BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

HISTORIA NATURAL DEL HOMO SCIENTIPHICUS O CARTA DE UN PRIMATE A LOS ANTROPÓLOGOS

Alfonso Galindo Lucas




Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (206 páginas, 2,04 Mb) pulsando aquí

 

 

1.2. El azar y la necesidad. Competencia y gradualismo

Por lo que respecta a la necesidad, es preciso observar que la competencia sólo actúa como un mecanismo efectivo de selección en caso de escasez; en los demás casos, el monstruo (por ejemplo, una mosca con cuatro alas) puede tener posibilidades de sobrevivir, procrear y fundar especies nuevas. Posiblemente, las explicaciones de Darwin, en función de lo que había observado, se centraron en la selección de individuos para formar nuevas especies, pero no fue tan consciente de que la competencia no sólo se puede dar entre individuos, sino también entre manadas cooperativas o bien entre especies (una especie puede reemplazar a otra en un nicho ecológico) o también entre genes o sistemas organizados de genes, entre tejidos, entre tipos o diseños de células o de proteínas, etc.

Aparte, el tema del gradualismo debe ser aceptado, no en el sentido de la lentitud y, mucho menos, en el sentido finalista (teleológico) propuesto por Dobzhansky, sino en el sentido acumulativo. Si bien se ha demostrado que los cambios definidores de una especie suelen ser bruscos y no graduales (en sentido temporal), también ha quedado demostrado que unos cambios no serían posibles si no se conservasen otras adaptaciones previas (mutaciones, duplicaciones genómicas, etc.). En la tabla 1 del capítulo 2 se hace una propuesta gradualista (en sentido acumulativo), en la que se admite la brusquedad del cambio. También en la tabla 2 se trabaja con una propuesta sobre qué cambios pueden haber sido más parsimoniosos o más radicales. También en el estudio de las sociedades humanas (o animales) es fácil comprender que unos determinados cambios (tecnológicos, organizativos, políticos) no se lograrían si no se hubiesen logrado (o padecido) otros previamente.

A nivel de nuestros antepasados más remotos (los que son comunes a animales y plantas), se produjo una revolución conceptual con los trabajos de Margulis (citada en Sampedro), quien afirma que las células modernas (llamadas eucarióticas o eucariontes) proceden de una simbiosis entre distintos tipos de células. De esta forma, el núcleo y otros cuerpos internos de la célula moderna, como las mitocondrias, provendrían de una bacteria que invadió o fue engullida por otra y que, sin ser capaz ninguna de ellas de destruir a la otra, se parasitaron mutuamente, lo que constituye el fenómeno de la simbiosis. Se creó un ser nuevo capaz de replicarse a sí mismo en las condiciones simbióticas y luego desencadenó colonias y organismos pluricelulares. Lo realmente genial de esta teoría es que la evolución hasta las especies actuales no viene determinada por la perfección de unos cambios continuos y equiprobables que permiten a las condiciones naturales ir moldeando la naturaleza hacia la perfección. La necesidad va perdiendo importancia a favor del azar. Ahora resulta que los organismos como el que lee estos renglones no habrían sido posibles si no fuera por un hecho que sólo sucedió una vez en la historia del planeta (y gran parte del universo). Si en vez de darse esa simbiosis, hubiese tenido éxito otra distinta (entre otros dos tipos de bacterias), la vida en la tierra podría ser totalmente distinta.

No obstante, lo cierto es que volvió a ocurrir un hecho similar e igual de importante: bacterias fotosintéticas (cianobacterias) fueron absorbidas por células eucarióticas, convirtiéndose en sus cloroplastos y dando origen a la vida vegetal. Dentro del reino vegetal ―y esto que voy a decir creo que es una hipótesis nueva― las especies se fueron formando también por mutaciones más o menos drásticas o graduales, pero hay que observar que la variedad de plantas es tan enorme que algunas pueden considerarse variedades intermedias procedentes de hibridaciones sobrevenidas. En concreto, la hipótesis que introduzco es la del injerto accidental, que vendría a ser el equivalente pluricelular a la simbiogénesis: Un hecho causal y dramático que crea nuevas formas de vida. Los especialistas tendrán que determinar si es posible que dos especies cruzadas de esta forma terminen desarrollando aparatos reproductivos sui generis y se perpetúen como especie.

Por el momento, baste con comentar algunos casos curiosos que no ponen en duda la posibilidad gradualista, pero que llevan a proponer la posibilidad de que los cruzamientos aceleren el proceso en el medio natural, como lo han hecho en la selección artificial. En el taxón biológico de las ulmáceas, la forma genérica de reproducción es mediante semillas descarnadas y provistas de sámara planeadora (una aleta rígida y ligera que hace de ala), similar a las de ciertas coníferas y los arces, pero el almez es una especie de olmo que presenta frutos carnosos similares a los de las oleáceas. Al fresno le ocurre lo contrario, al estar emparentado con los olivos (es una oleácea) y diseminar mediante sámara, como los arces. Luego está el caso del taraje o taray, que comprende un gran número de especies de plantas con flor (angiospermas) que poseen, todas ellas, hojas escamosas como las de las coníferas (gimnospermas). Existen árboles con flor, como los tejos, que pertenecen a las coníferas, aunque esta clasificación se pone en duda en los libros consultados. Otros árboles de géneros angiospermas, como el aliso, que desarrollan estróbilos, al modo de las coníferas. También existen rutáceas con fruto similar al del olmo y rutáceas con fruto jugoso, como el naranjo. Por último, los tilos son árboles que desarrollan dos tipos de hojas muy diferentes en la misma copa.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles