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HISTORIA NATURAL DEL HOMO SCIENTIPHICUS O CARTA DE UN PRIMATE A LOS ANTROPÓLOGOS

Alfonso Galindo Lucas




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Capítulo 1: MATERIALISMO Y MISTICISMO. LOS DIOSES TIENEN SED

En un documental reciente de la BBC sobre la evolución humana, el primate peludo que lleva camino de llegar a convertirse en humano pierde a un familiar y, ante la desgracia, se sorprende al comprobar que brota líquido de sus ojos. Pocas versiones de la historia natural pueden ser tan desafortunadas como esta interpretación mística de las lágrimas, “si ese mono podía llorar, entonces tenía sentimientos”, siguiendo un razonamiento justamente inverso al que sería razonable (en el ser humano, el llanto es consecuencia de determinado sentimiento, v. 2.6). Peor aún, ese mono estaba evolucionando en directo, por eso se sorprendía de sus propias lágrimas; un simio adulto que al parecer no recordaba haber llorado de pequeño. Lo que se nos quiere decir es que las lágrimas, al ser un atributo exclusivamente humano, indican que los demás animales (incluyendo nuestros antepasados) incapaces de llorar, no tenían alma; ellos son un fenómeno puramente natural, pero el ser humano —como defenderán, entre otros, Teilhard de Chardin o Laín Entralgo— está hecho de una sustancia divina especial.

Efectivamente, todavía en nuestro siglo, la versión mística de la evolución sigue divulgándose, incluso se está “involucionando” hacia posiciones teóricas creacionistas, debido a la progresiva intromisión de las confesiones religiosas (como el gran fraude del “diseño inteligente”) en el negocio de la educación y el de la investigación (incluso a nivel universitario). Eso no ocurriría si la educación se reconociera como un bien público, en vez de un negocio (Sagan, 1995).

La magistral lección de antropología contenida en la obra de Engels (1884) critica a otros antropólogos por su misticismo y, con ello, se convierte, a mi juicio, en el antecedente más remoto del trabajo que usted está leyendo. Marx y Engels han sido los primeros en estudiar y criticar al hombre como antropólogo, como inventor de explicaciones socorridas para sus intereses, instauradores, en definitiva, de la sospecha. Pero durante mucho tiempo, el marxismo ha sido un tema tabú.

En los siguientes apartados, voy a tratar de atacar, desde el enfoque filosófico materialista, el misticismo implícito en algunas explicaciones antropológicas. En relación con la evolución de las especies, incluida la humana, el darwinismo puso fin a la visión mística, aunque, paradójicamente, los defensores de Darwin se radicalizaron y adoptaron una extraña visión mística del darwinismo (Sampedro, 2002). En el terreno social, también las interpretaciones místicas (el idealismo) fue, unos años más tarde, desmitificado por Marx y Engels. Con el tiempo, como todos sabemos, también se dio la paradoja del comunismo fervoroso que elevó a cuasi-religión lo que venía siendo una lucha contra los dogmas. (Galindo, 2004).

1.1. Deconstrucción y síntesis de Darwin

El título de este epígrafe plagia el de uno de los libros consultados (Sampedro, 2002), porque me ha gustado y porque es uno de los libros que explican minuciosamente conceptos que aquí únicamente se ponen en relación unos con otros.

Como afirma dicho autor, las más duras críticas a Darwin las dejó escritas él mismo. Una de las críticas que se incluyen en este capítulo es la de la selección sexual (5.2.). Otra es la del gradualismo, que ha dado origen a ciertos desequilibrios “puntuados” entre los darwinistas puristas e innovadores. La disputa acerca del gradualismo la introdujo el propio Darwin reconociendo los problemas derivados del registro fósil y creyendo humildemente en los cálculos erróneos de Kelvin acerca de la edad de la Tierra.

Al ser éste un ensayo crítico y hasta cierto punto perentorio, las definiciones y explicaciones de los conceptos y problemáticas establecidas se remiten a este tipo de excelentes ensayos. Pero en definitiva, lo que dejó sentado Darwin viene a resumirse en

1. La evolución de las especies. Esta era una teoría que se sospechaba desde tiempos remotos y, más concretamente, desde la ilustración, y que publicó por primera vez el abuelo Erasmus Darwin (y diez años más tarde, Wallace).

2. La selección natural es la verdadera teoría exclusiva de Darwin nieto y viene a confirmar la teoría de la evolución, al establecer la causa, el agente que hace posible la evolución. La escasez de recursos, comparada con la gran capacidad de reproducción de los seres vivos, lleva a la extinción de los menos aptos. Un elemento que ya Darwin y Wallace consideraban importante y que luego se consolidó con la teoría del equilibrio puntuado, es el aislamiento relativo de las nuevas especies, que les permite perpetuarse sin hibridarse.

3. Esta causa (la selección natural) constituye, desde un punto de vista filosófico, la necesidad, pero esa necesidad se ejerce sobre el azar. Es decir, se seleccionan los caracteres más aptos, pero dentro de los que han llegado a producirse de forma fortuita. En el tema del azar, Darwin aportó una visión gradualista, en la que todas las mutaciones eran posibles y se iban seleccionando las más adecuada.

El tercer punto es el verdadero punto débil de la teoría y el propio Charles Darwin lo planteó, pero tal vez no supo (o no quiso) dejar sentado que el punto segundo de esta enumeración es el irrefutable y magistral mérito de su obra y la aportación más genial que se ha producido en la biología, por la implicaciones filosóficas que conlleva. Fue un duro golpe para la religión, para la credibilidad de los textos sagrados y para los trabajos hasta entonces publicados por gente importante como el reverendo Paley. La selección natural no sólo es una explicación sencilla y universal (según lo expresado por Thomas Huxley, lo genial de esta teoría es que antes de formularse era impensable y ahora a todos nos parece de sentido común, v. Galindo, 2004), sino que además ―lo vamos adelantando― está sobradamente demostrada.

Las grandes innovaciones recientes, como la simbiogénesis y el equilibrio puntuado modifican, en algunos aspectos, lo publicado por Darwin, porque cuestionan lo relativo al azar (punto 3), observando que los cambios no proceden sólo de mutaciones sobrevenidas y perpetuadas en recombinaciones (siempre que se produzcan en los gametos). No obstante, puesto que el punto 2 queda intacto e invulnerable, todos estos adelantos científicos deben entenderse inscritos en el marco teórico o paradigma darwinista (por usar la célebre terminología de Kuhn). Darwin se equivocó a veces en el cómo (el azar), lo cual es muy comprensible, puesto que la genética no existía como tal en aquella época (los escritos de Mendel habían caído en el olvido), pero acertó plenamente en la causa y a fecha de hoy, está suficientemente demostrado que la causa es la competencia por los recursos materiales, que siempre son escasos en relación con la capacidad reproductiva de la materia viva. Son causa materiales, no debidas a una voluntad (divina o alienígena) y ese fue el sentido de la revolución darwinista.

Del mismo modo, en este texto se introduce una crítica del concepto de “selección sexual” propuesto por Darwin y esta crítica no supone un retroceso, sino un avance, dentro de la Teoría de la evolución por selección natural.

Por otro lado, la inclusión en el panorama darwinista de los avances en genética, desde Mendel hasta los hallazgos recientes (y lo mucho que aún queda) y la incorporación de algoritmos matemáticos y estadísticos tendentes a modelar las pautas de evolución, dieron lugar a la denominada síntesis neo-darwinista. Como todo lo que surge como algo innovador (Véase el mito del héroe, en 5.3), se convierte con el tiempo en un refugio para los poderes fácticos (normalmente, los catedráticos más antiguos o las universidades con más recursos financieros). Así ha ocurrido, efectivamente con esta versión conservadora del darwinismo. Acerca de este tema epistemológico tiene mucho que decir un economista; ya se lo advertí a ustedes en el capítulo introductorio.

