito cavila que insisten infinitas formas, mientras él asegura que a cada átomo le corresponde una forma absolutamente singular , Epicuro niega que haya innumerables formas. Cada una de ellas posee una correspondencia con más de un átomo; existen infinitos átomos con igual forma. Empero, con eso Epicuro niega dicha propiedad, dado que un ente que tiene una forma que no lo diferencia de otros muchos es algo informe.

47. P. 66. En lo que se refiere al peso, se dirá que Epicuro delinea que los átomos, al ser materia, tienen aquella cualidad. Ahora bien, los átomos son considerablemente pequeños de manera que su tamaño coincide con el centro de su cuerpo. En consecuencia, el peso del átomo se encuentra en ese punto, en el centro. Epicuro infiere que, como la Tierra está constituida por una cantidad innumerable de átomos y por lo tanto, de centros, no comprobamos un único centro al que todo caiga. Al no haber un centro universal, tampoco existen dualismos generales en virtud de que los antagonismos se piensan en relación con un punto que supuestamente, sería el equilibrio de la tensión. Al no haber ese punto universal en torno al cual se den oposiciones generales, éstas no existen.

Lo que nos importa subrayar es el particular énfasis que se manifiesta respecto a las contradicciones universales y al centro de todos los centros. Como Epicuro, Marx no cree en oposiciones generales que atraviesen todos los ámbitos de la existencia; los términos se confrontan de modo local . No hay oposiciones universales que sean la clave final del entorno, sea humano o no. Por el contrario, la fragmentariedad de las contradicciones y la multiplicidad de ellas, tornan imposible que una teoría, provista de unas cuantas tensiones alucinadamente generales, interprete el mundo de una sola vez.

Lo que llevamos desempolvado es uno de los puntos de apoyo que nos posibilita enunciar que no es el admirado por Wolff el que hablará de un Materialismo Dialéctico o Dia/Mat con vocación explicativa ampliada (Stalin, 2008). Una interacción consecuentemente materialista no puede caer en el idealismo de universalizar oposiciones para hacer inteligible el cosmos de modo dialéctico, en razón de que tales antípodas no existen. Ciertas “regiones” del universo pueden entenderse de forma dialéctica, pero a condición de reconocer que no hay oposiciones generales funcionando como respuestas a cualquier problema.

La sugerencia del Materialismo Dialéctico arrancaría con cierto Engels y sería obra de Plekhanov, de Lenin y del leninismo, mas, no una idea atribuible a Marx. En otras ocasiones hemos recordado que en un artículo periodístico del ‘50, aquél sostiene que no está muy seguro, a diferencia de Hegel, de que el cosmos se mueva con arreglo a la dialéctica, aunque piensa que la historia humana podría ser tratada en términos dialécticos (López, 2009 a).

En paralelo, la ausencia de Materialismo Dialéctico estaría en consonancia con la idea de que no existe tierra en la que haya centro, o sea, que no existe centro universal. Si hubiese Materialismo Dialéctico, una interacción que se esparce por doquier, el mundo y el concebir volverían a tener centro. A nuestro parecer, la dialéctica radicalmente materialista debe luchar contra todo centro, incluso, contra sí misma en tanto plan (central) para deconstruir los centros.

La dialéctica materialista tiene que pelear contra la tendencia a convertirse ella misma en dialéctica general, en Materialismo Dialéctico, id est, en centro universal de mando e interpretación. Al menos, nos surge viable una lectura de Marx que esté descentrada respecto a un presunto materialismo dialéctico, que de no ser así se haría idealismo, un materialismo filosófico, metafísico.

48. Continuando con el eje del “peso”, Epicuro evalúa que es una propiedad que diferencia un átomo de otro ; por ello, es una cualidad que se vincula con la relación que el átomon establece con los otros. Cuando el átomo es ponderado en conexión con el vacío, el peso no tiene importancia dado que no se compara un cuerpo con otro cuerpo, sino una materia (el atomon) con un no cuerpo (el vacío).

