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REGALOS Y CAPTURAS. LOS USOS DE LA DIALÉCTICA (MARX RECONSIDERED)

Edgardo Adrián López




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Capítulo III. Interpretaciones de Demócrito y Epicuro

18. Las filosofías “menores”, al estilo de la de Demócrito, son contrapuestas con otras metafísicas a las que se usa como poderes en su contra. Demócrito es empleado por la Historia de la Filosofía, por la Metafísica para descalificar, situar a Epicuro en lugares de minoridad y de “menoridad”: por el primer movimiento, se convierte a un grupo en una minoría; por el segundo, se transforma a determinados individuos en “menores” necesitados de tutela.

19. Los saberes no mayores son forasteros, son aquello que detenta el poder de colonizar topos inesperados y son los que acechan sin pausa, las fronteras de lo instaurado.

Si hemos de conceder que respira una dialéctica materialista, aunque con infinitas precauciones…, es porque es una estrategia del movimiento, del viaje que arrastra a la crítica a ser extranjera, forastera, respecto de los poderes bendecidos.

Considerando el mito/Sócrates, de las dos penas que era factible sancionar, la Filosofía elige la cicuta, la muerte civilizada dentro de la polis, es decir, el fallecimiento en el Interior del Orden y de la Cultura, excluyéndose el ostracismo, esto es, la inauguración de un saber–viajero y por ende, forastero. Sócrates habría sido reducido en sus posibilidades deconstructivas al confinárselo en la ciudad; Derrida apunta con razón que es el sabio que jamás podría salir de la polis, que nunca podría ser un extranjero ni de ella ni de sí mismo. Es que la extranjería del saber “menor” rompería con la Filosofía de la Identidad, dado que aquella exige ser forastero del Sí Mismo, de lo Idéntico y del Uno. En la escala en que el suegro de Aveling no es Sócrates, es un extranjero de la Civitas y se escapa pues, de la Metafísica y adopta el devenirforastero que fue interrumpido míticamente en el comienzo mítico de la Filosofía.

20. Un pensamiento de extranjería es también, un saber que siempre se “apropia” de lo que no se debe tomar. Hay una profanación, un robo primordiales en todo saberextranjero a la Metafísica.

21. Los saberes “menores”, como la Filosofía epicúrea, son anti teológicos, con lo cual la Teología se previene de ellos y nos previene. Mas, como son igualmente glosadores de otros pensamientos, dado que se apropian de fragmentos, gestando la acusación de plagio, la Filosofía/general también se protege. Teología y Metafísica custodian sus recintos.

22. P. 43. Es que el pensamiento teológico–metafísico es un Sello, la Marca suprema de la Voz del Logos, aquello que distribuye las citas según órdenes de legitimidad. Un saber menor es por lo tanto, una contra/marca, una contra–firma y siempre se halla citando de modo “ilegítimo”.

Es pertinente recordar aquí las acusaciones de plagio y de deshonestidad intelectual respecto a las fuentes, que se concretan en desmedro de Marx, como muestra de que un saber que moviliza potencias libertarias no puede ser acusado de otro modo.

En torno al mito/Sócrates encontramos el problema de la cita y por consiguiente, del plagio, del Sello y de la Contra–firma. Recordando que Sócrates es un violento de la Razón, que es un abusador psicológico, el conocimiento socrático es un “plagio” de lo que sería “verdadero” saber, “bastardeo” que pone en cuestión las seguridades conseguidas y las instituciones.

Los saberes menores implican nexos insólitos y no mecanicistas entre realidad y pensamiento; son ajenos a la Metafísica e inducen su hostilidad.

23. Al principiar por exponer las concepciones de Demócrito y Epicuro, el padre de Jennychen lo hará anunciando una oposición entre ellos, o sea, de una manera aparente y tradicionalmente dialéctica. Al desplegar su opinión, Marx lo hace siguiendo los instantes de la interacción “clásica” tripartita.

Sin embargo, esas tres escansiones no tienen la estructura semántica de la retroinfluencia hegeliana, por cuanto no se ve en ellas los momentos de la afirmación, de la doble negación y de la superación/elevación. Acaso esto nos habilitaría para pincelar que la dialéctica materialista recorre tres instantes, pero no siempre acorde a los filosofemas de la metafísica hegeliana, lo cual pondría a la interacción marxista en posición de exterioridad con respecto al viejo Titán. No toda dialéctica es interacción de la Identidad y de lo Uno, como insisten Deleuze, Guattari, Derrida. Por el contrario, Marx, al emplear las tres hiancias dialécticas sin la correspondiente estructura semántica, bloquea la dialéctica del Todo perteneciente a Hegel. Veamos:

α- Demócrito es escéptico; no cree en una verdad accesible a los sentidos; fenómeno y verdad se hallan separados. El mundo está compuesto de átomos y vacío, mas, esos elementos no son sensibles. Los átomos y el vacío no pueden dar lugar al Uno totalizador porque conservan su singularidad. Si parece haber un mundoUno es a raíz de que la percepción no capta la particularidad mencionada.

