BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

PROGRESO Y BIENESTAR

Hugo Salinas




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CAPÍTULO IV. PLENO EMPLEO Y AUMENTO ACELERADO DEL SALARIO MÍNIMO

Son la propensión a consumir y el monto de la nueva inversión que determinan conjuntamente el volumen del empleo, y es el volumen del empleo que determina de una manera única el nivel de los salarios reales.

John M. KEYNES

Dentro de su Agenda Hemisférica 2006-2015, los países miembros de la Organización Internacional del Trabajo se han propuesto los desafíos siguientes: “lograr un crecimiento económico que promueva el trabajo decente […], e incrementar la inclusión social y laboral para reducir la desigualdad.” Esto les conduce a proponer una política de “crecimiento económico promotor del empleo”, en el entendido de que “la generación de mayores oportunidades de empleo debe ser considerada como un objetivo central de la política económica.”

La búsqueda del trabajo “decente” se debe entender, entre otros, como la eliminación del trabajo mal pagado. Hugo Maúl nos proporciona un ejemplo en el caso de Guatemala: “Más del 75 por ciento de todas las mujeres que trabajan, y más del 85 por ciento de los indígenas que trabajan, ganan menos que el salario mínimo.” Si a ello agregamos que casi la mitad de la población económicamente activa se encuentra sin trabajo, debemos admitir que la situación es catastrófica para los pueblos de los países del Sur.

Aún más, a pesar de la existencia legal de salarios mínimos en gran número de países del Sur, ellos simplemente no son respetados. De donde, Hugo Maúl infiere que deben ser abolidos para dejar que los niveles de salarios sean normados por el mercado. Otros, dentro del mismo espíritu, generalizando el mal entendido principio económico de que la productividad marginal del trabajo (PML) es igual al salario, proponen que los salarios deben corresponder a su productividad. Y para que esto funcione, afirman, es imperativo “flexibilizar” el mercado de trabajo; es decir, eliminar toda legislación que fije ciertas normas o niveles de salarios.

¿Es cierto que un incremento de la PML conduce necesariamente a un aumento de salarios? ¿Un trabajo (salario) decente es el resultado de las fuerzas del mercado? Más aún, ¿son las fuerzas del mercado que van a conducirnos hacia el pleno empleo de los recursos humanos?

A. LOS SALARIOS Y LA PRODUCTIVIDAD MARGINAL DEL TRABAJO

Para mejor comprender las razones, teóricas y prácticas, sobre la posibilidad de incrementos significativos de salarios, sin que produzca graves desequilibrios a la actividad económica, es importante conocer muy de cerca las relaciones que existen, o que no existen, entre la producción en términos materiales, físicos; la producción en términos de valor, y los salarios. Una correcta interpretación de estas variables, y de las condiciones en las que se relacionan, facilitará esclarecer, entre otros, las falacias que pululan con relación a la productividad (media o marginal) del trabajo y el incremento de salarios.

De esta forma será fácil comprender que no existe comunicación automática entre el valor de la productividad marginal del trabajo (VPML) y los salarios.

a. Relaciones entre producción física, valor de la producción física, y salarios

Para desentrañar las falacias sobre la relación entre la productividad del trabajo y los salarios, es importante precisar las nociones de productividad marginal del trabajo, valor de la productividad marginal del trabajo, y la productividad media.

i. Productividad marginal del trabajo

La escuela marginalista de la economía deduce que todo empresario puede continuar a incrementar su volumen de producción si al añadir una unidad más de trabajo, existe como respuesta un incremento en la cantidad producida. Esta sentencia se realiza bajo la condición de que, en este caso, el único factor variable es el trabajo, y todos los otros (tecnología, maquinarias, insumos…) son constantes. Es decir, mientras exista capacidad ociosa en los otros factores, un incremento de una unidad de trabajo será compensado con un incremento en el resultado final.

Es la consabida teoría sobre la productividad marginal del trabajo (PML), en donde la primera unidad de trabajo, manteniendo todo el resto constante, tiene como resultado un gran nivel de producto realizado. Añadir una segunda unidad de trabajo continuará a incrementar el producto pero en menor proporción, Una tercera unidad de trabajo seguirá incrementando el producto pero en menor proporción que la precedente, y así sucesivamente.

