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HISTORIA NATURAL DEL HOMO SCIENTIPHICUS O CARTA DE UN PRIMATE A LOS ANTROPÓLOGOS

Alfonso Galindo Lucas




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Capítulo 4: NUESTROS PARIENTES HUMANOS Y NO-HUMANOS

La bibliografía sobre el árbol genealógico humano es muy extensa, pero es conveniente que las publicaciones consultadas sean recientes. Son muy útiles los libros de Arsuaga (con Ignacion Martínez, 1998; en solitario, 1999 y 2001) y, más recientes, Sykes (2001), Dunbar (2004) y Wells (2004). Son muy didácticos Arsuaga y Sykes. Aquí sólo vamos a relatar algunas curiosidades y hechos controvertidos.

En el momento en que se va a publicar este libro, se ha sabido de un nuevo tipo de humano que vivió en Siberia y fue contemporáneo del hombre de neandertal y del hombre de cro-magnon (considerado nuestro antepasado universal). Con los parámetros que siguen los científicos, se han considerado especies suficientemente diferenciadas y no razas de una misma especie, aunque se sospecha que podrían hibridarse con cualquiera de las otras dos especies, lo mismo que se sabe que el homo neandertalensis y el de Cromagnon se cruzaban entre ellos. Sigue sin estar claro si los genes del neandertal se extinguieron totalmente (hoy se cree más bien demostrado que perviven, al menos en pelirrojos y en asiáticos). A pesar de eso, los científicos prefieren definir como especies hibridables y no como razas a estas comunidades, por haber estado aisladas unas de otras un tiempo considerable.

Es llamativo, por ejemplo, el caso del Gigantopithecus, un parantropo asiático, del que existen evidencias fósiles y del que se piensa que fue bípedo. Podría ser el causante directo del mito del Yeti o el abominable hombre de las nieves. El hecho ha cobrado actualidad con recientes reportajes periodísticos en Nepal y otras zonas de Asia, que muestran el hallazgo de ejemplares vivos de homo academicus afirmando su convicción acerca de la existencia del Yeti.

Otra circunstancia muy interesante es el de las razas humanas y por dos motivos. El primero es la gran diversidad racial del ser humano (colores de piel, pelo o ojos, rasgos faciales, olores corporales, voces, forma de caminar), algo que considero espectacular. Cuando veo a un pelirrojo, quedo fascinado y imagino que éste sentirá algo similar cuando habla con un negro y éste, a su vez, cuando se encuentra a un chino y luego están los mestizajes. Sin embargo, el otro aspecto de esta temática es el excesivo recelo del homo scientiphicus hacia el tema racial, que tal vez es considerado tabú. Este es un tema atrayente para la filosofía de la sospecha.

4.1. De las especies y las razas

Un claro motivo de por qué no está de moda el estudio de las razas es la memoria histórica de conflictos armados y crímenes de guerra. Por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial, el argumento racial sirvió a las clases altas del sector terrateniente alemán tradicional para embargar a los judíos, sus principales acreedores, y para luego eliminarlos (como hizo el rey de Francia con los templarios, por los mismos motivos) a fin de que nunca reclamasen sus créditos. Así pues, tenemos un exterminio xenófobo que utilizó el argumento racial como base teórica para esos crímenes; es lógico que al homo scientiphicus se le quiten las ganas de investigar el tema de la raza. Por otra parte, hay que recordar que la Alemania nazi mantenía una alianza con los japoneses, a pesar de que los consideraban inferiores.

Como defendemos en la parte epistemológica (capítulo 1), los intereses materiales (en estos casos, la necesidad de exterminar al acreedor y atrás quedó el “perdona nuestras deudas”) son el verdadero motivo y los argumentos ideológicos (en este caso, la raza, la patria, etc.) son únicamente el pretexto de las grandes empresas humanas.

Ahora bien, también cabe la posibilidad de un planteamiento mucho más sano: El estudio de las razas no está de moda, simplemente, porque las razas no están bien definidas, ya que toda la historia de la humanidad se ha basado en el mestizaje. Por ejemplo, no podemos demostrar que los bosquimanos estén más emparentados con un negro keniata que con un sueco rubio. Según los estudios genéticos recientes, los cambios en el fenotipo (los caracteres aparentes, como el color de piel o de pelo) dependen mucho del entorno y no tanto del parentesco y por lo tanto, el tema de la raza no es tan importante como el de la especie.

Esta hipótesis también es defendible, pero si las razas no están bien delimitadas y el aspecto físico depende de factores ambientales más de lo que se creía, entonces, echando cuenta de nuestra evolución, es posible pensar que aquellos especímenes que hoy catalogamos como especies (ya sean del género homo o de otros más antiguos) pudieron intercambiar sus genes con la línea evolutiva de los humanos actuales. Dicho de otro modo ¿El australopitecus y el parantropo eran razas en vez de especies distintas y tal vez se mezclaron?¿Ocurrió lo mismo entre el homo erectus y el habilis?¿Y entre el neandertal y el cro-magnon?¿Eran los rasgos faciales del hombre neandertal producto de las condiciones climáticas en la misma medida que fruto de su herencia genética? Y todo ello nos lleva a la pregunta más fascinante de todas: ¿Responden las razas actuales a adaptaciones sobrevenidas en una misma estirpe diversificada geográficamente (hipótesis del origen único) o tal vez proceden de hibridaciones anteriores (hipótesis multi-regionalista)? La hipótesis contraria, de la sustitución, parece abundar en el origen misterioso de nuestra especie, a expensas de las extinciones sucesivas de parantropos, australopitecos, homo habilis y homo erectus (con sus variedades ergaster e hidelbergensis) y también la completa extinción del homo neanderthalensis. Es un enfoque radicalmente opuesto al gradualismo darwiniano y más cercano a innovaciones más recientes, como la llamada teoría del equilibrio puntuado. Por el contrario, la hipótesis multirregionalista, según la cual, todas estas especies son en realidad razas, cuyo genoma se cruzan en nuestra línea evolutiva, configura al homo erectus como nuestro antepasado directo y, en este sentido, se aprecia una evolución gradual en la forma del cráneo y la inteligencia, en el sentido sintético-darwiniano más ortodoxo.

En concreto, el interés y la fascinación que muchos hombres de nuestra época sintieron por el hombre de neandertal estaba basado en la observación de diferencias en las razas actuales. La pregunta era ¿Puede haber legado el hombre de neandertal alguna parte de su genoma al hombre europeo y no a las otras razas humanas?

Aunque de forma no-declarada, es muy posible que el racismo esté volviendo a instalarse en los poderes; desde el punto de vista antropológico, las políticas de inmigración serían como un intento desesperado del hombre blanco por frenar el éxito reproductivo y la esperanza de vida de las otras razas. La perspectiva de imaginarnos a la humanidad futura como un bloque negroide y otro mongoloide (o una mezcla de ambos), nos hace sentir como neandertales, al borde de la extinción. Las mismas estrategias de colonizar lugares remotos, como Canarias, América y Australia y establecer allí la extrema derecha (tras haber diezmado o exterminado a los indígenas), recuerda a una especie de reivindicación neandertalense de la raza blanca. El problema es que se vive mejor rodeado de esclavos y la raza blanca ya no es capaz de viajar si no es en compañía de sus ayudantes. Pero como le ha sucedido a todo individuo del género homo, si ha logrado perpetuar sus genes, ha sido gracias a la exogamia (mestizaje).


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