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SOBRE LAS SOCIEDADES DE LA INFORMACIÓN Y LA DEL CONOCIMIENTO: CRÍTICAS A LAS LLAMADAS CIUDADES DEL CONOCIMIENTO LATINOAMERICANAS DESDE EL PARADIGMA ECOLÓGICO

Germán López Noreña



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10.3.4 La Ciudad Del Conocimiento Latinoamericana Concebida Como Un Ecosistema

En La Ciudad Del Conocimiento Latinoamericana, Más Que El Conocimiento Como Eje Central De Su Deber Ser, Debe Propender Por Un Ecosistema Urbano

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Antes de introducirnos, en algunos pormenores en el concebir a la Ciudad Del Conocimiento en Latinoamérica como un ecosistema , en una primera instancia veamos qué es un ecosistema, ecología urbana, un ecosistema urbano, y cuál es la concepción de ciudad como ecosistema. Pues entonces, iniciemos elucidando, que:

Un ecosistema es un sistema natural que está formado por un conjunto de organismos vivos (biocenosis) y el medio físico donde se relacionan (biotopo). Un ecosistema es una unidad compuesta de organismos interdependientes que comparten el mismo hábitat. Los ecosistemas suelen formar una serie de cadenas que muestran la interdependencia de los organismos dentro del sistema.

El concepto, que comenzó a desarrollarse entre 1920 y 1930, tiene en cuenta las complejas interacciones entre los organismos (por ejemplo plantas, animales, bacterias, protistas y hongos) que forman la comunidad (biocenosis) y los flujos de energía y materiales que la atraviesan.

(Cristopherson, 1996 y Tansley, 1935)

La Ecología Urbana se define como una disciplina, cuyo objetivo central lo constituye el estudio de las interrelaciones entre un conglomerado humano y sus posibles interacciones con el medio ambiente; a la que han contribuido autores como Montenegro (2000), Bettini (1998), Di Pace et al (2004), Odum (1993), y García (2006), a la consolidación de diversas líneas de investigación que le han dado significación a la Ecología Urbana.

En lo relacionado con lo epistemológico, su corpus teórico está en proceso de formación. Es así como en este sentido, además de retomar conceptos de la ecología clásica bebe de las fuentes de manera dialógica de otras disciplinas del conocimiento humano.

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La cultura incaica, sabiamente, desarrolló en su sociedad la creencia de que éramos parte de la tierra y de que los elementos que la componen: tierra, agua, animales y plantas eran sagrados. Desde esta concepción, aplicaron tecnologías –por ejemplo loa Andenes agrícolas-, los que interactuando con la naturaleza, no la depredaba y más bien ponía en valor espacios que por accidentados o inaccesibles, otras civilizaciones no las hubiera tomado en cuenta. Un ejemplo de ello son los andenes. Sin duda alguna, esto fue un ejemplo de lo que hoy en día se ha denominado como Ecosistema Urbano.

Luego:

Si bien la simbiosis entre lo natural y lo artificial no ocurre en el sentido estricto de la palabra, es decir, lo natural y lo artificial no necesariamente se favorecen mutuamente, la relación entre ambos existe; ocurre en un espacio determinado: el espacio urbanizado.

Aunque la ciudad es un espacio parcialmente artificial, construido por el hombre, su entorno, en la mayoría de los casos, es parcialmente natural. Así que entre la ciudad y su entorno es donde ocurre la simbiosis. Esta radica en que ambos espacios, el parcialmente natural y el parcialmente construido, son parte de lo mismo: el ecosistema urbano.

El ecosistema urbano, por consiguiente, puede ser definido espacialmente como aquel donde ocurre una estrecha relación de hábitat entre el previamente existente –lo natural- y lo construido por el hombre –lo artificial-. De allí que el espacio urbanizado –el ecosistema urbano- pueda ser definido como un espacio parcialmente natural, parcialmente construido, de relaciones mutuas, a veces de dependencia, como ocurre entre la ciudad y sus entorno, por ser este último el espacio vital que suministra los insumos naturales necesarios para la vida urbana.

