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LA INGENIERÍA AMBIENTAL COMO EJE DEFENSOR DE LA SOSTENIBILIDAD ECONÓMICA AGROINDUSTRIAL

José Rafael Ramos Chunga




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CAPITULO III. INSTRUMENTO JURIDICO NORMATIVO = CODIGO DEL AMBIENTE

LA PROTECCIÓN DEL AMBIENTE Y LOS RECURSOS NATURALES EN LA NUEVA CONSTITUCIÓN DEL PERÚ

El fin del Estado es proveer el bien común, es decir el bienestar general. Es pues su principal deber proteger el medio ambiente, entorno esencial de la vida y los recursos naturales que satisfacen las necesidades vitales de todos los habitantes del Perú.

En nuestro país, esta protección se hace evidente a nivel constitucional desde 1979 cuando se regula por primera vez en el Artículo 123° el derecho de todos los peruanos a habitar en un ambiente saludable.

Cap. 79 Art. 123°: “Todos tienen el derecho de habitar en ambiente saludable, ecológicamente equilibrado y adecuado para el desarrollo de la vida y la preservación del paisaje y la naturaleza. Todos tienen el deber de conservar dicho ambiente. Es obligación del Estado prevenir y controlar la contaminación ambiental.”

Años después, luego de la Cumbre de la Tierra que se dio en Río de Janeiro en 1992, esta protección se amplió mediante sendos artículos expresados en la Carta Política de 1993. Este proceso continúa hasta el día de hoy mediante el proceso de Reforma Constitucional establecida mediante la Ley 27600 del 15 diciembre 2001.

El presente trabajo apunta a trasladar las propuestas en relación con el Régimen Económico de la Constitución en lo que respecta a la protección del medio ambiente y los recursos naturales con el propósito de que las mismas contribuyan al análisis y al debate de la reforma de la Constitución.

II. ANTECEDENTES

La preocupación por el medio ambiente ha estado presente en las diferentes etapas del desarrollo de la humanidad como se aprecia en artículos del Código de Hamurabi, en el derecho griego y romano, derecho bizantino hasta nuestros días. El medio ambiente, entorno de vida, los recursos naturales para la satisfacción de las necesidades humanas y la construcción del progreso han sido objeto de la protección de estados y gobernantes mediante normas que han tenido una perspectiva economicista, consideraciones de protección de derecho fundamentales hasta de seguridad nacional.

Es a partir de la revolución industrial que los efectos de las acciones humanas adquieren magnitudes y características cuyos efectos se empiezan a notar y a preocupar por sus graves consecuencias. El tema ambiental es de naturaleza global y no está circunscrito a un particular territorio. Las emanaciones y vertimientos tóxicos en un país afectan el medio ambiente de los países vecinos hasta grandes áreas que abarcan continentes enteros.

Las normas de protección del medio ambiente se han incorporado en el nivel más alto del ordenamiento jurídico, es decir, en las constituciones de muchos países. Nuestro país no ha sido ajeno a esta evolución. Para los efectos de este trabajo, señalaré a manera de punto de partida la carta política de 1993. En ella por primera vez se incorpora “el derecho a gozar de un ambiente equilibrado y adecuado al desarrollo de su vida” dentro del catalogo de derechos Fundamentales, como lo vemos en el inciso 22 que dice:

“Art. 2°.- Toda persona tiene derecho:

Inc. 22 … a gozar de un ambiente equilibrado y adecuado al desarrollo de su vida”.

En la Carta de 1993, al igual que en la Carta de 1979, la protección del medio ambiente y los recursos naturales están regulados dentro del régimen económico. Así lo vemos en los Artículos 66°, 67°, 68° y 69°.

“Art. 66°.- Los recursos naturales renovables y no renovables, son patrimonio de la nación. El Estado es soberano en su aprovechamiento.”

Por ley orgánica se fijan las condiciones de su utilización y de su otorgamiento a particulares. La concesión otorga a su titular un derecho real, sujeto a dicha norma legal.

Art. 67°.- El Estado determina la política nacional del ambiente. Promueve el uso sostenible de sus recursos naturales.