El universo fenoménico es lo único que percibimos; por ende, ese mundo es el objeto verdadero de los sentidos; es la verdad de los sentidos. El fenómeno es lo verdadero.

Respecto a lo que antecede, cabe decir que el suegro de Lafargue valora el pensamiento de Demócrito porque, entre otras cosas, no mutila la singularidad de los átomos y del vacío y en virtud de que repele al Uno metafísico. Marx rescata el concebir de lo particular; un saber menor es siempre un conocimiento/singular y de lo particular. No existe entonces, complicidad entre Marx, Demócrito de por medio, y la Mitofilosofía del Logos–Uno.

P. 44. Por su lado, Epicuro delinea que todo sabio es dogmático porque no es escéptico y en razón de que se encuentra seguro de su conocimiento.

Con ello, el padre de Eleanor está considerando positivo que un intelectual no sea colonizado por la figura nefasta del sabio. Para ser materialista, practicando un materialismo que vaya más allá de la oposición entre idealismo y materialismo (Attali, 2007), debe ser escéptico aunque no nihilista. Un intelectual siempre está en peligro de convertirse en dogmático y en sabio, o sea, en Profeta, en la medida en que ya no es capaz de poner en duda su conocimiento.

Epicuro imagina que el mundo no es apariencia subjetiva, como Demócrito, sino que es manifestación objetiva. No obstante, ese materialismo objetivista a ultranza conduce a resultados risibles: si el universo es solamente objetivo, todo es lo que parece; el Sol es pues, tan grande como lo percibimos, id est, apenas mayor que una mano abierta.

Esa importantísima apreciación de Marx posee consecuencias incalculables. En primer lugar, el materialismo marxiano no sería un materialismo objetivista y unilateral, a la manera epicúrea. Por ende, no estaría preso de los mitemas de la Filosofía.

En segundo término, lo subjetivo, acorde a lo que se desprende de la cita de Cicerón, detenta la capacidad de inducir efectos materiales sobre la realidad, los cuales no pueden limitarse a las simples “ilusiones ópticas”. E. g., que para Epicuro el Sol sea tan grande como parece tiene consecuencias materiales en su concepción del mundo, en la escala en que sus evidencias son para él, como fuerzas que no puede evitar.

En tercera instancia, si los sentidos eran los heraldos de la verdad encerrada en lo sensible, y si este materialismo llevaba hacia deducciones ridículas, un materialismo complejo, no lineal ni ingenuo, no sería un materialismo de los sentidos ni por consiguiente, de la Verdad. La materia no sería depositaria ni garantía de la Verdad, ni el objeto de los sentidos. Marx por consiguiente, no introduciría en su materialismo irreductible, la Metafísica del Referente, la que tendría por correlatos a las Filosofías de la Verdad y de la Recta Percepción.

Por último, un materialismo que fuese en todas sus valencias anti metafísico, no podría ser caracterizado con base en unas cuantas líneas o rasgos. Únicamente un materialismo objetivista e ingenuo, sería lo suficientemente unívoco como para ser agotado por el discurso y por el lenguaje .

β- La diferencia de juicios teoréticos entre Demócrito y Epicuro se hace más palpable en la distancia que existe en las pasiones en juego y en la praxis científica, en la pasión que ponen cuando ejecutan ciencia. El amigo de Engels sopesa aquí que un análisis de las pasiones y de los modos de enunciar asociados, es necesario para revelar la dinámica de un concebir.

En cualquier práctica y en todo discurso, están en juego las pasiones (Greimas y Fontanille, 1994). No existe verdad ajena a las pasiones; no se arriba a la verdad sin pasiones. Sólo hay verdades pasionales y apasionadas, ya atravesadas por lo pathémico.

Ahora bien, como Demócrito –prosigue Marx– considera que lo sensible es lo único que se puede aprehender, rechaza la Filosofía y se inclina por un saber positivo y empírico. La superación de la Metafísica, el intento desesperado y pasional de salir de su Imperio, ejemplificado en la mutilación de Demócrito, conduce hacia un saber empiricista, con lo que el pensamiento queda inmovilizado de otro modo y atrapado en otra forma de Filosofía.

El problema que se suscita es el de inventar estrategias para que el concebir sea devenir, para que el pensamiento no sea inmovilizado, demorado en sus velocidades.

P. 46. Demócrito es eruditus, un errante de la sabiduría, ya que el erudito debe recorrer muchos conocimientos, buscar en torno, dar vueltas, explorar líneas alejadas de la Recta, de una Verdad absoluta y totalizante.

El eruditus nómada, vagabundo, no produce Tratados sino que compone líneas de demostración escuetas y prefiere el diálogo antes que la soledad del concebir.

Así, si bien Demócrito, al bregar contra la Metafísica para que no congele su pensamiento, se enreda en otra Filosofía no menos inmovilizante, conserva todavía la capacidad de salir de esos laberintos, haciéndose nómada y viajero, llegando al Oriente (visita a los yoguis hindúes) y al Silencio del Logos. Demócrito extra/muros, anti socrático, oriental más que Occidental; viajero antes que ciudadano. Es el intelectual que, recorriendo el mundo, siendo extranjero de todo, no tiene patria a la que regresar ni tierra prometida a la cual ver, aunque busque constantemente un saber que no congele el elucubrar. En consecuencia, hay que producir un devenir–Demócrito en el pensamiento, a fin de combatir las Ciudades que en él puedan bautizarse y de querellar las Profecías que puedan tranquilizar el espíritu.

Marx, una vez que hizo suyos los elogios a Demócrito respecto a su peculiar forma de ser, no estará de acuerdo con la excesiva fe de Epicuro con relación a la Filosofía. However, en una lógica indecidible (Gödel, 1981 a), el nacido en 1818 tomará algunas frases atribuidas a Epicuro sobre cómo emanciparse de la Metafísica.

Para liberarse de la Filosofía, es impostergable dejarse seducir por su encanto y entonces, ya se está libre. La Metafísica es aquello que nos permitirá estar emancipados, al extremo de estar libres de ella misma. Pero si eso es cierto, debe ser falso, puesto que si la Filosofía nos hará libres aun de ella misma, en esa supuesta emancipación habrá todavía Metafísica. No obstante, si es falso, es pues, verdadero, porque filosofando nos damos cuenta de que la Metafísica nos atrapa y nos libera .

Otra lectura nos vendría a decir que cuanto más nos esforzamos por escapar de la Filosofía y de sus mitologemas, con mayor sutileza estamos presos de su dominio; es necesario transitar por la Metafísica para lograr estar contra ella, aunque en dicha actitud pueda haber sin duda, Filosofía.

P. 47. Un saber menor como el de Epicuro es un conocimiento que desprecia la ciencia y hasta es enemigo de ella; un saber menor es una máquina de guerra contra la ciencia, la cientificidad y lo científico, sin que por ello se postule ningún irracionalismo estéril y nihilista.

Continúa enunciando Marx: es cierto que Demócrito deja crecer dentro suyo un devenir/oriental, un movimiento no civil, pero al encontrarse en Oriente recurre, de algún modo, a los Maestros y Sacerdotes, a los Amos en los que sigue palpitando el Logos. Por el contrario, Epicuro es su propio padre, es autodidacta, no posee ningún Maestro, ningún Saber–amo. Un pensamiento menor es pues, un saber que brega contra todo Maestro; no pretende hacer Escuela sino acaso, mostrar algunas herramientas que serían útiles para liberarse de lo socrático y de lo que inmoviliza el pensamiento.

En Demócrito existe una pulsión de conocimiento que lo arrastra y lo vuelve extranjero de la Ciudad, pero es una pulsión que lo lleva de nuevo al encuentro con lo Occidental, con lo griego, es decir, con la Mitometafísica. En Epicuro actúa la misma pulsión, mas, se convierte en extranjero de lo Occidental, del Logos, aun sin salir de Atenas, de ese Arquetipo de lo Civil. Prefiere cuidar su jardín, como los orientales, según Greimas (1990), que alcanzan lo inesperado alterando día a día, pequeñas cosas. Deviene jardinero y horticultor, un nómada de las pequeñas distancias y de los signos cotidianos. Y aunque algunas veces arribaba a Jonia para visitar amigos, no es para hacer con ellos reuniones de investigación, grupos amantes de la Sabiduría. Epicuro contrapone al Amigo de la Verdad, el Amigo del Polemos como simple recreación de los afectos y pasiones.