(Carlos A Amaya et al; 2005)

Por lo tanto, la ciudad considerada en la perspectiva ecológica, de igual manera que Tilly (1974), puede ser concebida como un medio ambiente en el que hace presencia simultáneamente y de forma parcial lo natural con lo artificial. Es decir, que en un medio ambiente llamado ciudad convergen diferentes tipos de necesidades del hombre para su subsistencia.

En este sentido y atemperándonos a la apreciación de Edgar Morin (1980) sobre la Ecología, y quien textualmente dice que ella: “[…] se delinea como la primera ciencia nueva, una ciencia entre el hombre y la naturaleza, capaz deponer en relación múltiples dimensiones, aisladas hasta ese momento en campos disciplinares diversos”; se es necesario el realizar novedosas lecturas desde el enfoque ecológico a las ciudades, para nuestro caso, especialmente el de las latinoamericanas.

Ya realizado a manera de preparación, o mejor, como prealistamiento conceptual, el anterior acercamiento teórico a las nociones referidas, al inicio de esta sección del libro, veamos a La Ciudad del Conocimiento latinoamericana en la perspectiva de un ecosistema . Siendo para ello necesario establecer algunas lecturas desde lo sistémico y lo complejo, y en especial desde el Paradigma Ecológico, constituyéndose los dos primeros elementos fundantes del último.

Ludwig Von Bertalanffy Padre De La Teoría General De Sistemas

http://2.bp.blogspot.com/

Por cierto, en aras de lograr una aprehensión del tema en cuestión en lo que a lo ecológico respecta, es necesario abrir la ventana del gran escenario académico y permitir que las corrientes de aire impregnadas de algunas posturas conceptuales de las teorías de la ciudad, nos refresque y nos envuelva; en aras de lograr develar las complejidades subyacentes en la concepción de La Ciudad Del Conocimiento en la perspectiva ecológica.

Dejemos pues que sea Javier García-Bellido García De Diego (2003) –en una cita un poco extensa, pero necesaria para argumentar esta situación-, quien nos de luces sobre este intrincado aspecto de las ciudades:

Las teorías de la ciudad interesan aquí y ahora no sólo por lo que impliquen para explicar la formación histórica-antropológica y desarrollo de esos lugares concretos y discretos que son los densos espacios confinados que caracterizan a las urbes, sino porque deben poder predecir, si han sido válidamente comprobadas, tanto la concreta y singular decadencia y muerte de las ciudades como la extinción global de las mismas en su contexto más amplio.

Las teorías de la ciudad han girado fundamentalmente en torno al análisis descriptivo e idiográfico de los fenómenos urbanos observables en las diferentes culturas, con un desarrollo profundo de las explicaciones tendenciales de las ciudades del presente, lo que ha permitido una interpretación potente de la ciudad moderna capitalista, esencialmente centrada en las culturas dominantes de la Revolución industrial y postindustrial. Incluso los estudios de antropología cultural han permitido conocer cómo se formaron y desarrollaron, incluso cómo perecieron, las ciudades de épocas y culturas prehistóricas e históricas.

Pero en todos los estudios se ha volcado la información y la explicación en casos concretos aislados o asociados, a lo sumo, por modos de producción y reproducción sincrónica (por períodos análogos) y diacrónicamente (por culturas superpuestas a lo largo del tiempo), considerando las agrupaciones geográficas y culturales. Puede decirse que se ha desarrollado un enfoque culturalista e historicista de los procesos endógenos del sistema cerrado de "la ciudad", sea de la aldea a la ciudad y al territorio conformado por las diferentes culturas urbanas y en diversas épocas, construyendo teorías sociales, económicas y políticas, incluso ecológicas, para justificar con explicaciones congruentes lo registrado en los hechos históricos. En cierto sentido gnoseológico se ha practicado un descripcionismo científico.