Art. 68°.- El Estado está obligado a promover la conservación de la diversidad biológica y de las áreas naturales protegidas.

Art. 69°.- El Estado promueve el desarrollo sostenible de la Amazonía con una legislación adecuada.

ENERGÍA + MEDIO AMBIENTE = ALIMENTOS

Un humilde llamado de atención

La globalización no significa solamente la unificación de los mercados, posibilitada por la enorme agilización de las comunicaciones y por la absoluta movilidad de los capitales. También lleva a la unificación de los problemas y de los intentos por resolverlos. Al menos para el mundo central, que fija pautas sobre las cuales luego se ordena toda la vida planetaria.

En ese sentido, la seguridad en la disponibilidad de la energía necesaria para mantener y expandir la calidad de vida actual, es seguramente el tema que hoy domina el espacio de las decisiones estratégicas de la política mundial. Además, como destino inexorable, algunos de los caminos allí elegidos, vinculan esa temática con el segundo gran frente -el medio ambiente- y también con la ecuación alimenticia, al entrar en el escenario la discusión sobre el posible destino alternativo de la tierra agrícola, para producir combustibles.

Vale la pena esclarecer la relación entre los tres espacios, antes de formular algunas reflexiones sobre las posibles políticas.

El problema, a nuestro juicio, es de cantidad, también de calidad y también de poder.

LA CANTIDAD

La base de la oferta energética, tanto para producción de electricidad, como para abastecer la inmensa flota de vehículos que circula por el globo, es el petróleo y el gas. Estos dos recursos no renovables representan el 96% de los insumos utilizados para el transporte mundial de bienes y personas.

El horizonte de su agotamiento –siendo no renovable– es permanente motivo de conjeturas y de pronósticos diversos, que suelen ajustarse ante cada nuevo descubrimiento o cada técnica diseñada para extraer mayor porcentaje a partir de los pozos actuales. Lo concreto e indudable, no obstante, es que este recurso se ha de agotar en algún momento. Por lo tanto, la evaluación y definición de fuentes alternativas es imprescindible. La sustentabilidad –esto es: la posibilidad de considerar como realmente permanente al recurso– se convierte en un factor clave en esta tarea. El uso del viento o del sol, por ejemplo, son frentes de trabajo centrales. Los llamados bio combustibles son también habitualmente incluidos en esta categoría.

Sin embargo, el biodiesel o el bioetanol, surgen de procesos donde sólo una parte de la energía generada tiene origen en el aprovechamiento solar –para producir las plantas y sus frutos-. Se necesita energía adicional para sembrar, producir fertilizantes o pesticidas, cosechar y procesar los granos o plantas hasta su forma final combustible.

La soja, por caso, produce 3 veces la energía –en forma de biodiesel- que se consume desde la siembra hasta el producto final. El maíz, en cambio, produce una energía neta que está en serio debate. Según los autores, genera un 100% o un 40% más –como etanol- de lo necesario para su implantación. Pero hay quienes –como un muy serio grupo de la Universidad de Cornell– sostienen que el balance de energía global es negativo en este caso. Esto es: el alcohol anhidro final podría entregar una energía total menor que la energía necesaria para producir el maíz, extraerle el alcohol y purificarlo.

LA CALIDAD

Quemar petróleo o gas o sus derivados contamina el medio ambiente. Genera anhídrido carbónico y otros gases responsables del calentamiento global. Ya es conocido que este problema ha dejado de ser cualitativo para pasar a ser de gran envergadura; obligando a acuerdos internacionales, que comprometen enormes esfuerzos para acotar el deterioro, sin lograrlo hasta el momento.

La diferencia entre los posibles daños causados al ambiente se ha convertido en un elemento de alta relevancia en la legislación que regula el uso de materias primas energéticas.