γ- Las diferencias entre ambos pensadores no tienen que ver con los individuos; el nombre propio “Demócrito” no designa un individuo sino determinada manera de hacer posible el elucubrar. El suegro de Longuet pincelará incluso, que ambos son direcciones opuestas del saber que se corporizan en ellos; son un conjunto de líneas por las cuales el conocimiento circula con ritmos particulares. Epicuro es de esta forma, una dirección del pensamiento más que una persona dedicada a cuidar meticulosamente su jardín. Hay tanto un pensar/Epicuro como un pensar–Demócrito.

La praxis, delinea Marx, es energía y por ende, fuerza; la praxis es energía y fuerza prácticas. El énfasis en el término “práctico” posibilitaría que la energía de la acción de la que habla el padre de Laura, se libere de sus resonancias griegas y metafísicas (energeia y techné).

El “sociólogo” alemán afirma que considerará la manera que en Epikoiros y Demócrito, la reflexión vincula el pensamiento y la realidad. Acorde a lo que entendemos, el enunciado puede ser empleado para definir “ideología”: un filósofo establece entre el mundo y el elucubrar, una relación que expresa el vínculo que se entabla entre la conciencia singular y el cosmos. O sea, el filósofo toma el contacto que hay entre su conciencia y el mundo, por el enlace existente entre pensamiento y realidad. El filósofo hace de una parte, el todo.

La ideología sería entonces, lo que reduce la complejidad del mundo, y la diversidad de la relación entre el universo y el concebir. Esa jibarización es efectuada a través de una puesta en enunciado del mundo y por la impronta que deja en cualquier enunciación, el lugar social que se ocupa respecto al proceso de génesis de la riqueza y con respecto al umbral que marca cierto “nivel de vida” . Tal caracterización de la ideología no implica ninguna alusión a la verdad y justicia; Marx pone el acento en el proceso de enunciación y de construcción del mundo. La ideología, que es un hacer creer que su óptica del cosmos es el mundo, pone en funcionamiento la Metafísica del Ser, dado que para ella es inevitable colocar su universo construido en calidad de referente absoluto de todos los pensamientos. La crítica de la ideología sería pues, la deconstrucción de la Filosofía de la Presencia y de la Verdad.

Por añadidura, la crítica de la ideología debiera evitar caer de nuevo en otra Metafísica que pusiera su forma de entender la realidad, en lugar del mundo mismo. La deconstrucción de lo ideológico significa una lucha por el disenso y a favor de las divergencias de saber (contra Foucault, Lyotard, Baudrillard, Weber, Popper, etc.).

24. P. 48. Saliendo ya de la exposición escandida en tres tiempos, podemos decir que para Demócrito la naturaleza de la realidad es la necesidad o el destino. El movimiento azaroso de la materia, de los átomos, suscita el orden que palpita en el universo. Sin ese orden de la realidad, sin esta necesidad imperando en el mundo, todo pensamiento sistemático, firme sería imposible. En efecto, si no hubiese orden y necesidad, habría azar y sinsentido. El azar está en guerra contra un elucubrar sólido, no permite un pensamiento firme, pero como es factible un concebir sólido, el azar no existe; únicamente hay necesidad.

Epicuro por el contrario, no buscará artilugios para protegerse del azar y de su movimiento sinsentido e inasible. Aceptará que el azar efectivamente, impide la emergencia de un pensar firme; mejor así, porque podrá surgir en su reemplazo, un elucubrar/flujo, inorgánico, flexible, molecular. El refugiado en Bélgica nos muestra que todo pensamiento que conjura el azar y que lo repele, es un conocimiento molar, duro, orgánico, poco flexible. Un saber menor como el de Epicuro, acepta el azar y el no poder contar con un sistema.

Cualquier concepción que se base en la necesidad o heimarmene, en el destino, es un concebir teológico y fisicalista, por cuanto la heimarmene se parece a la voluntad inapelable de los dioses o al movimiento inexorable de los astros:

“[… hay] que admitir el azar, no a dios […]” (Epicuro, citado por Diógenes Laercio, glosado a su vez, por Marx…).

En un pensamiento valiente que no reniegue del azar existe espacio para la libertad; siempre es viable trazar líneas de fuga, cambios cortos y fáciles que nos lleven al Afuera de todo poder o necesidad.