Entiéndese aquí como enfoque cultural-historicista de la ciudad la indagación y explicación causal del fenómeno urbano en virtud de los hechos históricos diferenciadores socialmente determinados por la misma historia, tanto desde metodologías deterministas, cuantitativistas y factuales, como cualitativitas o psicologistas, respondiendo a las cuestiones del dónde, el por qué y el para qué, incluso el para quién, se crean, nacen, se desarrollan y transforman histórica, social y económicamente, así como en qué se diferencian entre sí las múltiples clases y tipologías de ciudades dentro de la gran diversidad de sus expresiones y localizaciones. Se parte del concepto fenoménico de que la ciudad es un objeto cultural cognoscible por una definición idealista, sintética y a priori de ella misma, que permite diferenciarla de las formas de los asentamientos humanos más simples o primitivos (el campamento, la aldea rural preurbana, objeto de la antropología cultural), por cuanto se le exige que encierre una característica de lo que ahora (desde Aristóteles) se entiende como definitoria: su multiplicidad y diversidad relativamente autosuficiente de funciones sociales y económicas, que aparecen desde el Neolítico.

El peso específico de este enfoque reside en la clasificación y diferenciación morfológica e histórica de las ciudades respecto a otras formas de asentamiento (cueva, campamento, aldea…), como de éstas entre sí en diferentes épocas y culturas.

Este debate fundamental sobre la génesis de la ciudad como agregado complejo (diferenciado del simple asentamiento primario familiar o tribal, de cazadores-recolectores, nómadas o asentados, para la subsistencia o defensa del grupo) y que implica un determinado grado de organización social -no espontánea sino estructurada en forma de un Estado, capaz de dotarse de normas y códigos para regular las relaciones internas de la gens y con otros estados amigos o competidores, pero autónomos-, se mueve en el plano de considerar a la ciudad ya como objeto identificable de un conocimiento idealista, como unidad conceptual social e históricamente determinada a priori, conociendo platónicamente lo que se busca para despojarle de lo que se dice que no es, ciudad suficientemente pre-figurada como para poder responder a los requisitos esenciales que se exigen a la idea de ciudad.

(Javier García-Bellido García De Diego García, 2003: pags 3338-339)

En este sentido, casi siempre, los teóricos de la ciudad (Aristóteles, en la Política; Weber, 1921: Cap. 1; Mumford, 1961; G. Childe, 1936; Reissmann, 1964; Castells, 1972, entre otros) la han concebido como una idea de síntesis a priori en razón de su naturaleza esencial en un estado comparativo de si es o no es un tipo de asentamiento no-urbano o rural.

En realidad, pese a los intentos de los investigadores del tema de la ciudad, cierto es que no ha sido posible establecer un corpus teórico sólido que explicite de forma coherente y nos conduzca como decía Louis Wirth (1938) a “una teoría general que sistematice los conocimientos que poseemos sobre la ciudad como entidad social”.

De lo que Harvey (1973; Pág. 195), comentó: “La conclusión implícita […] es que probablemente sea imposible construir una teoría general del urbanismo [en el sentido de Wirth y anglosajón, de los flujos de emigración del campo a la ciudad]. El urbanismo es un fenómeno demasiado complicado como para poder ser fácilmente subsumido en una teoría comprehensiva”.

La anterior complejidad de fenómenos que circundan al concepto de ciudad -que interaccionan en la dinámica de ella en la realidad-, y en lo que para su explicitación exige el recurrir a otros conceptos de otras disciplinas, ha llevado a que autores como G. Bueno (1987), promulguen la imposibilidad del poderse establecer una teoría General de la Ciudad en analogía a la Teoría General de Sistemas, es decir, de tipo general de naturaleza categorial-científica:

Las pretensiones de una teoría de esta índole serían acríticas. El motivo principal no es otro sino la imposibilidad de cerrar el campo de los fenómenos urbanísticos, como si ellos constituyesen una estructura inteligible por sí misma. Es imposible establecer tesis generales sobre los fenómenos urbanos con independencia de premisas relativas a la teoría del Estado, a las concepciones sobre la misma evolución histórica de la humanidad, a partir de un estadio natural... La ciudad, por tanto es una idea cruzada, consciente e inconscientemente, por otras muchas ideas tan genéricas como oscuras, al margen de las cuales la propia idea de ciudad no podría mantenerse. No es posible, en resolución, una teoría general de la ciudad que pretenda mantenerse neutral ante las cuestiones que giran en torno a ideas semejantes a las que hemos mencionado. Pero el compromiso con ellas obliga a reconocer la naturaleza filosófica de una teoría general de la ciudad.

