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HISTORIA NATURAL DEL HOMO SCIENTIPHICUS O CARTA DE UN PRIMATE A LOS ANTROPÓLOGOS

Alfonso Galindo Lucas




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5.5. Biografía de la homosexualidad

El paso de la era arcaica o prehistórica a la antigüedad ha coincidido, a grandes rasgos, con una sublevación generalizada del hombre frente a su destino de morir cuando la fuerza física (y sexual) disminuye. Este cambio antropológico, revestido como verdadera revolución cultural (de hecho, se impuso el vocablo “hombre” para hacer referencia a toda la especie humana), contaba en la antigüedad con un aliado antropológico que hoy vive horas felices: La homosexualidad masculina. Juntos, homosexuales y maridos consiguieron relegar a la mujer al papel frustrado y proscrito de las sociedades venidas a menos (el mundo mediterráneo occidental y la mayoría de países del mundo musulmán), pero en las tradiciones más conservadoras, quedaron vestigios de una antigua sociedad matriarcal; por ejemplo, la herencia de la condición judía, que es por vía materna. Hoy, afortunadamente, los hombres perdemos nuestra pre-eminencia social y se llega incluso a discriminaciones positivas, paritarismos y otros despropósitos, como el hecho de inscribir la homosexualidad en el ámbito de la libertad ideológica.

La propia homosexualidad fue perseguida, especialmente, por el catolicismo y sus derivados (protestantismo, anglicanismo, testiguismo, mormonismo) y, en general, los planteamientos morales hipócritas de organizaciones creadas y dirigidas mayoritariamente por homosexuales reprimidos (el partido nazi, la jerarquía católica, los talibanes; estos últimos, según Tariq Ali, 2003).

Existe un libro titulado “biografía de la homosexualidad”, en el que el título es verdaderamente interesante, pero luego se trata de un tratado médico a la antigua, donde el autor deja muy claro que se trata de una enfermedad y que el hecho de escribir acerca de este fenómeno no significa que se defienda. Tampoco es que haya que defender o perseguirla homosexualidad, porque la condición sexual es inevitable. Además, el derecho a ejercitar una determinada orientación sexual y la libertad para hacerlo público implica, por definición, el derecho a callarse uno y no declararse de una u otra tendencia, ni a contar las experiencias que se han tenido (ya que las libertades no son obligaciones).

Hoy, afortunadamente, no se considera la homosexualidad como una enfermedad, aunque teóricamente, dificulta o impide la reproducción humana (aspecto que no reviste gravedad, en vista de la actual superpoblación). No; la orientación sexual no puede ser considerada una enfermedad, pero tampoco un ejercicio del libre albedrío. Por el contrario, la “orientación” o condición sexual es un carácter que se define, posiblemente, a la edad de cuatro o cinco años, coincidiendo con el conato de madurez sexual frustrada detectado por Freud en los niños. Si esta característica (homosexualidad o heterosexualidad) se conforma, tanto en el hombre como en la mujer, en los primeros años de vida, lógicamente, se trata de una condición y no una elección, a pesar de que, inteligentemente, la defensa de la opción homosexual empezó a ejercerse al amparo de las libertades ideológicas.

El tema de la homosexualidad entraña un misterio, desde el punto de vista evolutivo, que ya los expertos plantearon en su día (v. p. ej., Arsuaga, 2001). Si la condición homosexual impide o dificulta, por definición, la reproducción de los individuos, entonces ¿cómo es que no se extinguen de una vez los homosexuales? De hecho, la mayoría de los planteamientos homófobos se basan en parámetros spenceristas, acerca de lo que es más o menos válido. Pero los propios homófobos pueden ser contestados con sus mismos argumentos; si los homosexuales son menos aptos ¿Por qué hay que exterminarlos?

Luego está el asunto de la bisexualidad, del que no se sabe muy bien si constituye una tercera “orientación” o si se trata de un trastorno de personalidad, en alguna de las dos opciones o en ambas, que conlleva la práctica sexual, más ocasional o más frecuente, contraria a la orientación del individuo. La interpretación contraria a la hipótesis del trastorno y la posible reversibilidad de la bisexualidad sería la sostenida sobre todo por la creencia popular de que todos somos bisexuales ―especialmente, las mujeres― pero nos desviamos unos grados más hacia uno de los extremos (homosexualidad o heterosexualidad). Sobre todo esto, a lo más que llego es a plantearlo, no sostengo ninguna hipótesis concreta.

Sin embargo, la experiencia demuestra que la homosexualidad humana, lejos de extinguirse, se perpetúa y eso no tiene lógica darwinista aparente, mientras los hombres no puedan quedarse embarazados ni las mujeres puedan inseminarse entre sí. ¿Cuáles pueden ser las explicaciones posibles para la pervivencia de la homosexualidad a través de la historia?

1. La homosexualidad es una enfermedad, como podría ser el catarro y, aunque los individuos homosexuales no prosperen, la enfermedad se repite, una y otra vez, en distintos nuevos individuos.