El resultado de eso es que, por más que los átomos sean diferentes en peso, fluyen con la misma rapidez en el vacío, ya que el peso no cuenta en él. Esta idea motivó que algunos elogiaran a Epicuro por haberse anticipado a la conclusión de Galileo, según la cual los cuerpos caen en el vacío a la misma velocidad, independientemente de las diferencias de peso.

Lo anterior nos aconseja que, en alguna medida, todo saber menor es contemporáneo y que la historia de la Filosofía convierte en extemporáneo lo que ha fugado de ella. Un pensamiento menor, epicúreo es mostrado así como un saber ya sido, sin perspectivas en lo presente, sin capacidad de suscitar consecuencias. De lo epicúreo siempre se está diciendo que ya ha muerto, que fue superado por el correr de los tiempos en los que se (mal) vive.

49. P. 67. Innumerables filósofos de la Antigüedad asimilaron que Epicuro hablaba de dos clases de átomos: los atomoi arkay (átomos principios) y los atoma stoikheia (átomos materia). Esa impresión llegó hasta estudiosos de los más diversos siglos.

50. P. 68. Existe incluso, la sensación de que los átomos elementos son átomon de un género secundario.

51. Sin embargo, cuando Epicuro dice que los átomos son soma o cuerpo no está afirmando que existen átomos–cuerpos y otros que serían átomos/principios. Los mismos son definidos de ese modo para oponerlos al vacío, el cual es asómaton o sin cuerpo; es naturaliza intangible (anaphés physis). Epicuro habla de lo corpóreo en general, es decir, del universo y luego de lo corpóreo en especial, los átomos.

52. Aristóteles ya dio una primera solución al asunto y es el de haber indicado que el átomo–arkhé y el átomo/stoicheion son la misma esencia, de manera que el átomo es al mismo tiempo, principio inteligible y fundamento sensible del mundo.

No obstante, eso no deja de implicar contradicción en el elucubrar epicúreo, dado que el átomon, en cuanto principio material, es un cuerpo que tiene propiedades, con lo que un ente que es perceptible por la razón, en tanto fundamento inteligible, detenta cualidades materiales. Pero no es menos antinomia que las características mencionadas, al ser propias de un ente abstracto, sean por igual abstractas y por eso, perceptibles por el entendimiento. De lo anterior se infiere que rasgos que debieran ser aprehendidos por los sentidos, son captados por el pensamiento.

53. P. 69. Según Marx, Epikoiros generó la confusión ya aludida en virtud de que tiene una forma peculiar de enunciación: gusta que los distintos aspectos de un concepto sean expuestos como si fuesen entes diversos o existencias subsistentes. Mas, eso no es una consecuencia rigurosa de su Filosofía atomística, por cuanto el átomon implica una singularidad independiente y pensar esa libertad respecto a lo otro, exige que las proposiciones sean así de independientes. El saber atomístico es en consecuencia, un conocimiento atomizado porque los diversos momentos de desarrollo de la realidad se transforman en singularidades aisladas, en enunciados separados entre sí como si existiese el vacío de por medio.

Podríamos leer lo anticipado como la advertencia de que un pensar no universalizante, no totalizante ni autoritario, no tiene que ser un saber atomizado, de modo que se le escape la articulación de la realidad. Por otra parte, también se puede decir que un elucubrar atomístico, que opere por enunciados sin vocación generalizadora, por denuncias locales, no es suficiente garantía contra la Metafísica, dado que ésta reaparece cuando la segmentariedad del pensamiento intenta imitar la fragmentariedad de lo real. En esa imitación se supone invariablemente, que el concepto debe adecuarse a la cosa, al referente, o sea, se parte de un criterio aristotélico de verdad y lo que se debía concretar en un principio, era derrocar el Imperio filosófico de Aristóteles (contra la heterogeneidad posmoderna del discurso filosófico, especialmente de aquellos en los que se hace mención de la identidad entre segmentación de lo real y de lo enunciado).