P. 49. En virtud de que Epicuro no acepta la necesidad, no reconoce tampoco el juicio disyuntivo, el binarismo silogístico, el maniqueísmo que recorre toda Lógica. Un elucubrar menor no es conocimiento binarista; siempre cree que es posible escapar de los maniqueísmos; un saber menor está en guerra contra lo binario. Marx no se encuentra en el seno apacible de una máquina binaria, tal cual opinan Deleuze y Guattari, tan poco originales en ello, compartiendo la sordera de toda Filosofía con respecto al materialismo del amigo de Engels (no es casual que en Mil mesetas rechacen al pobre de Beethoven, que ha sido el más grande compositor de todos los tiempos, capaz de desviarse de sí mismo con su dodecafónico, atonal y jacero cuarteto para cuerdas, la Grosse fugue, Opus 133 –audible , escuchable, únicamente hasta determinado punto, en el siglo XXI…). Marx está encaramado en una máquina de guerra que pelea contra lo Disyuntivo. La dialéctica menor anti hegeliana, anti tea y atea en su misma enunciación…, confiando en los poderes luminosos del azar, no es una dialéctica binaria que procede por elecciones maniqueas y disyuntivas.

En razón de que Demócrito no acepta el azar es determinista. No obstante, no es un determinismo a ultranza, puesto que hay lugar, si no para el azar, al menos, para lo probable. En el universo, las cosas que suceden no ocurren sólo porque era impostergable que acontecieran sino en virtud de que era factible que pasaran. La posibilidad real es lo que hace que la necesidad de que algo ocurra, sea ineludible, necesaria.

25. P. 50. Un pensamiento que es determinista y que conjura el azar, también es fundamentalista en el sentido de que a todo busca encontrarle fundamento. Un saber menor no es fundamentalista. Por eso es que un saber contra metafísico y anti teológico, en suma, materialista, no podría adoptar la materia en calidad de principio. En el Marx epicúreo no existe ningún principio trascendente que esté allende las posibilidades de autocrítica de la teoría, precisamente porque no se parte de fundamento ni dogmatismo algunos (contra Bennington, Deleuze, Foucault, Baudrillard, Guattari, Castoriadis, etc.).

A la posibilidad real democriteana, Epicuro nos permite enfrentar la posibilidad abstracta, en la que tienen espacio ilimitado lo impensado y la fantasía. La probabilidad abstracta, lo que es meramente posible sin que por ello sea, en algún momento, realizable o actualizable, empuja el concebir al borde de sus fuerzas, lo obliga a ir más allá de sí mismo, emancipándose del logos anti fantasía y entrando en la esfera del delirio productivo. La probabilidad abstracta, formal es lo que ocasiona que una teoría fugue de sí misma , lo que conjura el enraizamiento de toda dureza en ella. La posibilidad formal no se vincula con un objeto específico, no está en contacto con lo objetal sino que se refiere a lo que puede ser elucubrado y que todavía no lo es. Al no existir objeto, el sujeto que subsiste es un sujeto débil, una función por la que pasa la acción de pensar lo impensable, apenas una traza que dejan las intensidades del concebir. Un conocimiento menor tampoco posee como correlato una Metafísica del Sujeto .

La probabilidad abstracta mantiene abierta la teoría, dado que llama la atención en torno a lo impensado y muestra así que bien pueden existir cosas aun sin explicación. La posibilidad formal es una guerra contra el modo de intelección “racionalmente definitorio y por eso mismo, unilateral, que [arranca] de la probabilidad real” y en consecuencia, de la necesidad (Marx, 1988: 50). Un elucubrar abierto no procede por definiciones justas , dado que en cualquier definición ya hay un binarismo; antes que acotaciones y sentencias, mejor es arriesgarse a cuestiones que son inseguras de resolver (contra Sir Popper y sus miserias; contra sus propios juicios domesticados).

26. P. 51. Epicuro imagina que es temerario y dogmático juzgar mediante silogismos con vocación de perennidad, sobre lo que únicamente se pueden argüir conjeturas. Un saber menor nunca es un elucubrar apodíctico y positivo, sino conjetural y abierto. El historicismo del barbado de Prusia no supone, como delinea Popper –bendecido por el trono de SMB–, un pensamiento autoritario e inflexible.

Epicurus no sólo acepta el azar como elemento sustancial en el discurrir del cosmos, sino como potencia creadora en el propio concebir: el azar permite que la teoría genere conexiones internas productivas y complejas, que no se suscitarían de otro modo. El azar en la teoría hace que el pensamiento sea capaz realmente, de ser un concebir; el azar ocasiona que la teoría devenga pensamiento ligero, creador, una máquina de enunciados veloces, lo suficiente como para que se aparten los imperios de conceptos.

Ahora bien, Marx termina pincelando que aunque Demócrito y Epicuro puedan oponerse del modo en que los hemos enfrentado, están aferrados el uno al otro, en el parergon en que átomo y vacío son las categorías comunes a ambos .


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