Otra vez; la energía solar, la eólica, la hidroeléctrica en alguna medida, son consideradas fuentes limpias, ya que al menos en materia de emisiones gaseosas, no están asociadas a las dificultades de los combustibles minerales. Los bio combustibles, en cambio tienen una relación con el ambiente distinta según el caso. El biodiesel, -obtenido a partir de aceites vegetales, sea de soja, colza u otros– tanto cuando es usado al 100% o en cortes con diesel de petróleo, no reduce de manera relevante el efecto invernadero. Su vinculación con el medio ambiente es en realidad indirecta. La legislación europea ha llevado los límites de contenido de azufre en los combustibles a límites muy pequeños, menos de 50 ppm. Eso ha provocado que los combustibles minerales de tan bajo tenor de azufre –y sus productos de combustión- pierdan capacidad lubricante al interior de los cilindros de un motor.

Por ello, se incorpora 5% de biodiesel a la mezcla carburante, para recuperar esa capacidad perdida. O sea: esta demanda no tiene que ver con el beneficio del biodiesel para el medio ambiente, sino con su capacidad de permitir un correcto funcionamiento de motores diesel, a pesar de casi eliminarse el azufre del combustible mineral.

Con el etanol a partir de materias vegetales –el llamado bio etanol– el enfoque es distinto. Los europeos lo demandan para cortar con las naftas y su efecto allí sí es reductor de la contaminación, especialmente por gases distintos del anhídrido carbónico, de los que se reduce sustancialmente la emisión.

EL PODER

Prefiero tratar por separado el tema del poder económico y su influencia en la forma final de la ecuación energética. De este modo se podrá ver mejor que los caminos que se están recorriendo no surgen de decisiones tecnológicas puras, tomadas por expertos en producción, uso o conservación de energía. En el punto de partida y en los de llegada, hay intereses económicos muy fuertes, que buscan defender y aún fortalecer su situación actual.

Esencialmente, el punto de partida está marcado por una producción concentrada –económica y espacialmente– de los combustibles minerales líquidos o gaseosos (nafta, gasoil, gas natural, GNC), que luego se distribuye por redes que usualmente están controladas por esos mismos productores. En el caso de la energía eléctrica, la situación era la misma hasta hace algunas décadas, cuando la generación se producía en grandes centrales térmicas o hidroeléctricas o nucleares. Al diseminarse formas de generación más descentralizadas, como la eólica o las pequeñas centrales que usan gas, se ha conformado un escenario interesante, en que las grandes redes de distribución se mantienen del mismo modo que cuando la generación era concentrada, pero son alimentadas con diversas fuentes, en los lugares donde se va produciendo la energía. La distribución de energía eléctrica es más concentrada que su producción.

Para poder entender el futuro modelo de producción y consumo energético es necesario, en este marco, comprender que las compañías productoras –que a la vez son distribuidoras – de combustibles líquidos o gaseosos, hacen y harán todo lo posible para contar con el mismo control de los escenarios por venir que el que tienen del actual. Eso será factible si se favorecen los combustibles producidos y distribuidos en gran escala, frente a aquellos que pueden ser generados y consumidos localmente o en menor dimensión.

Así, el bio diesel o el etanol, en caso de ser utilizados para mezclar con gasoil o nafta respectivamente, mantienen el modelo actual y en tal sentido son estimulados. A partir de allí, poco importa que el primero no mejore la contaminación por sí mismo –además en la Argentina el tenor máximo permitido de azufre en gasoil aún no ha sido reducido – o que el balance energético del etanol a partir de maíz sea totalmente discutible.

No tiene igual promoción mediática ni en muchos casos institucional, por descentralizar las fuentes de energía, la producción de biodiesel para usarlo al 100%, a escala de una chacra. O más simple aún: el uso directo del aceite vegetal como combustible, con módicas adaptaciones en los motores hoy gasoleros, como ya sucede comercialmente en Alemania. O los automóviles híbridos, con utilización de energía eléctrica generada por la propia unidad. O los generadores eólicos que pueden aplicarse al uso doméstico y volcar sus excedentes sobre la red pública. O los sistemas de concentración de la energía solar para producir vapor y con ello operar centrales eléctricas pequeñas. Hay ya un amplio damero de opciones de generación y consumo descentralizados, que harían menos necesarios los sistemas de producción y distribución de alta concentración, como los actuales.


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