54. El procedimiento epicúreo se observa en su particularidad cuando habla del ápeiron porque hace del infinito una sustancia, un ente fijo.

Marx nos hace notar aquí que las fuerzas de un pensamiento menor son escasas e insuficientes como para evitar que el infinito sea tratado con arreglo a la Filosofía del Ser y domesticado en su devenir vertiginoso. Pensar el infinito fuera de las categorías “Ser”, “esencia”, “accidente”, etc. exige a veces, unas potencias que no siempre circulan por saberes que son flexibles.

55. Retomando lo que decíamos, el ápeiron no es una sustancia especial ni por ende, algo fuera de los átomos y del vacío. Epicurus sostiene que el infinito posee varias significaciones.

56. P. 70. Lo ápeiron es en primer lugar, una cualidad de los átomos y del vacío. Al ser una cualidad de los elementos mencionados, lo infinito es una propiedad del Todo porque éste se encuentra configurado de átomos y vacío; lo ápeiron es un rasgo del cosmos.

Podríamos afirmar que un concebir epicúreo del infinito se resiste a imaginarlo en términos de conjuntos, en razón de que si se define lo ápeiron como un conjunto no se puede integrar el infinito vacío del vacío, que es una clase de infinitud, dado que en Teoría de conjuntos, el diagrama de Venn sin elementos, el conjunto vacío no es infinito. However, el ápeiron vacío del vacío es, como lo demuestra Epicuro, tan infinito como el que define la Matemática de conjuntos: cualquier subconjunto de sí mismo es equipotente con el conjunto que lo engloba.

57. En otras ocasiones, lo ápeiron es la diversidad de átomos, de manera que el asómaton no se opone al átomo, sino que es la infinita cantidad de los mismos lo que se opone al átomo.

Finalmente, lo ápeiron es el vacío ilimitado que aísla a los átomos unos de otros y los determina como seres singulares.

58. P. 71. El átomo en cuanto arkhé, es un principio absoluto y por ello, una forma lógica, una forma. Sin embargo, como lo arkhé es un fundamento absoluto, la forma es igualmente absoluta. Al ser el fundamento del mundo es el sustrato material de éste, ya que el mundo es material y lo concreto es la base de lo concreto. Pero como ese fundamento material es un principio absoluto, es una base concreta absoluta. El átomon es pues, una materia absoluta.

No obstante, si es absoluta es una materialidad que no tiene forma porque lo absoluto carece de diferenciaciones internas y al ser indiferenciado, no posee relieves, forma. El átomo, que era una forma absoluta y una materia absoluta, deviene ahora una materia absoluta informe, en un sustrato informe del cosmos.

Con la presentación de Epikoiros actualizada de este modo, el materialismo metafísico es deconstruido. Si la materia es convertida en sustrato del mundo, esa materia se transforma en una base absoluta, en una materialidad filosófica, abstracta. Un materialismo anti metafísico no podría hacer de la materia un fundamento, una “Basis” absoluta, sino tan sólo el afuera del pensamiento y de la praxis, lo que permanece allende las categorías de “materia”, “ser”, “cosa”, “mundo”, “base”, etc. Lo material es aquello que excede todas las nociones con las que se ha intentado asirlo.

Empero, si la materia no fuese un elemento importante en un pensamiento anti filosófico, si no fuese una idea que operase como punto de apoyo para el discurso sobre el mundo, ese saber quedaría preso en los mitologemas de la Metafísica. La materia es entonces, Basis teórica para entender el universo de una manera no filosófica, aunque el concepto “base” sea inexacto para designar la relación exacta entre materia y caosmos.

Ahora bien, la materia como Basis implica que frente al absoluto de la Metafísica y al absoluto encerrado en el lexema “sustrato”, hay que contraponer lo “absoluto”, la alteridad radical de lo concreto. Por supuesto, el peligro de esa operación está en que lo absoluto no sea perforado y nos arrastre como Moby Dick, hacia los mares eternos de la Filosofía.