En un par de artículos míos de 2004 y en uno de mis libros de 2005, uso algunos ejemplos para demostrar que la finalidad de los economistas del stablishment es hacer que los malos modelos funcionen a costa de distorsionar la realidad, mediante predicciones auto-cumplidas y juegos socios en política económica. La finalidad de los economistas de los años 80 y 90 no era establecer el modelo correcto, sino manipular el comportamiento de los habitantes de la tierra para que unos modelos matemáticos simplistas funcionasen. En economía, es más fácil que en biología, puesto que el concepto de “predicciones auto-cumplidas” es como el vudú; sólo funciona si la gente se lo cree. Lo mismo se puede decir del mismo derecho de propiedad y del capitalismo.

En cambio, en biología, si los modelos matemáticos han resultado gradualistas, en sentido de infinitesimal, tedioso, lento... entonces, lo que hay que hacer es interpretar la realidad con vista cansada para no ver las evidencias. Estos conservadores defensores de la síntesis han adoptado a Darwin como bandera, de la misma forma que los marxistas de la nomenklatura comunista adoptaron a Marx. Cuentan que Marx llegó a afirmar que no era marxista. Darwin también lo hizo, de un modo menos explícito, pero por escrito, en cambio. En todo el capítulo que dedica, en su libro, a atacar su propia teoría, lo que vino a demostrar es que no estaba seguro de lo que había contado. Sin embargo, de la enumeración de tres puntos que hemos hecho, sólo falla en el tercer punto, y no sistemáticamente.

Como dice Sampedro (2002: 140), “la clave de esta discusión... está en el concepto de azar”. Por la forma en que Darwin describe los cambios genéticos, el azar (punto 3) sería una causa más o menos sistemática, que permitiría a las jirafas ir alargando su cuello generación tras generación, en un enfoque gradualista, en el que se observarían subespecies fósiles de longitud cervical intermedia. Pero, como se ha demostrado, los cambios pueden sobrevenir de forma más drástica; determinadas modificaciones genéticas (que en medicina se suelen considerar enfermedades) pueden producir especies distintas, siempre que representen un logro adaptativo y que su frecuencia relativa en una determinada población sea significativa (de forma que esa innovación genética no vuelva a diluirse entre los caracteres antiguos). Esto es, a grandes rasgos, lo que hoy se considera de común aceptación (posibilidad de monstruos esperanzados y aceleración del proceso por aislamiento demográfico).

Sin embargo, decir que la posibilidad de cambios drásticos en genoma o fenoma es una evolución no-darwinista creo que es una ruptura excesiva, pues tal vez se esté desmintiendo a la síntesis ortodoxa, pero no a Darwin, cuya aportación fue, ante todo, filosófica. Por eso, no comparto la afirmación en este sentido, que se contiene en el libro de Sampedro en varias ocasiones (2001: pág. 138 ó 144). Identificar al darwinismo con la ortodoxia de Dawkins ó John Maynard Smith es darles la razón en su acaparamiento de la obra de Darwin. Sería como aceptar una interpretación no-marxista de la historia por el hecho de que los autores propagandistas soviéticos se arrogaron la continuidad de la obra de Marx.

Por lo tanto, desde que la Teoría de la Evolución mediante Selección Natural se formuló, hace más de 150 años, no ha habido ninguna ruptura. Darwin no conocía la unidad mínima en la que se dan los cambios (el azar): Péptidos de una secuencia de ADN (mutaciones entre las cuatro letras posibles), bloques o genes, módulos o conjunto de genes, cromosomas, células. En su siglo, no existían los avances tecnológicos oportunos, ni se conocía la estructura de doble hélice de nuestro genoma. Tampoco eran necesarios estos avances tecnológicos para la aportación científica que hizo este naturalista: Desvelar el mecanismo de la selección natural.


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