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HISTORIA NATURAL DEL HOMO SCIENTIPHICUS O CARTA DE UN PRIMATE A LOS ANTROPÓLOGOS

Alfonso Galindo Lucas




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6.3. El lenguaje

El lenguaje es uno de los mitos que utiliza el ser humano para reafirmarse, entre todas las especies animales, al atribuirse su invento, de modo que los demás animales queden excluidos de la comunicación de alto nivel. En el mito de Babel, por el contrario, se entiende como una maldición, en conexión con el mito de la creación. En esta tradición intelectual antiquísima, el ser humano, al volverse más inteligente que el resto de las criaturas, sembró la discordia en su propio hogar, ya que la propia inteligencia permitía utilizar, entre los mismos humanos, el invento del lenguaje exclusivo y excluyente. Toda esta mitología es realmente interesante, por su relación con la realidad, pero veamos cómo se desmitifican creencias actuales menos curiosas.

En fechas recientes, se ha reconocido que el lenguaje del delfín puede ser demasiado complicado para los humanos. Ciertas ballenas pueden nombrar las estaciones del año y dicen los expertos que los adultos enseñan a sus crías los nombres de las estaciones o incluso de las doce lunas del año. Existen especies de pequeños primates saltadores (los sifaka, especie predilenta de Dawkins) que son capaces de llamarse entre sí, a cada cual por su nombre, y de avisar con sonidos distintos y reconocibles acerca de los distintos depredadores que se aproximan. Esto no sólo da una idea de comunicación, sino de convivencia y solidaridad. Lo que significa el canto de los pájaros y el chillido del delfín aún no hemos sido capaces de comprenderlo. Incluso las investigaciones acerca de las danzas de las abejas no han concluido en averiguar cómo es que consiguen transmitir a sus compañeras la localización de un yacimiento de polen. (v. Sykes, 2003).

A pesar de todo ello, en la cultura popular, nos diferenciamos de otros monos en que nosotros hemos inventado el lenguaje. Hoy se sabe que los póngidos son capaces de aprender la mayor parte de los significados de nuestras palabras (aunque por su fisonomía, no son capaces de vocalizarlas), es decir, pueden aprender a leer y escribir, comprender el habla humana y expresarse por lenguaje de signos. Incluso un célebre casodemostró que un bonobo criado en cautividad tendía instintivamente a enseñar a su bebé el lenguaje humano, por la técnica de sordomudos. Esto se ha visto en ocasiones como una precariedad, más que una similitud, como si los chimpancés y los gorilas realmente estuvieran interesados en parecerse a nosotros. Para que al final los filósofos acaben descubriendo que el propio lenguaje nos ha limitado la capacidad para razonar correctamente y nos ha llevado a discusiones sin utilidad práctica, y a la vista de algunos discursos académicos y políticos, es defendible o al menos respetable la opción de los chimpancés de emitir aullidos.

Una de mis hipótesis (supongo que los expertos serán capaces de contrastarla) acerca del lenguaje humano es que el lenguaje escrito se distribuye en un área del cerebro distinta (puede que con intersecciones) a la del lenguaje hablado. Eso puede llevar a que determinadas ideas que se nos ocurren escribiendo puede ser que no se logren conversando y viceversa. Más aún, la personalidad y la elocuencia del interlocutor puede llegar a ser percibida de modo muy diferente cuando se le oye que cuando se le lee. De todos modos, lo que se comenta en este párrafo es más bien anecdótico y se sale de la idea general. Sobre el análisis de la actividad cerebral se ha avanzado mucho desde que Carl Sagan publicara Los Dragones del Edén, haciendo recopilación de lo que hasta entonces se sabía. Por el contrario, el autor que les escribe, a lo más que ha llegado, en relación con el funcionamiento del cerebro, es a una evaluación actuarial del daño cerebral sobrevenido, en términos económico-financieros y en colaboración con neuro-psicólogos.

La gran innovación de Chomsky, que afectó no sólo a la lingüística, sino a la antropología, la psicología, la filosofía, etc., es el descubrimiento de pautas instintiva en la formación de los distintos lenguajes humanos. Esto nos devuelve al atávico mito, expresado ya en la parábola de la torre de Babel, de que los humanos compartíamos un lenguaje común. Este mito resurgió en el siglo XIX cuando se empezó a hablar del Indoeuropeo como un idioma hipotético que se creía que había sido hablado (y escrito) en un pasado remoto.

Si colocamos juntos a leones africanos e hindúes, se van a expresar ambos en el mismo código: Rugidos, olores, movimientos corporales. Posiblemente, el lenguaje instintivo sigue siendo el mismo en ambas especies. En cambio, un chimpancé común (pan paniscus) y un bonobo (pan troglodites), experimentarán primitivos problemas de idioma, también observados entre delfines de distintas especies.

El lenguaje escrito tiene una genealogía mucho más estudiada que la del primitivo lenguaje hablado. La escritura nace como técnica contable, con caracteres cuneiformes, de manera que, poco a poco, el usuario se va dando cuenta de la potencialidad ideográfica, que primero se aplica a objetos, luego a ideas más abstractas y más tarde a fonemas. Es posible que la escritura surgiese al mismo tiempo en lugares diferentes, pero por lo que se ha descubierto, se empezó a escribir en Mesopotamia, hace unos 4.000 años.

A la genealogía del lenguaje, como a la de la moral, también se le tiende a aplicar planteamientos darwinistas, porque parecen ser los más apropiados.


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