La pregunta es, ¿hasta qué punto, el empresario debe continuar a añadir nuevas unidades de trabajo? Hasta que un nuevo incremento de trabajo no tenga por resultado ningún incremento del producto. Es decir, hasta que la PML sea igual a cero.

A este nivel, la empresa ha llegado a su máximo volumen de producción en condiciones eficientes, dado los recursos con los que cuenta. Más allá significaría un derroche de fuerza de trabajo puesto que la producción total comenzaría a decaer en lugar de aumentar. Entonces, ¿el empresario decidirá por incrementar unidades de trabajo hasta alcanzar el máximo nivel de producción? No necesariamente, porque como buen empresario con Repartición Individualista, tiene que tener en consideración el precio de venta de los bienes fabricados, el valor de los insumos de producción y, sobre todo, el monto de la utilidad a retirar luego de terminado el ciclo de producción.

ii. Valor de la productividad marginal del trabajo y salarios

Es indudable que el empresario, incluso antes de iniciar el acto económico, piensa en el monto de utilidades a retirar. Por el momento, supongamos que se preocupa en ¿cuál sería el mejor nivel de producción en función de la PML y del precio tanto del bien final como de los insumos. Para ello, supongamos que todos los factores de producción son constantes, a excepción del factor trabajo, y cuya remuneración se encuentra determinada exógenamente, así como del resto de factores de producción. Entonces, en estas condiciones, ¿hasta qué punto irá adicionando nuevas unidades de trabajo?

Sin lugar a dudas que el empresario aumentará el factor trabajo hasta que el valor del incremento del producto como consecuencia de la última unidad añadida de trabajo sea igual al salario que percibe este trabajador. Este es el punto óptimo económico que los marginalistas recomiendan a los empresarios. Es decir, el empresario actuará racionalmente si su nivel de producción lo lleva hasta que el valor la productividad marginal (VPML) de la última unidad de trabajo sea igual al salario.

Es a partir de esta igualdad (VPML = salario) que, sin comprender las condiciones de esta identidad, o maliciosamente, se elaboran afirmaciones alejadas de la verdad. Y el colmo de la generalización abusiva es decir que el “salario debe ser igual a la productividad del trabajo”. ¡Cuántos errores y mal entendidos encierran aseveraciones, como ésta, tiradas muy a la ligera!

Es cierto, el empresario actuaría irracionalmente si continúa a incrementar la producción sabiendo que el valor del incremento del producto es inferior al precio que él ha pagado por la nueva unidad de trabajo. Sería igualmente irracional, aunque menos, si parara de incrementar el nivel de producción antes que el valor de este último incremento descendiera a igualarse con el precio de la nueva unidad de trabajo añadida. En este caso estaría produciendo por debajo del óptimo económico de producción pero, en el anterior, estaría produciendo a pérdida.

En todo caso, los marginalistas se esfuerzan en presentarnos que el empresario se mueve sobre la curva del VPML que es liza y va descendiendo de la izquierda hacia la derecha. Aceptando que la curva sea liza, aunque sabemos que los trabajadores no son homogéneos, el empresario recorre un camino descendente hasta que el valor del último incremento del producto sea igual al salario. En este punto, tanto el VPML como el salario son iguales.

En este punto de equilibrio se ha producido una igualdad monetaria de dos cuerpos, pero sin ninguna relación de causalidad o de dependencia entre el uno y el otro. Afirmar que existe una relación de acción y reacción entre ellos es una ligereza. No porque hay una disminución del VPML que el salario disminuye, o porque el VPML aumenta que el salario aumenta. Cada una de estas variables tiene una dinámica diferente. Si ellos, se encontraron en este punto de equilibrio es, simplemente, porque hicimos deslizar la cantidad de producción sobre la curva VPML hasta encontrarse con el nivel del salario. ¡Pero el monto de ese salario fue definido exógenamente, y se mantuvo constante durante todo el ejercicio de descenso sobre la curva VPML!

