BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DESARROLLO SOSTENIBLE EN ESPAÑA EN EL FINAL DEL SIGLO XX

Alfredo Cadenas Marín y otros




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3.2 LA HUELLA ECOLÓGICA COMO INDICADOR IMPRESCINDIBLE EN LA ORDENACIÓN DEL TERRITORIO ESPAÑOL

Los estudios sobre el territorio y el medio físico se han realizado tradicional y secularmente en España desde perspectivas geográficas más o menos ligadas a la actividad humana; es decir, de la distribución espacial de los aspectos antrópicos. Asimismo, ha sido y es tradicional enfocar el estudio del territorio y del uso del suelo desde la perspectiva de su influencia o aporte a la actividad económica, es decir, al crecimiento económico.

En la actualidad, en el marco de las averiguaciones sobre la situación y perspectivas del desarrollo sostenible, la última perspectiva apuntada (dirigida a conocer cómo afecta la dotación de recursos naturales y/o territoriales al crecimiento) va dejando paso a otra perspectiva diferente, basada en el anverso de la relación establecida entre el hombre y la biosfera, es decir, la valoración de la capacidad de esta última y, por ende, de la actividad humana. De aquí, que muchos de los datos e informaciones publicados en España no aborden mínimamente este último aspecto y se hallen alejados de consideraciones ambientales, en la actualidad resumidas bajo el concepto de huella ecológica o el alternativo de huella territorial.

Siguiendo esta última perspectiva, a continuación, se resume de forma abreviada un análisis comparado de la situación española en relación a otros países, acompañado y aderezado con algunos diagnósticos relativos a la situación ideal. Asimismo, se dan referencias acerca de las perspectivas futuras.

Evidentemente los paisajes españoles constituyen un entorno humano. En él, el territorio y el suelo proveen un contexto espacial que soporta los impactos de las actividades humanas. Los factores que causan los citados impactos son en España análogos a los del resto de países europeos, cabiendo citar entre ellos los de la evolución de la población, los procesos de urbanización e industrialización y la interacción entre la actividad agropecuaria y forestal con el resto de actividades económicas. La apariencia física del suelo, o aspecto exterior, es el resultado de fuerzas socioeconómicas, muchas de ellas determinadas por políticas públicas. En tal sentido, es preciso citar en España la aplicación de la Política Agraria Común y las medidas estructurales, regionales y de cohesión, las relativas a la industria y el turismo y las consecuentes a las leyes y planes de ordenación del territorio. No obstante, a pesar de lo anterior y en comparación a otros países europeos, la superficie total por habitante ocupada por edificios e infraestructuras es en España muy inferior a la media europea. En cuanto a este indicador sobre territorio y uso agregado del suelo, la situación española, es por tanto envidiable.

Además, en España las aglomeraciones construidas por el hombre son escasas en comparación al resto de países europeos. En cuanto a las cuencas hidrográficas, que constituyen una buena representación del conjunto de ecosistemas terrestres, ninguna de las españolas soporta un nivel de superficie artificialmente construida superior al 2%, mientras que la media europea es del 10%.

Por otra parte, los cambios de orientación productiva entre áreas dedicadas a superficie forestal y agrícola en España presentan la situación más favorable de la Unión Europea, pues ha aumentado más que en ningún otro sitio la superficie forestal. En cualquier caso, tanto los suelos como los paisajes de todos los países europeos, incluida España, han sido sometidos a un profundo cambio de usos debido a las presiones antrópicas, aunque de manera gradual y paulatina, pero, ciertamente acumulable en el transcurso del tiempo y con consecuencia que a veces son irreversibles.

Por último cabe señalar que el incremento de la riqueza económica y las expectativas sociales continuarán manifestándose como fuerzas de cambio en los usos del suelo en la Unión Europea y en España. Así, por ejemplo, ha sido pronosticado por Eurostat que la intensidad del uso del suelo (medido en PIB generado por Km2 de territorio) aumentará en la UE cerca de un 10% en promedio para el período 1990-2010. Las previsiones para España son más halagüeñas, pues el aumento previsto es sólo del 4%. Una vez más es observable, por tanto, que la situación española es más favorable que la de la mayor parte de nuestros socios comunitarios.

En todo caso, y pese a nuestra mejor situación relativa en el nivel de nuestra huella ecológica, sería deseable un mejor desarrollo de los planes de ordenación territorial por parte de las administraciones legalmente competentes. Ello facilitaría una menor presión sobre el territorio y el uso del suelo. A tal fin, convendría armonizar mediante ley estatal la planificación y ordenación del territorio español.


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