Pero los científicos han descartado la intervención de agentes patógenos. Por lo tanto se trataría de una enfermedad hereditaria. Efectivamente, según las investigaciones más recientes, parecería tener un componente hereditario, pero eso no explica que la “enfermedad” se perpetúe, sino precisamente, que tendría que haberse extinguido.

2. Puede tratarse de un gen recesivo, de manera que puedan transmitirlo a sus descendientes los heterosexuales y no se manifestaría en generaciones sucesivas, sino más o menos alternas y no en todos los hermanos portadores.

3. La tercera hipótesis puede ser la de la bisexualidad universal. Por la parte que me toca, la descarto. No obstante, viendo el comportamiento de muchos otros mamíferos, incluyendo primates, es legítimo preguntarse si en el pasado de la especie, la práctica se la homosexualidad no fue utilizada como mecanismo de apaciguamiento social. En los escritos que se poseen acerca de las costumbres griegas y romanas, la homosexualidad suele presentarse como una práctica bisexual, en hombres que también actúan conforme a la reproducción. Esta práctica, además, se llevaría a cabo en fiestas, de manera que pudiera ser observada por los congéneres. El macho dominante penetra a los subordinados (normalmente, sin gasto de esperma) para aplacar su ira y dejar claro quién manda.

4. Una explicación de lo más razonable es la intervención de factores de selección socioculturales que, en vez de limitar la reproducción, como ocurre con la competencia por los recursos, fomentan la reproducción, sin miramientos sobre la orientación del individuo.

Esta última hipótesis se basa en el carácter sumamente desigual de las sociedades humanas, en las que algunos individuos fértiles no llegan a reproducirse (los mandan a guerras, naufragios, accidentes de trabajo, etc.), mientras que otros, a pesar de que no les apetece, son obligados a reproducirse, transmitiendo el gen de la homosexualidad (si es que este gen existe como tal). En este esquema, la homosexualidad actual provendría de la hipocresía y de la práctica “heterosexual contra natura”, si es que tal expresión es asimilable por las sociedades actuales.

5. La tendencia sexual se debe únicamente a factores ambientales, como el tipo de experiencias psicológicas vividas en la infancia, en relación con los progenitores o los otros niños. En tal caso, la propensión a la homosexualidad sería uniforme entre los seres humanos y sería el ambiente quien decidiría en los primeros años de vida, como ocurre con la determinación del sexo de los cocodrilos.

Puede que la explicación más correcta sea una hibridación entre la segunda y las dos últimas: Puede existir una propensión genética hacia la homosexualidad (transmisible a los descendientes), pero en según qué ocasiones, los factores ambientales (la carga psicológica) modelan una opción u otra. De los casos en que se desarrolle la homosexualidad, habrá también una parte que lleguen a reproducirse por compulsión social.

Bryan Sykes estudia este interesante tema y encuentra en unos registros que los homosexuales, por término medio, tienen bastantes más tías que tíos. También echa cuenta de que las probabilidades que tienen los varones de ser homosexuales aumentan ostensiblemente con el número de hermanos mayores varones. Es decir, si una mujer tiene tres hijos varones, el segundo tiene más probabilidad que el primero de tener esta orientación y el tercero tiene más probabilidad que el segundo y el primero juntos. De ahí deduce que el ADN mitocondrial tiene algo que ver en la activación de la homosexualidad durante la formación del cerebro del feto. No obstante, estos datos también pueden interpretarse en clave de desencadenante psicológico, después de nacido el varón y durante sus primeros años de vida. Por ejemplo, si tiene muchas tías, puede percibir, por vía hormonal o sensorial, un trato femenino frecuente, de forma que active algún mecanismo de rechazo a las hembras de su especie; es como si el bebé, después de ir rotando entre los regazos de sus sucesivas tías, se le quitaran las ganas de volver a dormir con mujeres. O por la parte familiar muy cercana, el trato con varones mayores que él (normalmente éstos en la edad próxima al despertar sexual frustrado que propuso Freud) puede desencadenar otros mecanismos que le indiquen que su masculinidad (su heterosexualidad masculina) no va a ser muy necesaria en el mundo en que le va a tocar vivir.

El caso es que hoy en día, no sólo no se conoce a ciencia cierta (aunque se sospecha) el posible origen genético de la homosexualidad, pero tampoco hay mucha preocupación por investigarlo, ya sea por tabú o porque realmente no algo demasiado urgente o importante. La homosexualidad femenina se ha estudiado todavía menos, pero casi por casualidad, se realizó, hace unos doce años, un hallazgo que relacionaba, en términos estadísticos, la condición de lesbiana con la diferencia de longitud relativa de los dedos índice y anular, en relación con la misma medida en hombre. Algo curioso, desde luego, que sirvió para relacionar el fenómeno de la homosexualidad con el momento de la formación del feto y el nivel hormonal existente en dicho proceso.


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