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HISTORIA NATURAL DEL HOMO SCIENTIPHICUS O CARTA DE UN PRIMATE A LOS ANTROPÓLOGOS

Alfonso Galindo Lucas




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Capítulo 7: ETOLOGÍA HUMANA

7.1. La producción de los propios medios de subsistencia

Aunque en esto tampoco seamos especies únicas (véase las hormigas), la producción de sus propios medios de subsistencia ha sido una de las peculiaridades tradicionalmente atribuidas al ser humano. Nuevamente, la "revolución neolítica" se ha convertido en un mito; se ha interpretado en clave mística, como un "don" y no como el resultado necesario de una situación material. Existe un discurso oficialista acerca de las grandes revoluciones tecnológicas, que explica los cambios sociales y políticos como consecuencia de inventos. Se descubre el hierro y eso multiplica las invasiones, se inventa la vela, luego se incrementa el comercio, se inventa la máquina de vapor y surge la revolución industrial. Este razonamiento es totalmente equivocado.

La primera de las grandes revoluciones —el invento de la agricultura y la ganadería— es considerada como el origen de la organización social, porque se dice que propicia el sedentarismo. No es cierto que el feliz invento de la agricultura y la ganadería volviera al hombre sedentario. Fue al contrario, un proceso, en el que las situaciones establecidas, cuando llegan a un punto insostenible, terminan por convertirse en una nueva situación. Entonces surge un incentivo a experimentar y se crean nuevas fórmulas de producción y subsistencia (o se rescatan inventos que habían caído en el olvido).

Al defender y argumentar esta inversión de causalidad, no se está haciendo una aportación realmente original. En el libro de Andrews, que se ha citado varias veces en este ensayo, podemos leer: “Solía creerse que los asentamientos permanentes nacieron sólo después de la invención de la agricultura, pero las pruebas actuales refutan tal criterio” (1990: 41).

En determinado estadio, los conflictos fronterizos por los territorios de caza (como ocurre con los demás animales cazadores, especialmente, en manada) hicieron al ser humano cada vez más sedentario. Tanto fue así, que se las ingenió para retener a sus víctimas dentro de sus fronteras, mediantes trampas, cercos y cuerdas, antes de matarlas para el consumo, con tal de que estas piezas no fueran cazadas por otras poblaciones (sobrevivió quien empobreció al vecino). Así surgió la ganadería y, gracias a la selección artificial, los perros de caza se convirtieron en perros pastores; las ovejas resultaron de una selección de muflones primitivos y las cábras, de íbices ancestrales.

Un argumento empírico a favor de la hipótesis materialista de la revolución neolítica, fue hallado en el estudio del indio iroqués americano, a finales del siglo XIX. Estas comunidades de cazadores-recolectores se repartían el territorio por tribus (o por otros tipos de agrupaciones de consanguinidad), de una manera tácita y en evitación de que el conflicto bélico fuese permanente (Engels, 1884: 164-165). El estudio de estas y otras culturas actuales, de contexto económico basado en la caza, demuestra que la agricultura y la ganadería no son la causa, sino la consecuencia del sedentarismo. Antes al contrario, la ganadería es lo que ha hecho nómadas o itinerantes a muchas tribus (por ejemplo, los israelitas o los mongoles) y de ello queda constancia histórica.

En el estado de reparto de tierras existe también la manufactura y la pesca y, posiblemente, alguna índole incipiente de cultivo parecido a la mera recolección. La agricultura surgió posiblemente de la observación de los desperdicios domésticos. En ausencia de grandes técnicas agrícolas, los grupos o asentamientos humanos recurrían al intercambio comercial (normalmente, en forma de trueque). Este intercambio primitivo no necesitaba una lengua ni una cultura común, aunque si fuera necesario, se utilizaban traductores, pues la raza nunca ha sido un ámbito cerrado; habiendo continuidad geográfica, ha existido siempre la hibridación, el rapto y la adopción.


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