Además, los marginalistas hablan del VPML y no simplemente de la PML cuando lo comparan con los salarios. Esto es, no podemos comparar la PML con el salario porque tienen estructuras diferentes. La primera se encuentra definida en términos físicos, materiales, mientras que los salarios están definidos en términos de valor monetario.

Algo más, el precio de los insumos utilizados en el incremento de producción no está determinado por un empresario aisladamente, sino por el mercado; es decir, está determinado exógenamente. El mismo que puede variar en cualquier instante, sin que este empresario pueda hacer algo. Lo mismo sucede con el nivel de salarios a pagar.

Claro, y esto es otro asunto, el empresario tiene todo el interés de empujar los salarios hacia la baja. Cuanto más bajo sean los salarios, la utilidad a percibir será mayor, porque el punto de equilibrio económico óptimo, entre el VPML y el salario, se dará en un nivel mucho más alto de producción total. Incluso, al empresario le interesaría que el precio de la última unidad de trabajo añadida sea igual a cero. Es decir, que el salario del trabajador sea igual cero. De esta forma su punto de equilibrio económico sería igual al máximo de volumen de producción técnicamente posible, dado los recursos con los que cuenta. ¡Es el sueño dorado de los empresarios con Repartición Individualista!

Antes de continuar veamos dos falacias sobre la PML, su productividad media y los salarios

iii. Dos falacias a partir de la productividad media del trabajo

Sobre la productividad del trabajo se pueden realizar dos tipos de análisis. Uno con relación a la productividad marginal y otro con relación a la productividad media. El primero, se refiere al análisis de la última unidad de trabajo añadida con relación al incremento en el producto. Es un hábito decir que se trata de un análisis en el margen. En cambio, el segundo se refiere al análisis de relacionar el total de unidades de trabajo empleadas y el total de producto realizado. Es el caso de la productividad media del trabajo (PMeL) o, muy corrientemente llamada “productividad del trabajo”. Cuando en la prensa, o en los centros de trabajo, se habla de productividad de los trabajadores, por lo general, se están refiriendo a la PMeL y no a la PML. Ahí radica una primera fuente de confusión.

Otra de las mayores fuentes de confusión, y la más peligrosa, se origina cuando a partir de la igualdad entre el VPML y el salario, se le generaliza otorgándole un carácter de causalidad entre el uno y el otro. Es en este tipo de confusión que se originan dos mitos. “Estos dos mitos son: 1. Un salario por productividad incentiva una mayor productividad de los trabajadores. 2. Un salario por productividad reduce el desempleo y la informalidad.” Nos referiremos sobre todo al primer mito considerando que la falsedad del segundo es evidente.

Una primera apreciación del primer mito supondría que una mayor productividad de los trabajadores conduce a un aumento de salarios lo que, a su vez, induciría a los trabajadores a aumentar su productividad. Según este mito estaríamos frente a una interacción virtuosa, sin fin. Esta proposición presenta dos casos de figura. Para el análisis tomaremos en consideración, además de las curvas de la PML y de su PMeL, las curvas de los costos totales, de los ingresos totales de la empresa, que no existen cambios tecnológicos y que el único factor variable es el trabajo.

Primero. Si el aumento de salarios no incentiva el aumento de la PML, la curva de los costos totales se desplazaría hacia arriba mientras que la curva de ingresos totales se mantendría constante, dado que no hay incremento de la PML. La consecuencia inmediata es que, si la empresa se encuentra en el primer tramo de las curvas, en donde los costos totales son mayores que los ingresos totales, la empresa aumentaría su situación deficitaria. Si la empresa se encuentra en el segundo tramo de las curvas, en donde los ingresos totales son mayores que los costos totales, el nivel de utilidades de la empresa se reduciría inmediatamente.

Segundo. Si, por el contrario, “un salario por productividad incentiva una mayor productividad de los trabajadores”, tendríamos el resultado siguiente. La curva de costos totales, ante el aumento de salarios, se desplazaría hacia arriba. Y, ante el aumento de la PML motivada por el aumento salarial (sin variación del número de efectivos), la curva de ingresos totales efectuaría un desplazamiento hacia arriba. Si la empresa se encuentra en el primer tramo de las curvas de ingreso y de costo totales, la situación deficitaria de la empresa continuaría. Si la empresa se encuentra en el segundo tramo de las curvas de ingreso y de costo totales tendríamos las dos variantes siguientes. Si la empresa se encuentra antes del óptimo económico en donde, el ingreso marginal es igual costo marginal, el aumento de salarios mejoraría la posición económica de la empresa aproximándola o poniéndola en el punto de equilibrio económico óptimo. En cambio, si la empresa ya se encuentra en el punto de equilibrio económico óptimo, todo aumento de salarios reduciría su volumen de utilidades. En este punto, nuevos aumentos de salarios, aún cuando induzcan incrementos en la PML, puede desplazar la curva de costos totales a un punto tal que sea tangente a la curva de ingresos totales. Es decir, sucesivos aumentos salariales pueden hacer reducir el volumen de utilidades de la empresa hasta un punto tal que sea agotada.

Tercero. Además, es necesario señalar que el aumento de la PML por aumento de intensidad en el trabajo tiene un límite físico a soportar. Es decir, no puede existir un aumento ilimitado de la PML sustentado en un aumento de la intensidad de trabajo. Este sería el tercer caso de figura, que estaría demostrando que el mito consistente en que “un salario por productividad incentiva una mayor productividad de los trabajadores” es demasiada limitada en incentivar el crecimiento de la economía.

iv. Flexibilidad del mercado de trabajo y salarios mínimos

En realidad, la proposición de incrementar los salarios ante un incremento de productividad es un argumento para implantar una política de “flexibilización” de los acuerdos salariales. El objetivo es eliminar todo tipo de reglamentación que norme sobre los salarios y los beneficios colaterales, como la seguridad social, seguridad por accidentes de trabajo y otros. Este caso de figura es ya actualmente practicado en el trabajo por destajo. La práctica del empresario es prometer aumentos salariales ante incrementos de producción por unidad de tiempo. Por lo general, los trabajadores caen en esta trampa mortal. Una vez efectuado el incremento de productividad por unidad de tiempo, lo que consigue el trabajador no es un aumento de salarios sino un despido seco. El único ganador es el empresario, quien contratará un nuevo trabajador pero con una marca de productividad más elevada, y por el mismo salario. Es decir, el incremento de productividad por unidad de tiempo se produjo pero, los salarios reales en vez de aumentar han disminuido.

Ante este juego mortal, las organizaciones sindicales de algunos países han conseguido se establezca jurídicamente el salario mínimo. De ahí el enfrentamiento entre los que gozan de los salarios mínimos y los que propugnan por la flexibilización total del mercado de trabajo. Escuchemos a su defensor Hugo Maúl: “el salario no sólo es la paga que los trabajadores reciben por su trabajo, sino que también es el sistema de incentivos que determina su productividad.”

Ante tales argumentos y prácticas laborales, Catherine Saget de la Organización Internacional del Trabajo se pronuncia. “Establecer un salario mínimo […] es un medio de combatir la pobreza […]. El objetivo principal de esa legislación es mantener los niveles de vida de los trabajadores con baja remuneración […]. Es una manera de proteger a los trabajadores vulnerables que no pueden organizarse […]. Es contribuir al alivio de la pobreza. El salario mínimo puede actuar como una red de seguridad social en países donde ésta está aún poco desarrollada [...]. El salario mínimo representa más del 70% del salario promedio en Italia, Venezuela y El Salvador en el decenio de 1990, en tanto que se encontraba cercano a la mitad del salario promedio en Tailandia, Suiza, Suecia, Francia y Polonia.”

b. Los salarios no necesariamente siguen a la productividad marginal del trabajo

Es importante que quede claro que no existe relación de causalidad entre el VPML y los salarios. “Para los teóricos de la regulación [francesa], al menos en los años 70, el salario es una relación social que es el producto de la lucha de clases.” (cf. Aglietta, 1976, CEPREMAP). En este sentido, expondremos dos situaciones completamente diferentes. El primero consiste a minimizar los sueldos y salarios aún cuando existen incrementos en la productividad. El segundo se refiere al aumento de los salarios como consecuencia de la cercanía al pleno empleo y al crecimiento sostenido de la actividad económica. Luego abordaremos si los salarios se decretan. Terminaremos haciendo una digresión sobre los salarios y la distribución de las utilidades.

i. Crecimiento con salarios a la baja es un juego criminal

La política de hacer crecer el PBI promoviendo una tendencia hacia la baja de los salarios, es un juego criminal. Un ejemplo nos proporciona el profesor Joan Subirats. “Si en 1981 el salario mínimo [de España] representaba el 45.6% del salario medio, en los momentos actuales (2009) apenas alcanza el 35%.” “Si presumimos de octava potencia mundial, continúa Subirats, no se entiende que mantengamos uno de los salarios mínimos más bajos de la Unión Europea, a no ser que entendamos que es esa precisamente la base esencial de nuestro crecimiento.”

Esta es la política de quienes manejan la economía desde hace diez mil años. El plato de lentejas de los esclavos, siervos, o la canasta de consumo del asalariado, siempre ha sido visto hacia la baja. Es la característica esencial de la Repartición Individualista. Ya Adam Smith en 1776 decía lo siguiente: “En donde fuere que la ley ha tratado de regular los salarios de los trabajadores, siempre ha sido para bajarlos y no para subirlos.”

En términos modernos, nuestros profesores en economía nos enseñan, y nos aconsejan practicar en las empresas, la minimización de los gastos en salarios para obtener un máximo de beneficios, los mismos que son apropiados en 100% por los propietarios o accionistas. Y ya sabemos que, la mayor parte del Valor Agregado por los países de la periferia son transferidos, hacia el centro del país-centro.

Proponer el crecimiento del PBI, haciendo que los salarios se mantengan sin aumentos, es incentivar el incremento de los beneficios. Es un juego criminal que propone el socialista Dominique Strauss Kahn, mandamás del FMI, con un sueldo de medio millón de dólares por año. A los trabajadores de un dólar por día les aconseja no pedir aumentos salariales porque podrían causar un proceso inflacionario.

Al respecto, señalemos la situación del empleo y de los salarios en Francia. “A partir de la información proporcionada, de 1990 a 2005, por las encuestas de empleo del Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos […] se observa que la proporción de empleos inadecuados no ha cesado de aumentar. Del 25% de la población activa, ellos han pasado al 41% en 2005, y concierne a 11.4 millones de personas. En 2005, 3.8 millones de asalariados, perciben un bajo salario. Por convención, es llamado ‘bajo salario’ a una remuneración inferior a los dos tercios del salario medio. Lo que equivale en Francia, menos de 818 euros por mes, para el 14% de la población activa. Desde 1990, esta proporción ha aumentado para alcanzar el 23%. […]. En 2005, 2.7 millones de asalariados, o sea el 10% de la población activa, estaban trabajando en contratos a duración determinada, ínterin, contrato estacional, período de formación, y empleo de formación. Desde 1990, el crecimiento supera el 56%. Actualmente [2008], 3 contratos sobre 4 se efectúan en contratos a duración determinada.”

ii. La cercanía al pleno empleo empuja al incremento de salarios

“El mayor antídoto contra la pobreza es el trabajo y el pleno empleo, con trabajadores en blanco y salarios dignos” , dijo […] la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. “No puede combatirse la pobreza a partir de planes sociales” , agregó. Aunque los actuales presidentes de América Latina no hacen realmente lo que dicen, las evidencias no pueden ocultarse.

Es evidente que, cuando el crecimiento de la economía tiende al pleno empleo, los salarios tienden igualmente a incrementarse, sin que necesariamente la PML se haya incrementado. Tomemos el caso de la informática en Francia. “La casi totalidad de graduados de la última promoción (91%) [de la escuela de Telecom ParisTech] ha firmado su contrato de trabajo en menos de dos meses después de su salida [...]. Entre ellos, un poco más de dos tercios ha firmado su contrato de trabajo incluso antes de haber terminado sus estudios […]. En 2008, el nivel medio de remuneración anual de los ex alumnos […] ha sido aumentado en mil euros en un solo año, para alcanzar la cifra de 39 mil 800 euros, ventajas salariales comprendidas […]. En efecto, es en el mercado internacional que el nivel de los salarios de los jóvenes alcanza niveles sin comparación. ¡Por lo menos 44 mil 400 euros en promedio anual, por un principiante! Pleno empleo y salarios en aumento por los jóvenes graduados de Telecom ParisTech.”

Otro ejemplo, el crecimiento obtenido por la economía de los Estados Unidos que empuja los salarios al alza. En el período 1900-1929, el PBI de los Estados Unidos pasa 78 mil millones de dólares a 200 mil millones de dólares. Este fenómeno se repercute sobre el nivel de salarios. “La tasa de desempleo se movió alrededor del 4.5%” en el período 1900-1929 . Y el aumento de sueldos y salarios es una consecuencia inmediata, el mismo que se resiste a caer, en la administración pública, a pesar del inicio de la Gran Depresión. Veamos el cuadro siguiente.

Otro ejemplo, se trata de “les 30 Glorieuses” que vivieron varios países de Europa inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Con referencia a estos años, Paul A. Samuelson, premio Nobel en economía, se expresa así: “El crecimiento de los años 60 fue una suerte de milagro económico”. Había razón, porque el crecimiento sostenido y elevado de este período fue mucho más fuerte que el de todas las otras épocas en la historia económica de estos países.

Entre 1950 y 1974, la tasa de crecimiento promedio anual de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) fue de 4.2%. Según las estimaciones del profesor Peter Temin del Instituto Tecnológico de Massachussets, “la tasa de crecimiento del PBI de Europa del Oeste, durante los años 1950-1973, fue del 4.8%.”

En Francia fue del 5% anual, en Alemania del 6% y en Japón del 9%. Estados Unidos y Gran Bretaña tuvieron un crecimiento menor: 4% y 3% respectivamente. Si tomamos solamente el caso de Francia durante el período 1945-1972, el incremento de productividad fue mayor del 5% por año, y la tasa de desempleo fue menor del 1.5% de la población económicamente activa hasta mediados de los años 60 y menor del 2.7% para la década siguiente. En 30 años, la riqueza nacional francesa fue multiplicada por tres.

Este crecimiento sostenido y fuerte de la economía francesa, durante estos 30G se repercute sobre un incremento del poder de compra y disminución sensible de la pobreza, un consumo de masa, la mejora de la calidad de vida por las reformas en el sector formación, salud y transporte. Según Jean Fourastié, fue una “revolución” económica y social, lo que se produjo entre los años 1946 y 1975. Fue el pasaje de una Francia agrícola y rural hacia una Francia terciaria y urbanizada, que se traduce en un cambio en sus comportamientos de consumo.

“Así, precisa el profesor Robert Soin, a principios de los años 1950, Francia cuenta todavía con más de 7 millones de agricultores, o sea alrededor del 40% de la población económicamente activa, mientras que representan solamente el 10% en 1970.” “El incremento del poder adquisitivo es consecuencia de la baja del precio real de un gran número de productos como consecuencia del aumento de productividad.” , argumenta el profesor Robert Soin.

Jean-Paul Fitoussi, profesor de Sciences Po, en Francia, concluye de esta manera: “El círculo virtuoso va de las anticipaciones de crecimiento a la inversión, del aumento del empleo al de los salarios, el cual a su vez, alimenta anticipaciones optimistas de crecimiento.” No obstante, es necesario señalar que un crecimiento sostenido en el tiempo, de una economía de mercado con Repartición Individualista, incluso con incrementos significativos de los salarios reales, como en los casos de Estados Unidos, Francia y otros, no está exenta de tensiones sociales y económicas. “Lejos del mito de un crecimiento continuo que hubiera mejorado la suerte de todos, reducido rápida y significativamente las desigualdades sociales, y pacificado la sociedad francesa, los Treinta Gloriosos fueron un período de fuertes tensiones, y de conflictos entre las clases sociales. Las numerosas huelgas, que sacuden la vida social, nos recuerdan la existencia de persistentes desajustes: aquellas de 1947 a 1949 que deben vivir los trabajadores de los puertos, de las minas de gas, de Michelin, de la prensa, de los ferrocarriles; aquellos de 1968 que cuenta hasta 7 millones de huelguistas; aquellos de los obreros especializados, en los años 1970 [...]. Hay entonces un anverso y un reverso en los Treinta Gloriosos que conviene guardar en el espíritu para una mejor comprensión de este período [...].”

iii. ¿Los aumentos de salarios se decretan?

En un alarde de populismo, cuando sienten que pierden piso, los gobernantes se deciden a decretar un aumento de sueldos y salarios. Pero, ¿los aumentos de salarios reales se decretan?

Los aumentos de salarios por decreto son como bolas de jabón que no duran más que una ilusión. Y cuánto de esfuerzo y de pérdidas ha costado a los huelguistas y al resto de la población. ¿Dejar de hacerlo? Para los huelguistas es como una válvula de escape que les permite desahogarse de sus sufrimientos para luego volver a la calma y continuar a soportar lo que es insoportable. Para el gobierno es una prueba de fuerza que no debe, en ningún caso, poner en duda la autoridad. Cuando la protesta alcanza niveles peligrosos, el gobierno retrocede pero sin perder el timón de mando. En algunos casos, se sienten obligados a soltar un poco la cuerda acordando un aumento general de salarios. Pero, ¿es un incremento nominal o real de salarios?

Para un gran número de sindicalistas, este aumento es real porque la economía se encuentra en crecimiento y las empresas muestran incrementos sostenidos de utilidades. Lo que se olvida es que, no existe ningún paralelismo entre incremento de utilidades e incremento de salarios. No existe ninguna relación biunívoca entre ellos. De ahí que, estos aumentos nominales se esfuman al día siguiente como consecuencia de un aumento, por ejemplo, de los bienes alimenticios.

El nivel real de salarios se encuentra en relación con los niveles de desempleo y de subsistencia de los trabajadores. Cuando el desempleo es masivo, no existe casi ninguna posibilidad de obtener aumentos reales de los salarios para los que se encuentran en la parte baja de la escalera de remuneraciones. La competencia entre los desempleados es feroz y los salarios tienden al nivel de subsistencia. Y los empresarios juegan libremente a hacer efectiva dicha competencia con la complicidad de los gobiernos de turno. Los americanos y europeos van más lejos. Ellos juegan con la política de inmigración. Es un fondo político para unos y una arma contra el crecimiento del nivel de salarios para otros.

El nivel de subsistencia de un país es determinado por el nivel de subsistencia de los trabajadores de los procesos de trabajo más atrasados. Son esas formas de trabajo que determinan el mínimo de la canasta de alimentación para poder supervivir. Mientras existan trabajadores que viven de la recolección, caza, pesca y agricultura primitiva, los salarios reales tendrán dificultad de subir, porque ellos suministran bienes y mano de obra a un precio que desafía toda competencia.

Algo más, los bienes alimenticios que suministran a la población citadina, constituye parte de la canasta de consumo de los obreros, facilitando a los empresarios la compresión hacia la baja de los salarios de los obreros. De esta forma llegamos a los salarios de subsistencia.

iv. Los salarios y la repartición de las utilidades

Es necesario insistir en que los salarios son parte del costo de producción. Un aumento o disminución del monto de los salarios, repercute solamente sobre el costo de producción. En ningún momento mella el principio de la Repartición Individualista, en el sentido de que la totalidad del Resultado Neto (utilidades) del acto económico pertenece al propietario o a los accionistas de la empresa. En la repartición de este monto no interviene, en ninguna circunstancia, el trabajador.

Lo que aparenta ser una excepción a esta regla, y en realidad no lo es, es la intervención estatal, quien a través de un impuesto sobre las utilidades puede redistribuir una fracción no significativa de ese monto que pertenece única y exclusivamente al propietario o los accionistas. El impuesto a las utilidades es una operación de re-repartición y no de repartición. Es un segundo nivel de operación y es destinado a sectores bien precisos de la población. Es una política económica orientada mayormente a paliar algunos de los efectos perversos de la economía de mercado con Repartición Individualista. Y, en el caso de los gobiernos populistas, tiene un sentido clientelista, orientado a captar votos para mantenerse en el ejercicio del poder central.


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