(G Bueno. 1987: Pág. 396)

Apreciación que difiere de la de Arabany Ramírez, quien retomando los conceptos de algunos pensadores, escribe al respecto lo siguiente : “La ciudad en cualquiera de las formas que adquiera o que se le asocien (industrial, cosmopolita, universitaria o virtual) establece relación con sus habitantes, en tanto que ellas la configuran. Es importante llegar a una Ciudad del Conocimiento que de manera compleja y sistémica, e independiente de intereses ajenos a ella, esté en el mismo camino de lograr que “… toda variación ontogénicas…. [Que resulte] en una manera distinta de ser en el mundo donde se está, porque es la estructura de la unidad la que determina cómo interactúa en el medio y qué mundo configura” (Maturana y Varela 2003, 58).”.

Para más adelante complementarnos, que “Para conformar una mirada de la ciudad “ella es un ser vivo, un cuerpo orgánico con sus flujos: de transporte, de transeúntes, de energía eléctrica, de aguas, gases, impulsos electrónicos que constituyen las redes de comunicación por televisión, por Internet, y por el espacio cibernético, que ha creado la realidad virtual. Es además un sujeto visible, que adquiere las formas…” (Noguera y Echeverri, 2002). Puede agregarse que como ser vivo establece también establece relaciones dinámicas y con diferentes tipos de flujos con el exterior. Que incluso dada su inserción en otros sistemas; regionales, sociales, políticos, económicos y culturales, no sea posible definir con claridad sus limites.”.

No obstante, las divergentes opiniones entre algunos teóricos sobre el posible abordaje del concepto de ciudad desde lo sistémico y la teoría de la complejidad –unos a favor, y otros de alguna manera escépticos en torno a esta cuestión -, en algo si existe un consenso generalizado, y es el de concebir la ciudad desde la perspectiva ecológica:

La Visión Ecológica Se Convierte En Paradigma

http://naciondebreogan.iespana.es/fondos_de_escritorio/arte/

La teoría de la ciudad ha de ser ecológica o no es nada: ha de plantearse desde dentro y en su evolución conjunta inseparable con su medio global. Esa visión globalizadora y sistémica de la ciudad con su medio entorno (no en un medio o territorio, como dos cosas ajenas) obliga a ampliar los métodos de análisis del historicismo culturalista hacia el enfoque generativista, en el que la ciudad y el campo (antinomia clásica desde tiempos inmemoriales) devienen subsistemas o partes constitutivas de un todo en el que quedan inmersas: el Globo terráqueo, la Pantópolis son las totalidades dominantes, porque el elemento decisivo ya no es la ciudad que vive del campo, sino los hombres como masa poblacional que habita la Tierra y ocupa, consume y deteriora todo lo que hay sobre ella, no sólo el campo, sino las propias sedes de sus habitáculos, el agua, la flora y el aire. Es ya la Ecología la que gobierna esas relaciones urbanísticas que ocurren en la Tierra. Y por ello vengo proponiendo desde hace diez años la Coranomía, en tanto que disciplina integradora de la Ecología, la Geografía y la Urbanística, cabalmente porque los análisis sectoriales aislados de esas tres disciplinas son imposibles en un espacio cerrado y tan profundamente interrelacionado.

(. García-Bellido, 1994)

Ya mencionados los anteriores elementos sobre la ciudad del Conocimiento en América Latina, para el autor de este escrito -obviamente reconociendo el no ser un experto en el tema, sino un interesado profano-, sin duda alguna en la medida que se profundice en los desarrollos del pensamiento sistémico, la Teoría de la Complejidad, y el Paradigma Ecológico, el número de criticas y cuestionamientos a ella se irán incrementando. Lo que enriquece el debate.

En verdad estamos muy distantes de lograr en la América Latina, Ciudades del Conocimiento que cumplan las exigencias de la Sostenibilidad del planeta en estos tiempos llamados de Globalización.

Probablemente con una efectiva y eficiente sinergia del estado, la Academia y la participación de la Sociedad civil, se logre tan anhelado objetivo. Siendo para esto necesario, un rediseño de la llamada Globalización, en los que los fenómenos actuales que ella ha propiciado como la exclusión en todos los ordenes y la sobre explotación, en lo posible desaparezca de la faz del planeta.

¡Aparentemente utópico, pero de ingente necesidad en nuestro globo terráqueo!


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