59. El átomo no es perceptible por los sentidos, en virtud de que es infinitamente pequeño y en tanto es principio lógico del universo, lo cual únicamente puede ser aprehendido por la razón. No obstante, como el átomo es base del mundo y éste es fenómeno, sabemos del átomon por medio del universo; el átomo se exterioriza en las formas irrelevantes que se dan en la realidad sensible, en ese plexo de relaciones múltiples y complejas.

Pero si sabemos del atomon por mediación del fenómeno, de lo irrelevante, de lo inesencial, el átomo no puede probar por sí mismo que es el fundamento del cosmos sino que requiere para demostrarlo, de aquello que es secundario. El átomo no puede demostrar él mismo que es poder que todo lo explica, que todo abarca de la realidad.

Este pasaje es muy significativo, especialmente como negación de que Marx se reduce a un simple y tosco materialismo económico–mecanicista. En efecto, en primera instancia el mundo es un todo de relaciones complejas y múltiples, es decir, algo que no puede ser simplificado a una cadena de causas y consecuencias, a un relieve de llanura.

En segundo lugar, la Basis material del mundo no es una gran causa sino algo que es a su vez, causado. Por su parte, el universo no es una emanación de aquella base porque en tales condiciones, no podría ser intrincado y diverso.

En tercera instancia, dicha “Basis” debe ser enriquecida por la acción social, de manera que el mundo sea cada vez más polifacético, en razón de que la interacción entre una base compleja y el cosmos puede hacer de éste una multiplicidad. Si habría que postular alguna causa, ésta no radicaría tanto en la materialidad cruda, cuanto en la riqueza de la misma y en la interacción entre esa Basis y el universo, o sea, en la complejidad de la dialéctica así establecida.

En cuarto lugar, la materia no es un fundamento de lo real porque la concepción de aquella como principio suscita la paradoja de que, al igual que en el caso del átomon, no puede demostrarse su calidad de sustrato, esto es, aflora la contradicción de que el fundamento de todo debe ser a su vez, fundado por lo inesencial.

Ahora bien, esa paradoja es tal para aquel pensamiento que rechaza la dialéctica (compleja) entre una base y un cosmos poliédrico y de infinitas valencias. No es el caso de un elucubrar que acepta una causalidad enredada y no lineal, en donde el fundamento puede ser explicado por aquello que sostiene. En un materialismo no filosófico, la “Basis” material es a su vez, un producto de lo social y un punto de partida que no se asume dogmáticamente.

60. En Epicuro no basta con diferenciar dos aspectos distintos del átomo, y delinear que en uno de ellos aquel aparece como arkhé y en el otro como sustrato material o stoicheion. Hay que explicar porqué insiste esa diferenciación.

Si el átomo como elemento es base del mundo y da cuenta de los fenómenos, podemos concluir que el átomo stoikheia es tal porque es el que torna inteligible lo sensible. Lo concreto se relaciona con lo concreto. De la misma forma, si el asómaton es del reino del átomo, es imperceptible como éste. El átomoi arkhé, el átomo/fundamento se vincula con el vacío.

61. P. 72. El asómaton es el mundo de la sustancia, de lo que se percibe por el razonamiento; lo real es el cosmos de la apariencia, de aquello captado por los sentidos. El átomo que existe en el vacío es un ente que navega en las aguas de la esencia y por ello, es un átomo que se percibe con el pensamiento.

Al ser un ente aprehensible por la razón es un ente inteligible; el átomon es atomoi arkhé. Por su lado, el átomo que existe en la realidad fenoménica es un ente material y en consecuencia, percibido por los sentidos. Al ser una materialidad es un ente concreto; el átomon es átoma stoikheia.

62. Demócrito no efectúa dichas diferencias, lo cual hace que Epicuro se aparte de aquél.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles